En
la anterior entrada veíamos cómo el monte o derrumbadero, que así
se llamaba, de Satistegui, daba no pocos quebraderos de cabeza a los
vecinos de la zona. Y cómo el Gobernador Civil de la Provincia
aprobaba el proyecto de traída de aguas potables a Getxo desde los
montes de Berango.
Empezábamos
1886 con el viaje a Bilbao, a la Administración de Hacienda, del
primer alguacil D. Juan Antonio Miragaray para recoger las cédulas
personales del presente año y repartirlas entre el vecindario.
EL
día 12 de enero de 1886 se publicaba en el Boletín Oficial de la
Provincia la lista de los propietarios a quienes afectaban las obras
de conducción del abastecimiento de aguas para los barrios de
Algorta y Las Arenas. Dos días más tarde se sacaba a subasta
pública, de acuerdo con las condiciones y presupuestos presentados
por el ingeniero D. Laureano Gómez Santa María para el acopio de
materiales y ejecución de las obras de traída de aguas potables
desde los montes de Berango.
A
mediados de enero de 1886 varios vecinos de Achecolandeta solicitan
al Ayuntamiento la construcción de un camino peatil desde la zona
denominada
“El
Castillo de la Begoña” hasta la Avanzada.
El
día 14 de enero de 1886, el consistorio de Getxo trataba sobre la
presentación de los planos, remitidos por el Presiente de la
Comisión nombrada para la construcción de la Iglesia de Las
Mercedes de Las Arenas. Pocos días antes, el 19 de diciembre de
1885, ya había aparecido la noticia del inicio de las obras en el
diario “El Noticiero Bilbaíno”: “...Se
espera que en los primeros días de enero podrán dar principio las
obras de la capilla que por suscripción particular van a construir
algunos propietarios en el hermoso barrio de las Arenas...”
Y
mientras que sucesivas solicitudes de ayudas domiciliarias para
familias en exclusión, con serios niveles de pobreza eran denegados,
el Ayuntamiento gastaba en cosas tan superfluas como el bordado de
unas iniciales en seda para las gorras de los municipales para acudir
a las exequias del recién finado monarca.
Y
como las elecciones para el concejo estaban próximas a celebrarse,
el 21 de enero de 1886, el Ayuntamiento ordenaba que las listas
fueran expuestas al público durante la primera quincena de febrero.
Por
esas fechas la casa denominada “Ascane la Nueva” parece que
estaba en cierto abandono. Eso se desprende de la petición del
administrador de la propiedad D. Eleuterio Larrea, vecino de Bilbao.
En su escrito decía: “...Los
perjuicios que se hacen en la casa denominada Ascane la Nueva, con la
entrada en la misma de ganados y desperfectos ocasionados extrayendo
tierras, talando el monte contiguo a la casa, con corte de zarzas y
argomas...”
Aunque parece que la única habitante de Ascane era la cuñada del
exponente Dña. Beatriz Cortina.
A
finales de enero de 1886 los efectos de las oficinas municipales
(papelería, plumas, impresos, libros de acuerdos), eran adquiridos
al librero “Emperaile” de Bilbao.
A
primeros de febrero de 1886 el Ayuntamiento de Getxo, anunciaba el
“Noticiero Bilbaíno”, las subastas que se iban a realizar para
la construcción de la traída de aguas potables a nuestros barrios.
Entre los elementos que iban a salir a pública subasta estaban las
obras de construcción del depósito, el suministro de la tubería de
barro y hierro, las tomas de aguas y obras de fábrica, el suministro
de llaves, fuentes, bocas de riego y demás aparatos para la
conducción de aguas a Algorta.
En
febrero de 1886, parece que los pagos al organista y sacristán de la
iglesia de San Nicolás de Bari de Algorta se hacían por los
vecinos. Tal es así que el 4 de febrero el Ayuntamiento amenazaba
con publicar la lista de morosos, facultando al recaudador D. Juan
Antonio de Miragaray para: “...Pasando
sean tres días sin verificar el pago se expida contra los que aún
resulten morosos el correspondiente apremio...”
En
esa misma fecha, la Junta Local de enseñanza, acordaba reunirse con
los testamentarios de la finada Dña. Rogelia de Cortina para:
“...Tratar
sobre la manera, modo y forma de establecer una escuela de parvulos
en esta Anteiglesia...”
Las escuelas de Algorta, las de la plaza de la Constitución, al
parecer sufrían continuas rupturas de cristales, lo que provocaba
excesivos costes para el municipio, por lo que se plantearon,
incluso, recurrir a colocar alambres de espino en las mismas.
Ya
en febrero de 1886, las necesidades de ingresos de la Diputación
Provincial al parecer eran perentorias, ya que con fecha 6 y 9 de
febrero se recibían sendos escrito en el Ayuntamiento, por parte del
Administrador de Propiedades e Impuestos de la Provincia, solicitando
que: “...Se
ingrese en esta dependencia la mayor cantidad posible del importe de
la cedulas personales del presente ejercicio...”
El consistorio de Getxo, al parecer, andaba bien de fondos, ya que
decidía abonar el importe íntegro de la recaudación, realizada
entre el vecindario, la cual ascendía a 1.422 pesetas. A la vez que
acordaba nuestra corporación que: “...Teniendo
en cuenta el mal resultado que dio el pasado año la distribución a
domicilio de las cédulas, se expidan en el presente año en la
secretaria municipal, haciendo presente al vecindario que acuda a
proveerse de la cédulas que corresponda a cada uno con arreglo al
padrón...”
Se daba como limite el 31 de marzo para su retirada y abono.
El
alistamiento de mozos para el ejercito era en esos días un trámite
que el ejército reclamaba, que presentaba curiosidades como la no
presencia del secretario municipal: “...Por
hallarse comprendido en el presente alistamiento su hijo D. Luciano
Abarrategui y Sustacha…”
Por lo que pasaba a realizar la función de tallaje y clasificación
de mozos aptos el auxiliar de la Secretaria D. Emilio María
Saliquet. Así como para acompañarle en el cometido, se designaba al
sargento de carabineros de la fuerza local para verificar la medición
y talla.
El
Juez y Fiscal Municipal, disponían como señal de mando de sendos
bastones, que eran fabricados por la viuda de “Hernández e Hijo”,
que vivía en el numero 5 de la calle Ronda de Bilbao. El importe de
esas makillas de mando costaron al consistorio 26 pesetas.
En
la próxima entrada sobre esta historia del último cuarto del Siglo
XIX, veremos cómo el alumbrado público de la localidad requería de
importantes cantidades de esencia mineral y petróleo.