Al
hablar de las Fiestas de San Ignacio, sobre todo de una época en la
que las crónicas escaseaban, se hace necesario realizar un relato de
los acontecimientos que entorno a ellas se desarrollaron a lo largo
del último cuarto de Siglo XIX.
En
primer lugar constatar que a nuestros barrios acudían gentes desde
Bilbao y otras áreas geográficas. Para ellos desde la Villa de Don
Diego se establecieron distintos servicios de transporte. Uno de
ellos el “Ómnibus”, coche tirado por caballos, fue de los más
demandados, por los viajeros.
Dicen
que el
ómnibus fue el primer vehículo de transporte público colectivo de
viajeros, que surgió en la ciudad de Nantes en 1823. El origen del
nombre, según una enciclopedia es debido a que: “...Fue
creado por el Coronel Stanislas, en Nantes, como medio de transporte
colectivo. No tardó en darse
cuenta de que no solo los clientes de sus baños lo utilizaban, sino
que se montaban en él los vecinos de la ciudad que querían
comunicarse con el extrarradio. Por ese motivo fundó la “Enterprise
Générale des Omnibus”,
y amplió el servicio situando la terminal
de autobús frente
a unos grandes almacenes muy populares y concurridos. En dicha parada
situó un cartel con un texto en latín que decía:”Omnes
omnibus”, es
decir, “hay
de todo para todos”.
Al viejo coronel le gustó la idea del omnibus,
y
se lo puso a su vehículo, destinado desde aquel momento a recoger a
todo tipo de pasajeros: tanto clientes de sus baños termales como
público en general. Por tanto, este es el origen
de la palabra ómnibus...”
(Fuente:
CurioSfera).
Estos
vehículos, tirados por caballos, tenían capacidad para transportar
hasta treinta viajeros. Los ómnibus de viajeros destinados al
transporte de estos por calle o carretera, tributaban a razón de 36
pesetas por caballo y año, con un mínimo de quince caballos. Como
decía eran demandados sobre todo para llegar a nuestras playas. A
pesar de que la “Gaceta de los Caminos del Hierro” dijera en una
de sus publicaciones, al compararlo con el tranvía: “...Después
del estudio que hemos hecho sobre el terreno, es seguro, en nuestra
opinión, que los tranvías no pueden ser útilmente sustituidos por
los ómnibus ordinarios más que en vías no sujetas a gran
acumulación de carruajes. En otro caso, este medio de trasporte
presentaría un verdadero peligro...”
(Gaceta
de los Caminos de Hierro del 3
de mayo de 1874).
Y sobre sus viajes a nuestras playas decía
un diario bilbaíno: “...Este
año es grande la concurrencia de bañistas a los puertos de
Portugalete, Santurce y Algorta...”
Y para facilitar el acceso a las mismas, como decían al principio,
alguna empresa dedicada al transporte de viajeros ofrecía los
siguientes servicio: “...La
empresa de los ómnibus que tiene el despacho en la administración
de Paco, con motivo de la temporada de Baños ha aumentado su
servicio, saliendo de Bilbao desde hoy de media en media hora, desde
las seis de la mañana hasta las cinco y media de la tarde: Precios:
De Bilbao a Las Arenas, 3 reales. De Bilbao a Luchana y Desierto, 2
reales. De Bilbao a Olaveaga, 1,5 reales. Los días de fiesta se
cobrará lo que marca la tarifa oficial, 1-6...”
(El
Noticiero Bilbaíno del 3 de agosto de 1875).
Y
a pesar de estos servicios, a veces las dificultades mecánicas se
ponían en contra e impedían su correcto funcionamiento. La prensa
bilbaína decía sobre ello: “...Es
tan inmenso el gentío que, particularmente los días festivos, acude
desde esta Villa a los puertos de baños de Algorta, Portugalete y
Santurce, que apenas son suficientes para trasportar a los viajeros
los numerosos carruajes y los tres vaporcitos dedicados a este
servicio. Y, ya que hablamos de estos últimos, debemos decir que
anteayer dieron un solemne chasco al publico, pues no salieron del
muelle del Arenal ni a las dos ni a las tres y media de la tarde,
hora anunciada, a causa sin duda de alguna avería...”
(El
Noticiero Bilbaíno del 13 de agosto de 1875).
