jueves, 7 de mayo de 2015

UN PASEO POR LAS FIESTAS DE SANTIAGO Y SANTA ANA -I-



Cuando el año pasado realicé un semblante de la fiestas de los barrios de Getxo, me dejé en el tintero unas de las que durante la mitad del Siglo XX, atrajeron a mayor numero de visitantes al barrio de Santa Ana. Y aunque todavía faltan tres meses para las mismas, quiero aprovechar unas fotografías, que me ha dejado una buena amiga, para hacerlas presentes en esta pagina.

Las celebraciones de Santiago y Santa Ana fueron fiestas de gran popularidad durante los años 50-60 del pasado siglo. Su antigüedad, con constancia escrita, se remonta a finales de 1883. Tan solo habían pasado 19 años desde la construcción por Francisca de Labroche viuda de Máximo Aguirre de esa célebre ermita del barrio de Areeta-Las Arenas.


En aquel año, como ya recordé en mi entrada sobre las Fiestas de Getxo durante los años 1800-1888 del 26 de octubre del 2012, se celebraban el día 26 de julio (Santa Ana). Todavía no se celebraban las de Santiago, y las de Santa Ana eran de escaso contenido festivo, ¿quizá no para la época?. En su programación se recogía entre otras actividades: La suelta de un toro embolado, que se corrió en la playa de Las Arenas por la tarde, seguido de una verbena en la ermita de la Santa. A su vez se celebraba una repetición de dicha festividad, el 29 de julio, que se denominaba “Octava de Santa Ana” (tradición de reminiscencia judía, consistente en dotar de gran solemnidad el primer y octavo día). Todas aquellas verbenas en torno a la ermita eran amenizadas por la banda de música y los “tamborileros”, figura esencial en todas las fiestas. El primer cartel anunciador que se conserva es de 1888.



En esos años la prensa recogía las noticias de esta fiestas. Unas de las que transcendieron por la llegada de veraneantes fueron las de 1876, como recordaba en mi entrada del jueves 12 de marzo, la prensa se preguntaba retóricamente en julio de aquel año: “...¿Qué habrá mañana en las Arenas?...”, y a continuación añadían: “...!Que afán señor, se decía ayer!...”, se referían a la víspera de la festividad, al ver que de todas partes acudía la gente en Bilbao para alquilar carruajes con los que acercarse a Las Arenas. Y concluían: “...¿Qué habrá mañana en las Arenas?, nosotros lo diremos En Las Arenas se repite hoy la romería de Santa Ana que tan concurrida y animada estuvo el martes último...”.

Pero en otras fechas, las fiestas fueron adquiriendo mayor notoriedad, quizá debido a la presencia de los balnearios y de la gente que atraían; del tranvía y más tarde del ferrocarril de Bilbao a Las Arenas que facilitaban el acceso. Todo ello hizo que esa tradición fuera cuajando, incluso provocó que en los años 30-40 surgiese un pegadizo estribillo:

...Todos los cojos van a Santa Ana,
yo también voy con mi pata galana...”.


Quizá unas de las más detalladas en cuanto a la celebración, que recogió la prensa, fueron las del 27 de julio de 1891, el diario bilbaino “El Nervión”, refiriéndose a la aceptación de la festividad arenera, recogía en sus paginas: “...Es incalculable el número de viajeros que los ferrocarriles y tranvías de ambas orillas de la ria trasportaron ayer a las playas vecinas, deseosos, unos de presenciar el partido de pelota que se jugaba en el frontón «La Estrella» de Portugalete, otros de respirar las frescas brisas del mar y los más para presenciar en Las Arenas la tan renombrada romería de Santa Ana...”. Desde las primeras horas de la tarde, la entonces pradera, en la que se celebraba la romería, se hallaba repleta de visitantes. Las “tiendas de campaña” (se referían a los toldos) donde se expedían comidas y bebidas, llenaban ese espacio. Parece que los precios reducidos colaboraban al éxito. El ambiente musical de la romería corría a cargo de grupos compuestos por un “guitarrista ciego” y la banda de música de Getxo.



Pero no todo iban a ser alegrías, el mal tiempo también hizo acto de presencia cuando más gente había, en el momento que la fiesta había llegado a su apogeo, comenzó el cielo a nublarse y el agua a caer sobre los indefensos romeros. Decía la prensa: “...¡Allí fue Troya!, las choznas fueron tomadas por asalto y los infelices, que dentro ellas se hallaban merendando, tuvieron que sufrir aquella avalancha cruzándose de brazos y mirando compungidos cómo los manjares que tenían delante yacían por el suelo...”. Los tranvías, coches, ferrocarril y lanchas del pasaje también fueron tomados al asalto.

