martes, 4 de junio de 2013

LEYENDO PERIODICOS -IV-


Vuelvo con esas viejas noticias de nuestros barrios, que en aquella prensa foránea, aunque también en la local, hablaban sobre nuestras cosas.

En esos años, la presión mediática para la ejecución del puerto de Bilbao, se hacia insistente, aunque no seria realizada hasta el siguiente siglo. Tal era asi que con insistente y dramática continuidad, se sucedían naufragios, como el que se produjo el 10 de Noviembre de 1862, naufragio que recogía en sus paginas el diario madrileño “La Discusión”, que en sus paginas recogía lo siguiente:

...la corbeta Linda, capitaneada por Luzarraga, salió el 10 de Bilbao con dirección a la Habana, cargada de harinas, armas, conservas y pasajeros; tuvo que arribar al puerto a causa del temporal, y al cruzar la barra con mar grande y fuertes chubascos, quedó atravesada en la mojijonera del Nordeste (Algorta) en una situación bastante comprometida.

Las lanchas que salieron en su auxilio no pudieron aproximarse a ella; pero la coincidencia de ir bajando la marea dio lugar a que los pasajeros pudieran salvarse.

La corbeta permaneció así hasta el 11, en que las olas la destrozaron arrojando a la playa parte de su carga, que valía muchos miles de pesos. Un destacamento de carabineros se situó en la orilla del mar para recoger y custodiar cuantos objetos arrojasen las corrientes a la arena...”.


Los naufragios se sucedían y eran recogidos en los diarios madrileños, esta vez era en el “La España”, del sábado 14 de Marzo 1863, el día 11 de aquel mes, por la noche, naufragaba el considerado mejor vapor Bilbaíno el “Rita”, y aunque aquella prensa madrileña, equivocaba el nombre del lugar, llamando Algorta a lo que en realidad era Las Arenas, recogía así aquel suceso:

...El mayor y mejor vapor de la matricula bilbaína ya no existe. Está mañana atravesó la barra el vapor Rita, procedente de Inglaterra, con efectos para el ferro-carril vizcaino y mercancías, metiéndose en el sitio llamado la Mojonera, que es una especie de ensenada, hacia la parte de Algorta, y cuyo fondo está erizado de rocas, quedó varado.

La tripulación se salvó inmediatamente, pero el cargamento no se ha podido sacar, porque casi todo él consiste en objetos de mucho peso. Batido el buque todo el día con el oleaje, pues la mar estaba muy picada, acaba de llegar la noticia de que se ha hecho pedazos.

Las pérdidas son inmensas, el casco del buque estaba asegurado por una compañía de Londres en 70.000 duros; los efectos para el ferro-carril, que consistían en dos locomotoras y raíles, lo estaban en 24.000 por una compañía bilbaina, se ignora si el resto del cargamento, qué no valdrá menos de 25.000 duros, estaría asegurado.

Dícese que haciéndose desde el puerto señales a una lancha para que se dirigiese a la Mojonera, el vapor creyó que las señales eran á él, y torció hacia el escollo.

Las autoridades, y muy particularmente el comandante de marina señor Velasco, que es inteligentísimo y celoso, han hecho y están haciendo grandes esfuerzos para aminorar en lo posible el siniestro; pero se cree que nada se podrá salvar, porque el sitio es fatal y la mar estaba al anochecer muy arbolada, según he visto por mis propios ojos...”.


La preocupación por el aseguramiento de los fletes y la coba al Comandante de Marina, completaban aquella crónica, que era recogida también por el periódico “El Clamor Público”, dando otros datos de aquel naufragio y una bella descripción del suceso:

...apenas habían desaparecido entre las embravecidas olas del mar Cantábrico los últimos restos del hermoso vapor Rita, embarrancado en las playas de Algorta, cuando un nuevo naufragio ha venido a patentizar, de una manera elocuentísima, la urgente necesidad, tantas veces encarecida por nosotros y que no nos cansaremos en encarecer, de construir un puerto de refugio fuera de la barra de Bilbao, como el único medio de poner término a las innumerables y sensibles desgracias que allí se suceden con una frecuencia aterradora.

Un bergantín goleta francés que, impelido por el furioso temporal que reina hace días en aquellas costas, se creyó en el caso extremo de intentar la entrada de la ria para librarse de un naufragio, que sus tripulantes consideraban inevitable, fue arrojado por los golpes de mar sobre los arenales del N. E., como lo había sido pocos días antes el “Rita”, y a no ser por el heroísmo de seis bravos marineros, que despreciando su propia existencia corrieron a salvar la de sus hermanos, no solo el buque, cuya pérdida era de todo punto inevitable, sino hasta el último de los individuos de su tripulación, hubiesen quedado sepultados para siempre en aquella costa inhospitalaria.


