Romo
no es un lugar cualquiera, no es un sitio donde aburrirse, es un
barrio alegre con vida, sus habitantes hacen honor al sitio, en uno
de esos lugares estuvo un centro, casi de culto, un Bar, el bar de
Escobar.
En
la esquina de las calles Butron y Kalamua de Romo, justo al lado de
la antigua heladeria de “Sierra”, estaba la bodeguilla “Ibai
Alde”, aunque estoy seguro que nadie en el Barrio la conocia por
ese nombre, casi todos los asiduos de Romo la conocian como “El
Museo”.
El
antiguo Bar “El Museo de Romo” estaba regido por Jose Luis
Escobar, era un lugar original, diferente, en el podias encontrar
desde una pargata metida en una jaula, un reloj de cuco, un cuadro de
antiguos alumnos de las Escuelas Municipales de Las Arenas, un
peluche, botijos, botas de futbol, telefonos y asi un sinfin de
cosas, en la mayor parte de los casos, viejas, inconexas entre si,
que sin embargo fromaban un conjunto armonico. Era un lugar que a
nadie pasaba desapercibido, unas barricas de vino alineadas hacian
las veces de mostrador.
Jose
Luis, vivia en la calle Ibaigane, justo al lado del rio, “estudio”
en la Academia Estivariz, durante muchos años, los años 50, mantuvo
su tradicional costumbre de al llegar el verano, y con las notas del
curso en su bolsillo, atravesar el rio Gobela, por un cable que
cruzaba el rio y que estaba junto a los antiguos lavaderos, aquellas
acusadoras notificaciones y Jose Luis siempre acababan zambullendose
en el Gobela, luego cuando llegaba a casa solia decir a su madre “me
he caido al rio y se han mojado”, seguro que su madre no se lo
creyo nunca, pero Jose Luis era asi, un tipo alegre y ocurrente, yo
lo recuerdo como un perfecto compañero de juegos.
Mas
tarde su profesion fue la tapiceria, tenia titulo de decorador, su
hermano tiene en la calle Euskal Herria de Algorta una tapiceria. Sus
grandes aficiones eran los Bares y el Futbol, infatigable incha del
Athletic, fue entrenador del Galea, Neguri y del Arenas, Culbs con
los que logro notables exitos, del ultimo fue sustituido, nada menos
que por Clemente.
El
mundo de la tapiceria, no obstante, no era lo que llenaba su vida, y
ni corto ni perezoso, cerro su negocio de la calle Kalamua, y se
dedico a trabajar en el medio que mas satisfaciones le proporcionaba,
el mundo del vino, asi trabajo en varios establecimientos hosteleros,
como el Salsidu y el Caribe.
Con
parte de sus antiguos recuerdos de sus tiempos de tapicero, empezó
en el Museo consiguiendo un sitio casi referencial en Romo. Del mismo
yo destacaria su sangria, en fiestas de Romo, en los dias que la
canicula era mas agresiva, se agradecia entrar y refrescarse con esa
mezcla de vino, naranja, vermout y quien sabe que otros secretos
añadia. Sus latas de chicharillos en escabeche, anchoas, piparras,
etc., tambien eran sus señas de identidad.
Una
idea de su ingenio y humor es el funeral que organizo por un gallo
fiel compañero de farras, que fallecio victima de un accidente, fue
atropellado por un coche. Pero lo mas parecido a una vision del
camarote de los hermanos Marx fue el tenderete que montó, a modo de
catafalco, exponiendo al difunto, de cuerpo presente y falqueado por
dos candelabros, a quien acompañaba el obligado libro de firmas. Asi
era Jose Luis, no era facil aburrirse con el, siempre de buen humor,
viajero impenitente por el resto de los establecimientos de la zona.
Hoy el bar ha cambiado de regentes y ha adquirido un aspecto mas
moderno diferente a aquel establecimiento que recordaba un viaje a
otro siglo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario