En
la anterior entrada veíamos cómo a lo largo de la historia de la
Anteiglesia se había venido dividiendo el Pueblo en secciones para
asuntos asociados a elecciones o de gestión económica.
Estábamos
ya a principios de agosto de 1889 cuando reunidos en la casa
consistorial bajo la presidencia de D. Pedro Amezaga, relataban
nuestros mayores que: “...Manifestaban
y hacían constar que ante el Notario de este Pueblo D. Pedro Jesús
Vozmediano se habían otorgado las escrituras de los arriendos de
vinos y otras bebidas, casa matadero y abasto de carnes frescas y de
los artículos de abacería, siendo fiadores de dichos arriendos D.
Asensio Inchaurtieta, D. José María Ordeñana y D. Juan Ramón
Mota, siendo este último también fiador del rematante del alumbrado
público...”
Las
instancias del Ayuntamiento de Getxo a las más altas autoridades se
tramitaban a través del Gobernador Civil de la Provincia. Eso fue lo
que gestionó el regidor D. Eladio Sustacha el día 1 de agosto de
1889: “...Acerca
del modo y forma de verificar y las obras de desviación de la
carretera que se dirige del barrio de Algorta a Las Arenas. Aquella
instancia fue remitida al Ministro de Fomento a través del conducto
ordinario al Gobernador Civil de la Provincia...”
En
esa fecha D. Santiago Diliz comenzaba las obras de su casa denominada
“Gobelena” que estaba situada en la calle San Nicolás de
Algorta. También Dña. Casilda Esesumaga solicitaba se le
concedieran tres peonadas de terreno en el monte comunal de Aiboa
para la edificación de una casa y un huerto.
Mientras
la estación Telegráfica de Algorta, durante el mes de julio de
1889, arrojaba un saldo a favor del municipio de 69,42 pesetas. Y
para reparar la línea de la que habían sido sustraídos varios
aisladores, D. Francisco Guerediaga, de Alango, recorría el tendido
revisando la línea para que posteriormente D. Valentín Abascal
junto a dos peones y un capataz repusieran dichos componentes
eléctricos, que fueron suministrados por D. Juan de Torre; toda la
operación supuso 43 pesetas de coste para el municipio. Se anunciaba
en el diario integrista católico “El Euskaro” del 2 de agosto de
1889: “...Que
las obras del ferrocarril de Las Arenas hasta Algorta iban a comenzar
en mes próximo, estableciéndose dos estaciones en el recorrido, una
en San Ignacio y otra en el punto final, Algorta...”
Por aquellos tiempo los carruajes de un solo caballo costaban 0,75
pesetas la hora y las diligencias salían de Algorta para Urduliz,
Plencia y Gorliz; y los garbanzos entre 5 y 8 reales el celemín.
El
día 1 de agosto de 1889 el Ayuntamiento de Getxo para dar
cumplimiento a lo establecido en la Ley electoral decidía:
“...Nombrar
una comisión en su seno para formar las listas de electores y
elegibles para concejales, disponiendo se proporcionaran impresos
para la formación de las listas y el libro de censo...”
Una vez cumplimentados todos los trámites de formación de listas y
exposición pública, acordaron, según establecía el articulo 68 de
la Ley, fijar el día 8 de agosto para realizar el sorteo de la
asamblea de vocales asociados que junto a la corporación municipal
iban a componer la Junta Municipal. Realizado el sorteo quedaron
nombrados:
Por
la Primera Sección:
D. Juan José Unzaga, D. Ignacio Echeandia, D. José Madariaga y D.
José Camiruaga.
Por
la Segunda Sección:
D. Francisco Uriaguereca, D. Pedro Icaza, D. Fausto Garachena y D.
Agapito Elustondo.
Por
la Tercera Sección:
D. Marcelino Uribe y D. Juan Martín Aldecoa.
En
el devenir histórico, 409 años después de que los reyes de
Castilla y León lucharan contra los sarracenos, imponiendo en sus
dominios su visión de unidad religiosa y para prevenir lo que
llamaban actos de apostasía y escarnio al culto católico,
decidieran castigar lo que entendían como profanaciones a su ideario
religioso, solicitando la Bula para establecer el Santo Oficio de la
Inquisición al Papa Sixto IV, nombrando inquisidor general del reino
a Fray Tomás de Torquemada. A lo largo de Europa las fiestas creaban
insólitos aconteceres: En París, en agosto de 1889, tenía lugar un
“Banquete Monstruoso”. Iban a dar de comer a 16.000 invitados.
