jueves, 31 de enero de 2019

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -78-



En la anterior entrada veíamos cómo algunas obras del barrio de Algorta servían para mejorar la zona de Jardingana.

A finales de 1887 la forma habitual de transportar los materiales de desecho o para obras nuevas, así cómo las mercancías entre nuestros barrios, era mediante carros de bueyes. Avanzada la primera mitad del Siglo XIX, en la que se abrieran los caminos que recorrían las orillas del Nervión, el tráfico de carretas era intenso entre la Villa y Getxo y los carreteros acercaban a nuestro pueblo las mercancías que el mercado demandaba. Muchas fueron las actividades carreteriles, que ya en el lejano mayo de 1874, en el que los carreteros habían tenido que acudir a Bilbao para trabajar en la fortificaciones, sus descuidadas formas de transporte: “...Dejaban que sus “caballerías” se movieran sin ir ellos en cabeza...” Dieron lugar a la publicación de un bando: “...Ordenando a los carreteros que vayan delante de los bueyes dentro de la población para evitar desgracias personales...” Carreteros que ya eran mencionados en las actas de las Juntas Generales celebradas en la Villa de Bilbao el 3 de septiembre de 1876: “...Que los carreteros de Guecho que devengaron jornales en Bilbao acudan con sus reclamaciones al distrito a que pertenece la Anteiglesia...” Incluso los carreteros eran contratados para transportar desde Bilbao el petróleo que se utilizaba para el alumbrado público durante las fiestas de Las Arenas. Terminaron con sus servicios a la comunidad, siendo tratados con gran deferencia por el propio Consistorio, quien en muchas ocasiones se preocupaba de que estuvieran debidamente alimentados, ya que durante el otoño eran los encargados de mantener en buen estado los caminos rurales.

Los reglamentos para el uso del agua también fueron necesarios en Getxo, el 24 de noviembre de 1887, el Consistorio informaba del: “...Proyecto de reglamento formulado para los lavaderos de Alango y San Martín, construidos últimamente...” En dichos lavaderos fueron colocados colgadores de ropa con ganchos de hierro. Constaba de siete artículos y fue puesta una copia en cada uno de los lavaderos. Para el acceso desde algunas zonas alejadas del municipio se arreglaron algunos pequeños puentes, como fueron los de “Iturguichi e Ibatao”. También algunos de iniciativa privada como los solicitados para construir por D. Miguel Antonio Victoria y D. Teodoro Urtueta: “...Para construir a su costa dos puentes sobre el río Gobelas al este del cerrado de D. Niceto Urquizu, en el barrio de Las Arenas...” Se trataba de unos terrenos situados en la Vega de Santa Eugenia.

El registro de propiedades continuaba y a primeros de diciembre de 1887 le tocaba el turno a la llamada “Goicoeche-vieja” de Santa María de Getxo, que era registrada a nombre de D. Irineo Ramón Diliz.

La actividades comerciales eran otras de las actividades que se iban abriendo paso en nuestros barrios. El 1 de diciembre de 1887, D. Miguel Paris y D, Juan Eguia solicitaban por separado permiso para: “...Expender vino y otros licores al por menor en los establecimientos que hemos abierto en el barrio de Las Arenas...”

El 7 de diciembre de 1887, el Ayuntamiento de Getxo acordaba: “...Según costumbre de años anteriores, se alquile un coche tranvía, para que el día 10 del actual, se transporte a los mozos del reemplazo de este Pueblo hasta Bilbao para ser entregados en caja para el sorteo...” El importe de aquel transporte supuso un gasto de 23,87 pesetas para las arcas municipales.


El socorro de lactancia era una de las actividades de beneficencia que el Ayuntamiento de Getxo cubría para evitar que algunos niños recién nacidos, sobre todo de familias pobres, no llegaran a su primer año de edad. En algunos casos esta leche era sustituida por la de cabra y asna. Y en familias pudientes por amas de cría (nodrizas). Como decía, los actos de beneficencia se realizaban a petición de familias humildes, fundamentalmente debido a carecer de recursos, cuando por ejemplo habían tenido más de un hijo a la vez, o no tener suficiente leche materna la madre. En algún caso como el de un matrimonio en esta condición: “...Por carecer de recursos el exponente para pagar nodriza...” El Ayuntamiento acordaba: “...Conceder socorro de 15 pesetas mensuales durante 15 meses. Y si antes muriese la madre se pagaran a la persona que amamante de la niña…” Para comprobar que el servicio contratado era efectivo se estipulaba que: “...La nodriza deberá presentar a la niña en el Ayuntamiento el primer jueves de cada mes...” Por esos días los anuncios en la prensa de nodrizas que se ofrecían para amamantar a recién nacidos eran habituales. En el “Noticiero Bilbaíno” aparecía el siguiente anuncio: “...Se ofrece como nodriza, casada de 23 años, con mes y medio de parida para criar en casa de los padres a una criatura...” Algunos más curiosos, cómo si se tratara de un expendedor comercial de los actuales, ofrecía: “...Nodriza con buenas condiciones de leche fresca...”


El estado de algunas carreteras de competencia de la Diputación Provincial estaban en un estado lamentable por lo que el Ayuntamiento de Getxo acordaba dirigirse a dicha autoridad: “...Llamando su atención sobre el mal estado en que se encuentra la carretera de Las Arenas...”

