viernes, 27 de julio de 2018

LAS FIESTAS CAMPESTRES DE ALGORTA



Las Fiestas Campestres de Algorta, así se llamaba a las Fiestas de San Ignazio de Algorta entre los años 1876-80, debido a que en esa época los campos libres abundaban en nuestro barrio y no había problema para elegir un sitio adecuado donde celebrarlas.

Las efemérides se realizaban tanto en la zona denominada “El Castillo” (Usategi) cómo en San Ignazio. Y aunque en 1876 se determinaba que las romerías se iban a celebrar en el “Castillo” y una segunda en la “Avanzada”, parece que la cosa, que no fue del agrado de la vecindad, provocó que el sindico D. Juan Francisco de Sarria expusiera en un pleno el sentir del vecindario: “...que las romerías debieran celebrase según costumbre en la campa del Castillo y no en la Avanzada…, así mismo el consistorio declara que habiendo visto con sorpresa el disgusto que ha causado en varios vecinos, acuerda dejar sin efecto el cambio de localización de dichas romerías...” Aquella propuesta fue aprobada y las romerías continuaron durante años celebrándose en aquel punto, tocando la banda los días de fiesta, día y noche, por 700 reales de vellón.

En esos años algunas fondas colgaban el cartel de “completo”. Era el caso de la “Fonda de las Elorrianas” denominada entonces “La Buena Vista”. Eran años en los que para alquilar una vivienda que se considerara adecuada para pasar el verano, por las familias pudientes de Bilbao, más si esta era próxima a la playa de Ereaga, debían de tener un pequeño terreno y un aljibe de agua, ya que todavía el liquido elemento no llegaba a las casas y había que recogerla en las fuentes públicas del barrio.

En 1878 se colocaba la primera piedra de la iglesia de San Ignazio, por lo que al año siguiente con motivo de la celebración del primer aniversario y para solemnizar el acontecimiento, el jueves 31 de julio, se celebraba una gran fiesta. La romería, que tuvo lugar en la plaza del santo, duró hasta el anochecer, momento en que las fiestas se trasladaron a la plaza del mercado, la llamada de la “Constitución” en San Nicolás, que había sido decorada con una iluminación Veneciana.

Las fiestas de San Nicolas también tenían su espacio festivo en la plaza del mercado. En 1879 los días 12 y 13 de agosto se iban a celebrar con gran boato tras la misa en San Nicolás de Bari (Algorta), las celebraciones que iban a incluir cucaña y diversos festejos (La samaritana, andarines ensacados,..). Las romerías contaron con la asistencia de la banda del regimiento Toledo.


En 1880, la víspera de San Ignazio se inauguraba el tranvía desde la Avanzada hasta Algorta, así que las fiestas de aquel año contaron con mayor asistencia de gentes llegadas de Bilbao, Las Arenas y Portugalete. Fiesta que contó con la actuación de la banda de música, aurreskularis, una iluminación con elegantes farolas y el lanzamiento de vistosos fuegos de artificio. Las romerías se alargaron hasta las 23:30 de la noche.

Y cómo no, los militares también tuvieron su participación en las fiestas. El día 12 de agosto, desde la batería San Ignacio, se lanzaban cañonazos avisando a la población previamente con la izada de un pabellón, avisando a las embarcaciones menores del riesgo de transitar durante los ejercicios de tiro. Aquellas prácticas, al parecer no eran bien vistas por al población afectada, máxime cuando en noviembre de 1883 que: “...Con motivo del ejercicio de tiro al blanco desde la Campa del Castillo al mar, reventaron en el aire varias bombas esparciendo sus cascotes entre la población, lo cual motivo gran desasosiego entre la población, por cuanto alguno de los restos que pesaba más de 12 libras, cayo sobre alguna casa cercana a la iglesia de San Nicolás...”

Muchas fueron las celebraciones festivas de Algorta. Seguiremos hablando de ellas en las siguientes entradas, de éstas y de otras realizaré un recorrido histórico, incluyendo todas las referencias de archivo así como de prensa a lo largo de la historia de nuestro Pueblo.


martes, 24 de julio de 2018

COMO TODOS LOS AÑOS, POR FIN LLEGAN LAS VACACIONES



Cómo todos los años, por fin llegan las vacaciones, incluso, qué paradoja, para los jubilados. Debe de ser porque esas las pagamos nosotros y no cuestan al erario público, por eso no son cuestionadas por los que mandan más.

Días para romper con la monotonía para la que no tenemos tiempo, porque entre las muchas obligaciones de nuestro nuevo estatus, que algunas de ellas las realizamos con verdadera satisfacción, casi no nos queda tiempo para el relax.

Tiempo para rearmar y preparar nuevos temas, para pensar en qué hacer y disfrutar de unos días de paseo por nuestro maravilloso pueblo y otros cercanos. Sacar fotografías de nuestras fiestas locales, de fantásticos atardeceres, mojar los pies en nuestras calas mientras vemos complacidos a los nietos corretear por la arena.

También para hacer alguna aventura gastronómica con los amigos, que de eso algo sabemos, aunque sea por acumulación de experiencias. Redescubrir lugares casi olvidados de nuestro entorno y su historia. Desempolvar viejos legajos que nos ayuden a recordarla y completar nuestros conocimientos de un Pueblo que merece la pena ser descubierto.

Así, sin más, me despido por unos días de todos vosotros, deseando que disfrutéis de esta corta pero intensa gloria que son las vacaciones, sobre todo para los que aún pesa la “maldición divina”, que forma parte de una superstición teológica, que por no escuchar y comer en exceso, dicen fuimos condenados.

