El
consistorio, al que entonces llamaban “Algorta”,
parece no hacía excesivo caso a las necesidades del barrio de Las
Arenas, por lo que los establecimientos comerciales, junto a la
Compañía del Tranvía y la Galería de Baños de Mar Bilbaínos,
principales beneficiados por la presencia de los veraneantes,
decidieron preparar una campaña de publicidad que presentaron a toda
la prensa madrileña, con el fin de animar a que acudieran a Las
Arenas un mayor numero de visitantes. Dicha campaña publicitaria
arrancó en julio de 1882, y se repartieron en la Villa y Corte más
de 4.000 prospectos, en los que se decía: “...La
playa de las Arenas en la costa Cantábrica, de unos dos mil metros
de extensión, posee las mejores condiciones para baños; porque
además de su clima saturado por las frescas brisas del mar, tiene
una pendiente imperceptible, y está tapizada toda de finísima
arenas sin escollos ni peligros...”
Respecto de sus comunicaciones: “...Dista
de Bilbao 11 kilómetros, que los recorren cada quince minutos
elegantes coches, tranvías, y también vaporcitos por la ría, unos
y otros por módicos precios y empleando de 50 a 60 minutos a lo
más...”
Las orillas del Nervión las comparaban con las del Rhin. Decían que
junto a la playa, se hallaba en una vega encantadora, desde la cual
se podía contemplar la entrada de centenares de buques de todas las
naciones.
Para
entonces la galería balnearia ya había cambiado de nombre y se
llamaba “Hotel
Bilbaíno”,
el cual ofrecía: “...en
unión de otras fondas y casas de huéspedes y particulares, vistosos
chalets y casas de campo, que hacen de dicha playa un lugar de
esparcimiento y recreo frecuentado por numerosa y distinguidas
familias...”
Respecto de los divertimentos se decía: “...En
una bonita y cercana plazoleta rodeada de jardines hay música todas
las tardes de los jueves y días festivos, y también hay otros
espectáculos que suelen organizar algunas empresas, romerías y
expediciones...”
Respecto
del establecimiento balneario se decía: “...El
gran Hotel Bilbaíno, esta provisto de suntuosos comedores, elegante
casino, salón de baile, capilla y amenos jardines. En dicho
balneario, además de poderse tomar baños de ola, para lo cual se
dispone de casetas fijas y movibles en la playa, de bañeros
prácticos que cuentan muchos años en esta faena, además se ha
montado con todo esmero y perfección el servicio de baños y duchas
calientes; departamento de baños calientes, dotados de pilas de
mármol blanco y gris, y el de la hidroterapia, que contiene la ducha
general o de circulo, la escocesa, dorsal, hidromezcladora, de
chorro, lluvia y otros aparatos destinados a ciertas enfermedades…,
ofrecen la ventaja de poder aplicarse el agua pura del mar, que por
medio de una maquina de vapor es conducida mediante una cañería a
las bañeras y depósitos de la hidroterapia…”
En
julio de 1882 se decía en la prensa local sobre los baños: “...En
la galería Balnearia de Las Arenas se siguen administrando los baños
de mar templados con resultados verdaderamente notables y eficaces en
las afecciones reumáticas, parálisis, dolores, debilidad y otras
enfermedades análogas, siendo ya muchísimas las personas que con el
uso de estos baños se evitan el tener que recurrir a otros puntos
del interior. Se advierte que el carruaje del establecimiento hace
viajes continuos desde la plazuela de Las Arenas al balneario,
proporcionando la consiguiente comodidad al bañista…”
En
septiembre de 1882 un acto vino a romper la monotonía de los últimos
días del estío, a pesar de que la galería permaneciera abierta
desde primeros de junio hasta finales de septiembre, se trataba de
una “Fiesta
Veneciana”.
A pesar de que la noche amenazaba agua, hubo una gran concurrencia,
la iluminación acorde con el nombre de la fiesta resulto muy
llamativa; los fuegos de artificio llegaron de la mano de D.
Francisco Hernández sucesor de D. Paulino Charlen, tampoco
deslucieron la noche. La responsable de la música y de que las
parejas bailaran sin cesar fue “La Unión Artística”. En las
inmediaciones de la plaza se instalaron txoznas para la venta de
alimentos y refrescos. Casi como en la actualidad, los más
beneficiados, en cuanto al transporte resultaron los vecinos de
Bilbao, ya que la compañía del ferrocarril dispuso la salida a las
once de la noche de un llamado por ella misma, “Un Tren Mostruoso”,
consistente en 20 coches.