Y llegando ya la época de las fiestas navideñas, era el 22 de diciembre de 1887, algunos puentes levantados en el Gobela, en la zona llamada bajo de Villabotas, creaban problemas a los propietarios de algunas heredades, por lo que D. José Antonio Bareño y otros seis propietarios se dirigieron al Ayuntamiento: “...A consecuencia de los puentes levantados sobre el río, les causan muchos perjuicios en sus heredades los carreteros que transitan por las mismas debido al mal estado de camino. Por lo que solicitamos se prohíba el paso de carros por aquel punto...” El Ayuntamiento, que no deseaba enfrentarse a los carreteros, adujo: “...No tener atribuciones para intervenir en las propiedades particulares...” Algunas heredades del municipio como la de D. Asensio Lugaresaresti estaban sembradas con cepas de vid.

Por aquellos días el responsable de los trabajos de cantería en el Campo Santo era D. León Landeta.


Todavía en esa fecha Getxo no tenía teléfono, y el único número enganchado a la línea existente en Bilbao era el del Ferrocarril de Bilbao a Las Arenas que tenía de los 89 números existente asignado el N.º 77.

Finalizaba diciembre y con ello el año 1887. El 29 de diciembre cuando se daba lectura a la formación de la comisión nombrada para la selección del compromisario para las elecciones a senadores, la formaban los diez concejales y el cuádruplo de los mayores contribuyentes (Pudientes). Al terminar el año 1887 a punto de empezar el año 1888, la prensa bilbaína decía: “...No podemos menos que pensar en lo que acaba y en lo que empieza, esos odios políticos implacables y esas descaradas ambiciones de poder, esa desconfianza, esa ojeriza constante...” Da la sensación de estar leyendo un capítulo de la actual historia.

Y terminaba el año con una relación para las buenas mesas de los precios de un producto muy demandado por entonces, las ostras, cuyo precio iban desde las 120 pesetas para las de 9 a 12 milímetros, el millar a las 40 pesetas las de tercera clase, también el millar. Mientras que una buena botella de vino francés de “ Saint Emilion” tan solo costaba 3,5 pesetas.

En la próxima entrada veremos cómo con la llegada del año 1888 el Ayuntamiento hacía balance económico de sus arcas. Y la preocupación del edil Eladio Sustacha por la educación en nuestro Pueblo.

lunes, 28 de enero de 2019

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -77-



En la anterior entrada veíamos cómo tras la vista al concesionario de la estación telefónica de Bilbao y conocer las tarifas y bases para el enganche, acordaron que cuanto antes se instalara dicha red en esta población.

Era el 13 de octubre de 1887 y la Alcaldía estaba a cargo de D. Pedro Amezaga. En esos días las obras en el municipio se extendían y la solicitud de permisos para ellas llegaban de la mano de varios vecinos, uno de ellos pertenecía a una de esas familias que arraigaron en Algorta, los Cortina. La solicitud venía firmada por el vecino de esta localidad D. Bonifacio Cortina, quien actuaba en nombre de D. Juan Bautista Cortina de Uribe, este último vecino de Bilbao. Se trataba de la autorización para realizar unas obras en el exterior de la casa “Amorotoena de Cortina”, situada en la calle San Nicolás, haciendo esquina con la calle Mayor (Actual Avenida Basagoti), en la plazuela de “Jardingana”, en el edificio donde se encuentra actualmente “Kafe Mamarro”, en el N.º 76 de dicha Avenida. Aunque con el mismo nombre de casa, “Amorotoena”, existían otras dos propiedades, estas estaban a la izquierda de la plazuela de “Jardingana”, una de ellas frente a la actual calle “Abasota”. Para situar un poco la zona en esos años, decir que frente a esta plazuela se encontraba el huerto de Alday y dentro de dicha propiedad el edificio donde actualmente se encuentra el “Centro de Salud Mental Uribe”, un edificio de 1868. Pero siguiendo con los datos referidos a la obras de los Cortina, en esa fecha, decir que el solicitante D. Bonifacio Cortina vivía en la casa llamada “Basalduena”. Para mejorar el aspecto de la plazuela se acordó colocar tres bancos con respaldo de madera.

En esa misma fecha el presbítero de Getxo D. José Gorrondona y Diliz solicitaba inscribir a su nombre en el Registro de la Propiedad la casa de Santa María de Getxo llamada “Cortiñe”, junto a todas sus propiedades.

El 20 de octubre de 1887 todavía seguía dando el consistorio vueltas qué sistema de comunicación era más adecuado y económico para Getxo, si el teléfono o el telégrafo, tanto para el servicio municipal como del resto del público de la Anteiglesia.


En esa fecha fue cuando por primera vez se solicitó, por parte del maestro de la Escuela Pública de Niños de Algorta, que se estableciera cómo festivo para los alumnos los jueves por la tarde. El tema pasó a la Junta de 1ª Enseñanza para que se pronunciara al respecto.

Y teniendo en cuanta el real Decreto del 18 de de septiembre último sobre el Censo General, el consistorio acordaba nombrar una Junta para confeccionarlo. La Junta estuvo compuesta por diversas personalidades de la vida local: estaba encabezada por el Alcalde D. Pedro de Amezaga y todos los concejales; los dos curas párrocos de la anteiglesia D. Julian Arrien y D. Francisco Ugartechea; el Juez Municipal D. Alejo Zalduondo; el Médico titular más antiguo D. Manuel Hormaeche; el Farmacéutico D. Miguel García Salazar y el Maestro de Primera Enseñanza D. Juan Antonio Muñio. Acordaban que dicha Junta, en la que iban a estar presentes algunos vecinos, comenzara a funcionar para el día 24 de octubre de 1887.

