En
la anterior entrada veíamos cómo el Alcalde de Getxo presentaba en
el pleno los documentos correspondientes a la venta y compra de las
acciones que la Escuela de Niñas Pobres de la Fundación Cortina
tenía en el Ferrocarril de Tudela a Bilbao.
Para
el 16 de septiembre de 1886, el rugir de los cañones volvía a sonar
sobre los cielos de Getxo. El Ayuntamiento se daba por enterado de un
oficio remitido por el Gobernador Militar sobre la llegada a nuestro
municipio de la 1ª Batería del 2º Regimiento de Artillería de
Montaña, que había venido para realizar ejercicios de tiro al
blanco con cañón. Por lo que el consistorio les hacía entrega del
Fuerte las Canteras para alojarse.
Y
como no todo iba a ser fuerza y armas y la preocupación por la
enseñanza y los locales donde impartirla eran de frecuente inquietud
para nuestras autoridades, en esos días, el Ayuntamiento de Getxo,
acordaba empezar los expedientes para solicitar al Gobierno: “...La
subvención legal para la construcción de locales y casas destinadas
a escuelas de 1ª Enseñanza...”
Pero no era ese el único tema que afectaba a nuestro Pueblo. El 28
de septiembre de 1886, en “El Noticiero Bilbaíno”, trataban
sobre una de las obras emblemáticas del Abra, el Puerto: “...No
necesitamos encarecer la importancia del estudio de un puerto en el
Abra de Bilbao, que ha emprendido el Ingeniero D. Evaristo de
Churruca...”
Obra que era alabada por el vecino de Algorta D. Dionisio de Zubiaga,
propietario de las casas de Algorta “Ochoena” y “Zubiagabarri”,
en un encendida carta a aquel diario: “…La
necesidad de un puerto interior, abordable a todas horas y en todos
tiempos, un puerto de excelentes condiciones marineras; su posición
geográfica es tan ventajosa, que aunque no contara Vizcaya con tan
magnífica Abra, su historia, el carácter de sus habitantes,
compuestos en gran parte de marinos y comerciantes, hace necesaria un
área abrigada que la proteja...”
Era una obra que no solo iba a transformar el Abra, si no que haría
casi desaparecer una de las playas más bellas del litoral, la Playa
de Las Arenas.
Por
aquellas fechas, el vecino de Algorta D. Juan Dourte Azcarate, (padre
del que luego fuera uno de los más importantes fabricantes de
órganos, D. Juan Dourte Zalduondo), que era director del Colegio
San Bernardo de Algorta, solicitaba utilizar la casa consistorial
para realizar el reparto de premios de dicho colegio.
Algunas
trampas en los votos a Diputados a Cortes se realizaban por aquellos
días. Parece ser que el peón caminero de Getxo, a quien se le había
encomendado entregar tres sobres que contenían las actas de la
elección, que se había realizado en nuestro municipio el pasado 5
de septiembre: “...Se
hizo presente por varios concejales y la presidencia, que en la tarde
del día 5 del actual después de concluir las operaciones de la
elección de Diputados Provinciales, con fin de dar cumplimiento en
lo previsto en la ley, ha sido encargado por la Mesa al peón
caminero del municipio, conducir a Bilbao tres pliegos cerrados que
contenían documentos y actas de la elección, uno de ellos para el
Gobernador Civil de la Provincia, otro al Sr. Alcalde Presidente de
la Comisión Inspectora del censo Electoral del Distrito de Bilbao y
el tercero al Sr. Administrador del Correos para dirigirlo al
Excelentísimo Sr. Ministro de la Gobernación, con mandato expreso
que les hiciera entrega de la documentación a dichas autoridades. El
resultado fue, que según se hizo ver a la mesa el día seis, no hizo
entrega de los dos primeros sobres a las autoridades a quien iban
dirigidos si no a otra u otras personas distintas por que los votos
consignados en el acta original fueron transformados y raspados...”
Aquel amaño electoral le costó el puesto al peón caminero, pero
seguro que no fue cosa suya el que se desviara dicha documentación a
los tramposos.
