lunes, 28 de noviembre de 2016

GENTES Y HECHOS, RELACIONADOS CON EL MAR, DE GETXO



Los hechos y gentes de mar en Getxo vienen de tiempos inmemoriales, incluso los relacionados con nuestra jurisdicción territorial. La misma fue objeto de pleito entre Getxo y Portugalete, ya que la Villa Jarrillera sostenía su derecho de jurisdicción sobre la ria y costas de Getxo, finalmente tuvo que intervenir la Cancillería de Valladolid en 1583 para ordenar que la línea de linde entre ambas poblaciones se establecía en el medio de la ria, de ella ya hablé en mi entrada del viernes 26 de septiembre del 2014 “1889 Los lindes de Getxo”.

Entre los hechos citaré algunos por su carácter histórico: Uno de ellos referido a nuestros arrantzales: Ya desde 1570 algunos marineros de Getxo se dirigían a Terranova para realizar la pesquería del bacalao. Otro se refiera a las invasiones de corsarios. Esta era una de las preocupaciones de nuestros gobernantes. En abril de 1639 se tenía constancia escrita de uno de los expedientes guardados en el Archivo Foral de Bizkaia. Fue en relación con informaciones relacionadas con una posible invasión francesa a nuestras costas. En aquella carta el Licenciado D. Jerónimo Quijada Solórzano, Corregidor de Bizkaia, escribía: “...se tenía noticia de que el enemigo francés hacía muchas prevenciones de barcos y lanchas y se recela de que se le ocurra hacer con ellas alguna invasión en los puertos del Señorío y en particular en el de Portugalete y ría de esta villa y quemar los galeones de nueva fábrica...”


Se dio orden de fortificar con artillería el puerto de Portugalete y establecer una guarnición de 300 hombres, así como apostar otros 100 en los arenales de Getxo frente a la barra del Abra. Pero ante el temor de que pudieran también desembarcar lanchas en el puerto de Algorta y atacar por la espalda, se acordaba protegerlas desde las cumbreras fortificadas de Santurce. Así como defender con hombres el Puerto de Ciervana. También se decía: “...en el puerto que llaman de Algorta se pongan cuatro medio cañones de a dieciséis libras de bala y que estén en el puerto veinticinco hombres...” En el faro del Abra se colocaban dos medios cañones de a dieciseis y veinticinco hombres. Se cubrían lugares de defensa otros como Luchana, San Bartolome Y Meñacoz. Una de las defensa de la costa fue el Castillo del Príncipe, que se construyo rodeado de un foso en 1742. En la guerra de la Convención en 1795 lo ocuparon los franceses y en 1827 lo destruyeron los ingleses.

Entre ellos algunas referencias de los pilotos lemanes existentes en 1699, aparecen nombres como: Vicente de Echeandia, Francisco de Arteaga, Andrés de Basarte, Martín de Zugasti, Pedro de Zabala, Esteban de Arrigunaga, José de Arrigunaga (propietario del navío “Viejo Atrevid”) y Sebastian de Hormaza. Las lanchas y su situación fue otro de los frentes de batalla de los vecinos de Algorta. En abril de 1775 D. Carlos de Uria, apoderado de los mayordomos y mareantes del Puerto de Algorta solicitaba se facilitara a D. Manuel de Ibarra Zobaran, constructor de lanchas y vecino de Ibarranguelua, todo el material necesario para la construcción de varias lanchas, que deseaban encargar algunos propietarios de barcos de Algorta, ya que las tenían muy deterioradas.

La financiación de nuestro pueblo y la provincia fue otro de ellos. En 1793 un decreto de la Diputación de catorce de septiembre disponía un servicio de Marina de doscientos veinte hombres de mar. Se trataba de una la solicitud hecha por D. Antonio de Piñaga, vecino de Algorta y mayordomo de su Cofradía de Mareantes para que los Fieles y mareantes de la localidad colaborasen con él en la recogida del cupo, y de la de los puertos vizcaínos para que se igualen los gastos de las levas.

En 1832 el Cólera iba a ser otra de las preocupaciones de nuestro Puerto. El 4 de abril la Junta Superior de Sanidad del Señorío de Vizcaya enviaba una circular advirtiendo de que se debía de tomar medidas preventivas debido a la epidemia de cólera surgida en Gran Bretaña, dado el peligro que existía por las relaciones de comercio con los puertos del mar Báltico, y considerando al Puerto de Getxo lugar de posible propagación de la enfermedad, entre otros, como punto de arribada de barcos procedentes de aquellas latitudes.


Otras de las actividades de nuestro pueblo que estuvieron relacionadas con la mar. Y que aparecerán en 1588 son las de un piloto mayor, que resultaría ser uno de nuestros vecinos, D. Pedro de Alango de Algorta, y se refiere al nombramiento más antiguo de esta clase, se produjo el 14 de julio de aquel año. En 1652 otro de nuestros vecinos, D. Francisco de Arteaga, natural de Algorta, se examinaba ante un tribunal designado por el consulado de Bilbao para el cargo de piloto leman. Para 1699 ya ejercían dicho cargo 79 vecinos de Algorta.

Entre 1890 y 1800 aparecían con la denominación de maestres, algunos vecinos de Getxo: Al frente del Nuestra Señora de Guadalupe estaba D. Manuel del Valle, quien tripulaba un barco de 160 toneladas; al frente de Nuestra Sra. de la Ria estaba D. Ramón de Diliz, vecino de Getxo, con un barco de 200 toneladas; al frente del Nuestra Sra. de los Ángeles estaba D. José de Iturriaga, también vecino de Getxo, el navío era de 190 toneladas y al frente del Nuestra Sra. de los Dolores estaba el vecino de Algorta D. José Ramón de Zalduondo, que navegaba en un barco de 200 toneladas. Es precisamente en esos años, en 1857, cuando se hará una relación detallada de la gente de mar de la Cofradía del Puerto, que contaba con los siguientes oficios: Entre los oficiales segundos había 29 pilotos de altura; entre los de tercera clase eran 13 los pilotos de altura; el número de oficiales prácticos se elevaba a 10 y el de marinería a 37.