Era ya casi finales de octubre de 1887, en concreto el día 27, cuando el consistorio de Getxo acordaba autorizar para que en el muelle de Las Arenas se habilitaran algunas zonas para descarga de materiales. Ya que al no disponer de lugares apropiados tenían que transportarlos en carros y encarecían los costes finales de las mercancías que vendían en el pueblo.

El 3 de noviembre de 1887 renunciaba a su cargo el medico titular de Santa María de Getxo, Dr. D. Enrique Alberca.


Por esas fechas el local de “Alangüetas”, situado en la calle de la “Carretera” (Actual Algortako Etorbidea), donde despachaba carnes frescas, el arrendatario de abastos, presentaba muy mal estado, por lo que el consistorio decidía reparar dichas instalaciones, autorizando al concesionario de forma temporal, solamente abrirlo hasta las 9 de la mañana y, mientras se realizaban las reparaciones poder distribuir las carnes en otro local próximo de su propiedad.

Y ya estábamos a mediados de noviembre que fue cuando el consistorio tuvo un 17 de dicho mes, el Real Decreto del 20 de octubre por el que se fijaba como fecha tope para el nombramiento de un senador por la provincia, el 27 de noviembre. Las normas acerca de los compromisarios con derecho a voto fueron publicadas por el Gobierno el día 3 de noviembre de 1887. En ellas se establecía que no podrían participar en la elección de compromisarios aquellos concejales que no hubieran estado inscritos antes del 1 de julio; tampoco lo podían hacer los nuevos concejales, salvo que figuraran entre los mayores contribuyentes. El Alcalde convocó a los concejales con derecho a voto para elegir un compromisario, que era el que correspondía a la Anteiglesia de Getxo, para el día 20 de noviembre. La elección de la mesa provincial de verificó el 26 de noviembre, quedando propuestos los señores D. Robustiano Elorriaga, D. Federico Mugartegui, D. José de Eguilior y D. Miguel Aldama. Resultaría elegido como senador, el 27 de noviembre D. Bruno López de la Calle Malax-Echevarria. En su nombramiento participaron 146 electores, aunque no parece que su paso por el senado fuera fructífero, ya que al parecer no tuvo ninguna intervención en aquella cámara.

Por aquellas fechas el numero de alumnos que asistían a las clases de solfeo en el municipio era de 31, no se especificaba cuantos niños o niñas formaban parte del aula.

Se recibieron indicaciones por parte del Jefe del Instituto Geográfico y Estadístico para la creación del censo de habitantes de Getxo, que debería realizarse para el 31 de diciembre de aquel año. El consistorio ordenaba al alguacil proceder a la recogida, en las oficinas municipales, de las cédulas de inscripción para el empadronamiento de los vecinos de la Anteiglesia.

A veces las relaciones, aunque no menudeaban, con algunos clérigos eran gratificantes para el consistorio, demostrando que el dinero no era algo por lo que realizaban sus funciones. Tal fue el caso del antiguo capellán de la ermita de Santa Ana de Las Arenas, quien el 17 de noviembre de 1887 decidía reembolsar al Ayuntamiento parte de los emolumentos cobrados en 1882 por sus servicios al frente de dicha ermita. Dicho capellán, D. Cipriano Charroalde, que en esa época residía en Lujua, hizo entrega a través de D. Idelfonso Arrola del importe de su salario del primer trimestre de 1882. El Ayuntamiento acordaba dar un voto de gracias a dicho prelado por aquel gesto desinteresado.


Pero no todo eran noticias satisfactorias, ya que llegaban noticias del peligro que suponía el tener depositados, por parte del responsable del alumbrado público, una cantidad importante de litros de petróleo en la parte superior de la Escuelas de la Plaza de Algorta. Ante el temor de que aquel líquido inflamable, máxime cuando la estructura del edificio era de madre, pudiera provocar alguna desgracia, dieron un plazo de cinco días al rematante del alumbrado para retirar el petróleo. En su lugar decidieron colocar algo que sonaba bien, los instrumentos de música de la banda municipal.

En la próxima entrada veremos cómo se realizaba el articulado para el uso de los lavaderos municipales.

jueves, 24 de enero de 2019

LAS DESAVENENCIAS DE UN CUADRO


Era 1887, sucedió un hecho curioso. Contaban en aquella época que el suceso vino a trastocar la paz social entre el Consulado de Bilbao y ciertos frailes Carmelitas, cuyo convento estaba en un lugar de la ría llamado “El Desierto”.

El motivo de tal disputa: un espléndido cuadro que, aunque las crónicas decían que era de las postrimerías Siglo XVII probablemente lo fue del Siglo XVI. Estaba pintado al óleo y fue depositado en uno de los salones del Consulado de Bilbao. La pintura representaba: “...El Abra desde el cabo Lucero hasta Punta Galea en el momento en que atravesaba la barra, mal llamada de Portugalete, un bergantín a toda vela, amparado por varias lanchas de Lemanaje...” A ambos lados del Abra y de sus costas aparecían representadas algunas fortificaciones y baterías: “...En las del Oeste las de Santurce, Campo de Bilbao, del Cuervo y Portugalete y en las del Este, las de la Galea, Algorta, San Nazario y Begoña, cerrando todo el frente de tierra, menos la embocadura del Nervión, los Arenales, como entonces se llamaba a esa parte de Las Arenas...”

En esos arenales, según la crónica, se alzaban tan solo: “...Una escueta y alargada casa tejavana, con otras dos más pequeñas a sus lados, llamadas las casas del Consulado, por alojarse en ellas los aparatos de socorro para los siniestros marítimos; y los muelles nuevos, que contenían los arenales cual un fuerte dique contra las mareas. Por la parte exterior aparecía el río Gobela, con más franco curso que el que hoy le obligan a seguir las manos del hombre...”