Volveré a estas páginas el día 3 de septiembre con nuevos y viejos temas. Hasta entonces:

!!!ONDO PASA!!!

lunes, 23 de julio de 2018

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -49-



En la anterior entrada veíamos cómo las relaciones vecinales no siempre eran fáciles, los vertidos y alcantarillado no eran cómo los actuales y muchas veces provocaban enfrentamientos, ya que cada cual los vertía según su criterio. Y las actividades que desarrollaba la sociedad de Salvamento de Náufragos en nuestra ría.

El 18 de mayo de 1885 aparecía un articulo en el “Noticiero Bilbaíno” firmado por un tal “Lesmes”, en el que hablaba de un viejo conocido del que ya he tratado en estas paginas, el Puerto de Algorta: “...«Mucho ha prosperado en estos últimos veinte años el barrio de Algorta, en el municipio de Guecho, debido a variedad de circunstancias, y especialmente a la iniciativa de los dignos Ayuntamientos que se han ido sucediendo; pero mucho más ha de prosperar, en menos tiempo, si, como es de esperar, se lleva a cabo el nuevo puerto proyectado y decretad o por las Cortes. Los pequeños puertos de mar viven en la actualidad o de la concurrencia que en verano atraen sus playas, o de la riqueza que parte de sus moradores arrancan al mar. Para lo primero, cuenta Algorta con playas que rivalizan con las mejores del reino y aún del extranjero; para lo segundo, esto es, para la pesca en gran escala, fáltale un puerto que a la vez que preste todas las seguridades posibles, proporcione al gremio de pescadores todas ellas»...”

El articulista, a continuación ensalzaba las comodidades y comunicaciones de esta población con la Villa de Bilbao y hablaba de los temporales que asolaban esta costa: “...«Nadie que haya vivido o viva en estas costas ignora que la mayor parte de las borrascas que se levantan en ella provienen de los vientos del cuadrante N.0. Pues bien; resguardado como se encuentra el nuevo puerto de los citados vientos por su muelle principal y por la prominencia llamada Castillo, fácilmente se comprende que preste seguro abrigo y buena entrada a las embarcaciones que a él se dirijan buscando resguardo y salvación en días de tormenta. Lo expuesto basta para probar las inmensas ventajas que el nuevo puerto prestaría a los pescadores del litoral que quisieran radicarse en Algorta»…” Y hecha esta presentación de las bondades de un nuevo Puerto, continuaba haciendo una visión de las ventajas, que para él, el mismo traería a Getxo, entre otros el aumento de población: “...«Hasta la fecha, Algorta no cuenta con industria alguna que le dé vida propia: hecho el puerto, es de esperar que se establezca la fabricación de conservas y escabeches, que tan buen resultado ha dado en los puertos vecinos. Esta industria, igualmente que la pesca de que se alimenta, necesita brazos que, no habiendo aquí los suficientes, tendrían que venir de fuera. Dadas las condiciones del nuevo puerto, es innegable que la emigración tendría que ser considerable, y de aquí que el pueblo aumentase sus arbitrios, por cuanto el consumo sería mucho mayor. Así convertirán a esta barriada en reina y señora del abra de Portugalete, y en oasis de recreo preferente para propios y extraños»…”


Días más tarde, nuevos defensores del Puerto acudían a la prensa para defender la necesidad del mismo, con alabanzas a la historia comercial que Bizkaia había tenido: “...«A sus glorias marítimas que le habían reservado un lugar distinguido en las páginas de nuestra historia. Cómo así lo comprendieron nuestros antepasados excursiones dedicándose a la pesca de la ballena. Así, cómo cuando empezó la navegación a verificar el transporte de mercaderías. A partir de las cuales se empezó a barajar la necesidad de lugares que abrigaran a las naves de las tempestades, y que facilitaran la carga y descarga de dichas mercaderías…” Cada uno desde sus propios intereses, animaba para que el nuevo Puerto fuera una realidad en breve.

Algunas de las miradas que aquellos complacientes e interesados defensores hacían, llegaban a alabar la ría y sus pueblos a medida que venían bajando desde Bilbao hacía Las Arenas y Algorta. Durante los últimos días de junio, no faltaba día, en el que algún escritor no dedicara un pasaje de admiración hacia nuestro Pueblo: “...«Llego ya a las externas y apacibles llanuras de Lamiaco, y quiero descansar a su entrada, porque al penetrar mañana en los frescos, dilatados y sombríos pinares, y en el dédalo de hermosas quintas y elegantes casas de vecindad de Las Arenas, justo será que no lo haga fatigado, tanto más cuanto no he de terminar este viaje por la margen derecha del Ibaizabal, sin llegar a la blanca, a la hermosa pulcra Algorta»...”

Lugares comunes que recordaban el crecimiento de nuestros barrios, precisamente en una carta a un amigo de Teruel, uno de nuestros vecinos, recordaba un, entonces, asiduo visitante, y en ella relataba: “...Querido amigo: Cuando algunas tardes del otoño de 1865 usted y yo nos metíamos en algunos de aquellos desvencijados coches que andaban de Bilbao a Las Arenas y viceversa, íbamos principalmente a ver la mar. Si no hubiera sido así, poco satisfechos hubiéramos vuelto, porque entonces apenas había en Las Arenas más edificios que estos: una casa antigua, destinada a guardar efectos de salvamento marítimo, un alto torreón cilíndrico que había sido molino de viento, y hoy es mirador de una gran casa adyacente a él, otra de un sólo piso donde estaba el fondículo de Bernardino: al lado opuesto de este fondículo, y casi a la sombra de un frondoso emparrado que subsiste aún en triste decrepitud y abandono, una especie de pabellón convertido en escuela, donde los días festivos había mesa redonda que presidía constantemente D. José Jorge de Goya, juez de primera instancia de Bilbao, gran aficionado a aquellas marismas, donde construyó una hermosa casa en la planicie que precede a Algorta: y por último, el barracón de madera de D. Diego de Uribarri, donde esta buena familia debió hacer una honrada y modesta fortuna que la permitió trocar el barracón en hermosa casa.