Estos son algunos de los hechos escogidos en relación a las defensas y gentes de mar, que a lo largo de los siglos acaecieron en nuestra Anteiglesia, denominación que en los libros de actas de 1797 a 1847, se citara de forma constante.

Algunos de estos datos están sacados de los Expedientes del A.F.B.: J-01438/011-013, AJ01654/023, AQ00695/043 y AJ01265/027; además de los libros de actas y algunas microfichas, probablemente elaboradas por el Alcalde D. Juan Bta. Merino, del A.M. de Getxo.


jueves, 24 de noviembre de 2016

EL VERANO DE 1886 y -II-



Siguiendo con las evoluciones de nuestro pueblo durante los días del verano de 1886, hoy veremos algunas actividades y sus fiestas.

Mientras la playa de Las Arenas veía aparecer su nombre en la prensa anunciando las casetas de baño, su propietario D. Nicasio Román las anunciaba, ofreciendo abonos para nueve baños con derecho a caseta y bañero, al precio de 12 pesetas incluyendo viaje de tranvía de ida y vuelta. Además ofrecía al bañista por un precio módico “elegantes trajes de baño y esmerado servicio”. Los abonos se podían adquirir en la administración del tranvía o en Bilbao en la Pastelería Suiza en la calle Correo. Sobre los entonces pintorescos trajes de baño había quien decía de sus usuarios de ambos sexos: “...Más bien parecen arlequines...” El “Café Isadora”, cercano a la playa de Las Arenas, era otro de los locales que alquilaba camas por 5 ó 7 reales y comidas por 4 reales para aquellos veraneantes, que aún acudían a la playa de dicho barrio.

Las fiestas era otro de los atractivos de aquel verano. Se prodigaban por todos los barrios del municipio. Las de Santa Ana, que se celebraron los días 26 de julio y 1 de agosto, contaban con las entonces renombradas romerías de ese barrio de Las Arenas. Se iniciaban con una solemne misa a las diez de la mañana en la capilla dedicada a la santa, música y tamborileros por la mañana y tarde. Quien las glosaba en la prensa era un tal “Juan de Bilbao”, lo hacía en “El Noticiero Bilbaíno”, y lo hacía bajo el titulo “Santa Ana en Lamiaco”. Y lo hacía diciendo “...Es costumbre en algunos Estados de Norte-América que han nacido al soplo vivificador de la inteligencia y del trabajo conmemorar en las reuniones que celebran sus habitantes a la manera de nuestras romerías, el recuerdo del hombre que plantó el primer árbol, o construyó la primera casa, o fundó el primer edificio..., Algunas de las ciudades llevan el nombre del fundador, o algo que no le deja en olvido...” Por lo que seguía ensalzando al creador de las también conocidas como “Lagunas de Lamiaco”, recordando que tan solo 26 años antes era una inmensa y abandona laguna, de la que se apoderaba el mar dos veces al día. Y fantaseaba en que el deseo del creador era: “...convertirlas en un fértil y hermoso campo donde creciera la verde caña de maíz y la dorada espiga del trigo...” Nada más lejos de la realidad. Aquellas extensiones de terreno ganadas a las marismas iban a ver crecer la especulación urbanística, lo cual no merma el mérito de sanearlas para la vida ciudadana, pero seguro que no estuvo en el pensamiento de D. Máximo Aguirre, que fueran lugares de pasto y labranza. Y sí respondía más al pensamiento que más adelante su pluma escribía: “...trocados los extensos arenales de Guecho en el plantel de una nueva ciudad del mar Cantábrico...”


Las fiestas de Algorta en 1886 se celebraron los días 31 de julio (San Ignacio) y el 8 de agosto (Octava de San Ignacio). El primer día (31), a las tres y media de la tarde con “Encañadas” y el juego de la “Samaritana” en la plaza de San Ignacio. A las cinco romería en el mismo punto con asistencia de la banda de música y tamborileros. A las diez de la noche se quemaron vistosos fuegos artificiales en dicha plaza. El segundo día (8), a las tres de la tarde se corrió un novillo embolado en la playa de Algorta; a las cinco de la tarde romería en la Plaza de San Ignacio y de diez a doce de la noche baile en la misma. El anuncio lo realizaba el Alcalde D. J. Antonio de Aldecoa el 27 de julio de 1886.

Durante esos días de fiesta el munícipe D. Santiago Diliz anunciaba en la prensa el comienzo de los bailes en el Casino Algorteño. Dieron comienzo el mismo día de la festividad de San Ignacio y se iban a celebrar hasta el 1 de septiembre; el anuncio de los mismos se colocaba en un cartel en el salón del Casino y en el café de dicho establecimiento. Los bailes habían estado suspendidos por “algunas dificultades”, a decir del Sr. Diliz, quien recordaba que era su deseo: “...proporcionar a la juventud, ávida siempre de diversiones, algún recreo...” A los cuales, un avispado “Alma muerta” en una columna que titulaba “Cuentos de Algorta”, dedicaba en el diario “El Norte” de Bilbao, con cierto gracejo, preguntas puntillosas, acerca de su comienzo.

Durante las romerías de San Ignacio, en Algorta, y Santa Ana, en Las Arenas, a pesar de que la prensa las situó en Lamiako, el servicio de vapores, que la “Compañía de Tranvías” de Bilbao-Las Arenas-Algorta fletaba, a las que acudía numeroso publico bilbaino, tenía sus salidas desde Bilbao hacia Las Arenas a las 8,10 y 11 de la mañana y a las 15,30 y 16 de la tarde; mientras que el retorno se hacía a las 8, 9'30 y 12 de la mañana y a las 18,45, 19 y 19,15 de la tarde. El precio del pasaje era de 75 céntimos de peseta, las salidas de mañana de ambos destinos hacían escala en Portugalete.