Contaban las crónicas de aquel tiempo que ese cuadro trajo desavenencias al Consulado y a la comunidad de frailes Carmelitas del Desierto: “…Porque a causa de que habiendo costeado estos una parte de él y no floja, y otra algo mayor la Casa de Contratación, faltó el pintor al convenio...” Al parecer habían acordado representar en aquel cuadro la imagen del convento con todas sus pertenencia, bañada por el mar.


Esta desavenencia, a la que me refería anteriormente, pudo suceder en las postrimerías del Siglo XVI, ya que fue satirizada por el fabulista Samaniego (1745-1801). Debido al enfado el artista fue empapelado por la temida inquisición de Logroño. Le fue impuesta una pena por la que tuvo que permanecer encerrado algún tiempo en el convento de los carmelitas de “El Desierto”. Los frailes le recibieron y trataron con agasajo, y él les pagó con una sátira, que se hizo famosa, y que en algunas de sus partes resultaba muy ocurrente. En ella pintaba la vida monástica como tipo de ociosidad, regalo y glotonería.

Pero volviendo al autor del óleo, quien seguro que al revés que los frailes de la fábula pasó bastante hambre hasta que se dirimiera la cuestión, ya que no cobró ni un maravedí hasta que añadió un nuevo trozo de lienzo en el que representó el citado convento y sus pertenencias. Terminación que resultaba harto grosera ya que discordaba con el original en el colorido, amén de que le delatara el costurón que los unía, pero con la que los frailes se dieron por satisfechos.

Pasaron los años y aquella imagen que el pintor plasmó en el cuadro fue cambiando. Sobre aquellos muelles y arenales, en los que antaño crecieran solitarios cardos marinos de anchas y punzantes hojas, a los que el viento del poniente agitaba de uno a otro lado, fueron modificados, primero por un acaudalado bilbaíno, D. Máximo Aguirre (1856-1863), con la plantación de argomales y pinos mediterráneos que sujetaron los mismos. Más tarde, por el ingenio de un emprendedor, D. Miguel A. Victoria (1884), quien transformaba aquellas extensiones de arenas, antes estériles, en plantaciones de sabrosas y codiciadas plantas, que tanto juego dieron en nuestras cocinas, la patata Victoria.


En aquel lugar poco a poco irían surgiendo bellas villas y edificaciones, plazas y calles, con espléndidos paseos. Balnearios que formaron un pueblo de verano, atrayendo cada vez a más gentes animadas por la belleza del lugar y sus playas. Ante aquel crecimiento, a decir de la prensa local, se produjeron cambios en la forma de viajar: “...Era natural que al compás de aquel crecimiento de población y de vida se acrecentaran también los medios de comunicación, porque las personas que constantemente residían en Las Arenas y las que temporalmente habitaban en ella, no podían acomodarse ni al penoso viaje de las históricas carrozas, ni al de los coches públicos y ómnibus que las reemplazaron, mal organizados siempre, faltos de aseo en su totalidad; ni podían tampoco sujetarse a viajar en aquellos vapores de ría (zapatillas) tan incómodos y poco seguros, tan inconstantes en las horas de viaje, unas veces por indolencia o informalidad de sus patrones, otras porque las mareas y la falta de agua en los “Churros” se les oponían...” Aquellos hábitos de viaje sobre todo para las clases más pudientes cambiaron. Más tarde, lo harían para el resto de la población con la llegada del tranvía y el ferrocarril de ambas márgenes de la ría, garantizando con sus llegadas a horas fijas, tanto en su salida como en la llegada, un nuevo sistema más cómodo de viaje, que permitía calcular los tiempos de cara a la actividad laboral.

Tal era la belleza de los paisajes que la prensa de 1887, desde un medio de comunicación bilbaíno explicaba: “...Desde su salida de San Nicolás en Bilbao hasta su llegada a Las Arenas, baste decir que en el ferrocarril de Las Arenas se llega al término del viajo sin dar tiempo a los ojos para admirar tantas obras de la naturaleza festoneadas por el eterno verde de las montañas y valles...” Pero la mano del hombre se encargaría, años más tarde de transformar y degradar aquellas idílicas imágenes, que el pintor plasmó en su óleo y que causaron aquellas desavenencias entre el Consulado de Bilbao y ciertos frailes Carmelitas, celosos de aparecer en el cuadro. ¡Que para eso habían pagado!

Para ilustrar esta historia, en la parte superior de este articulo, he elegido un mural que fue reproducido por “El Mareómetro” de Portugalete, en un homenaje al pintor Echarte el 23 de febrero del 2015. El mismo responde a parte del oleo barra de Portugalete y desembocadura de la ría de Bilbao, del cuadro que existía en el Consulado de Bilbao del año 1740. 

lunes, 21 de enero de 2019

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -76-



En la anterior entrada veíamos cómo el pleno municipal de Getxo trataba, a solicitud del regidor D. Mateo Ajuria, uno de los asuntos que venía para modificar el aspecto exterior e interior del Abra, su Puerto exterior.

El 18 de septiembre de 1887 fue la fecha en la que el pleno municipal, tras la vista al concesionario de la estación telefónica de Bilbao y conocer las tarifas y bases que para el enganche estipulaban, decían: “...Con fecha del 15 del actual, y obligándose bajo las mismas bases a establecer una estación telefónica en esta población. Y teniendo en cuenta las ventajas que traería la instalación de dicho aparato en esta localidad, acordamos autorizar a los señores regidores Diliz y Aldecoa, presentándose ante la empresa concesionaria, traten de arreglar y concertar el medio más conveniente para el establecimiento de una estación telefónica en este Pueblo...” El 22 de septiembre, los regidores encargados de entrevistarse con la compañía: “...Tras la entrevista mantenida con el Director de la red telefónica de la Villa de Bilbao, informaban en el pleno, acordando que cuanto antes se instalara dicha red en esta población...”