Si hoy volviera usted a las Arenas, y sobre todo, si contemplara aquella llanura desde Santa María de Portugalete, que es el mejor punto para contemplarla, la desconocería por completo. Todos aquellos argomales y dunas donde hace veinte años se hacían esfuerzos por arraigar los pinos marítimos, las argomas y las retamas, son hoy frondosos y dilatados bosques por donde el veraneador puede discurrir sin que apenas le alcance un rayo de sol. Ya entonces se conocía que en Las Arenas había una hermosa y segura playa a la que se daba el nombre de “Sol de justicia”.

Mucho antes de llegar a las Arenas, multitud de casas de campo, tanto a orilla de la vía como llanura adentro. Al llegar al Pasaje, como antiguamente se llamaba muy propiamente al de Las Arenas frontero a Portugalete, ya una hermosa población en torno de una gran plaza con jardincillos en su centro. En dirección a Algorta multitud de excelentes edificios formando calle. A la derecha, ósea, internándose en la llanura, muchas y lindas quintas rodeadas de huertas y jardines, y entre ellas una linda capilla con la advocación de Santa Ana.

Toda aquella muralla de arena interpuesta entre la playa y el casi impracticable camino de Las Arenas a Algorta, por donde se caminaba penosamente oyendo y no viendo los embates del mar, ha sido arrasada y sustituida con hermosos edificios, entre los que domina el magnifico de los Baños de Mar Bilbainos.

El camino de Algorta, que realmente no era tal camino, sino una huella longitudinal que desaparecía bajo la arena apenas desaparecían los pies que la formaban, es una cómoda carretera por donde se dilatan los carriles del tranvía de Bilbao a Algorta.

Si usted me acompañara en este viaje, al dirigirnos a Algorta no experimentaría tanto como en Las Arenas el descubrimiento, pero si aun en mayor grado el encanto. Ya Algorta, cuando usted anduvo por ella, era populosa y linda y alegre, porque data de los tiempos que siguieron a la terminación de la primera guerra civil carlista. A los ojos del que penetra hoy en ella, no da el aspecto de una ciudad populosa, sino por el apiñamiento de sus caseríos, por la suntuosidad, por la alegría y por la pulcritud de este barrio.

Quizá es Algorta el único pueblo donde el que lo visita por primera vez y sólo lo ve por fuera, cree que allí todos son ricos ó poco menos. Si hay allí pobreza, se lava todos los días con agua del arroyuelo y esconde sus harapos con flores del campo, cosas ambas que no cuestan dinero y de que, sin embargo, no suelen hacer uso los pobres.


Apenas se deja el llano donde surgen de la arena los lirios marinos y los tamarices, para ascender a las colinas donde los sustituyen las siemprevivas, el poleo y la zara-rosa, empiezan los verdaderos palacios por la hermosa y gran Fonda San Ignacio, rodeada de jardines y con vistas que no llamo admirables porque no son excepción de casi todas las demás de Algorta, dignas de aquel calificativo.

Apenas tiene el pueblo más que una calle, pero esta vale por muchas, porque para ir desde el lindísimo templo consagrado a San Ignacio de Loyola, que se esta levantando a su principio, hasta la magnífica Iglesia parroquial que se ha levantado a su termino, despues de que usted anduvo por allí, se necesita mucho tiempo que se hace muy corto mirando a un lado y otro. Algorta, donde casi todos los edificios son blancos, la playa tenia un gran pero, pero ya no lo tiene, se comunica el bañista no por derrumbaderos como hace veinte años, sino por un suave camino-paseo que no excluye ni aun a carruajes como aquel que trajo de Madrid un amigo mío y no le sirvió ni aun para viajar de Bilbao a las Arenas»...” Aquella bonita y enamorada descripción del Pueblo nos hace, ciento treinta y tres años más tarde, descubrir cómo era en aquellos tiempos pasados, parte de nuestro Municipio.

En la próxima entrada veremos cómo el consistorio de Getxo protestaba por la venta de solares de propiedad comunal de 1865. Y la llegada del nuevo Ayuntamiento.

jueves, 19 de julio de 2018

PAELLAS EN AIXERROTA, UN DÍA ÚNICO.



Paellas en Aixerrota, un día único, así se puede denominar a una de las fiestas, para mi, más emblemáticas de Getxo. En un paraje sin igual, sobre los acantilados del Abra, con una de las concentraciones de gentes más importantes del año, con un tiempo y ambiente increíbles y unos aromas que embriagan, se celebran las fiestas más bonitas del municipio.

Explicar lo que es el día de Paellas es algo complicado porque seguro que es diferente para cada asistente, aunque hay cosas que creo que serán comunes para casi todos. Es un día donde cualquiera puede perderse por la campa de Paellas y encontrar a innumerables amigos, entre la neblina del humo de las fogatas con laboriosos sukaldaris, algunos ayudados por pequeños aprendices que en unos años cogerán la titularidad; todos ellos dispuestos a compartir conversación y suculentas viandas. Donde la música, la dantza y como no, la paellas a cual más vistosa y suculenta, alegran un día, que para quienes nos visitan, puede resultar inolvidable.

Como todos los años, éste toca rememorar otros pasados. Este año he elegido la “XVII” edición, la fiesta de Paellas de 1972. En medio de un día radiante de sol, que hasta eso garantiza Itxas Argia, aparecía en la prensa ya desde la víspera con un: “...«Hoy, en Aixerrota, la Olimpiada de la Paella”»...” En el que parecía que todo conducía a Getxo, pues hasta el primer premio del concurso de perros de muestra de Amorebieta, con la perra “Petula” de José Antonio Arenaza, volaba para nuestro municipio.