Al
año siguiente, en plena guerra entre Carlistas y Liberales y con
estos últimos acantonados en el barrio de Algorta, y ya próximas
las fiestas de San Nicolás, era 29 de julio de 1875, y las romerías
iban a celebrar los días 11 y 12 de agosto. Para agasajar a la
guarnición el consistorio acordaba: “...Que
dichas romerías se celebren con el orden y solemnidad acostumbradas,
teniendo en cuenta la presente situación, y se de a la guarnición
el primer día de fiesta media libra de carne y un cuartillo de vino
por plaza. Solicitar que venga la banda de música del regimiento, y
se le de una gratificación de 1.000 reales…”
El 19 de agosto se daba cuenta de los gastos de aquellas fiestas por
el regidor D. Ignacio de Meñaca que ascendían a 2.482 reales.
Durante
esas fiestas, algunas discrepancias sobre donde debían celebrarse
las de San Nicolás, alteraban el ambiente algorteño: “...Aunque
han surgido algunas diferencias acerca del punto donde habían de
celebrarse las próximas romerías de Algorta, que comienzan mañana,
parece ya cosa resuelta, ya que los dos primeros días se celebraran
en la campa denominada el Castillo y el tercero en la Avanzada...”
Dos pequeñas noticias venían a aderezar el verano, una referida a
un de los establecimientos de baños, en este caso de la Villa de
Portugalete: “...Pabellón
Balneario de Portugalete.- Ha abierto se sección lateral al público,
este elegante establecimiento (en construcción) que consta de 30
departamentos...”,
la otra referida a una modalidad de fabricación de pan: “...Desde
mañana jueves se empezara a expender el deseado pan de viena...”
La distribución de ese apetitoso pan se realizaba solo en la Villa
de Don Diego. (El
Noticiero Bilbaíno del 10 de agosto de 1876).
Entre
tanto un visitante y a la vez articulista de prensa paseaba por
Algorta, observando la animación de nuestro barrio y los visitantes
que habían llegado. Este periodista plasmaba en el papel prensa sus
opiniones y visión de una época condicionada por los
acontecimientos bélicos y de influencia religiosa de aquellos
momentos, no sin dejar de mencionar la aportación de la juventud a
las fiestas. Y al referirse a las fiestas de San Nicolás decía:
“...En
demanda siempre de jolgorio y animación, no he podido prescindir de
visitar el pintoresco puerto da Algorta, los días en que su alegre
vecindario celebra, con sin igual entusiasmo, las fiestas dedicadas a
San Nicolás, venerado patrón de todos estos habitantes. El viernes
y sábado han transcurrido de esta suerte, es decir, sin otra
ocupación que asistir al templo y al público regocijo, practica tan
generalizada en los pueblos de Vizcaya, que como sabe usted
perfectamente sabe, constituye ya un verdadero precepto emanado de
las tradicionales y sencillas costumbres del País Vasco.
La
animación que aquí ha reinado y que hoy continúa con creces, solo
puede calcularse hallándose uno incluido en el número de los
testigos presenciales de bailes y paseos que según era de esperar
han invado a una altura por demás brillante; éxito al que han
contribuido en gran escala los muchos forasteros que aquí se hallan
de temporada en la estación presente.
El
ayuntamiento, que ha conseguido organizar en poco tiempo una modesta
charanga, dando así ejemplo a otras poblaciones de mas importancia
que carecen de ella, ha contribuido a la celebración de tan
acreditadas romerías, secundado principalmente por los esfuerzos de
los jóvenes del pueblo.
Hoy,
domingo, desde las primeras horas de la mañana, nos anunciaba el
tamboril que dispusiéramos el ánimo a continuas y por mas de un
concepto agradables impresiones. Terminada la misa mayor, se situó
en la plaza del pueblo la menciona la charanga amenizando, el lucido
paseo formado en el pórtico de Iglesia, lugar donde por la noche se
celebran también los elegantes bailes que tanto llaman la atención,
y con justo motivo, pues le aseguro que pasan de cien las parejas que
anoche corrían de uno al otro lado del atrio luciendo ellas sus
galas y gracias mil, y correspondiendo ellos con la amabilidad que
tanto caracteriza a los hijos de Algorta.
El
salón adornado con vistosos faroles venecianos, encerraba en su
espacioso recinto la más completa colección de femeninas bellezas,
honra de toda la provincia, y con especialidad de las de Guecho.