El 18 de septiembre de 1887 D. Juan Bautista Cortina, vecino de Bilbao, como testamentario de su finada hermana Dña. Rogelia Cortina, solicitaba permiso para establecer un colegio en el Puerto Viejo de Algorta: “...Para construir en el punto llamado Mugaburu-ondo de esta población, un colegio para niños y niñas pobres por encargo que tiene de su citada difunta hermana...” El Ayuntamiento de Getxo concedía la autorización para realizar dicho colegio de acuerdo con los planos presentados.


A la vez que en esos mismos días, la comisión de obras estudiaba si la colocación de baldosas en las aceras del municipio era más barata y funcional que la que se había venido colocando con anterioridad, de piedra de las canteras de Durango.

Las carreras de caballos tan de moda en la época en la vega de Lamiaco, que por la prensa era llamada de Las Arenas, que se venían celebrando desde hacía tiempo, iban a ver su repetición el día 25 de septiembre de 1887. En la zona y los pueblos cercanos había gran animación, hasta el punto que un tal Sr. Solano dueño de uno de los equinos que iban a competir de nombre “Lucero”, era el motivo de las apuestas que ya se estaban cruzando. Incluso los trenes de Bilbao a Las Arenes veían alterar su horario, ampliándolo desde las 14:30 hasta las 19:30 con parada en el apeadero del Hipódromo de Lamiaco, con una frecuencia de media hora entre esos horarios. Incluso la compañía del tranvía iba a participar con un caballo llamado “Perla” que había sido el vencedor de la anterior edición. En la primera carrera el caballo vencedor fue “Polvorilla” de D. Tomás de Zubiria, mientras que en el llamado match de los de los 10.000 reales (apuestas) fue ganado por “Nicot” de D. Benigno Chavarri, que tuvo cómo jinete a D. Carlos Levison.


A veces la solicitud de obras de algún vecino era aprovechada por el consistorio para obtener alguna prebenda que abaratara sus siempre mermadas arcas. Ese fue el caso de la solicitud de D. Francisco Elorriaga, que habitaba en el Puerto Viejo de Algorta, a quien el 22 de septiembre de 1887 se le decía lo siguiente: “...De acuerdo con el convenio firmado, y habiendo solicitado el abono de 30 pesetas por haber realizado pesebres para caballos en su casa de Arechondo, tiene la obligación de alojar en dicha casa a la caballería de la fuerza armada de artillería cuando venga a este pueblo a sus ejercicios de tiro, no pudiendo presentar más reclamación que la de quedarse con el estiércol de dichas caballerías...”

La iluminación pública por aquellas fechas era escasa. Se realizaba mediante faroles de petróleo, hasta el punto que doce vecinos de Algorta encabezados por D. Juan Manuel Ugarte solicitaban al Ayuntamiento de Getxo: “...La colocación de un farol de alumbrado público entre las casas “Ugarteba-Nueva” y “Bastinchuena...” Y era en esa fecha el 22 de septiembre de 1887 cuando ya se hablaba de la próxima llegada del servicio eléctrico a uno de los barrios de Getxo, un tal “Norbait” escribía en el “Noticiero Bilbaino”: “...Se trata de establecer el alumbrado eléctrico. El Iniciador de este proyecto es el dueño de la fabrica de cementos, mosaicos y baldosas fundada en esta población hará cosa de dos años. Parece ser que el Ayuntamiento ha recibido con gran satisfacción la propuesta presentada por el citado fabricante. Así pues, todo hace creer que pronto tendremos el alumbrado eléctrico, siendo en este caso Algorta el primer pueblo de Vizcaya que disfrutará de esta incomparable iluminación…” Por otro lado la idea de mejorar las comunicaciones se habría paso: “...Se trata también de Instalar una estación telegráfica y dos correos diarios. En un principio se pensó en establecer un centro telefónico, pero esta idea va perdiendo terreno en vista de que es más ventajosa la comunicación telegráfica, al menos para Algorta...”

El 29 de septiembre de 1887 acordaba la corporación municipal: “...Asistir este Ayuntamiento en Corporación, el día 1 de octubre, a la misa mayor que se celebrará en la iglesia de Santa María, con motivo de la inauguración del traslado de la feria y romería de ese día, que hasta la fecha se venía celebrando el 1 de marzo, asistiendo a dicha misa el organista de San Nicolás de Bari de Algorta con algunos cantores...”

Así mismo se informaba en el pleno de la invitación del cura ecónomo de San Nicolás de Bari, invitando a la corporación a la procesión del santo Rosario, que iba a tener lugar el día 2 de octubre a las cuatro de la tarde.

También en esa fecha se daba cuenta de la multa puesta por el Gobernador a todos los componentes de la corporación municipal del año 1886: “...Por haber declarado soldado sorteable y no prófugo, sin estar presente en el acto, al mozo D. Juan Arnabar Aguirre...” Por ello debía abonar también, con arreglo a lo establecido por la ley, la cuarta parte de la multa el secretario municipal.

La cuenta de gastos e ingresos del primer trimestre del ejercicio 1887-88 daba un saldo positivo de 20.597,99 pesetas.