Pero los más pacientes vieron recompensada su espera: el cielo fue despejándose y los romeros salieron a proseguir el interrumpido baile y, a pesar de que daba lástima ver el aspecto que presentaba la pradera: “...!Aquello parecía un campo de batalla!, por el suelo yacían botellas, vasos, bancos y toldos...”. No parece que las costumbres horarias fueran como las actuales, pero si las ansias por llegar los primeros: “...para las siete de la tarde comenzó el desfile general, tomándose al asalto los coches del ferrocarril, y tranvías....”, la prensa definía el espectáculo como: “...un escándalo monstruoso, los pobres empleados del ferrocarril de Las Arenas, multiplicándose, creciéndose, eran impotentes para contener aquella inmensa muchedumbre...”. Incluso los techos del ferrocarril fueron tomados como asientos, a pesar de ello no hubo que lamentar percances, salvo un choque entre dos tranvía de la línea de Bilbao a Santurtzi, al que se le rompió la lanza.


La repetición festiva tuvo lugar el domingo día 3 de agosto. El día amaneció con un calor sofocante, y el atractivo de las regatas y cucaña que se iba a celebrar en la ria, ayudó a que cientos de visitantes se acercasen a Las Arenas. Al parecer los muelle de ambas márgenes presentaban un aspecto inmejorable, multitud de paseantes hacían que la prensa dijera: “...por los muelles de Portugalete y Las Arenas transitaban bellísimas jóvenes y el número de bañistas en ambas playas, era incontable...”. En la pradera de Las Arenas donde se celebraba la repetición de la romería de Santa Ana, el gentío la llenaba, el ambiente era inmejorable, el baile, las meriendas al aire libre, hizo que reinara la mejor armonía hasta bien entrada la noche. La de ese año, por el espacio que dedicaba la prensa, fue una celebración por todo lo alto.




El tiempo y Santa Ana no parecían aliados, fueron muchos los años que la lluvia acompañó a la romería de la santa. De hecho, en 1893 la prensa recordaba que: “...Desde hace años no se entiende la repetición de las fiestas en Las Arenas, dispuestas en honor de su santa patrona sin la correspondiente lluvia...”. Pero al parecer también eran otros los motivos de preocupación. Durante la repetición de la festividad, el domingo día 30 de julio, sucedió algo que estuvo a punto con dar al traste con la animada romería: “...los músicos declararon una pequeña huelga, querían cobrar el billete de baile a los romeros...” Aunque finalmente llegaron a un acuerdo y el baile pudo continuar, a ello ayudaron los “pianos de manubrio” y los corros animados por los músicos ciegos.

En 1893 un diario madrileño decía: “...también acude en masa a la plaza del pueblo cuando se trata de celebrar con fiestas, algaradas y bailes, la fiesta de Santa Ana...!, se ve que para algunos creadores de opinión, las fiestas de localidades, por tamaño, inferior a la del Madrid de los Austrias, no merecían más epíteto que “algarada”.


Finalizaba ya el siglo y la romería de Santa Ana continuaba atrayendo a numeroso público del resto de los municipios colindantes y de Bilbao. En las fiestas de 1899, el 26 de julio, la afluencia de publico desde la villa y veraneantes eran dignos de resaltar. El diario bilbaino “El Nervión” recogía lo siguiente: “...Tiene esta romería una nota característica y es que a ella concurre toda la buena sociedad bilbaina y forastera que veranea en la deliciosa playa...”, obviamente se referían a la de Las Arenas. En la campa ya empezaban a hacer su presencia las barracas y los charlatanes de feria, decía dicho diario: “...no faltan los alicientes que ahora se estilan, las barracas de feria con su “siempre toca”, el expendedor de específicos que curan toda clase de males, los fotógrafos ambulantes, hasta el vertiginoso tiovivo...”. El Ayuntamiento de Getxo para dar mayor realce a la fiesta organizó una regata de botes de pesca. En la misma participaron embarcaciones de Algorta y Santurtzi. El resultado dio como triunfador a Santurtzi, seguido de Algorta, aunque la regata no estuvo exenta de conflicto ya que los santurtziarras reclamaron que la embarcación getxotarra se había agarrado al chicote de la boya al hacer la ciaboga, !estos chicos de Algorta!. Al finalizar la tarde los festejos continuaban en la Plaza de Las Arenas (Bizkaiko Zubia) y en la Sociedad Recreativa.





Empezaba el nuevo siglo con los mismos síntomas de animación, si no mayores en dicha festividad, el 26 de julio de 1901, la banda de música municipal de Algorta, los corros de ciegos y los tamborileros animaban el ambiente. Las choznas de comidas y refrigerios hicieron el agosto. Entre las atracciones de feria según la prensa, destacaban el “Tiovivo”, las rifas de objetos y un nuevo divertimento al que denominaban “Titilimundi” (eran diversiones ópticas como pequeños teatrillos mecánicos, cámaras oscuras ambulantes, generalmente, carromatos o grandes cajas, habitualmente de madera, donde se instalaban vistas pintadas a la aguada o a la acuarela que podían contemplarse por un módico precio mediante una lente de aumento). La ermita aparecía completamente iluminada recibiendo numerosas visitas de los devotos.

En la próxima entrada seguiremos con esta festividad que a lo largo de los años atrajo a numerosos visitantes a nuestro barrio.

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