La afluencia fue masiva. Más de 25.000 asistentes, a decir de la prensa, llenaban las landas de Aixerrota. El número de paellas presentadas hacían honor a la amplia concurrencia. Se presentaron a concurso 264 pellas. Los ganadores fueron la cuadrilla “Deriotarrak”, un grupo compuesto por 40 amigos, cuyo sukaldari era Rufino Landa, quien creó una vistosa paella para 48 personas. A la misma añadió 2 pollos, almejas, cigalas, langostinos, 2 langostas y nada menos que 5 kilos de arroz. Entre los clasificados de Getxo figuraban en tercer puesto “Paúl y Gema”. Junto a esa habilidad gastronómica, otro de los alicientes era el “Concurso de Txosnas”, que ese año contó con nada menos que 15 espléndidas construcciones y cuyo ganador resultó ser la Sociedad Algorteña “Itxas Gane” ¡Aquellos chicos del Scout eran auténticos arquitectos!.

Bajo la paellera anunciante de la fiesta aparecía el grupo organizador de Itxas Argia. Entre ellos algunos amigos que ya nos abandonaron: el párroco de Andra Mari Francisco Antxustegi y Jenar Serrano.


En ese año de 1972 ya se anunciaban las próximas fiestas de Santa Ana en Las Arenas, con concurso de tangos incluido. Y las de Algorta y el Puerto, con uno de los espectáculos de la época en este reducto marinero, la novillada en la plaza portátil del relleno. Fiestas, estas últimas, que los ayuntamientos de la dictadura organizaban todos los años muy al gusto de sus ediles.

Este año, como no puede ser de otra manera, con el tiempo garantizado y más ganas que nunca, muchos getxotarras y otros venidos desde distintos municipio vascos, acudirán a las landas de Aixerrota. Por ellas han pasado gentes venidas desde Irlanda, Escocia, Bélgica, Australia, Suiza y Japón, y cómo no, en los últimos años, nuestros vecinos llegados de Sudamérica, que siempre nos acompañan en esta fiesta de paellas. Algunos buenos amigos de la cuadrilla “Irurena”, promotores de esta fiesta, Antonio Bilbao (Txirri) y Félix Iurrebaso a pesar de que ya nos dejaron seguirán con nosotros en el recuerdo. Seguro que Damián Ayo nos acompañará y charlaremos con él por la campa, recordando viejos días.


Será un día mágico. Desde días antes empieza la actividad de Paellas: quedar con los amigos del toldo y hacer una relación de asistentes, preparar la lista de compras, de bebidas y viandas. La víspera hacer las compras, muchas de las cuales quedarán en los coches para subirlas a la campa al día siguiente. Y por fin llega el día esperado, la actividad empieza desde primeras horas de la mañana, la cola de vehículos si no se madruga es agotadora; descargar junto al toldo mesas, sillas, bidones y todos los enseres que ese día se utilizan. Ir a por hielo y leña, mientras algunos amigos empiezan a montar el toldo y a preparar el espacio para el esperado amaiketako.

Mientras los amaiketakos van cogiendo forma, las paellas comienzan su primer aderezo. Y antes de que los de Itxas Argia comiencen a deleitarnos con sus dantzas en la campa, aprovecharemos para visitar los toldos de los amigos, probando en ellos sus suculentos guisos y afrodisíacos néctares báquicos.

Tras las dantzas, las paellas van subiendo al estrado para que el jurado pueda ir probándolas. El ambiente festivo y el colorido, va a más y las landas presentan el aspecto de no hay sitio. A medida que se van colocando en las mesas expositoras las paellas, los jugos gástricos se revelan por la continua agresión olfativa de aromas, complementos gastronómicos y colores. ¡Qué envidia da el jurado, aunque después de probar 50 paellas todavía les falten por probar más de 150, seguro que es agotador!


Después, tras tomar algo en el bar de la organización, charleta con amigos y conocidos, llega el momento de comprobar si el sukaldari de nuestra txosna, ha acertado en la condimentación de la paella. Tras la comida y los primeros tragos de champán, surgen espontáneas las primeras canciones, a las que acompañarán otras del cancionero popular guardado con mimo para la ocasión. La tarde será larga y hay que dosificarse, así que un paseo por la campa, además de ver el ambiente, nos ayudará a hacer la digestión.

A media tarde empieza la entrega de premios, que será larga, los ánimos se van caldeando, y aunque todos parecen los ganadores por la alegría con la que reciben los premios, a medida que se acercan los primeros se empiezan a desbordar los gritos de entusiastas. El nerviosismo se adueña de las cuadrillas sabedoras de que tienen posibilidades; aún no las han nombrado. Llega el esperado primer premio, los gritos, las carreras, el champán, las fotos, todo es un conjunto festivo que desborda el lugar.


Finalmente ha llegado la hora de preparar la merienda, que hay que macizar un poco para seguir libando. Las parrillas vuelven a crear suculentos platos y algunos perezosos retornan a los toldos, después de haber bailado y cantado por el recinto festivo. Viene el momento temido, hay que retornar a casa, pero antes hay que recoger y eso después de un largo día de frenesí. Es duro, la verticalidad en algunos casos es complicada de mantener.

Pero para algunos la vuelta será como continuar la fiesta por el barrio donde seguirán las canciones y libaciones, resistiéndose a que pase ese día que recordaremos durante años, esperando la próxima celebración de “Paellas”.