El 6 de octubre de 1887 D. Juan Arechavala y otros vecinos de Las Arenas solicitaban al consistorio de Getxo la reposición de un camino que comenzaba en Gobela y terminaba en Saconeta, se trataba de una estrada de carácter rural de escaso transito.


Algunas veces el Ayuntamiento de Getxo y el cabildo eclesiástico de San Nicolás de Bari entraban en conflictos, seguramente motivados por el exceso de celo respecto de sus pertenencias del segundo. Aquel 6 de octubre las actas municipales recogían una de aquellas desavenencias relacionada con unos locales situados en los bajos de la iglesia. El cura ecónomo de la citada parroquia se dirigía al consistorio: “...Que esa corporación manifieste si reconoce la pertenencia a esta parroquia de los locales que se hallan situados en el piso bajo del comulgatorio, sacristía y el pasillo de transito intermedio entre esta y aquel...” A lo que el consistorio respondía: “...Acuerda este consistorio significar al expresado cura ecónomo que desde el año 1864, época de la bendición de esta iglesia, viene haciendo uso el Municipio de los locales que se trata para depósito de bancos, necesarios para colocar en la plaza contigua y otros útiles, sin que en ningún tiempo se haya puesto impedimento alguno por sus dignos antecesores; por lo cual y por la completa independencia del templo y sus dependencias en los mencionados locales, cuyas puertas únicas dan a la plaza cubierta de este Pueblo, que cedió gratuitamente el terreno para la edificación de dicho templo, cree esta corporación que fueron construidos expresamente para el objeto a que se destinan. Además su conservación ha merecido siempre la atención de parte de la Municipalidad, como prueban la obras ejecutadas a sus expensas para conducir al caño general las sustancias fecales del retrete de la sacristía...” La utilización de los citados bancos era para los días en que se celebraba el mercado en la plaza.

En la próxima entrada seguiremos con estas historias de la vida municipal de Getxo, y de cómo el vecino de Erandio D. José María Aramberria solicitaba construir la casa que más tarde sería el “Hotel Aramberria” de Las Arenas.

jueves, 17 de enero de 2019

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -75-



En la anterior entrada veíamos cómo los cadáveres del municipio también requerían de instrumental para realizar la autopsias y una de las fiestas tradicionales de Santa María de Getxo, la romería del Ángel, cambiaba de fecha de celebración.

El 18 de agosto de 1887 el pleno municipal de Getxo trataba, a solicitud del regidor D. Mateo Ajuria, uno de los asuntos que venía para modificar el aspecto exterior e interior del Abra, su Puerto exterior. La construcción del Puerto fue obra del D. Evaristo Churruca, a su regreso de la Habana en 1873, y hacerse cargo en 1877 de la construcción del mismo y la canalización del río Nervión, obras que finalizaron en 1904. Aquella obra tuvo su réplica de manos del antedicho regidor, quien recogía las inquietudes de algunos vecinos de Getxo, ante una obra de la que aún desconocían su alcance y cómo iba a afectar a sus vidas, sobre todo la de los más cercanamente afectados, la de Cofradía de Mareantes del Puerto Viejo, pilotos y prácticos de Algorta. 


Por ello decía en su propuesta de agosto de 1887: “...Todo proyecto que se intente llevar a cabo en un Pueblo, por más que tienda al mejoramiento del mismo, como es la formación de un Puerto, que tantas ventajas traerá a la navegación y a todo lo con él relacionado, por cuanto trata de realizarse por una corporación extraña a este municipio, deber es de este de enterarse hasta en sus menores detalles, examinando su transcendencia y el alcance de su influjo, y coadyuvar con sus recursos a su realización si con el se obtienen ventajas, o si por el contrario resultara un prejuicio inmediato protestar en debida forma y en su tiempo, haciendo valer nuestros derechos...” Por ello reclamaba la necesidad de: “...Hacerse iluminar por facultativos, sociedades y gremios competentes para que se ponga en conocimiento del autor o corporaciones que hayan proyectado los informes, las opiniones de este Pueblo…” Señalaba que tenían sobre la mesa las memorias que el Ingeniero Director de las obras del Puerto, D. Evaisto Churruca, había publicado en el año económico de 1885-86: “...Y de las mismas se desprende que se trata de encerrar cierta extensión de esta Abra, a fin de formar un antepuerto para fondeadero y mejora de la ría, con un espigón que parte desde Arriluze o Punta Begoña, en dirección caso N.O., hasta una distancia de 1.072 metros. Si bien con este proyecto se abriga y mejora mucho el barrio de Las Arenas, creemos los que suscribimos esta propuesta que los barrios tan populosos como Algorta y Guecho sufrirán prejuicios considerables, especialmente el actual Puerto de Algorta, que casi se puede decir es el sostén del núcleo principal de la feligresía de Algorta.

Y como quiera que a su entender, la obra, colocaba al Municipio de esta Anteiglesia en una posición tan insegura al no saber si resultaría ventajoso o perjudicial dicho proyecto para ambos barrios y siendo el deber de los concejales atender y velar por los intereses del gremio de mareantes y la propiedad del Pueblo en general, proponían a este Ayuntamiento lo siguiente: “...En primer lugar nombrar un ingeniero facultativo que informe de la trascendencia del proyecto, de las transformaciones que pudieran sufrir la playa de Ereaga y el Puerto de Algorta y si otro posible proyecto no reportaría más ventajas a esta Anteiglesia sin que sufra daño la ría y la barra del Nervión. En segundo lugar que informe y de su opinión la Cofradía del Puerto de Algorta, con la colaboración de los pilotos y prácticos tanto de este barrio como de las Cofradías de Portugale y Santurce….” El Ayuntamiento en pleno tomó en consideración aquella propuesta: “...A fin de practicar las diligencias conducentes a cerca de negocio tan trascendente que expresa dicha propuesta...”