Durante los días 11 al 13 de agosto se anunciaban fiestas en Algorta. El día 11 de agosto (San Nicolás), tras las consabidas celebraciones religiosas, se celebró una romería en la campa del Castillo a las cinco de la tarde. Por la noche, a las diez, le tocaba el turno al denominado “baile campestre” bajo la casa del consistorio, en la plaza de la Constitución. Al día siguiente le tocaba el turno al Puerto Viejo, con cucaña de patos y romería en la misma plaza del día anterior. El día 13, a las nueve de la mañana, en la ensenada del Puerto, era el momento de correr un novillo embolado; a las cinco de la tarde le llegaba el turno a la romería, que esta vez se celebraba en la Avanzada; por la noche se dispararon unos vistosos fuegos de artificio.


En la fonda San Ignacio, que se abrió al publico en 1882, su propietario fue D. Migel Uria y estuvo regentada por Dña. Gabina Lesaca. Estaba situada en el nº 99 de la entonces calle de la Carretera (Algortako Etorbidea). En ella el martes 17 de agosto de 1886, se celebró una soireé musical, que dio inició con una interpretación al piano por la Sta. Julia Patrón, que ejecutó una composición alemana de Lange, titulada “La canción de la flor del capullo”, le acompañaban Laureano de Eguia y Victor Patrón en el violín y Emilio Icaza en la flauta, actuando como director Emilio Huarte. También intervino Paquita Romero, interpretó “Lasciate mi morir”; el periodista Vicente de Arana, interpretó la canción cómica inglesa “Ten little nig gres”, a la que había adaptado una letra de su propia creación; los vals de J.B. Pagano corrieron por cuenta de Dña. Clementina Arjona de Maidate, que interpretó la obra “Nathalie” de J.B. Pagano. Otra de las obras interpretadas por los Srs. Eguia, Patrón y Huarte, y los niños Echevarria la Llana y Zabalo, fue la zarzuela “La Sevillana”, interpretada por el jovencísimo Jose María Zabalo. La fiesta termino con el coro de señoras, acompañadas al piano por Dña. Clementina Arjona de Maidate y sus hijas Clementina y Margarita de Maidate, que interpretaron “La canción del abanico”, seguido del una danza de origen francés, el “Rigodón”. Era ese año, 1886, la reforma de la pieza contigua al salón de baile del “Casino Algorteño”, que fue transformada en despacho de refrescos (bar). Para el año 1885 había pasado a estar regentada por D. José Valle y Toyos y su dirección facultativa estaba en manos del Dr. D. A. de Barrera

En Andra Mari (Getxo), tras los actos litúrgicos tuvieron lugar el día 15 de agosto (Nuestra Señora) y 16 (San Roque) romerías. Por la tarde en la campa de la iglesia, y por la noche bajo la casa consistorial.

Las costumbres festivas, al parecer, también eran cosa de critica, ya que en una carta al periódico “El Noticiero Bilbaíno” del día 29 de agosto de 1886, alguien que firmaba como “Ogaitnas” decía: “...Ya han pasado las fiestas de San Ignacio, San Nicolás, Santa Ana, Santa María y San Roque, que anualmente celebran en esta anteiglesia..., hay algunos que calzan guantes, visten levita y comen en manteles de lino..., que al ver bailar al son de la popular porru-salda en las fiestas por la mañana, por la tarde y por la noche..., no dudan esos mirones en afirmar “No todos los locos están en Zaragoza”. Pero, amigo director, este es el mundo. Mientras unos brincan y danzan desesperadamente, otros califican este modo de divertirse de locura o cosa parecida..., y sin embargo, este pueblo es más feliz que otros a los que llana dichosos...” Según el firmante los bailes de los soportales de la plaza de San Nicolas iban perdiendo adeptos, trasladándose estos a los salones particulares, como el Casino Algorteño. El tiempo parece que tampoco acompañó esas fiestas, pues resultó metido en aguas, ya que al finalizar su carta decía: “...Pronto nos veremos envueltos en el oscuro celaje del invierno...” Y las fiestas se trasladaban a la villa de Plentzia, para celebrar sus San Antolines.

La picaresca también hacía su aparición en la alimentación, los huevos, artículos de gran consumo, eran traídos desde Galicia de contrabando. Al parecer había vendedoras que se disfrazaban de baserritarras. Uno de estos cargamentos fue descubierto en el barrio bilbaíno del Cristo. La prensa local decía con cierto gracejo: “...¿Cómo los huevos traídos por mar de Galicia y Asturias, que pueden estar frescos allí, pero para recoger y completar cada cargamento se necesita el trascurso de unos meses?...” Y afirmaba: “...!El único que está fresco es el que gasta su dinero en huevos de esta procedencia, que no sabemos con qué fácil procedimiento químico toman la apariencia exterior de los acabados de poner por las gaIlinas!...”

Es curiosa la asociación de ideas que se producía en la época, en cuanto al nombre del Pueblo, ya que la publicidad de las regatas de vela en el Abra de agosto de 1886, entre lanchas de lemanaje que tuvieron un recorrido de seis millas, se celebraron con esta confusión. Entre los suscriptores de premios aparecía el Ayuntamiento de Getxo, y la prensa local decía: “...El Ayuntamiento de Algorta ofrece un premio de 125 pesetas...” ¡Estos de Algorta ya se habían hecho con la capitalidad!.


Era habitual por aquellos días ver anuncios en la prensa ofreciendo “Amas de Cría” y/o “Nodrizas”, generalmente jóvenes de unos 26 años, recién paridas, para amamantar a hijos de familias pudientes. Y la “kukurruku-estul” la tos ferina, ya acechaba a nuestros niños.

Y a pesar de no ser la principal actividad, en aquellos momentos el turismo veraniego, sí era una de las actividades comerciales más importantes de la temporada. El valle del Nervión ya contaba con establecimientos fabriles e industriales, además de la zona minera. La multiplicación de vías de comunicación de Bilbao al mar, que pronto iban a aumentar con dos ferrocarriles por ambas márgenes de la ría, crearían una zona de gran atracción turística. Aquel verano se había visto la zona y Bilbao tan lleno de forasteros que apenas bastaban las instalaciones hoteleras para su hospedaje. Se hacía necesario, decían, crear atracciones para los turistas, igual a las que ya disfrutaban otras poblaciones extranjeras o del nuestro mismo litoral. Se creía conveniente que los ayuntamientos de Bilbao y del resto del Abra, nombraran comisiones encargadas de idear y preparar con tiempo suficiente, nuevos atractivos para la temporada estival de 1887. Se planteaba que: “...Hay puertos en el litoral cantábrico que algún tiempo estuvieron muy concurridos de bañistas y veraneantes y perdieron por completo ese beneficio por matar la gallina de los huevos de oro...”


