Pocas
enfermedades estuvieron tan asociadas al miedo de la población como
la “Hidrofobia” más popularmente conocida como “La
Rabia”.
La rabia
es una de las enfermedades más antiguas de la humanidad. Su
conocimiento se remonta aproximadamente a cuatro mil años A.C.; es
una enfermedad viral grave y mortal que puede afectar a todos los
mamíferos, incluidos los humanos. Ha sido habitualmente detectada en
algunas especies domésticas tales como perros, gatos, bovinos y
caballos. Afecta principalmente al sistema nervioso central (SNC),
produciendo una encefalomielitis aguda y al final, la muerte.
Es
producida por un virus de la familia “Rhabdoviridae”,
que a lo largo de la historia ha recibido diversos nombres:
“Hidrofobia”, “Derriengue” (rabia
paralítica), en los bobinos se la conoce como “encefalitis
bovina” o “lisa” (locura). Los romanos la
acuñaron como “rabere” (rabiar), de la que derivó
el término actual.
El
riesgo de rabia humana está todavía presente en Europa. Los casos
declarados en humanos son pocos y esporádicos y ocurren normalmente
en viajeros que han estado expuestos a animales rabiosos fuera del
continente.
Esta
enfermedad está prácticamente extinguida gracias a las campañas de
prevención y vacunación de las especies más sensibles a su
contagio. Y, sobre todo, gracias a la vacuna del químico francés
Louis Pasteur. Pero no siempre fue así. En 1928 nuestro pueblo,
Getxo, fue sacudido por esta grave enfermedad de la que fueron
paganos perros y gatos.
Esta
epidemia se extendió por nuestro municipio, afectando a animales que
habitaban en toda clase de hogares: pobres y ricos. Una de las
primeras menciones a perros infectados es la que el 30 de enero de
1928, hacía el Director del “Instituto de Higiene de
Bilbao”. Se refería al perro de un ilustre vecino de Punta
Begoña, D. Horacio Echevarrieta, su fiel acompañante había
fallecido repentinamente.
Pero no
iba a ser la única. Esta vez el animal sería un gato: el 1 de
Febrero de 1928, se recibía un informe de “Inspección de
Sanidad e Higiene Pecuaria” de Getxo. En dicho informe se
decía “...un gato, propiedad del vecino de esta D. Nicolas
Santa Maria, habitante del caserío Ibatao, ha mordido a 4 hijos del
mismo, por los síntomas y lo excitado que se hallaba, se sospecha
que se trate de la rabia...,...la cabeza del animal ha
sido remitida al Laboratorio Municipal de Bilbao...”. Se
recomendaba a los mordidos pasar por dicho centro, por si fuera
necesario proceder a su vacunación. Como aquel felino, no contento
con atacar a los niños anteriormente citados, había atacado a otros
animales domésticos (perro y otros gatos de la casa), se dispusieron
las medidas contempladas en la Ley, el sacrificio de todos los
animales.
Se
sucedían episodios que bien pudieran definirse como de histeria
colectiva. Se sucedían las denuncias relacionadas con cualquier
perro que fuera visto suelto y sin bozal (ver fotografía
inferior). También intervino el Gobernador Civil, que el 16
de Febrero de aquel año, emitía una circular publicada en el
Boletín Oficial de la provincia el día 17, por la cual se ordenaba
denunciar ante las autoridades a todos aquellos que infringieran la
normativa que obligaba a llevar a los perros atados y con bozal.
Una idea
de aquella histeria nos la da el decreto de alcaldía del día 6 de
Marzo de 1928, en el mismo, tras aparecer vagabundeando y sin bozal,
por Las Arenas, un perro “Seter algo mestizo”, con
manchas en ojo, costado y caderas, se hacia insistentemente
constancia de que eran de color “rojo”. Aquel perro
fue encerrado en los “cuartos de detención”, cual
vulgar delincuente. Se daba un plazo de tres días para que su dueño
lo reclamara, pasado el cual el perro sería sacrificado.
El día
7 de Marzo, se denunciaba que un perro de D. José Gabiña,
domiciliado en un piso situado sobre la “Taberna de Marta”,
había mordido al joven Federico Ibarra, causándole algunas heridas.
Se siguió el protocolo que marcaban las ordenanzas sometiendo al
perro a observación. Por la forma en la que estaba redactado el
informe, la juventud no era acreedora del titulo de Don.
Las
denuncias se multiplicaban. Varios vecinos de Las Arenas se hacían
acreedores de sanciones por no llevar a sus perros atados y con
bozal. Entre los mismos se encontraban Marcos de Zamacona, Daniel de
Cortazar, Rafel Vierna, Vicente Barquin, Enrique Borda, Manuel
Galindez, Juan Sagredo y Juan de Zabala y Arellano. Las multas eran
de una media de 320 pesetas, cantidad elevada para la época.