En aquel pleno se daba cuenta de una instancia de D. Augustus Levinson, secretario de la comisión organizadora de las carreras de caballos que se iban a celebrar en el hipódromo de Las Arenas el día 25 de septiembre de 1887. El hipódromo estaba situado en la Vega de Lamiaco, entre Axpe y Las Arenas. El organizador de la carrera Sr. Levinson solicitó ayuda económica para tal evento. El Ayuntamiento decidió dar para aquel acto 125 pesetas. Desde días antes ya aparecía anunciado el acontecimiento en la prensa, en el “Noticiero Bilbaíno”, el día 24 de agosto se anunciaban en dicho diario las carreras que se iban a disfrutar y los premios: “...La primera carrera era de 2.250 metros; la segunda, con el premio más alto 250 pesetas, era de una distancias de 3.000 metros y la última de 2.250 metros. Los precios para acceder al hipódromo eran: Entrada de coche al hipódromo 5 pesetas; Tribuna de preferencia 2 pesetas; Tercera y segunda tribuna 1 pesetas y la entrada general al hipódromo costaba 0,50 céntimos. En dicho medio de comunicación del día 25, aparecía la noticia de que iba a participar el caballo “Perla” propiedad de la compañía del Tranvía que había ganado el primer premio de la primera carrera el año anterior...” Sin embargo, aquel año dicho caballo salió a correr en la segunda carrera pero se despistó en la última vuelta. Otro de los caballos del Tranvía, este de nombre “Lebrel” participó montado por el organizador de dicho evento.


El miedo a los peligros de los baños por las corrientes que en alguna zona de la playa de Las Arenas y que, en alguna ocasión, provocó fallecimientos, esta inquietud llegaba hasta el Gobernador de la Provincia a través de una carta enviada al “Noticiero Bilbaíno” el 23 de agosto de 1887 tras el fallecimiento de un turista francés: “...Por mucho que la hayamos sentido, no nos ha cogido de sorpresa la desgracia ocurrida anteayer tarde, no en la playa de Las Arenas, sino en la derivación de aquella playa a la ría. La playa es extensa, llana, suave, de oleaje moderado y de tales condiciones de seguridad, que verdaderamente es imposible en ella el peligro sin una gran imprudencia por parte del bañista o del que le guía en el agua. Lo único que constituye peligro, y peligro inminente, es que los bañistas vayan hacia el canal, o sea hacia el alcance de la resaca. Este peligro desaparecería por completo, sólo con poner una maroma que a la vez sirva como asidero del bañista y para señalar donde se inicia el peligro...” Ante la misiva, el Gobernador ordenaba al Ayuntamiento de Getxo el 24 de agosto de 1887: “...Que con motivo de haberse ahogado un ciudadano francés el día 21 del actual, disponga que durante la temporada de baños se sitúe una lancha con su tripulación correspondiente con objeto de que en caso de accidente pueda acudir rauda al rescate...” El consistorio con una parafernalia de acato pero no obedezco, aclaraba al Gobernador que: “...Que es imposible que ninguna lancha o embarcación menor resista las mareas en aquel punto aún en los días de calma y buen tiempo, y mucho menos cuando los vientos frescos de fuera, que suelen soplar con frecuencia, estarían expuestos a perecer los tripulantes, que los bañistas...” Finalmente el consistorio, tras una visita al Gobernador, logró convencerlo de la inutilidad de la colocación de una lancha en aquella corriente y acordaron se extremaran las medidas de vigilancia y seguridad para evitar nuevos accidentes.

La contabilidad municipal al 31 de agosto de 1887 daba un resultado de 15.414,53 pesetas en la caja. No sabemos si este balance era escaso, pero el Ayuntamiento necesitado de hacer caja, acordaba cobrar por medio del alguacil los derechos de instalación de casetas en las playas de Getxo, a razón de 10 reales por caseta.

En la próxima entrada veremos cómo el pleno municipal, tras la vista al concesionario de la estación telefónica de Bilbao y conocer las tarifas y bases que para el enganche acordaban establecer una estación telefónica en esta población.

martes, 15 de enero de 2019

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -74-



En la anterior entrada veíamos cómo se inauguraba, aunque provisionalmente, la Iglesia de Nuestra Señora de Las Mercedes de Las Arenas.

El 4 de agosto de 1887 D. Juan Ramón Mota solicitaba permiso para edificar su vivienda en Alango. Por aquel entonces preocupaba al consistorio la limpieza de las fachadas. Estábamos en verano y la afluencia de visitantes a nuestra localidad era importante. El Ayuntamiento ordenó que se encalaran los edificios para mejorar su aspecto exterior.

A mediados de agosto y a pesar de la canícula, la existencia de aguas en el depósito municipal, tras las obras de traída realizadas, era afortunadamente abundante por lo que el consistorio decidía abrir al servicio público los dos lavaderos del barrio de Algorta.

El Ayuntamiento encargó la compra de instrumental médico para realizar las autopsias que supusieron un gasto de 44,75 pesetas. Como el responsable de ordenar las intervenciones a los difuntos era el Juez Municipal, acordaron informarle del nuevo instrumental: “...Que tendrá a su disposición cuantas veces precise en la Casa Consistorial, bajo la custodia del alguacil primero...”