El servicio de tranvías durante el mes de septiembre ofertaban su servicio para los amantes del teatro, que acudían a Bilbao. Los jueves, domingos y festivos salía un carruaje para Las Arenas y Algorta, siempre que lo demandara un número mayor de diez personas y fueran hasta el punto más lejano del recorrido. Las lanchas dedicadas al servicio de mercancías entre Las Arenas y Portugalete efectuaban las salidas de Las Arenas a la llegada de los coches de Bilbao y de Portugalete cada cuarto de hora, a tiempo para alcanzar la salida del tranvía para Bilbao. El precio del pasaje era de cinco céntimos por persona.


Las mejoras en nuestro pueblo habían comenzado a producirse. La traída de aguas desde Berango evitaba malos olores en varias zonas de Algorta; la actividad de la Fonda San Ignacio, en la que se reunían todas las noches los bañistas y familias distinguidas de Algorta; la actividad tranviaria y las obras del Abra exterior venían a presagiar nuevos cambios, que iban a convertir nuestro pueblo en un lugar de referencia para los visitantes, a pesar de que, como decía al comienzo, se perdería la bella playa de Las Arenas. 

lunes, 21 de noviembre de 2016

EL VERANO DE 1886 -I-




El verano de 1886 se presentaba alegre, bullicioso y con gran afluencia de visitantes en Algorta. De hecho el barrio comenzaba a salir de su habitual monotonía con la llegada del verano. Aquella hermosa estación era esperada “cual náufrago en triste y apartada isla al buque salvador”. Se preveía que la afluencia de bañistas iba a mejorar la de años precedentes, al menos así lo indicaba la demanda de habitaciones, que familias procedentes de Madrid, Zaragoza y otras poblaciones del interior, estaban alquilando. Esto se percibía como una evidencia del crédito y renombre que la población estaba empezando a adquirir como puerto de baños, aunque Getxo tan solo contara con 2129 habitantes.

Tras la decadencia de Las Arenas como lugar de baños, debida fundamentalmente a la pérdida de su inmensa playa por las obras, que de la mano de Evaristo Churruca, verían nacer los contramuelles. Poco a poco irían desapareciendo sus emblemáticos establecimientos veraniegos (Baños de Mar Bilbaínos, Felipa Bustingorri, Las Delicias...), los hoteles y fondas que cubrían la demanda veraniega, verían también mermar su demanda.

Empezaban a ganar terreno los algorteños; primero en 1886 “La Perla” y más tarde en 1913 “Igeretxe”, según se escribía en la época “debido a los altos precios de los de Las Arenas”. Sus fondas y hoteles (“La Fonda San Ignacio”, “Hotel de Justo Ugarte”...) y las casas particulares venían a mejorar la oferta. La compañía de tranvías de Bilbao a Algorta estableció un servicio diario de carruajes con salidas desde Algorta a las 9,30 de la mañana y 6,30 de la tarde. El precio del transporte era de 2 pesetas.


Por otro lado sus nuevas obras de conducción de agua potable desde los cercanos montes de Berango, se estaban ejecutando con extraordinaria rapidez y los depósitos así como las conducciones estaban llegando a su fin. Se preveía que su puesta en marcha fuera para últimos de agosto de 1886. El proyecto de la traida de aguas potables llegaba hasta el barrio de La Arenas, lo que ayudaba a mejorar los servicios para esta población. El consistorio contrató aquel verano una “renombrada charanga” para que animara el ambiente en el barrio. La prensa decía “...para alegrar el concurrido y lindo paseo de La Avanzada...”

Algún vecino señalaba como prioritarias las obras a realizar para realzar el barrio. Decía de la playa de Ereaga : “...¿Porqué se tiene tan olvidada, o mejor dicho, tan abandonada la playa de Ereaga?...”También animaba al consistorio a emprender las obras de la carretera desde Algorta al Semáforo (La Galea), criticando que se invirtieran dos mil duros en la realización de la carretera que conducía a la playa de Arrigunaga. No parecía que el referido sujeto fuera amante de las diversiones mundanas, ya que al referirse a la celebración aquel año de la festividad de San Antonio en Martiartu, que había visto transcurrir en medio de un desapacible tiempo, comentaba: “...el día de San Antonio en Martiartu, donde se venera en humilde ermita al “Martillo de los herejes”..., tuve ocasión de ver a la mayor parte de las señoritas de este pueblo, rindiendo culto, primero con especial fervor al santo de Padua , y después a “Terpsicore” !contrastes de la Vida!...” Relataba la vuelta a casa tras la romería: “...se efectúa por estrechas veredas, interrumpidas por riachuelos. Esto hace que los “pollos” rivalicen en finura y galantería con las damas. ¡Qué cuadros tan pintorescos y animados!...” Añadiendo a continuación una aseveración que hoy resultaría incomprensible: “...los que ya somos casi viejos...”, y citaba a Espronceda: “...!Treinta años! Funesta edad de amargos desengaños...” Parece la crónica de un joven convertido en viejo prematuro.