!Ya falta menos, se acercan las fiestas de Santa Ana, San Ignacios, Romo y el Puerto! Así que, como todavía está por llegar el día de la “Olimpiada de las Paellas”, nos vemos en Aixerrota:

Eraso sexistarik

Gabeko Jaien Alde”


Por unas fiestas libres


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NOS VEMOS EN AIXERROTA

!ONDO PASA!



domingo, 15 de julio de 2018

LAS FIESTAS DE SANTA ANA DE 1894



Las fiestas de Santa Ana en el barrio de Las Arenas, aunque seguro que algunos preferirían llamarlo por su propio nombre “Santa Ana”, a lo largo del Siglo XIX fueron muy concurridas, sobre todo en lo concerniente a romerías y publico.

En otras entradas, hablando de ese siglo, ya he relatado como transcurrían las fiestas. Hoy voy a contar las de 1894. Algunos diarios bilbaínos nos ayudan a recordar aquellos tiempos en los que los romeros acudían en tropel a las romerías de los pueblos.

Aquel jueves 26 de julio de 1894 comenzaba la romería en la campa de Santa Ana y como era tradición, seguramente por la influencia de la Iglesia Católica, empezaban tras una solemne misa cantada, que contó con la voces de los jóvenes del barrio de Algorta, quienes actuaron bajo la dirección del profesor y organista D. Pablo Mugica.

La romería se haría esperar hasta la tarde, entonces se celebraba en una amplia campa, junto a la actual ermita dedicada a la Santa. La música corrió a cargo del Director de la Banda Municipal D. Millán de Armero. Romería que iba a continuar por al noche en la campa contigua al Puente de Bizkaia. La campa estaba armoniosamente decorada con luces al estilo veneciano, que incluían farolillos y curiosos mecheros de gas encerrados en bombas blancas, azules y verdes.


El domingo día 29 se celebró la repetición de Santa Ana, que en aquellos años recibía el nombre de “Infraoctavo de Santa Ana”. La fiesta comenzó a las 11 de la mañana con unos festejos en los que participaron las mujeres del barrio. Se trataba de una carrera en la que portaban cántaros sobre sus cabezas, que iban protegidas con un “sorki” (rollo de tela que colocaban sobre la cabeza para protegerla). El festejo recibía el nombre de “La Samaritana”. El juego de la Samaritana ya era tradicional en muchos festejos que se celebraban en Bizkaia y aparece recogido en el “Noticiero Bilbaino” desde 1879: “...«El juego del Paso de la Samaritana consiste en disputar un premio entre las mujeres que quieran optar a él, ganándolo la que saliendo del nuevo puente del Arenal con un cántaro de agua en la cabeza, llegue la primera a la iglesia de San Nicolás, sin retirar, durante el trayecto, las manos de la cintura»…” La diversión ya se venía celebrando en nuestros barrios por lo menos desde 1884. De ella ya hablé en mi entrada “Los Juegos en la Fiestas de Getxo” del 2 de septiembre del 2013 .

Esa misma tarde, la del 29 de julio, se celebró una cucaña en la ría con suelta de patos al finalizar la misma; a continuación se dio paso a la tradicional romería que terminó con la quema de una vistosa colección de fuegos de artificio.


Incluso el ferrocarril, dada la gran afluencia de público que desde otras poblaciones, Bilbao incluido, se acercaban a nuestro barrio, ampliaba sus horarios. La Compañía de ferrocarriles de Bilbao a Las Arenas anunciaba: “...«Con motivo de la repetición de la romería de Santa Ana, la Compañía establecerá el domingo 29 un servicio de trenes cada veinte minutos, desde las 2,40 hasta las 4,10 de la tarde, y desde las 6,40 hasta las 8,20 noche, más otros a las 9 y 10 de la noche»…”

A lo largo de los años 50-60 (ya en el siglo XX) dichas fiestas organizadas por el Ayuntamiento, tan solo incluían atracciones mecánicas de ferias ambulantes (barracas) y diversos puestos de feria (tiro, curros, tómbola…). La calle Santa Ana, desde el cruce de Gobela hasta la ermita, estaba repleta de atracciones, desde las más humildes hasta las más novedosas. Una de las primeras era el puesto de tiro al bote de la familia Carrillo. Era un rudimentario puesto fabricado mediante un bastidor de madera y una lona que lo cubría, dentro del cual iban los bastidores sobre los que se colocaban botes vacíos de conserva, los cuales el jugador tenía que derribar lanzado desde cierta distancia unas pelotas de trapo, que caían en la tripa que formaba la lona; los segundos eran más mecanizados y electrificados. Ya emitían sonidos musicales, máquinas tragaperras en las que ingenuos mozalbetes trataban obtener regalos. La campa alrededor de la ermita estaba dividida en cuatro sectores, los dos situados a la derecha mirando hacia la calle Amaya ocupaban, el primero nada más acceder desde la gran avenida, la txozna merendero, el segundo, justo enfrente, el kiosko de la música donde se celebraban las verbenas; al lado izquierdo el sector que estaba junto a la clínica de Goyoaga, estaba ocupado por las atracciones para los más pequeños (las cadenas, los barquitos…), el siguiente, próximo al colegio San Agustín (hoy iglesia) solía estar ocupado por los autos de choque y el gusano loco.


En los últimos años un grupo de jóvenes del barrio han tomado las riendas de las fiestas. Ahora comienzan como en el resto de barrios de Getxo tras el txupinazo. En su programa festivo han incluido conciertos, concursos de pesca, dantzas, comidas populares y concursos, deporte rural o cine.

Pero ya no se ven aquellos trenes rebosantes y aquellos desfiles de romeros, que desde la vieja estación de Las Arenas, entonces estaba en la calle Mayor junto al cruce de Santa Ana, cómo si de una procesión se tratara, recorrían la calle Mayor enfilando a la de Santa Ana, hasta desembocar en la ermita, donde los tamborileros, la banda y los corros de ciegos eran los animadores de la fiesta.