A
las seis de la tarde, confirmando lo anunciado por mi hace ya días,
se ha reunido en la campa llamada de la Avanzada un inmenso gentío
de todas las inmediaciones y de Bilbao. El tradicional tamboril
inspiró por lo visto a la juventud bilbaína que
haciendo honor a su pueblo natal, y dando al propio tiempo una prueba
de deferencia a los convecino el de Algorta, salió al centro formada
en airosa y prolongada cadena a bailar uno de esos aurrescus que
parecían haber desaparecido ya de la historia de nuestras populares
tiestas.
Imagínese
usted el efecto tan sorprendente que a los espectadores ofrecía esa
continuada serie de eslabones unidos el uno al otro por las beldades
que tan complacientes se prestaron a estrechar sus blancas manos con
las de la pareja a quien el cariño o la simple amistad las
destinaba.
Imposible
es recordar a todas, pero contando con la benevolencia de los allí
presentes, cumplo un grato deber de imparcialidad y gratitud, citando
por Bilbao a la señorita de Ansuaitegui; por Algorta, A las bellas
hijas deI Sr. Alday; por Plencía, a las señoritas de Univaso; y por
Portugalete y Santurce a otras dos, cuyos nombres sentí no poder
averiguar. Al poco rato la comitiva general adoptó dos distintas
actitudes, asaltando la una los ómnibus que conducen pasajeros a la
Villa invicta, y caminando tranquila la otra en dirección a Algorta.
Las
diez seria cuando comenzó en la población el baile, al que no me
atrevería a calificar de salón ni de campestre por el doble
carácter que lo distingue; solo le diré que la concurrencia fue
extraordinaria, propia más bien de una gran capital, en la que reinó
la mas apetecible armonía.
Termino
la presente, dirigiendo mis plácemes al alcalde señor Ugarte, tan
apreciado por todo el vecindario como deferente se ha mostrado con
los forasteros en cuantas súplicas le dirigían, y a los alegres
jóvenes de la localidad a quienes en primer término se debe
el
que hayamos pasado ratos deliciosos, cual los que para el martes se
preparan, pues debo hacer presente que también el día de la Virgen
estará esto sublime...”
Firmaba aquella crónica un tal Genaro Calda. (El
Noticiero Bilbaíno del 15 de agosto de 1876).
Los comentarios del relato corresponden, obviamente, a quien lo
realizó, a pesar de que visto desde hoy pueda resultar un poco cursi
y/o machista. Pero no acercan a una época ya pasada.
Y
eso que en nuestro municipio los clérigos, respeto del baile en la
fiestas, al parecer no llegaban al nivel de los de otras poblaciones,
como Yurre o Villaro, que según decía la prensa: “...Parece
que los curas
de Yure
y Villaro procuran morigerar las costumbres de aquella comarca, lo
que nos parece muy propio de la misión que en este mundo ejercen:
pero lo que consideramos sobradamente extraño es los medios de que
se valen para alcanzarlo; pues nos aseguran que desde el púlpito,
uno y otro sacerdote, permitieron a sus feligreses días pasados el
que se entregaran a satisfacción a los placeres del baile, siempre
que se colocaran a respetuosa distancia de la pareja, sin cogerla de
ninguna parte del cuerpo, y mucho menos besarla...”
!Que difícil era, también en esa época, expresar los sentimientos
afectivos!.
Cierro
esta crónica de dos años, de finales del Siglo XIX, referida a las
fiestas de Algorta, con una curiosa referencia, por un lado a uno de
los estuarios ya desaparecidos en nuestra Ría, y por otro a una de
las obras de uno de los medios de comunicación públicos más
emblemático de la época: “...La
playa de Luchana y el ameno vallecito que la precede, donde
desembocan en la ría dos importantes ferrocarriles mineros el de la
Orconera y el del Regato, se van a convertir muy en breve en una
población industrial llena de animación y vida...”
Y el otro: “...Terminadas
ya las obras del tranvía hasta la venta del Desierto, la cuadrilla
que ha sentado la vía en la primera sección, o sea, desde Bilbao a
la vuelta de Elorrieta, va a trasladarse al último trozó del
proyecto comprendido desde el puente de Udondo a la jurisdicción de
Algorta, donde continuarán activamente las obras...”
(El
Noticiero Bilbaíno del 17 de agosto de 1876).