Para aquel evento hicieron traer nada menos que 500 maitres de hotel,
1.400 cocineros y 300 mozos de limpieza; como utensilios para el
servicio utilizaron 50.000 copas, 100.000 platos, 34.000 tenedores,
20.000 cucharas, 40.000 cuchillos, 10.000 botellas y 20.000
servilletas. Mientras, en nuestro entorno reinaba el ambiente festivo
que animaba nuestros barrios. En Algorta se celebraban las de San
Ignacio en medio de una gran concurrencia llegada desde distintos
puntos de la provincia, sobre todo de Bilbao. Los fuegos de artificio
de los días 28 y 31 de julio y 13 de agosto de aquel año fueron
disparados por el pirotécnico D. Juan Anta y Miranda. Costaron 600
pesetas.
El
domingo 4 de agosto se celebraba la repetición de dichas fiestas y
el barrio de Las Arenas presentaba una concurrencia hasta entonces
desconocida. Los hoteles y fondas llenaron sus plazas, el
establecimiento de Baños de Mar Bilbaínos tenía alojados aquel día
140 huéspedes, quizá por aquello que decían en esa época de “El
ánima bona, in corpore sano y un apetito voraz”. La playa de Las
Arenas veía que su espacio quedaba saturado de visitantes ávidos de
baños de mar y para dar más ambiente al barrio arenero el “Casino
de Las Arenas” ofrecía un gran baile, además de un espectáculo
de prestidigitación a cargo del ilusionista Rodereu Makallister,
alias “Caballero de Voltary”. Para completar la vistosidad de ese
ambiente festivo, en el pueblo vecino, Portugalete, al anochecer, se
disparaba una vistosa colección de fuegos artificiales.
La
demanda de actuaciones de la banda de música municipal en Las Arenas
fue atendida por el consistorio tras el informe de D. Idelfonso
Arrola por lo que se acordó que dicha banda tocara los días 22 y 29
de agosto, además de los días 5 y 12 de septiembre en la Plazuela
del barrio (actual Bizkaiko Zubia Enparantza), así como durante las
carreras de caballos que iban a tener lugar en Lamiaco.
Por
aquellos días la nieve (hielo) era muy demanda en los hogares de
Getxo para la conservación de los alimentos. En Las Arenas era D.
Marcos Zamacona quien anunciaba sus “Depósitos de Nieve”, que
tenía en su casa.
Y
como suelen decir que “A perro flaco todo son pulgas”, a nuestro
Ayuntamiento, escaso de recursos, le llegaban malas noticias de la
Diputación Provincial, ya que en el reparto de los municipios para
cubrir el déficit de la provincia, al de Getxo le había
correspondido pagar 8.462,58 pesetas, 1.462,58 más de lo previsto en
los presupuesto aprobados.
Los
sucesos que habían alborotado el barrio de Las Arenas días antes,
durante la festividad de Santa Ana, parecían esclarecerse: la
aglomeración que se había producido en la estación y fuera de
ella, la avalancha de viajeros, según un diario de la época, al
parecer había estado motivada por: “...Los
abusos de la Compañía, pues además de tener un número reducido de
carruajes, en su mayor parte de primera clase, que hacían imposible
conseguir asiento, de no llegar con una hora de antelación a la
estación los empleados de la misma abrían a medias las puertas,
decían que como una revancha porque los visitantes no acostumbraban
a acudir el resto del año, haciéndolo solo en esa fechas...”
Las quejas se referían también a la falta de luz en las unidades,
lo que provocaba algunos excesos de gentes mal avenidas.
La
inscripción de tierras por algunos indianos era demandada desde la
lejana República de Argentina. Se trataba de unas tierras en las
vegas de Algorta, que el vecino del barrio D. José Julián de
Mandaluniz solicitaba en representación de Dña. Juana Basagoiti
Capelo, residente por entonces en la “Terra Argetea”, que
figurara con ese nombre en los mapas que el portugués Lopo Homen
realizo en 1554.
Cómo
la seguridad de los bañistas de la Playa de Las Arenas primaba para
la corporación municipal, se decidía colocar las estacas para fijar
aquellas gruesas cuerdas de esparto llamadas maromas, que
garantizaban la seguridad de los mismos. Aquellas estacas para las
maromas fueron colocadas por D. Rafael Elcoro. A la vez que se
anunciaban las casetas más antiguas de esa playa, las de “Gerónima”,
que eran atendidas por el popular bañero “Boni”.
En
la próxima entrada veremos cómo algunos ilustres visitantes acudían
a la playa de Las Arenas a tomar baños de mar.