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miércoles, 11 de julio de 2018

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -48-



En la anterior entrada veíamos cómo las obras del nuevo puerto seguían dando quebraderos de cabeza a nuestro munícipes. Así como las órdenes del gobierno de la provincia sobre enterramientos y cementerios debían de ser cumplimentadas.

Las relaciones vecinales no siempre eran fáciles, los vertidos y alcantarillados no eran cómo los actuales y muchas veces provocaban enfrentamientos, ya que cada cual los vertía según su criterio y muchos eran poco amigos de pagar las tasas municipales. Algo de eso sucedió en marzo de 1885, en el edificio que albergaba las clases de Francés y Comercio, cuando una vecina, cuyo nombre omitiré, decidió realizar un agujero en la pared par verter las aguas fecales al deposito del edificio contiguo, decían en las actas municipales de un incipiente alcantarillado municipal: “...«Siendo aquellas aguas perjudiciales y peligrosas para la salubridad pública y especialmente para los que asusten a dichas clases. Y que si desea dicha señora injertar sus vertidos en el caño maestro de la calle San Nicolás deberá pagar previamente la cuota establecida de 734 reales de vellón»...”

Por otro lado las actividades de la sociedad de Salvamento de Náufragos en nuestra ría, llamaba la atención de los vecinos de ambas márgenes. El día 3 de marzo de 1885, según relataba “El Noticiero Bilbaíno”: “...«La curiosidad que naturalmente despierta el anuncio de un espectáculo desconocido, al deseo de ver funcionar aparatos adquiridos por la caridad pública, y el afán que se nota en nuestra población y sus cercanías por dar esplendor a las “Fiestas marítimas”, reunieron anteayer un gentío inmenso en los muelles y sus cercanías de Portugalete y Las Arenas»…” Entre aquellas pruebas de aparatos de salvamento se incluían: disparos con un cañón Ewans, lanzacabos con sistema Alemán “Spandau”, lanzacabos Boxer y falconete que fueron colocados sobre el remolcador Algorta. Las mismas consistieron en una simulación de salvamento de dos embarcaciones naufragadas, teóricamente en la Galea. Uno de aquellos marineros salvados era un joven de Portugalete de nombre F. Ayarza. Las pruebas estuvieron deslucidas por la lluvia y el frío, mal tiempo que en forma de casi un huracán, la víspera había arrancado en Las Arenas cristales y tejas, mientras que en la ría las olas saltaban hasta el camino de sirga.


En cuanto a las obras públicas, se estaban realizando el 26 de marzo de aquel año el camino de carros desde el alto de San Martín a Telletxe (Algorta), y el peatil desde este último punto hasta la encrucijada de Jauregi (Andra Mari). El presupuesto para estas dos obras alcanzaba las 2.000 pesetas.

Las costumbres religiosas del Pueblo se seguían manteniendo, la influencia de la iglesia en los ámbitos civiles era muy potente y cómo ya estábamos llegando a la Semana Santa, el Ayuntamiento de Getxo, preparaba los actos religiosos externos, probablemente por indicación del cabildo de San Nicolás de Bari de Algorta: “...«Invitando al sargento jefe del puesto de Carabineros de Algorta, para que con el mayor número de individuos a su mando tenga el obsequio de concurrir a la procesión religiosa que se celebrará en la parroquia de San Nicolás de Bari el próximo viernes día 3 de abril de 1885, a las cuatro de la tarde»...”

Hasta finales de abril no se tenían más noticias referidas a la vida municipal, y estas eran relacionadas con el tranvía de Bilbao hasta Las Arenas y Algorta. Algunos viajeros de este último barrio se quejaban de que dicho medio de transporte, para dirigirse hasta Algorta, hacía previamente transbordo en Las Arenas, lo cual incomodaba a los viajeros de esta población, y reclamaban que: “...«Los coches del Tranvía que vienen de Bilbao, sigan sin transbordo en Las Arenas hasta enfrente del Casino de Algorta, sin detenerse ninguno en la llamada Carnicería (Junto a María Cristina)»...”

La pobreza extrema seguía afectando a las familias más humildes del Pueblo, y el Ayuntamiento establecía ayudas para ellas. El 30 de abril de 1885 acordaban: “...Declarar al vecino de Guecho “ pobre”, y en consecuencia suministrarle gratis a dicho señor y su familia asistencia facultativa y suministro de medicamentos, avisando para el efecto al médico y farmacéutico titulares, para que también presten igual asistencia a los pobres a quienes se conceda socorro domiciliario»...”

Cómo cosa curiosa decir que el 12 de mayo de 1885, aparecía en el “Noticiero Bilbaíno” un informe del autor del “Reconocimiento Geológico de Vizcaya” D. Carlos Collette que decía que: “...«La caliza arcillosa de Algorta, en la orilla del mar, al sur del puerto, de color gris blanco, constaba del 80,5% de carbonato de cal y un 19,5% de arcilla, composición que correspondía a la cal hidráulica; Mientras que otro yacimiento bajo el Castillo arruinado antes de llegar a Algorta, era de color gris oscuro, y constaba de un 58,19% de carbonato de cal y un 41,81% de arcilla»...”

En la sesión del día 15 de mayo acordaba la Diputación de Bizkaia pasar a informe de la comisión de Gobernación: “...«El oficio en que el ingeniero jefe del distrito forestal da cuenta de la comunicación que ha dirigido al Sr. Gobernador civil con motivo de las quejas que ha recibido sobre venta de diversos montes de aprovechamiento común; encargarse de la conservación del trozo de carretera de las Arenas a Algorta, salvo en la parte de los caños ó alcantarillas de servicios municipales...”