He aquí cómo se refiere este triste acontecimiento en una carta de Las Arenas:

Las Arenas 16 de Marzo de 1863. Ayer por la tarde la playa de Las Arenas fue teatro de una de esas escenas marítimas tan conmovedoras como imponentes.

El bergantín goleta “Jeanne Marthe”, a consecuencia sin duda del espantoso temporal reinante, no pudiendo sostenerse por mas tiempo en la mar se aventuró a acometer la barra a media marea y fue, como era natural, arrojado por la grande mar sobre los bancos del N. E. próximos a ella.

A las cuatro y media se encontraba atravesado sufriendo la furiosa rompiente de las olas y separada de la tierra la gente que lo tripulaba por el abismo esas mismas olas a distancia de dos cables.

En la situación que ocupaba el buque, era imposible fuera socorrido por las lanchas del puerto; cinco hombres se distinguen subidos en los pales y aunque la fuerza del viento impedía oír sus clamores se comprendía la angustiosa desesperación en que se hallaban.

El señor comandante de Marina, con motivo del naufragio del “Rita” se hallaba justamente en los momentos de la pérdida; viendo la imprudencia de enviar lanchas en auxilio de los náufragos, dispuso con los dependientes del señor Ingeniero arrojar algunos cohetes con e| disparador que hay para estos casos, con intento de darles un cabo; pero la distancia y sobre todo la violencia del viento lo impidieron. 

 
Entonces el inteligente capitán Arana, le indicó el emplear uno de los botes salvavidas que perteneció al vapor “Rita”, y acogida la idea como última esperanza, en breves momentos fue trasportada en volandas la pequeña embarcación, y a la primera citación de la autoridad de marina se presentaron seis valientes marinos, cuyos nombres ponemos a continuación, ofreciendo heroicamente sus vidas para salvar a los desdichados que debían seguir con ansiedad creciente, los movimientos de la gente de la playa.

El pequeño bote salva-vidas fue llevado a hombros hasta las mismas rompientes de la playa, y allí a flote sus valientes tripulantes avanzaron sobre el hervidero de mares en busca de sus compañeros de la goleta, teniendo delgado cabo de retenida de en tierra.

Espectáculo imponente y admirable era el que ofrecía la pequeña cáscara luchando con las embravecidas olas, pero avanzando siempre al impulso del vigoroso aliento de los remadores hacia los náufragos.

Un grito de alegría y de entusiasmo, salió del pecho de todos los que contemplaban la heroica acción, cuando el bote llegó al costado del bergantín goleta, y cuando algunos momentos después desembarcó en la playa, conduciendo a los cinco hombres, que aguardaban la muerte hacia un instante encaramados a los palos, y el capitán cuyo mal estado le había impedido subir con sus tripulantes.

No es posible describir el sentimiento general que en todos se experimentó al estrechar en sus brazos a aquellos desgraciados y a los valientes marinos que los habían salvado, poniendo en riesgo sus vidas.

El Capitán M. Thiband, efecto sin duda de las violentas emociones que recibió como mayor responsable, llegó a tierra en un estado de completo desvarío, así como otro marinero, atontado por efecto de algunas contusiones. A todos les prodigaron prontos auxilios, y merced a las disposiciones que se tomaron, aquellos valerosos hombres, que creían perdidas sus vidas, pocos minutos antes, se hallaban perfectamente atendidos y a salvo.


Al salvamento acudieron multitud de personas de la localidad, distinguiéndose entre ellos los Capitanes Arana y Cortina (Andres), el digno y activo alcalde de Guecho, el señor Bareño, el infatigable Arechavala, y otras personas, así capitanes como empleados del ramo de fomento, que todos sin excepción contribuyeron con grande abnegación al salvamento.

Los nombres de los valientes salvadores de la “Jeanne Marthe”, son los siguientes:

De Algorta, Ramon de Larrondo, casado; Julián de Menchaca, Id; Anastasio Sanchez, soltero; y del vapor “Pelayo” los tripulantes Víctor Ayala, Braulio de la Hoz y Epifanio de Garay, los cuales serán recomendados a los gobiernos francés y español...”.

Seguiremos en próximas entradas con estos relatos, de lo acaecido en nuestro pueblo, durante aquellos aciagos días del Siglo XIX.

3 comentarios:

  1. aupa abadene!
    has escrito algo sobre el gobelas????
    sarriko baso

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  2. He escrito algo en las entradas del 05/03/2013 y en la del 07/05/2013. Tambien puedes encontarlas escribiendo en el buscador "Gobela"

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  3. eskerrik asko, "abadene", iré a verlas...nuestro gobela/kresaltsu se lo merece
    sarriko basoa

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