En 1879 se había publicado una guía médica de Bizkaia. “El Noticiero Bilbaino” hacía referencia a la misma en julio de 1886. En ella se hablaba sobre la antigüedad y utilidad de los balnearios marítimos y terrestres en el tratamiento de enfermedades. Aquella guía fue elaborada por el Dr. Gil y Fresno. El galeno afirmaba que se remontaban a la más oscura antigüedad, fabulaba sobre Venus, diosa del amor: “...surgiendo resplandeciente y hermosa del fondo de los mares...” Para justificar sus aseveraciones recurría a Platón quien: “... a su paso por Egipto con objeto de ver a los adivinos, cayó enfermo, y los sacerdotes le curaron con los baños de mar...” Y añadía: “... Lava el mar las dolencias del hombre...” Tras hacer un recorrido por los balnearios y playas de Bizkaia (Pobeña, Zierbena, Portugalete, Plentzia, Baquio, Bermeo y Ondarroa...) llegaba a los de Getxo. Las Arenas ocupaba el primer lugar: “...Frente por frente con Portugalete se ha creado en nuestro tiempo una estación balnearia..., indudablemente es la primera de Vizcaya por la seguridad de su extensa playa..., por la hermosura de los edificios que la pueblan y sobre todo por Ia particularidad, rarísima, a orillas del mar, de los dilatados, sombríos y frescos bosques que casi tocan con su playa. El magnifico establecimiento que lleva el nombre de “Baños de Mar Bilbainos”, la galería balnearia adjunta, las fondas y casas de huéspedes que allí abundan, y la gran comodidad y seguridad de la playa hacen de Las Arenas un lugar recomendable como balneario..., se esta terminando, también en su centro, un teatrito, donde no tardara en actuar un cuadro de modestos artistas..., las comunicaciones entre Bilbao y Las Arenas son cómodas y baratas por medio del tranvía de Bilbao a Algorta y los vaporcitos que ya, merced a las grandes obras de mejora de la ría, pueden hacer el viaje sin necesidad de esperar a la pleamar...”


En ella se mencionaba el barrio de Algorta, del que se decía: “...la populosa, blanca, limpia y hermosa Algorta, de ricas y abundantes aguas potables. Se asienta en una planicie que se extiende hasta la punta de la Galea. Es una población naciente compuesta de elegantes y cómodas casas colocadas sin orden de alineación, edificadas en su mayor parte por navegantes que, cansados de romper mares, han venido a establecerse en este punto con el fin de pasar tranquilos el resto de sus días. Casi todos los edificios de Algorta son de purísimo color blanco. El forastero encuentra en este puerto todas las comodidades que puede apetecer. Playa de menuda arena y suave declive, resguardada de los vientos. Algorta no ha cesado de progresar en población, en embellecimiento ni en comodidades. La bajada y subida de la playa, que eran algo penosas, no tienen ahora aquel inconveniente, porque acaba de hacerse un hermoso camino, por el que transitan cómodos carruajes que por un insignificante precio facilitan la bajada y la subida. La gran fonda de San Ignacio los tiene propios para los que se hospedan en ella. En cuanto a hospedajes para el forastero, los tiene Algorta arreglados a todos los gustos y fortunas...” La Fonda San Ignacio era un establecimiento muy acreditado en los medios bilbaínos, disponía de habitaciones y mesas de comedor con vistas al campo y mar, salón de baile con dos pianos; disponía de hermosos jardines con frondoso arbolado; el tranvía de Bilbao pasaba junto al establecimiento. El fondista era el D. Jose Valle Toyos.

Tras un largo repaso de todos ellos concluía: “...Causan buenos resultados en las indisposiciones del aparato gastrointestinal, digestiones difíciles, gastralgias, infartos del hígado y bazo, de las vías genitourinarias como litiasis renal, cistitis crónicas, espasmos del cuello de la vejiga, cólicos nefríticos, enfermedades de los órganos respiratorios. como laringitis, catarros bronquiales y pulmonares...”

La propia Compañía del tranvía de Bilbao a Las Arenas mejoraba su oferta veraniega, poniendo al servicio de los viajeros desde el día 5 de agosto, su cochecito salón de diez asientos, haciendo un viaje diario, cuya salida de Bilbao tenía lugar a las cinco do la tarde, y el regreso de las Arenas a las diez de la noche. El precio del billete de ida era de dos reales. Aunque al parecer, en los días de lluvia, se mojara uno dentro del coche, tanto como si fuera en el exterior.


En la próxima entrada seguiremos viendo los cambios y costumbres de aquellos días del verano de 1886.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

LOS CABALLEROS MOLESTOS



Los caballeros molestos, así los definían en 1870 en el barrio de Las Arenas. Pero antes de ir a los hechos que dieron lugar a esa denominación, veamos un poco de historia sobre la mendicidad y el vagabundeo:

A lo largo del Siglo XVIII ya se les dedicaban decretos forales a los marginados sociales, algunos de los cuales llenaban los hospitales, a quienes se llamaba “Mal entretenidos o gentes de mal vivir”. En algunos países se hablaba, para definir si situación jurídica de “Orgía legal”, por la multiplicación de decretos que se les aplicaba (Era el caso de los vagabundos en la Inglaterra de los Tudor). En el Señorío de Bizkaia eran muchos los colectivos marginales a quienes de dedicaba legislación, tal era el caso de los gitanos, vagabundos y gente de mal vivir, aunque también se hablaba de los mulatos y negros. Llegándose a decir en 1713 sobre las repúblicas (Municipios): “...consienten en sus jurisdicciones a vagabundos y gentes de mal vivir...” En 1765, el “Señorío de Vizcaya” dedicaba una real orden de “Aprensión de ladrones y malhechores”, que era precedida en su firma por el Secretario del Señorío y Escribano Real D. Juan Bautista de Arias. En la misma se indicaba: “...a fin de que se practiquen las más eficaces diligencias para la aprehensión de Ladrones y Malhechores...”

Más tarde, en 1784, el Señor D. Joseph Colón de Larreategui Corregidor del M.N. y M.L. Señorío de Vizcaya dijo: “...que siendo muy conforme la expulsión de Mendigos, y Vagos forasteros de todas las Repúblicas, y Villas de este Señorío de donde no sean vecinos, o naturales, a la Real Pragmática-Sanción de diez y nueve de septiembre de mil setecientos ochenta y tres... en que se dan nuevas reglas para contener, y castigar la vagancia de los que hasta aquí se han conocido con el nombre de Gitanos, o Castellanos nuevos..., se ordene, los Alcaldes, y Fieles Regidores de todas las Villas cuiden, y celen de que cada Villa, o República mantenga sus Pobres, sin permitir se introduzcan en sus respectivas Jurisdicciones forasteros de cualquier clase, y calidad que sean...”