A
finales de septiembre de 1886, había cierto número de prófugos en
Getxo. Entre los mismos se advertían apellidos conocidos del Pueblo:
“Aurrecoechea, Zuazo, Astica, Aresti y otros”. El Ayuntamiento,
por la obligación que le imponía la Ley de reempalzos de 11 de
julio de 1885, declaraba a los mismos, prófugos. Echando un vistazo
a aquella ley, se podían observar algunas cosas que llamaban la
atención: “...Ya
que podían exentos aquellos mozos que fueran hijos únicos de padres
y/o madres pobres, sexagenarios y viudas, también contemplaba
aquella ley los casos de hijos expósitos, naturales y nietos; la
cual eximía del servicio a los profesores de las Escuelas Pías y
novicios que llevaran más de seis meses. Aquellos a quienes se
declarara prófugos estaban penados con dos años de servicio en
ultramar. A los Ayuntamientos que no hubieran hecho para finales de
abril el expediente de prófugos se les castigaba con multas que iban
desde 50 a 200 pesetas. A las personas familiares a quienes se les
considerara cómplices, podían ser penados con multas de 100 a 500
pesetas. El aspecto económico no pasaba desapercibido ya que
aquellos, que teniendo posibles, desearan redimirse del servicio
ordinario lo podían hacer pagando 1.500 pesetas y 2.000 cuando
fueran destinados a ultramar, bastaba con presentar en cualquier
delegación de hacienda la carta de pagos...”
Pero si estas cosas llamaban la atención no lo eran menos otras
circunstancias que hacían que el mozo fuera declarado no sujeto a
servicio y que hablaban de inutilidades físicas: “...Falta
completa de ambos ojos. Perdida completa de la nariz, orejas o
lengua, de todos los dientes. Jorobas o torceduras del espinazo
monstruosas. Pérdida de los órganos genitales. Sífilis, Caquexia
escorbútica, Herpes de aspecto repugnante y Reumatismo crónico.
Desarrollo excesivo de la cabeza, tumores voluminosos,
hermafroditismo, tisis, lepra, albinismo, obesidad general, dedos
supernumerarios, ser patizambo. También otras por nacimiento
imbecilidad, idiotismo, sonambulismo, baile de San Vito, tartamudez
permanente, sordo-mudez y gota crónica...”
Esta última parecía especialmente dedicada a salvar del servicio a
las familias bien o clases nobles. Sin embargo, algunos mozos de la
localidad que reunían algunas de las condiciones exigidas por la
Ley, ser hijos de padres pobres y sexagenarios o tener madres viudas,
veían el apoyo del municipio para evitar el servicio activo.
Mientras, se daban casos que a todas luces resultaban cuando menos
paradójicos, era el caso de Idelfonso Aurrecoeche, quien a pesar de
vivir en la República de Chile, era considerado prófugo: “...Sin
que haya puesto cantidad alguna en deposito para responder de su
suerte…”
Menos mal que dentro de las diligencias sus padres resultaban
exonerados: “...Conminándole
al pago de los gastos que ocasione su busca y captura y su conducción
ante la Exma. Diputación Provincial...”
Parecía que lo importante para el Estado era garantiza sus arcas.
La
banda de música de Getxo estaba disuelta a finales de septiembre de
1886. Por ese motivo un músico vecino de Bilbao, D. Rudesindo
Orcajo, se puso en contacto con el consistorio para ver la
posibilidad de hacerse cargo de dicha banda. El Ayuntamiento le
indicó las condiciones económicas que hasta esa fecha, la banda
había venido disfrutando por si continuaba interesado: El
Ayuntamiento abonaba a su director 250 pesetas anuales y al conjunto
de la banda de 1.250 a 1.500 pesetas, siendo los instrumentos de
propiedad municipal. Y le indicaba si: “...Puede
acercarse a esta localidad para tratar de reanudar la banda de
música, bajo las condiciones que se fijen al efecto...”
Por
aquellas fechas, D. Pablo Mugica, era organista de la parroquia de
San Nicolás de Bari de Algorta, actividad que compaginaba con la de
profesor de la clase de solfeo.
En
la próxima entrada veremos cómo el Pueblo estaba creciendo, los
servicios eran escasos y los enfrentamientos con los barrios y el
Gobierno de la Provincia también eran frecuentes. Y cómo las
solicitudes de socorro de familias pobres llegaban a nuestros ediles.
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