Tras los exámenes realizados a los alumnos del Colegio San Bernardo en el mes de julio y vistos los excelentes resultados obtenidos por los pequeños, el Ayuntamiento felicitaba a su director D. Juan Dourte.
El 18 de agosto de 1887, el Sr. Alcalde leía una carta remitida por los hijos del finado D. Máximo Aguirre, dando las gracias por haber puesto el nombre de su padre (Avenida de Máximo Aguirre) a una calle del barrio de Las Arenas.


Las relaciones entre el Ayuntamiento y la Compañía del Tranvía de Bilbao a Algorta, que en épocas pasadas no fueron muy cordiales, parece que en agosto de 1887 habían mejorado; al menos eso se desprende de lo descrito en el acta municipal del 18 de ese mes. En ella se daba cuenta de de un oficio del gerente de dicha compañía: “...Manifestamos que esta compañía no tiene ánimo de cobrar el carruaje que hace pocos días puso a disposición de esa corporación para conducción de algunos pobres de solemnidad a Bilbao...” El consistorio, además de agradecer a la compañía el gesto, nos daba en aquel acta un dato interesante en cuanto a cómo era la tracción de los tranvías en aquel momento: “...Esta corporación agradecería mucho que siempre que sea posible disponga es compañía, que los carruajes del tranvía en el trayecto desde la plazuela de la antigua carnicería hasta el Casino vayan con poca velocidad, a trote natural de los caballos, con el fin de evitar cualquier desgracia que pudiera ocurrir por la estrechez de aquel camino...”


Antes de tocar el siguiente punto referido a la “Fiesta del Ángel de la Guarda” recordar que según D. Juan Ramón de Iturrizar en su obra “Historia General de Vizcaya”, dicha festividad, en cuyo día se celebraba una feria de ganado, se estableció en el año 1780. Esa fiesta iba a ver cambios importantes, y es el 18 de agosto de 1887, cuando una de las fiestas tradicionales de Santa María de Getxo “El Ángel de la Guarda”, que hasta entonces se venía celebrando en fechas próximas a la Semana Santa, verá cambiar el día de celebración gracias a la intervención de algunos influyentes vecinos para quienes las licencias festivas de la juventud de la época podían ser obra del propio Satanás. En aquel pleno municipal se dio cuenta de una instancia firmada por D. Juan Bautista Aguirre, D. Dámaso Ibarra y D. Roque Zabala y otros vecinos de la feligresía: “...Solicitamos que por las poderosas razones que pasamos a exponer, suplicamos a esta corporación suprima la feria y romería que en la misma se vienen celebrando anualmente por los días del Santo Ángel de la Guarda, el 1 de marzo, y trasladarla al 1 de octubre, el argumento era que con motivo de la Fiesta del Ángel se venían cometiendo grandes irreverencias…” Algunos, como ellos mismos se definían, “Amantes de conservar los buenos usos y costumbres”, vigilantes de la moral publica y de las buenas costumbres, alegaban que: “...Si en el transcurso del tiempo estas costumbres pierden su primitiva forma, tal y como “se las legaron sus antepasados”, vienen a ser “lazos de Satanás y de profanación de algunos días sagrados”...” Advertían respecto a la fiesta que: “...Aunque caían con rara excepción dentro de la Semana Santa, las juventudes de aquí y de las proximidades “se reúnen con pretexto de la Feria de Ganado”, del barrio de Santa María, y se entregan con una “desenvoltura poco edificante”, a una diversión “impropia del Santo tiempo de Cuaresma”, que nos invita a “llorar nuestros pasados extravíos...” Y añadían que: “...La feria de ganado que se celebra en Santa María, no tiene excesiva importancia, ya que con las ferias que se hacían de forma quincenal en Las Arenas eran suficientes...” ¡Dios! ¿Qué cosas harían aquellos libertinos jovenzuelos para tener que expiar así sus excesos? La carta motivó a que la Corporación getxotarra adoptara la siguiente decisión: “...Enterados con agrado del contenido de dicha instancia y haciéndose todos los concejales participes de los mismos sentimientos e ideas, acordamos trasladar la Fiesta del Santo Angel de la Guarda al 1º de Octubre, anualmente, día en que la Iglesia celebra la fiesta del Santo Angel Custodio del Reino”...” Este acuerdo fue refrendado el 18 de Agosto de 1887 por la corporación municipal, entonces encabezada por el Alcalde de Getxo D. Pedro Amezaga. A la celebración de ese primero de octubre, a fin de solemnizar el acto, acordaba el Ayuntamiento acudir en pleno junto a la banda de música.



Aquel verano el responsable del Balneario de la playa de Las Arenas, vecino de Bilbao D. Eladio Berriatua, solicitaba al consistorio poder ampliar en 16 ó 20 unidades las casetas de baño de dicha playa.

Los fuegos de artificio lanzados en las fiestas de Las Arenas y Algorta, durante los días 26 al 31 de julio y el 13 de agosto, habían sido lanzados por la pirotecnia de la Viuda e hijo de Hernández. Se habían gastado en aquellas maravillas pirotécnicas 609 pesetas.

Otro de los acuerdos de aquel 18 de agosto fue nombrar Alcalde del barrio del Puerto a D. Victor Zarraga. Y cómo la presencia y decencia de los símbolos de poder de nuestras primeras autoridades, requerían de cierto boato, el pleno acordaba: “...Que no hallándose en decencia como se requiere en un Pueblo como éste, los bastones e insignias de los Sres. Alcalde y Tenientes de Alcalde, se arreglen dichos bastones como corresponde, con puños dorados o de oro y borlas nuevas...”

En la próxima entrada veremos cómo la proximidad de la construcción de un puerto nuevo hacía que nuestros ediles reaccionaran ante la posibilidad de que las decisiones fueran tomadas por personas extrañas.