Ya llegado el Siglo XIX, la mentalidad de algunas voces, en 1902 llevaron a pronunciar las siguientes frases en una conferencia dada en Bilbao: “...no debemos permanecer silenciosos los que habiendo estando al frente de las corporaciones locales hemos sido menos afortunados en la extirpación de este cáncer..., El vagabundo que vive a costa de los vecinos constituye un centro gravoso para los que trabajan; la holganza le arrastra insensiblemente al camino de la delincuencia y sus vicios pervierten e infeccionan aun a los hombres honrados y laboriosos...” A algunos colectivos que por su nivel de pobreza se dedicaban a los hurtos y robos, y eran procesados por mendicidad, se les aplicaban normativas de vagos y maleantes. Entre ellos se encontraban los afiladores, buhoneros, caldereros, esquiladores de caballos, chatarreros y vendedores ambulantes.

Y a pesar de lo que dijeran algunos viajeros ilustrados que visitaron nuestros pueblos, como Jovellanos, quien escribiera que: “...no vi ni un pobre en Bilbao...” la realidad delataba que la mendicidad era algo que molestaba a algunas capas de la población, sobre todo las mejor poseídas.

Aunque los “problemas de mendicidad” ya venían de lejos, en 1.845 se daban situaciones de pobreza y marginalidad, por lo que en esas fechas el Consistorio de Getxo publicó un “Bando de la Mendicidad” en el que se hacia referencia al elevado numero de mendigos que “...vagan por nuestros pueblos, robando a los verdaderos pobres, y que alcanzan, además de una caridad mal entendida, fomentar la vagancia y alimentan la pereza, poniendo en peligro la propiedad privada y pueden causar males que no deben tolerarse...”

En una sesión municipal celebrada el 10 de agosto de 1870, a la que asistieron ilustres vecinos de Getxo, entre ellos el Alcalde D. Luciano de Alday y los señores capitulares Arteta, Diliz, Aldecoa y otros, se iba a tratar el asunto de los mendigos. Y curiosidades de la vida, en ello se iba a ver implicado uno de los símbolos del muelle de Las Arenas, el molino de “Esacerrota”. Dicha almazara, que fue propiedad de D. Andrés de Cortina, y sobre la que ya traté en mi entrada del miércoles 26 de junio del 2013, había sido invadida por unos vagabundos. Se trataba de un grupo de gentes llegadas, a decir de los vecinos: “...mendigos de ambos sexos, extraños a este País...” Posiblemente de etnia gitana, por la descripción que de ella hacían: “...que con sus caballerías y carros han tomado por habitación las ruinas de la casa molino...”


Aquellas gentes a quien se consideraba vagabundos y ladrones, llegaban del otro extremo de Europa, procedentes de Hungría o Rumania, otros vivían en la Península Ibérica. Sus atuendos vistosos, raídos y muchas veces sucios por su condición humilde, escasez de medios y costumbres, de colores chillones. Las mujeres vestían faldas largas y blusas de encaje y se recogían el largo cabello en un moño o en trenzas, sus frentes a veces cubiertas con una hilera de medallas y al cuello collares. Los hombres llevaban trajes de pana, camisas de cuello abierto y sombrero de paño. Las familias viajaban en grandes grupos durante el verano y en invierno acampaban cerca de una población. Eran en su conjunto nómadas, con idiomas o jergas diferentes a los utilizados en nuestro entorno, de ellos se solía decir que utilizaban: “...“una jerga que hablan los rufianes y gitanos...” También se los definía como “...Ladrones de gallinas y pollos...”

A su llegada nuestro pueblo, eligieron los lugares públicos para mendigar propinas o pedir comida. Dicen que enseguida empezaron a desaparecer cosas, aunque esto quizá respondiera más a aprensiones que a realidad, aunque no es descartable que algún pollo volara a sus ennegrecidos pucheros. Sus lugares preferidos fueron la plaza del mercado y los paseos principales. Sus carros eran tirados por viejos jumentos. Las ollas colgadas de un tridente sobre hogueras condimentaban comidas, como la olla gitana o el caldillo de perro, humeaban sobre una pira de madera ardiente, eran exteriormente de un color negruzco, que alimentaba el prejuicio de los lugareños.

Algunos vecinos, seguramente de familias acomodadas, urgieron a la alcaldía a nombrar: “...un dependiente residenciado en este barrio a fin de que desaparezcan los mendigos...” Y recordaban al Alcalde que: “...se halla prohibida la postulación en esta provincia..., a fin de evitar consecuencias desagradables y perjuicios de consideración, que podrían causar la reunión y estancia de mendigos en este barrio haciendo volver a los que llegan desde Bilbao por carretera...” De lo que se deducía que existían dos tipos de mendigos, los nómadas ambulantes y los pobres de necesidad de la Villa bilbaína. Parece también, que la problemática subyacía en los hosteleros, era incipiente la inauguración de los “Baños de Mar Bilbaínos” en Las Arenas que se produjo el día 1 de julio de 1870 y atraía a numerosos visitantes de Bilbao y otras zonas del Estado, ya que se fijaba como necesario mantener aquel servicio hasta el 30 de septiembre. El consistorio nombraba a D. Juan de Sesúmaga, con un sueldo de cuatro reales diarios para que: “...no permita a ninguna persona pedir limosna en el barrio de Las Arenas, y despache del mismo a todos los mendigos, haciendo volver atrás a cuantos se dirijan por el camino de Bilbao hacía este punto...”

Más tarde, en 1880 se publicaría el “Bando de Buen Gobierno”, en el que en su articulo 10º, se advertía de la prohibición de ejercer la misma a “...todos los que no fueran vecinos de Getxo, así como a cualquier forastero que quisiera implorar caridad publica...”