Justo algunos días más tarde, el 28 de mayo de 1885, se daba lectura a un oficio remitido por el Presidente de la Diputación Provincial, del 20 de mayo, en el cual se informaba del acuerdo tomado por aquella corporación el día 15, disponiendo que a nuestro municipio le fuera abonado el reintegro señorial, que cómo decía en mi entrada 44 (Los Ayuntamientos dependientes de la Diputación de Bizkaia obtenían por su participación en la construcción de las principales vías de comunicación una rebaja en los tipos concertados para el sostenimiento de dichas carreteras por las cantidades que invertían en esas obras), hasta el 31 de diciembre del pasado año; y que la conservación de la carretera desde Mantequena (Algorta) hasta la Plazuela del barrio de Las Arenas, que había sido construida a expensas del municipio, corriera a cargo de la Diputación, salvo el coste de los caños y alcantarillado que sería por cuenta del municipio.

En esos días se hablaba del presupuesto de gastos e ingresos señalado para nuestro consistorio por la Diputación Provincial, que ascendía a 6.305 pesetas.

La caza de los depredadores nocturnos, que asolaban las aldeas, surtiéndose de aves y otros pequeños animales de corral (conejos), incluso en ocasiones de frutas y miel, era recompensada por nuestro Ayuntamiento. Uno de esos afortunados cazadores fue en el mes de mayo, D. Manuel Ignacio de Ugarte quien recibió 5 pesetas, al haber matado una garduña y su cría.


Ante la cercanía de la época festiva, algunos feriantes solicitaban al Ayuntamiento permiso para colocar tiovivos en los espacios festivos. Uno de ellos fue D. Francisco Carrillo, a quien el Ayuntamiento autorizaba: “...«Para poner un tiovivo en el barrio de Las Arenas durante la próxima temporada de verano»...”

En la próxima entrada veremos cómo la prensa bilbaína, y sobre todo algunos articulistas, ensalzaban la evolución de nuestros barrios.

lunes, 9 de julio de 2018

UN APEADERO LLAMADO GOBELA



Gobela, río que ya desde el lejano 1501 viera cambiar el curso de su cauce, del que ya en 1502 se dijera: “...que dicho río trae mucha arena.., por la parte de Las Arenas, debajo del Gobela, junto a las peñas que van a dar al mar...” iba a tener cuatrocientos años más tarde una polémica en torno a su nombre que curiosamente coincidía con la creación de un apeadero que lleva su nombre.

En 1928 se decía del Gobela que era: “...un riachuelo al que en la actualidad llaman Gobela y también Gobelas, que tomó su nombre en época todavía reciente, de un caserío antiguo llamado Gobela y por junto a cuya puerta pasaba el camino que conducía al río o regato que en aquella época llamaban sencillamente “Errekea”, sin adición alguna. Algún tiempo después de la última Guerra Carlista, los en aquel tiempo escasos habitantes de los caseríos de Algorta dieron en llamar “Gobela’ko errekea” al citado riachuelo, y traduciendo la denominación al castellano le llamaron “el río de Gobela”, después “El rio Gobela”…” (Al referirse a la última Guerra Carlista lo hacían a la de 1872-1876.)

El 27 de junio de 1928 ya se hablaba de la reciente construcción del apeadero de Gobela, o “Gobelas” en el diario “Euzkadi”, situado entre Neguri y Las Arenas. A partir de ese apelativo surgía un interesante debate sobre cuál de los dos nombres era el más correcto. Decían: “...Le han dado, sin duda, este nombre por ser el del río que pasa junto a él; pero he aquí que surge una duda; a dicho río hasta ahora todos le conocíamos por “ El Gobela” , y ahora pregunto yo : ¿en qué se habrán fundado los señores que componen el Consejo de Administración de dicho ferrocarril para ordenar que se le ponga el nombre de “ Gobelas”; es decir, para agregar esa “S ” final?...”

Y un lector curioso se dirigía al mañaritarra Don Ebaristo Bustinza Lasuen “Kirikiño”, a fin de que: “...a usted, que es un enamorado de estas cuestiones que afectan a la toponimia de nuestro país, acudo, a fin de que procure se aclare este asunto; es decir, si es “Gobelas” o “Gobela”...” Afirmaba el lector que: “...Con la “S” está bien, pues el nombre del riachuelo es Gobelas. Así consta en las geografías de nuestro país, aunque no puedo decirle la etimología de ese nombre, sí puedo decirle que la “S” final viene bien ahí, porque en euzkera “lats” es riachuelo, y ese “las” final del nombre Gobelas es, sin duda, la misma palabra “lats”, dicha más suavemente, Azkue registra en su diccionario la palabra “gobel”, recogida en Urduliz y Txorierri con la significación de cal; y también en Orozco y Txoríerri con la de “pedruscos sueltos calcinados”. Yo no sé si podrá aplicarse eso al río Gobelas en su origen o en algún punto de su curso…” La respuesta de “Kirikiño” se inclinaba decididamente hacia la segunda de las citadas formas.


