Aunque
hoy nos parezca extraño, la antxoa fue históricamente un pescado de
segundo orden, desde el siglo XVI los pescadores del cantabrico que
se dedicaban a la pesca costera, se centraban principalmente en las
capturas de besugo y atún en los puertos vascos, besugo y sardina
en los puertos asturianos y cantabros. Su identificación con pesca
menuda, difícil de comercializar, por ser rápidamente perecedera, influyo
de manera notable en su escaso interés pesquero.
Mas
tarde en los siglos XVII y XVIII, apenas se recogen referencias
escritas sobre su elaboración o venta, un par de escrituras hacen
mención a esta especie, una datada en 1.580 en la localidad de
Hondarribia en la que Pierres de La Sala, vecino de Bidart, se obliga
a dar 600 reales de plata a Domingo de Campos y Martín de Isasti,
vecinos de Getaria en razón de “cien
barriles de antxoa curada”,
otra de 1.610 en la que Martin de Pagaola, natural de Legorreta, se
compromete a entegar a dos vecinos de Mutriku un millar de tablas de
barrilles “de
cuatro en carga para antxoa”.
Ya
mas en nuestros días, el 17 de Octubre de 1.957 Algorta se lleno de
antxoas, perseguidas por los tollinos, llenaron la playa de Ereaga,
sobre las siete de la mañana, con el día aun sin clarear, un gran
banco de anchoa inundo el Abra.
Persegidas
por los “tollinos” arribaron a la playa de Erega y
al Puerto Viejo, la bahia se lleno de barcos pesqueros, se contaron
hasta 46 embarcaciones faenando, dos de ellos debido al exceso de
carga tocaron fondo, teniendo que abandonar la faena para poder salir
de aquella embarazosa situación.
Cuando
llegó la bajamar muchas de ellas cubrieron las playas, el
espectaculo era extraordinario, toda la arena habia adquirido un tono
plateado, muchas de ellas estaban aun vivas, otras muertas, habian
escapado de las mallas de los pesqueros, al romperse estas por el
excesivo peso.
Las
olas iban acercando a la playa grandes cantidades de aquel manjar,
todo valia para llevar a casa aquel regalo de la naturaleza, con
cubos, cedazos, palas, cualquier recipiente era valido para llenar
las mesas.
En
el Puerto Viejo la estampa éra increible, habia quien llenó sus
txintxorros, hasta el carel, de antxoas, la actividad era frenetica,
hombres, mujeres niños todos se afanaban en poner a buen recaudo,
aquel regalo que la naturaleza les habia proporcionado.
Incluso
algun Trinitario, con habito incluido, paso por la playa del Puerto,
quien sabe si para ver el espectaculo, bendecir los regalos, o para
llevar al convento una buena bolsa de aquellas maravillosas y baratas
antxoas.
Las
ruidosas compañeras de los pescadores, las gaviotas, tambien
participaron en aquel festin, llenaban el cielo, de su blanco
inmaculado, con sus graznidos animaban el ambiente, terminaron el dia
sobre las olas, estaban tan llenas que no podian ni volar.
¿Quien
sabe?, ¿Quiza, si sobrevive todavia alguno de aquellos ejemplares,
de tollos, volvamos a ver algun día, nuestras playas llenas de ese
plateado majar?.
Mi más sincera enhorabuena por el blog.
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