La prensa de la época tampoco era ajena a aquella caza de brujas, el diario “El Noticiero Bilbaíno” dedicaba durante los meses de verano artículos de opinión relacionados con la mendicidad. Cargados de generalidades, y quizá mala fe, en los que dejaba sibilinamente perlas como ésta: “...Dicen que llegó de Sevilla, donde había ejercido por espacio do mucho tiempo la profesión de chalán, gordo y colorido, de mediana estatura, pegándose la pared del convento, parecía uno de aquellos frailes rebosantes de salud, el pordiosero tenía para todos los transeúntes una frase agradable y picaresca... El vago pedigüeño no conocía ni de oídas la vergüenza, como sucede a muchos otros en esferas sociales más altas. Con estas vulgares picardías explotaba admirablemente la imbecilidad humana, sacando al cabo de algunas horas para comer y beber hasta hartarse...” Con chalanes literarios, como aquel articulista, no es extraño que la opinión de los acomodados vecinos, pidiera la expulsión de aquellos seres marginales, que ensombrecían “el buen vivir, la elegancia, y las buenas maneras” de aquel barrio de señoritos veraneantes.

lunes, 14 de noviembre de 2016

LAS CANTINAS ESCOLARES EN GETXO -II-



Al terminar mis entradas sobre la vida en Getxo durante 1932, me he dado cuenta que en algunas ocasiones mencionaba a las “Cantinas Escolares”. Recordar que esas cantinas se hicieron para atender a niños cuyas familias no tenían medios. Y que los primeros programas de alimentación asociados a la enseñanza tuvieron su origen en acciones caritativas de personas con altos niveles de renta.

Y a pesar de que sobre ellas ya hablé en mi entrada “Las Cantinas Escolares en Getxo” de agosto del 2012, al hacerlo dejaba un poco diluidos algunos de los aspectos de las mismas. Sobre todo las condiciones sociales que llevaban a demandar aquel servicio. Y es por eso que vuelvo a traerlas a estas páginas.
Ya desde primeros de año, en 1929, la precariedad en las vidas de muchos vecinos, llevaban a tener que recurrir a la beneficencia. Prueba de ello es que en el vestíbulo del Ayuntamiento, y ante el alcalde, D. Juan L. Prado Mathurin, concejales y señores de la Junta de Beneficencia, se repartieron ropas y calzados a los niños pobres de la localidad. A la vez se inauguraban en el barrio de Santa María las Cantinas Escolares. La misma prensa decía: “...No ha de sobrecogerse acaso nuestro ánimo al oír que por haber hambre y frío, reclaman, en el día de los Reyes Magos, alimentos y abrigo pobres niños, asilados o no, que antes pedían juguetes..., y mientras suena como mágica la palabra Bolsa..., el oído del modesto empleado o del sufrido trabajador..., cada vez que el módico sueldo y el jornal irrisorio han de librar batalla con el precio inusitado que alcanzan los artículos llamados de primera necesidad, en cuya lista, no sólo está el pan..., conduce a alarmantes situaciones...”

En las escuelas de Las Arenas para poder acceder a esos comedores escolares se ponían como elementos a considerar: que la alimentación del niño en su casa fuera insuficiente por carecer de recursos; la edad, siendo preeminente que fuera de menor a mayor; la asistencia regular a clase, el comportamiento y la higiene. Se aconsejaba que previamente se les realizara un examen médico, así como suministrarles en caso de carencias: reconstituyentes, glicerofosfatos y emulsiones. Se recomendaba suministrar a aquellos niños: como calzado “becerro negro”, se llamaba así a las botas de agua y capas de lana impermeables.


El día 11 de diciembre de 1928, el Alcalde de Getxo D. Juan L. Prado Mathurin, envió una circular a los centros escolares del municipio para que los centros enviaran una relación de los niños que acudían a las escuelas, indicando los que fueran sujetos de auxilio por la pobreza de sus familias y la distancia que tuvieran que recorrer para asistir a clase. Y es a partir de los resultados de esas relaciones, y de las situaciones que reflejaban los listados, que podemos ver la precariedad en la que vivían muchos getxotarras:

Solo en las escuelas de Santa María de Getxo eran 53 los niños para los que se solicitaba auxilio; en las Escuelas de Zabala (Algorta) eran 35 los niños para los que se demandaba aquella ayuda; de las Escuelas de la Fundación Cortina (San Martin-Algorta) 9 eran los necesitados; en las de San Ignacio se atendía a 21 niños; en las de Las Arenas ascendía a 41 el número de niños, cuya procedencia era de los distintos barrios (Santa Eugenia, Santa Ana y Las Arenas), la mayoría de niños necesitados eran de la Vega de Santa Eugenia; también el hospital Hospicio de Algorta formaba parte de aquellas cantinas escolares, El número era excesivo, por lo que la alcaldía envió otra circular, en la que se les recordaba que las características de los niños hacía quien se dirigía aquellas ayudas, las mismas eran para niños pobres y que asistieran con puntualidad a la escuela; quedando exceptuados los hijos de propietarios, a quienes se consideraba miembros de familias acomodadas.

La cantina escolar de Las Arenas fue atendida por la vecina del barrio Dña. Águeda Mendaza. Los menús constaban fundamentalmente de legumbres (Alubias, garbanzos y lentejas), a los que se les podía añadir patata y chorizo; los segundos platos solían constar de carne, excepto los martes y viernes que eran de huevo; los postres se alternaban el membrillo con las galletas y la fruta. Aquellos menús se servían todos los días de la semana, sábados incluidos. Algunos productos, que los médicos indicaban para los pequeños, eran “Tetrarcal” y “Phasfe”, que tenían en sus componentes calcio, indicado para los problemas de hipotiroidismo, que era endémico en la época.

Las cantinas dejaron de funciona, temporalmente, una vez transcurrieron los días que estimaron más crudos del invierno, según decía, el secretario de la Junta Local de Enseñanza, en un escrito del 26 de febrero de 1929: “...En atención a que por la época en la que se encuentra la temporada invernal, es de presumir que ya han transcurrido los días de mayor rigor..., a partir del día primero de marzo dejan de funcionar las Cantinas Escolares en este Ayuntamiento...”

También fueron lugar de visita de los benefactores, quienes solían acudir a ver su obra. El martes 15 de enero de 1929, se solicitaba la ayuda de diversas familias pudientes del Municipio, a quienes se remitió una carta indicándoles la posibilidad de asistir, al comienzo de dicho servicio: “...por si gustase de presenciar el acto de reparto de la comida a los niños de la citada Cantina...”