En la discusión, el 29 del mismo mes, intervenía una persona de Algorta, de apelativo “Bingen”, quien afirmaba: “...He de declarar sinceramente antes de nada que nunca, en las mil ocasiones que he examinado la voz de marras, se me ha pasado por la imaginación que su sílaba terminal “las” fuera reducción de “lats” (arroyo). Ahora bien; esa “S” ¿es intrusa o no lo es? He aquí el verdadero meollo del problema, que nosotros resolveremos en el primer sentido y fundándonos para ello en las siguientes razones: Primera. Gobela es apellido de antiguo abolengo getxotarra. En una real provisión de nobleza y vizcainía librada a mi antepasado Vicente de Sarria aparece repetidamente el apellido Gobela o Govela en la información de sangre que a la misma acompaña. La partida más antigua en que este apellido aparece es de 1702 y en ella se habla de Ventura de Govela, hija de Pedro Asensio de Gobela, repitiéndose este apellido, siempre sin “S”, en otras partidas posteriores. Revolviendo viejas escrituras de familia he hallado asimismo a Damíana de Gobela, en la de constitución de un censo, y la misma en otro de fundación de memoria perpetua de misas. En ambas escrituras, que datan la primera de 1718 y la segunda de 1722, se repite muchas veces el apellido Gobela, que he hallado asimismo en otra escritura de 1791, en que aparece como testigo Antonio de Govela. Y ayer mismo me han informado que aparece un Govela, regidor que fue de esta anteiglesia, apareciendo en los documentos municipales siempre Govela como apellido de arraigo en Getxo. Y por si esto fuera poco todavía, hoy Gobela es el apellido de una honrada familia de labradores de nuestro barrio rural. Y en el barrio del Castillo de Algorta existe el caserío llamado Gobelene, con una estrada del mismo nombre. Dejo, pues, primeramente bien sentada la existencia de la voz Gobela como patronímica y toponímica propia de nuestro pueblo…”

Y al referirse a la nombrada “s-final” decía: “...Esa “S” que aparece en modernas escrituras y en el uso actual “de los que hablan castellano”, no es sino producto de la desdichada costumbre introducida por el bilingüismo de pluralizar los nombres vascos, en muchos casos porque se refieren a varias cosas, en muchos aun refiriéndose a una sola, por el fenómeno que me parece llaman los lingüistas de falsa analogía...”

A continuación ponía ejemplos de toponimia local, Ejemplo del primer caso es: “...Piñaga. Existiendo tres caseríos de este nombre Goiko, Erdiko y Beko, cuando los algortenos se refieren a ellos les llaman tranquilamente Pipagas, nombre que he visto así consignado en el Diccionario Hispano-americano juntamente con Hormazas, Ibarras, Govelas, etc., etc.; ¡toda una colección de lindezas!...” Del segundo tipo: Axerrota. A este simpático molino de viento y su clarísima etimología y disposición de su fábrica no me dejarán mentirle ha colgado el infeliz uso de que hablamos una “s” incomprensible, transformándole en boca de la inmensa mayoría de los algorteños en un “Axerrotas” burdo e irritante. Y sería el cuento de nunca acabar citar a Alango disfrazado en “Alangos”; Salsidu caricaturizado “ Salsidus” ; Abasota, en “Abasotas”, etc., etc., dándose, además, el caso de pleonasmo híbrido -passez le mot- que supone el convertir a Zubillete, plural de suyo, en “Zubilletas”; Fadureta, en “Faduretas”; Alangoeta, en “Alangoetas”, etcétera, etc...”

Y a partir de esa reflexión introducía a un famoso escritor y periodista de Algorta D. Jose Olivares Larrondo, “Tellagorri”, quien según la “Auñamendi Eusko Entziklopedia” se inició curiosamente en la publicación “Gobela”, y del que decía: “...Fue mi buen amigo “Tellagorri” quien tratando hace tiempo precisamente de esta cuestión, me dijo haber oído al Sr. Mourlane-Michelena que, leyendo documentos en que el nombre en cuestión aparecía en varias formas, le había chocado encontrar en alguno dé ellos la forma “Gobeleya”. Es forma ésta que refuerza considerablemente nuestra tesis. Pues así como de Gobela-Gobelea pudo hacerse Gobeleya sin sufrir violencia el genio de la lengua que vemos convierte a Bea en Beya y nos muestra Gorbea transformado en Gorbeya, ni en nuestra lengua, ni creo que en lenguaje humano alguno, se da el caso de la conversión del sonido sibilante “S” en vocal alguna…”

Y seguía diciendo: “...Admitiera yo la “S” en cuestión y abandonara la Historia, la Lógica y la Etimología que hasta aquí creo han podido acompañarme, aunque ésta sea la semiconsonante. De ese uso por medio de labios euzkeldunes de este pueblo, me dejó oír (Jobela, en Gobela’ko, Gobela’tik, Gobela’ra, etc. Probándome de una vez e incontestáblemente, a mi juicio, la legitimidad de la forma Gobela sin el aditamento de la exótica, intrusa y parásita “S”...”


Otro comentarista algorteño, que firmaba con “E”, incluía una reflexión de lo que hoy ya es un habito en nuestro pueblo: “...en este pueblo la costumbre de añadir “s” a muchas palabras vascas al usarlas corrientemente en castellano; así, tenemos una calle de Aretxeta que ostenta un letrero que dice “Calle de Arechetas”; un barrio de Alangueta al que en los documentos oficiales llaman “ Alangüetas”, un Azkanpe al que llaman “Ascampes”, etc. La “S” en cuestión, tanto en Gobelas como en los demás nombres en que se le añade, se debe únicamente al afán pluralízador, llamémoslo así, de los algorteños de las nuevas generaciones...”

Para poder actualizar la voz Gobela y su correcta forma al escribirla, he consultado con la Real Academia de la lengua Vasca “Euskaltzaindia” con uno de sus académicos, Mikel Gorrotxategi, autor del varios libros sobre toponimia. Incluyo lo que me ha comentado acerca del termino Gobela y la influencia de la “S-final”: “...En los topónimos en euskera la influencia de la -s final que se añade en castellano a los barrios, grupos de casas y lugares, es fundamentalmente de finales del siglo XIX; se extendía desde Somorrostro a Getaria, pero es muy común en Txorierri y Uribe Kosta. Añadirle la marca final plural de la -s es influencia del castellano y los mismos nombres usados en euskera por los mismos hablantes, no presentan la -s…”.

Hasta aquí una pequeña aportación al uso de la “S” en los nombres de nuestros lugares y barrios de Getxo, que gracias a la inauguración del apeadero de Gobela en 1928 he podido traer a estas paginas.