La
estancia en las instalaciones balnearias en 1882 costaban 38 reales
los adultos y 24 niños y personal de servio de estas familias. Las
propinas de aquellos huéspedes eran sustanciosas, ya que en 1882 se
repartió 4179 reales y al año siguiente habían ascendido a 5320
reales. Uno de sus edificios. el pabellón “Algorta”,
disponía de un comedor principal con capacidad para 200 personas,
contaba con un jefe de cocina, cuya escuela había sido la corte, dos
ayudantes, treinta doncellas y dos cocineras especificas para los
platos del país. Dicho establecimiento abría desde primeros de
julio hasta finales de septiembre. En el se recomendaba como terapia
para mejorar su salud: “...el
paciente tomará las comidas recomendadas, como buen pan, buen vino y
buena gallina...”
La mesa más demandada por la clientela era la llamada “mesa
redonda”, la cual abría sus puertas a los alojados a partir de la
una del medio día. Uno de los alimentos más demandados en el
establecimiento era el salmón, el cual se traía desde la “Venta
de Ibarra”, de Irún; la carne era suministrada por un carnicero de
Bermeo llamado D. Juan Martínez.
Pero seguro que no se reducía a
esos alimentos el menú que dicho establecimiento ofrecía a sus
clientes. Uno de los elementos de aquél , que ha llegado hasta
nuestros días gracias a la familia de D. Andrés Larrazabal, se
trata de una aceitera y vinagrera junto a un juego de cubiertos de
plata, así como una preciosa tetera del mismo material, todos ellos
con la inscripción B. B. (Baños de Mar Bilbaínos).
Entre
los ilustres huéspedes que acudieron a los “Baños
de Mar Bilbaínos”,
estaban un pastor protestante y su esposa, que en abril de 1883
trataron de ofrecer un baile, pero el gerente Sr. Larrazabal les
denegó el permiso aduciendo que el salón se encontraba lleno de
muebles, lo que hacía inviable su uso. Entre los huéspedes citados
en 1881 se encontraban, entre otros, a los siguientes señores:
Francisco Dumont, Martín Ojanguren, Luis Villabaso, Tomás López
Doriga, María Urcullu, José Guardamino, Andrés Aguirre, Josefa
Aute de Hoppe, Carlos de Enterria, Catalina Usera, Escolástica
Salazar, Marquesa de Selva Alegre, Capitán General Moltó, Carmen
Gumucio, Lepoldo Moyua.
El
medio más utilizado para llegar desde Bilbao era el ferrocarril,
pero también era muy demandado el tranvía. En dicho medio resultaba
curioso ver las pérdidas u olvidos que la compañía relataba en
julio de 1883, que iban desde boinas, pañuelos, blusas, velas de
cera, cuellos de camisa, pecheros y puños, pantalones, abanicos y
chales, instrumentos de música, paraguas y bastones. Algunas de las
prendas abandonadas daban lugar a elucubraciones sobre la actividad
sentimental en dicho medio de transporte.
Una
de las atracciones a las que no se pudieron sustraer los visitantes
del balneario fue a la actuación en agosto de 1883 de un artista,
ciego de nacimiento, discípulo de los maestros Meyerbeer y Stanley,
que acababan de llegar de los “Baños Viejos de Elorrio”. Además
contaba con otras atracciones como la de Dña. Margarita Moreau, que
divirtió al publico con difíciles ejercicios gimnásticos, con los
anillos volantes a 10 metros de altura y la velada musical que
ofreció el regimiento de Toledo. El administrador en esa época de
los baños en Las Arenas era D. Enrique Gómez y Riera.
En
1884 las comunicaciones iban mejorando, se abriría el paseo que iba
desde el establecimiento de baños hasta Lamiako. Pero como decía D.
Antonio de Trueba en una ocurrente carta de mayo de ese año,
respecto de la “tonta costumbre” de los bilbaínos de acudir a
los establecimientos de mar, de Las Arenas, Portugalete y Santurce:
“...Los
baños casi fueron las primeras medicinas que se conocieron en el
mundo y por eso tengo mucha fe en ellos. La dificultad está en
atinar con los que convienen..”
Está claro que aquellos veraneantes sabían elegir por su calidad,
sus precios, y la belleza de nuestra playa los “Baños
de Mar Bilbainos”.
Finalmente
en septiembre de 1891, el propietario de los “Baños de Mar
Bilbainos” D. Eduardo de Aguirre, sacó a pública subasta en la
cantidad de 350.000 pesetas dicho establecimiento veraniego. Pero
según un documento de 1903, en esa temporada veraniega seguía
figurando como administradora la Sra. Viuda de D. Andrés Larrazabal.
Estos
datos han sido obtenidos del diario “El Noticiero Bilbaino” y “El
Liberal” de los años 1880 a 1884. Otros están sacados de unas
microfichas, probablemente elaboradas por el que fuera Alcalde de
Getxo D. Juan Bautista Merino y algunos de los descendientes de D.
Andrés Larrazabal.