Esas “Cantinas Escolares” siguieron funcionando a lo largo del año 1934 y 1936. Durante 1934 la frecuencia de funcionamiento fue de 83 días en todos los centros. Las asistencias a las mismas se cifraban en: escuelas de Santa María 50 niños asistentes; escuelas de Zabala, 60 niños; escuelas de San Ignacio 66 niños y escuelas de Las Arenas, 60 niños. Las mismas provocaron unos gastos de 9.162,40 pesetas, gastos que fueron sufragados mediante aportaciones de benefactores y por el consistorio.


Las compras realizadas a lo largo del año nos hablan de algunos de los comercios existentes en Getxo cuyas facturas podemos observar sobre estas lineas. Entre los mismo se encontraban:

Panaderías: “Viuda de Aguirre” cuyo despacho estaba en la calle Las Mercedes de Las Arenas; “Panadería la Algorteña” de Juan Azcorra, cuyo establecimiento estaba en la Avenida Basagoiti; “La Amistad” de Angel Astorqui, cuyo despacho estaba en la Avenida de Algorta.

Ultramarinos: “Lorenzo Berecibar” que tenía establecimientos en la Avenida Basagoiti de Algorta y en la calle La estación de Las Arenas; “Candido Rosáenz”cuyo establecimiento estaba en la Avenida Basagoiti.

Carnicerías y tocinerías: “Marcelino Zabala” que estaba en la Plaza del Mercado de Las Arenas; “Ignacio Zalvidea” que tenía su establecimiento en la Avenida Basagoiti; “Gabriel Teneria” cuyo despacho estaba en la Avenida de Algorta (Frente al Casino).

Fruterías: “Toribio Aldonza” que tenía su tienda en la calle Paulino Mendivil de Las Arenas; “Manuel Lamiquiz” que tenía su establecimiento en la calle Urquijo de Las Arenas.

Carbones y antracitas: “Alfredo Valdemoro” cuyo establecimiento estaba en la calle Juan Bautista Zabala de Algorta; “Carbones Neguri” que estaba en el barrio del mismo nombre.

Otros establecimiento eran: “Coloniales Sebastian de la Fuente” cuya tienda estaba en la Avenida Basagoiti; la cacharrería cristalería de “Miguel Reparaz” cuyo establecimiento estaba en la Avenida Basagoiti.

En 1936 se elaboraron unas relaciones de aspirantes a beneficiarios de las mismas y las hojas de solicitud de inclusión, las cuales además del número de niños atendidos nos ofrecían una fotografía de la situación económica de aquellas familias. La cual podemos comparar con los precios de mercado existentes: Alubias: 1,70 pesetas el kg; Lentejas: 1,40 pesetas el kg; Garbanzos: 1,20 pesetas el kg; Patatas: 0,25 pesetas el kg; Arroz: 0,75 pesetas el kg; Aceite: 1,75 pesetas el lt.

Y mientras los alcoholes, las bodegas vinícolas y otros “valores” cotizaban en la bolsa sobre las 800 pesetas, los salarios de las familias que demandan ayuda eran de miseria. Los precios, incluso en el mercado de Las Arenas, eran excesivamente altos, lo que obligó a principios de año a tomar cartas en el asunto a la Junta de Administración del mercado de Abastos de dicho barrio, estudiando establecer la fijación de precios. Para poder comparar la diferencia entre salarios y precios baste este pequeño apunte: Según la Junta provincial de Abastos, el precio de las vainas estaba a 3 pesetas el kilo; las cebollas a 0,80 la docena; las naranjas a 1,20 docena; las manzanas a 2; los huevos frescos 2,30 la docena; las patatas nuevas 0,75 kilo; las gallinas a 6,50 la unidad; los pollos 6; los conejos a 3,60; la merluza a 6,40 kilo.


En los listados de los solicitantes de auxilio que se elaboraban, aparecían datos que nos hacían ver la penosa situación por la que pasaban muchas familias. Se daban casos de familias numerosas, como la de un pinche de la Delta, compuesta por 15 miembros, de los que tan solo uno tenía trabajo y sus ingresos eran de 3 pesetas al día; en otros casos el trabajo era de dos días semanales. Otros casos, parecían más afortunados, ya que de los 8 miembros de la familia, dos trabajaban, obteniendo unos ingresos netos de 16,50 pesetas diarias. Mientras que de otra de aquellas familias compuesta por 7 miembros, solamente el cabeza de familia tenía trabajo, obteniendo unos ingresos de 8 pesetas diarias. Algunas familias, como una cuya residencia estaba en la Vega de Santa Eugenia, compuesta por 7 miembros, tan solo uno de los hijos tenía empleo como aprendiz en Talleres Urquijo, por lo que recibía 2 pesetas diarias. Mientras que en otra de la misma Vega, compuesta por 6 miembros, todos ellos estaban en paro. Incluso en algunos casos, eran los hijos más jóvenes quienes, siendo 6 de familia, podían aportar al sustento de la prole 3 pesetas diarias, y la madre sirvienta 1 peseta diaria. Muchas eran las profesiones, cuyos emolumentos no subían de las 3,5 pesetas diarias, era el caso de una panadera del Puerto. Quizá el caso más sangrante que aparecía en los listados, fuera el de una familia de 11 miembros, residente en la calle Sarricobaso, cuyos ingresos tan solo ascendían a 1 peseta diaria.


Como decía al principio, el mantenimiento de las Cantinas Escolares de Getxo fue posible gracias a las ayudas de beneficencia y a los esfuerzos municipales. En relación con la beneficencia, en la fotografía superior se pueden ver los nombres de algunas familias económicamente pudientes, que colaboraron con el mantenimiento de los comedores municipales en los años treinta. La historia a veces parece reescribirse, hoy, ochenta años después, y sin que se llegue a aquellos niveles de pobreza, cientos de familias vuelven a sentir el zarpazo de la exclusión social. Y como decía un articulo de un diario bilbaíno de 1935, al referirse a aquella lacra social: “...la trascendental importancia del paro obrero en la formación de las futuras generaciones, genera efectos sobre la infancia..., y no se podrá exigir por la fuerza orden y moral, honradez y sacrificio a quienes han vivido en el antro del dolor...”