Cuando
el año pasado realicé un semblante de la fiestas de los barrios de
Getxo, me dejé en el tintero unas de las que durante la mitad del
Siglo XX, atrajeron a mayor numero de visitantes al barrio de Santa
Ana. Y aunque todavía faltan tres meses para las mismas, quiero
aprovechar unas fotografías, que me ha dejado una buena amiga, para
hacerlas presentes en esta pagina.
Las
celebraciones de Santiago y Santa Ana fueron fiestas de gran
popularidad durante los años 50-60 del pasado siglo. Su antigüedad,
con constancia escrita, se remonta a finales de 1883. Tan solo habían
pasado 19 años desde la construcción por Francisca de Labroche
viuda de Máximo Aguirre de esa célebre ermita del barrio de
Areeta-Las Arenas.
En
aquel año, como ya recordé en mi entrada sobre las Fiestas de Getxo
durante los años 1800-1888 del 26 de octubre del 2012, se celebraban
el día 26 de julio (Santa Ana). Todavía no se celebraban las de
Santiago, y las de Santa Ana eran de escaso contenido festivo,
¿quizá no para la época?. En su programación se recogía entre
otras actividades: La suelta de un toro embolado, que se corrió en
la playa de Las Arenas por la tarde, seguido de una verbena en la
ermita de la Santa. A su vez se celebraba una repetición de dicha
festividad, el 29 de julio, que se denominaba “Octava de
Santa Ana” (tradición de reminiscencia judía, consistente
en dotar de gran solemnidad el primer y octavo día). Todas aquellas
verbenas en torno a la ermita eran amenizadas por la banda de música
y los “tamborileros”, figura esencial en todas las
fiestas. El primer cartel anunciador que se conserva es de 1888.
En
esos años la prensa recogía las noticias de esta fiestas. Unas de
las que transcendieron por la llegada de veraneantes fueron las de
1876, como recordaba en mi entrada del jueves 12 de marzo, la prensa
se preguntaba retóricamente en julio de aquel año: “...¿Qué
habrá mañana en las Arenas?...”, y a continuación
añadían: “...!Que afán señor, se decía ayer!...”,
se referían a la víspera de la festividad, al ver que de todas
partes acudía la gente en Bilbao para alquilar carruajes con los que
acercarse a Las Arenas. Y concluían: “...¿Qué habrá
mañana en las Arenas?, nosotros lo diremos En Las Arenas se repite
hoy la romería de Santa Ana que tan concurrida y animada estuvo el
martes último...”.
Pero
en otras fechas, las fiestas fueron adquiriendo mayor notoriedad,
quizá debido a la presencia de los balnearios y de la gente que
atraían; del tranvía y más tarde del ferrocarril de Bilbao a Las
Arenas que facilitaban el acceso. Todo ello hizo que esa tradición
fuera cuajando, incluso provocó que en los años 30-40 surgiese un
pegadizo estribillo:
“...Todos
los cojos van a Santa Ana,
yo
también voy con mi pata galana...”.
Quizá
unas de las más detalladas en cuanto a la celebración, que recogió
la prensa, fueron las del 27 de julio de 1891, el diario bilbaino “El
Nervión”, refiriéndose a la aceptación de la festividad
arenera, recogía en sus paginas: “...Es incalculable el
número de viajeros que los ferrocarriles y tranvías de ambas
orillas de la ria trasportaron ayer a las playas vecinas, deseosos,
unos de presenciar el partido de pelota que se jugaba en el frontón
«La Estrella» de Portugalete, otros de respirar las frescas brisas
del mar y los más para presenciar en Las Arenas la tan renombrada
romería de Santa Ana...”. Desde las primeras horas de la
tarde, la entonces pradera, en la que se celebraba la romería, se
hallaba repleta de visitantes. Las “tiendas de campaña”
(se referían a los toldos) donde se expedían comidas y bebidas,
llenaban ese espacio. Parece que los precios reducidos colaboraban al
éxito. El ambiente musical de la romería corría a cargo de grupos
compuestos por un “guitarrista ciego” y la banda de
música de Getxo.
Pero
no todo iban a ser alegrías, el mal tiempo también hizo acto de
presencia cuando más gente había, en el momento que la fiesta había
llegado a su apogeo, comenzó el cielo a nublarse y el agua a caer
sobre los indefensos romeros. Decía la prensa: “...¡Allí
fue Troya!, las choznas fueron tomadas por asalto y los infelices,
que dentro ellas se hallaban merendando, tuvieron que sufrir aquella
avalancha cruzándose de brazos y mirando compungidos cómo los
manjares que tenían delante yacían por el suelo...”. Los
tranvías, coches, ferrocarril y lanchas del pasaje también fueron
tomados al asalto.
