Vuelvo
con esas viejas noticias de nuestros barrios, que en aquella prensa
foránea, aunque también en la local, hablaban sobre nuestras cosas.
En
esos años, la presión mediática para la ejecución del puerto de
Bilbao, se hacia insistente, aunque no seria realizada hasta el
siguiente siglo. Tal era asi que con insistente y dramática
continuidad, se sucedían naufragios, como el que se produjo el 10 de
Noviembre de 1862, naufragio que recogía en sus paginas el diario
madrileño “La Discusión”, que en sus paginas recogía
lo siguiente:
“...la
corbeta Linda, capitaneada por Luzarraga, salió el 10 de Bilbao con
dirección a la Habana, cargada de harinas, armas, conservas y
pasajeros; tuvo que arribar al puerto a causa del temporal, y al
cruzar la barra con mar grande y fuertes chubascos, quedó atravesada
en la mojijonera del Nordeste (Algorta) en una situación bastante
comprometida.
Las
lanchas que salieron en su auxilio no pudieron aproximarse a ella;
pero la coincidencia de ir bajando la marea dio lugar a que los
pasajeros pudieran salvarse.
La
corbeta permaneció así hasta el 11, en que las olas la destrozaron
arrojando a la playa parte de su carga, que valía muchos miles de
pesos. Un destacamento de carabineros se situó en la orilla del mar
para recoger y custodiar cuantos objetos arrojasen las corrientes a
la arena...”.
Los
naufragios se sucedían y eran recogidos en los diarios madrileños,
esta vez era en el “La España”,
del sábado 14 de Marzo 1863, el día 11 de aquel mes, por la noche,
naufragaba el considerado mejor vapor Bilbaíno el “Rita”,
y aunque aquella prensa madrileña, equivocaba el nombre del lugar,
llamando Algorta a lo que en realidad era Las Arenas, recogía así
aquel suceso:
“...El
mayor y mejor vapor de la matricula bilbaína ya no existe. Está
mañana atravesó la barra el vapor Rita, procedente de Inglaterra,
con efectos para el ferro-carril vizcaino y mercancías, metiéndose
en el sitio llamado la Mojonera, que es una especie de ensenada,
hacia la parte de Algorta, y cuyo fondo está erizado de rocas, quedó
varado.
La
tripulación se salvó inmediatamente, pero el cargamento no se ha
podido sacar, porque casi todo él consiste en objetos de mucho peso.
Batido el buque todo el día con el oleaje, pues la mar estaba muy
picada, acaba de llegar la noticia de que se ha hecho pedazos.
Las
pérdidas son inmensas, el casco del buque estaba asegurado por una
compañía de Londres en 70.000 duros; los efectos para el
ferro-carril, que consistían en dos locomotoras y raíles, lo
estaban en 24.000 por una compañía bilbaina, se ignora si el resto
del cargamento, qué no valdrá menos de 25.000 duros, estaría
asegurado.
Dícese
que haciéndose desde el puerto señales a una lancha para que se
dirigiese a la Mojonera, el vapor creyó que las señales eran á él,
y torció hacia el escollo.
Las
autoridades, y muy particularmente el comandante de marina señor
Velasco, que es inteligentísimo y celoso, han hecho y están
haciendo grandes esfuerzos para aminorar en lo posible el siniestro;
pero se cree que nada se podrá salvar, porque el sitio es fatal y la
mar estaba al anochecer muy arbolada, según he visto por mis propios
ojos...”.
La
preocupación por el aseguramiento de los fletes y la coba al
Comandante de Marina, completaban aquella crónica, que era recogida
también por el periódico “El Clamor Público”,
dando otros datos de aquel naufragio y una bella descripción del
suceso:
“...apenas
habían desaparecido entre las embravecidas olas del mar Cantábrico
los últimos restos del hermoso vapor Rita, embarrancado en las
playas de Algorta, cuando un nuevo naufragio ha venido a patentizar,
de una manera elocuentísima, la urgente necesidad, tantas veces
encarecida por nosotros y que no nos cansaremos en encarecer, de
construir un puerto de refugio fuera de la barra de Bilbao, como el
único medio de poner término a las innumerables y sensibles
desgracias que allí se suceden con una frecuencia aterradora.
Un
bergantín goleta francés que, impelido por el furioso temporal que
reina hace días en aquellas costas, se creyó en el caso extremo de
intentar la entrada de la ria para librarse de un naufragio, que sus
tripulantes consideraban inevitable, fue arrojado por los golpes de
mar sobre los arenales del N. E., como lo había sido pocos días
antes el “Rita”, y a no ser por el heroísmo de seis bravos
marineros, que despreciando su propia existencia corrieron a salvar
la de sus hermanos, no solo el buque, cuya pérdida era de todo punto
inevitable, sino hasta el último de los individuos de su
tripulación, hubiesen quedado sepultados para siempre en aquella
costa inhospitalaria.
