La
mayor parte de los naufragios en nuestra costa, en la de Getxo, a lo
largo de la historia se produjeron en la temida barra de Portugalete,
algunos en nuestras playas o en la Galea. ¿Pero cuantos naufragios
se produjeron en la ría?. Esa es una pregunta que poco a poco
trataré de contestar.
Desde
aquellos primero naufragios, de los que se tiene conocimiento, como
el Bretón “San Agustín” 1730, el Francés “La Genoveva”
1735 o la “Juan y María” de 1753, hay uno de ellos que hacia la
mitad de la Segunda República Española, dejó huella, incluso
fotográfica, de nuestra ría.
Se
trata de un vapor construido en 1889 en los astilleros de J.
Fullerton, en Paisley (Escocia). Medía 31,66 metros de eslora, 6,23
de manga y 2,56 de puntal, con un calado a toda carga de 11 pies, a
popa. Desplazaba 160 toneladas, siendo de 59 el tonelaje neto, y
estaba provisto de una máquina de alta y baja presión de 35
caballos efectivos, con una marcha normal de siete a ocho millas
hora. A lo largo de su vida tuvo varios nombres, desde el inicial
Amy, que en 1922 cambiaría por “Toñín García”, aunque se le
conociera más habitualmente con el primer nombre “Toñín”.
Perteneció
a una flota llamada “María Cruz”, cuyos barcos pertenecían a la
Casa armadora de D. Francisco García, de Bilbao y Santander. Barcos
que eran conocidos con el nombre de “los Marías”. Desde el año
1922 pasó a ser propiedad de la Compañía “Vapores Costeros, S.
A.”, domiciliada en Bilbao. Se dedicaba al servicio regular de
mercancías entre Pasajes, Rivadeo y puertos intermedios del
Cantábrico.
El
23 de marzo de 1934, toda la prensa local y la del Estado recogían
en sus páginas, el naufragio del “Toñín”: “...A
la una y cuarto de la madrugada de ayer naufragó en Las Arenas,
yendo a montar sobre la escollera del muelle del Relleno, frente al
monumento en construcción a Churruca. El vapor español "Toñín",
de matrícula de Bilbao, perteneciente a la Empresa "Vapores
Costeros, S. A.", presentada por los consignatarios Sres. Acha y
Arregui, de la plaza Uribitarte....”
El
relato del inicio del naufragio lo realizaba el patrón del vapor, D.
Paulino Fernández Jardón a pie de escenario: “...Salimos
de Santander, próximamente a las ocho de la noche, llevando a bordo
ciento veinte toneladas de carga general, entre ellas setenta y nueve
de café y cacao, procedentes de Centro América, transbordadas en
Santander del trasatlántico francés "Cuba", con destino
al comercio de Bilbao...”
Durante
todo el día el fuerte Noroeste reinante, con algunas ráfagas de
Norte, provocó un temporal durísimo. Para hacerse una idea de la
situación en la ría, baste recordar que: “...era
tal la violencia del viento, que a las nueve de la noche se podía
observar cómo el transbordador del puente de Bizkaia, detenido en el
muelle, era mecido por el vendaval…”
El temporal provocó que varios buques tuvieron que entrar de
arribada forzosa y suprimir la salida algunos de los que pensaban
hacerse a la mar.
Tras
una travesía, en la que navegaron con un fuerte viento del noroeste,
y mar gruesa, a pesar de que la tempestad parecía echar una partida
a la muerte, el barco soportó admirablemente, probablemente debido a
sus excelentes condiciones marineras, los envites de las olas. A las
once y media avistaron la luz de la Galea, embocando el puerto
exterior sobre la una menos, coincidiendo con la hora de la bajamar.
Enfilada
la ría, y al llegar a la altura del inicio de la mojojonera de Las
Arenas, falló de repente el guardín de estribor, lo que provocó un
brusco giro del timón a la banda contraria. Ese giro ocasionó que
el barco diera una brusca guiñada, virando a babor, yendo en un
momento sobre las peñas de la escollera del muelle, en el lugar
llamado el relleno de Churruca. Fruto del choque contra las rocas, a
flor de agua se veían la proa y parte de la chimenea y del puente.
El
patrón, tan pronto como el barco quedó sin gobierno, comprendió
que de nada serviría intentar guarnir un aparejo para gobernar a
popa, porque el ancho de la ría no permitía realizar la maniobra a
tiempo. Rápidamente ordenó a su tripulación que tratara de
alcanzar la orilla, y al maquinista D. Francisco Antonio Fontao, que
apagara los fuegos y abrir los escapes de vapor para evitar que la
caldera hiciera explosión. Al quedar el barco encaramado de proa
sobre las peñas, muy cerca del muelle, facilitó que los siete
miembros de la tripulación pudieran alcanzar tierra. Durante todo el
día, fue incesante el desfile de curiosos para ver la situación en
que había quedado el vapor siniestrado.
Enseguida
llegaron las primeras ayudas. El subdelegado de marina les acompaño
hasta el Hotel Antolín, situado en la Plazuela de Las Arenas (la del
Puente Bizkaia actualmente), donde quedaron hospedados y se
realizaron las primeras tomas de datos sobre el accidente. Para más
tarde, al llegar los consignatarios del vapor, trasladarse a Bilbao.
La
carga que transportaba el “Toñín” sobre la cubierta, bocoyes de
vino, bidones de aceite, cajas con latas de petróleo y otros
efectos, fueron recogidos, algunos en la playa de Las Arenas y otras
zonas próximas, desde donde fueron llevados a un almacén,
permaneciendo bajo la custodia de los carabineros.
Días
más tarde, aprovechando la mejoría del tiempo, el casco del vapor
“Toñin” fue revisado por un buzo, comprobando que el mismo, al
quedar apostado sobre las rocas, había sufrido abolladuras en
algunas planchas, presentando abierta una vía de agua, que por
fortuna, no era tan extensa como se temía en un principio. Por lo
que decidieron empezar a alijar la carga, para hacer una taponadura
provisional en el casco, y si el tiempo lo permitía, tras terminar
el alijamiento, intentar levantarlo por medio de la grúa flotante de
la Junta de Obras del Puerto. Una vez puesto a flote con el auxilio
de un remolcador fue conducido a la playa que se extendía al fondo
de la Dársena de Galdames en la jurisdicción de Sestao, donde se
procedió a su reparación.
De
aquel naufragio dieron cuenta varios periódicos bizkainos: “El
Noticiero Bilbaíno”, “El Nervión”, “Euzkadi”, “La
Gaceta del Norte”, “El Pueblo Vasco” Y “La Tarde”. También
lo hicieron otros del resto del Estado como “La Vanguardia” de
Cataluña, y los diarios madrileños: “Luz”, “La Libertad”,
“Ahora” y “Siglo Futuro”. Pero como decía uno de aquellos
diarios que informaron sobre su hundimiento, lo más importante de
aquel echo fue: “...«Que
se salvó toda la tripulación»…”