El 5 de
Mayo de 1928 el Alcalde de Getxo D. Juan L. Prado Mathurin emitía un
Bando al respecto y hacia saber:
“...ante
la persistencia de los casos de rabia, con el temor de que se hubiera
inoculado el virus de la rabia a los gatos, se iban a tomar medidas
excepcionales...”.
Aquellas
medidas consistían en:
“...todos
los perros deberán de ir acompañados de sus dueños, con correa o
cadena y bozal..”.
“...los
perros que estuvieran fuera de la norma anterior, serían capturados
y sacrificados de forma inmediata...”.
“...los
gatos debían de permanecer encerrados en sus domicilios, o bien en
caso de no atender el bando, serian inmediatamente sacrificados...”.
“...los
dueños de perros y gatos que no cumplieran las ordenanzas serian
multados severamente...”.
Eran
días aciagos para aquellos pobres animales (ver Bando).
El 20 de
Abril de 1928 era sacrificado un perro y sometidos a vigilancia el
resto de los mismos, propiedad del marqués de Arriluze, por tener el
primero síntomas de rabia. El 3 de Mayo era el veterinario municipal
quien alertaba de la necesidad de no permitir salir a los perros sin
cumplir la normativa, dada la persistente extensión de la epidemia.
Las noticias sobre mordedura y perros rabiosos se repetían. Se
realizó un informe pormenorizado de los casos que se venían
sucediendo (ver fotografía inferior).
La
Sección Epidemiológica del “Instituto Provincial de Higiene
de Vizcaya”, el 12 de Mayo de 1928, emitió sus primeros
informes sobre casos de rabia. Tras analizar la cabeza de un perro,
decían que el mismo presentaba “...lesiones de “Nelis Van
Gehuchten, intensamente positivas, de lo que se deducía un
diagnostico de Animal Hidrófobo...”.
Así
mismo se producía otro caso de ataque, esta vez a un niño de 12
años, se trataba de Angel Bengoechea. El pequeño había sido
mordido por el perro de D. Lucio Ugalde. Aquel perro días antes
había matado varias gallinas. Por lo que su cabeza fue cortada y
enviada al Instituto Epidemiológico.
El 30 de
Julio de 1928 el Director General de Agricultura y Montes Sr.
Benjumea, publicó en el Boletín Oficial de la Provincia un informe
sobre esta epidemia. En el mismo daba cuenta de la celebración en
París de la reunión anual de Epizootias, a la que asistieron
representantes de más de 40 países. Se llegó a la conclusión de
que era necesario una actuación conjunta para reducir y extinguir la
rabia. Siguiendo el ejemplo de otros países más avanzados,
aconsejaba:
La
adopción por parte de los Gobiernos Civiles e Inspecciones Pecuarias
de severas medidas encaminadas al cumplimiento de los Reglamentos de
Epizootias para prevención de la rabia, publicando circulares y
pasquines, poniendo en practica medidas para la participación
ciudadana.
La no
aplicación de vacunas a los animales, y la no facilitación de
vacunas contra la rabia, si la petición no iba acompañada de la
autorización de las alcaldías, en la que se manifestara que bajo su
responsabilidad el animal debería ser sometido a vigilancia durante
40días.
La
ocultación de aquella enfermedad así como las transgresiones
relativas a la misma debieran de ser castigadas de acuerdo con las
reglamentaciones con rigurosidad.
En una
circular adjunta se estableció que de acuerdo con las Disposiciones
de los Capítulos IV y XVIII del reglamento de Epizootias del 30 de
Agosto de 1917, que había sido modificado por Real Orden de la
Presidencia del Directorio Militar (Dictadura de Primo de Rivera),
del 26 de Noviembre de 1926, por orden del Gobierno Civil, se
declaraba en estado de infección de rabia a toda la provincia.
Para los
animales, sin embargo, en la circular que acompañaba, el futuro era
mas negro, ya que se autorizaba sacrificarlos en el mismo momento de
su captura, si el agente estimaba que podía correr peligro.
Pero no
solo era a los perros a quien el futuro se les presentaba sombrío,
también a otras especies (gatos y cerdos), que pudieran haber sido
mordidos por otro animal atacado de la misma enfermedad. Aún en los
casos de no presentar manifestaciones rábicas, se les debería de
sacrificar al momento. Decía aquella circular “...los
animales herbívoros, mordidos por otro animal rabioso, serán
“secuestrados” durante 3 meses, salvo que sus dueños autoricen
su vacunación...”. Los solípedos y vacunos podían seguir
prestando servicio a condición de que los primeros fueran provistos
de bozal.
La
contundencia de aquellas medidas eran proporcionadas a las del
funcionamiento de la dictadura de Primo de Rivera. En aquellos días
se sacrificaron 39 perros y 20 gatos.
Hasta
aquí un recordatorio de aquellos días, en los que por una epidemia
de rabia, perros, gatos, cerdos y cualquier otro animal sospechoso,
podía terminar sus día decapitado y su dueño castigado con una
fuerte multa.