He aquí cómo se refiere
este triste acontecimiento en una carta de Las Arenas:
Las
Arenas 16 de Marzo de 1863. Ayer por la tarde la playa de Las Arenas
fue teatro de una de esas escenas marítimas tan conmovedoras como
imponentes.
El
bergantín goleta “Jeanne Marthe”, a consecuencia sin duda del
espantoso temporal reinante, no pudiendo sostenerse por mas tiempo en
la mar se aventuró a acometer la barra a media marea y fue, como era
natural, arrojado por la grande mar sobre los bancos del N. E.
próximos a ella.
A
las cuatro y media se encontraba atravesado sufriendo la furiosa
rompiente de las olas y separada de la tierra la gente que lo
tripulaba por el abismo esas mismas olas a distancia de dos cables.
En
la situación que ocupaba el buque, era imposible fuera socorrido por
las lanchas del puerto; cinco hombres se distinguen subidos en los
pales y aunque la fuerza del viento impedía oír sus clamores se
comprendía la angustiosa desesperación en que se hallaban.
El
señor comandante de Marina, con motivo del naufragio del “Rita”
se hallaba justamente en los momentos de la pérdida; viendo la
imprudencia de enviar lanchas en auxilio de los náufragos, dispuso
con los dependientes del señor Ingeniero arrojar algunos cohetes con
e| disparador que hay para estos casos, con intento de darles un
cabo; pero la distancia y sobre todo la violencia del viento lo
impidieron.
Entonces
el inteligente capitán Arana, le indicó el emplear uno de los botes
salvavidas que perteneció al vapor “Rita”, y acogida la idea
como última esperanza, en breves momentos fue trasportada en
volandas la pequeña embarcación, y a la primera citación de la
autoridad de marina se presentaron seis valientes marinos, cuyos
nombres ponemos a continuación, ofreciendo heroicamente sus vidas
para salvar a los desdichados que debían seguir con ansiedad
creciente, los movimientos de la gente de la playa.
El
pequeño bote salva-vidas fue llevado a hombros hasta las mismas
rompientes de la playa, y allí a flote sus valientes tripulantes
avanzaron sobre el hervidero de mares en busca de sus compañeros de
la goleta, teniendo delgado cabo de retenida de en tierra.
Espectáculo
imponente y admirable era el que ofrecía la pequeña cáscara
luchando con las embravecidas olas, pero avanzando siempre al impulso
del vigoroso aliento de los remadores hacia los náufragos.
Un
grito de alegría y de entusiasmo, salió del pecho de todos los que
contemplaban la heroica acción, cuando el bote llegó al costado del
bergantín goleta, y cuando algunos momentos después desembarcó en
la playa, conduciendo a los cinco hombres, que aguardaban la muerte
hacia un instante encaramados a los palos, y el capitán cuyo mal
estado le había impedido subir con sus tripulantes.
No
es posible describir el sentimiento general que en todos se
experimentó al estrechar en sus brazos a aquellos desgraciados y a
los valientes marinos que los habían salvado, poniendo en riesgo sus
vidas.
El
Capitán M. Thiband, efecto sin duda de las violentas emociones que
recibió como mayor responsable, llegó a tierra en un estado de
completo desvarío, así como otro marinero, atontado por efecto de
algunas contusiones. A todos les prodigaron prontos auxilios, y
merced a las disposiciones que se tomaron, aquellos valerosos
hombres, que creían perdidas sus vidas, pocos minutos antes, se
hallaban perfectamente atendidos y a salvo.
Al
salvamento acudieron multitud de personas de la localidad,
distinguiéndose entre ellos los Capitanes Arana y Cortina (Andres),
el digno y activo alcalde de Guecho, el señor Bareño, el
infatigable Arechavala, y otras personas, así capitanes como
empleados del ramo de fomento, que todos sin excepción contribuyeron
con grande abnegación al salvamento.
Los
nombres de los valientes salvadores de la “Jeanne Marthe”, son
los siguientes:
De
Algorta, Ramon de Larrondo, casado; Julián de Menchaca, Id;
Anastasio Sanchez, soltero; y del vapor “Pelayo” los tripulantes
Víctor Ayala, Braulio de la Hoz y Epifanio de Garay, los cuales
serán recomendados a los gobiernos francés y español...”.
Seguiremos
en próximas entradas con estos relatos, de lo acaecido en nuestro
pueblo, durante aquellos aciagos días del Siglo XIX.
aupa abadene!
ResponderEliminarhas escrito algo sobre el gobelas????
sarriko baso
He escrito algo en las entradas del 05/03/2013 y en la del 07/05/2013. Tambien puedes encontarlas escribiendo en el buscador "Gobela"
ResponderEliminareskerrik asko, "abadene", iré a verlas...nuestro gobela/kresaltsu se lo merece
ResponderEliminarsarriko basoa