miércoles, 14 de noviembre de 2012

EL DIA QUE LAS ANTXOAS INVADIERON ALGORTA


Aunque hoy nos parezca extraño, la antxoa fue históricamente un pescado de segundo orden, desde el siglo XVI los pescadores del cantabrico que se dedicaban a la pesca costera, se centraban principalmente en las capturas de besugo y atún en los puertos vascos, besugo y sardina en los puertos asturianos y cantabros. Su identificación con pesca menuda, difícil de comercializar, por ser rápidamente perecedera, influyo de manera notable en su escaso interés pesquero.

Mas tarde en los siglos XVII y XVIII, apenas se recogen referencias escritas sobre su elaboración o venta, un par de escrituras hacen mención a esta especie, una datada en 1.580 en la localidad de Hondarribia en la que Pierres de La Sala, vecino de Bidart, se obliga a dar 600 reales de plata a Domingo de Campos y Martín de Isasti, vecinos de Getaria en razón de “cien barriles de antxoa curada, otra de 1.610 en la que Martin de Pagaola, natural de Legorreta, se compromete a entegar a dos vecinos de Mutriku un millar de tablas de barrilles “de cuatro en carga para antxoa”.


Ya mas en nuestros días, el 17 de Octubre de 1.957 Algorta se lleno de antxoas, perseguidas por los tollinos, llenaron la playa de Ereaga, sobre las siete de la mañana, con el día aun sin clarear, un gran banco de anchoa inundo el Abra.

Persegidas por los “tollinos” arribaron a la playa de Erega y al Puerto Viejo, la bahia se lleno de barcos pesqueros, se contaron hasta 46 embarcaciones faenando, dos de ellos debido al exceso de carga tocaron fondo, teniendo que abandonar la faena para poder salir de aquella embarazosa situación.


Cuando llegó la bajamar muchas de ellas cubrieron las playas, el espectaculo era extraordinario, toda la arena habia adquirido un tono plateado, muchas de ellas estaban aun vivas, otras muertas, habian escapado de las mallas de los pesqueros, al romperse estas por el excesivo peso.

Las olas iban acercando a la playa grandes cantidades de aquel manjar, todo valia para llevar a casa aquel regalo de la naturaleza, con cubos, cedazos, palas, cualquier recipiente era valido para llenar las mesas.

En el Puerto Viejo la estampa éra increible, habia quien llenó sus txintxorros, hasta el carel, de antxoas, la actividad era frenetica, hombres, mujeres niños todos se afanaban en poner a buen recaudo, aquel regalo que la naturaleza les habia proporcionado.

Incluso algun Trinitario, con habito incluido, paso por la playa del Puerto, quien sabe si para ver el espectaculo, bendecir los regalos, o para llevar al convento una buena bolsa de aquellas maravillosas y baratas antxoas.


Las ruidosas compañeras de los pescadores, las gaviotas, tambien participaron en aquel festin, llenaban el cielo, de su blanco inmaculado, con sus graznidos animaban el ambiente, terminaron el dia sobre las olas, estaban tan llenas que no podian ni volar.

¿Quien sabe?, ¿Quiza, si sobrevive todavia alguno de aquellos ejemplares, de tollos, volvamos a ver algun día, nuestras playas llenas de ese plateado majar?.

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