Pero
los más pacientes vieron recompensada su espera: el cielo fue
despejándose y los romeros salieron a proseguir el interrumpido
baile y, a pesar de que daba lástima ver el aspecto que presentaba
la pradera: “...!Aquello parecía un campo de batalla!, por
el suelo yacían botellas, vasos, bancos y toldos...”. No
parece que las costumbres horarias fueran como las actuales, pero si
las ansias por llegar los primeros: “...para las siete de la
tarde comenzó el desfile general, tomándose al asalto los coches
del ferrocarril, y tranvías....”, la prensa definía el
espectáculo como: “...un escándalo monstruoso, los pobres
empleados del ferrocarril de Las Arenas, multiplicándose,
creciéndose, eran impotentes para contener aquella inmensa
muchedumbre...”. Incluso los techos del ferrocarril fueron
tomados como asientos, a pesar de ello no hubo que lamentar
percances, salvo un choque entre dos tranvía de la línea de Bilbao
a Santurtzi, al que se le rompió la lanza.
La
repetición festiva tuvo lugar el domingo día 3 de agosto. El día
amaneció con un calor sofocante, y el atractivo de las regatas y
cucaña que se iba a celebrar en la ria, ayudó a que cientos de
visitantes se acercasen a Las Arenas. Al parecer los muelle de ambas
márgenes presentaban un aspecto inmejorable, multitud de paseantes
hacían que la prensa dijera: “...por los muelles de
Portugalete y Las Arenas transitaban bellísimas jóvenes y el número
de bañistas en ambas playas, era incontable...”. En la
pradera de Las Arenas donde se celebraba la repetición de la romería
de Santa Ana, el gentío la llenaba, el ambiente era inmejorable, el
baile, las meriendas al aire libre, hizo que reinara la mejor armonía
hasta bien entrada la noche. La de ese año, por el espacio que
dedicaba la prensa, fue una celebración por todo lo alto.
El
tiempo y Santa Ana no parecían aliados, fueron muchos los años que
la lluvia acompañó a la romería de la santa. De hecho, en 1893 la
prensa recordaba que: “...Desde hace años no se entiende la
repetición de las fiestas en Las Arenas, dispuestas en honor de su
santa patrona sin la correspondiente lluvia...”. Pero al
parecer también eran otros los motivos de preocupación. Durante la
repetición de la festividad, el domingo día 30 de julio, sucedió
algo que estuvo a punto con dar al traste con la animada romería:
“...los músicos declararon una pequeña huelga, querían
cobrar el billete de baile a los romeros...” Aunque
finalmente llegaron a un acuerdo y el baile pudo continuar, a ello
ayudaron los “pianos de manubrio” y los corros
animados por los músicos ciegos.
En
1893 un diario madrileño decía: “...también acude en masa
a la plaza del pueblo cuando se trata de celebrar con fiestas,
algaradas y bailes, la fiesta de Santa Ana...!, se ve que
para algunos creadores de opinión, las fiestas de localidades, por
tamaño, inferior a la del Madrid de los Austrias, no merecían más
epíteto que “algarada”.
Finalizaba
ya el siglo y la romería de Santa Ana continuaba atrayendo a
numeroso público del resto de los municipios colindantes y de
Bilbao. En las fiestas de 1899, el 26 de julio, la afluencia de
publico desde la villa y veraneantes eran dignos de resaltar. El
diario bilbaino “El Nervión” recogía lo
siguiente: “...Tiene esta romería una nota característica y
es que a ella concurre toda la buena sociedad bilbaina y forastera
que veranea en la deliciosa playa...”, obviamente se
referían a la de Las Arenas. En la campa ya empezaban a hacer su
presencia las barracas y los charlatanes de feria, decía dicho
diario: “...no faltan los alicientes que ahora se estilan,
las barracas de feria con su “siempre toca”, el expendedor de
específicos que curan toda clase de males, los fotógrafos
ambulantes, hasta el vertiginoso tiovivo...”. El
Ayuntamiento de Getxo para dar mayor realce a la fiesta organizó una
regata de botes de pesca. En la misma participaron embarcaciones de
Algorta y Santurtzi. El resultado dio como triunfador a Santurtzi,
seguido de Algorta, aunque la regata no estuvo exenta de conflicto ya
que los santurtziarras reclamaron que la embarcación getxotarra se
había agarrado al chicote de la boya al hacer la ciaboga, !estos
chicos de Algorta!. Al finalizar la tarde los festejos
continuaban en la Plaza de Las Arenas (Bizkaiko Zubia) y en la
Sociedad Recreativa.
Empezaba
el nuevo siglo con los mismos síntomas de animación, si no mayores
en dicha festividad, el 26 de julio de 1901, la banda de música
municipal de Algorta, los corros de ciegos y los tamborileros
animaban el ambiente. Las choznas de comidas y refrigerios hicieron
el agosto. Entre las atracciones de feria según la prensa,
destacaban el “Tiovivo”, las rifas de objetos y un
nuevo divertimento al que denominaban “Titilimundi”
(eran diversiones ópticas como pequeños teatrillos mecánicos,
cámaras oscuras ambulantes, generalmente, carromatos o grandes
cajas, habitualmente de madera, donde se instalaban vistas pintadas a
la aguada o a la acuarela que podían contemplarse por un módico
precio mediante una lente de aumento). La ermita aparecía
completamente iluminada recibiendo numerosas visitas de los devotos.
En
la próxima entrada seguiremos con esta festividad que a lo largo de
los años atrajo a numerosos visitantes a nuestro barrio.
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