Hace 86
años se celebraron los 25 años del nacimiento del Club Marítimo
del Abra. La prensa ilustrada de la época lo recogió en sus paginas
con todo lujo de detalles. Por algo sus socios componían la élite,
no solo de las altas finanzas, si no también de la alta sociedad del
momento.
El Club
Marítimo del Abra era considerado por la prensa como ”...lugar
de reunión, durante los meses de verano, de la sociedad elegante de
Bilbao...”. Sus fiestas y sus bailes rompían las fronteras
de Areeta-Las Arenas y los periódicos de Madrid se hacían eco de
sus manifestaciones. Los cronistas madrileños del llamado “gran
mundo”, en sus crónicas de alta sociedad las describían
como “...veladas encantadoras, dignas de ser alabadas por la
elegancia y belleza de las jóvenes participantes...”.
La coba,
que al igual que hoy, realizaban los periodistas de la corte,
llegaban a definiciones que hoy causan, cuando menos, sonrojo, por
sus edulcoradas e interesadas afirmaciones, sobre todo al referirse
al monarca reinante, de quien decían “...pocos veranos habrá
dejado de asistir, a alguno de los bailes nocturnos, alternado
“democráticamente” con los comerciantes, mineros e
industriales...”. Obviamente cuando hablaban de los
mineros, no se referían a aquellos seres, de rostros atezados por el
negro polvo del carbón, de manos curtidas, que tumbados de costado
de la estrecha veta extraían con un pico los trozos de carbón. Me
imagino que “los mineros” eran los propietarios de
las minas. No deja de “tener gracia”.
Seguía
aquella publicación describiendo el magnífico lugar en el que
estaba enclavado el Club. Desde su terraza se podía ver “...a
la derecha Algorta con el caserio...”, seguro que se
referian a “Aitzgoyen”, obra de Manuel Mª Smith
Ibarra, realizado por encargo de Emilio de Ybarra de la Revilla en
1909; “...y a su izquierda Santurce y Portugalete, antesala
maritima de Bilbao...”; “...al pie del hoy flamante
Club, pasaba la extensa playa hoy desaparecida, cuya arena se fundía
con la de Algorta...”; “...el viaje a las playas,
entonces, era penoso y largo, cierto que comenzaban los primeros
automóviles petroleros, y el tranvía de caballos había sido
sustituido por el eléctrico, que tenían la campana de aviso en la
manivela del freno...”. Románticos recuerdos.
El Club
que surgió a iniciativa de D. Ramón de la Sota, quien ideó una
fundación que agrupara a propietarios de pequeñas embarcaciones de
recreo; más tarde se crearía el Club Marítimo, en el se dieron las
primeras fiestas, se organizaron las primeras regatas de balandros.
Precisamente en una de las habitaciones, entonces reservadas para los
socios, se alojó el inventor Torres Quevedo, en una de sus visitas a
Bilbao. Visita que realizó el 6 de Septiembre de 1906, con motivo de
la presentación del “Telekino” (un autómata que
ejecutaba órdenes transmitidas mediante ondas hertzianas, primer
aparato de radiodirección del mundo), hizo una demostración de
aquel artilugio, maniobrando un bote desde la terraza del Club
Marítimo del Abra.
Por
entonces, hablamos del año 1928, contaba el Club Marítimo con 780
socios, formando parte de su junta D. Ramón de la Sota, los señores
Zubiría y Mac Mahon, D. Restituto Goyoaga y D. Rogelio Renovales.
Aprovecharon aquella celebración para realizar un homenaje a D.
Benito Diaz de Junguitu (Administrador), responsable de la
organización de los célebres, en la época, bailes y banquetes, que
con todo boato se celebraban en el comedor del Club Marítimo. En la
fotografía superior se puede ver a los miembros que componían la
junta.
Hasta
aquí una de las efemérides del Club, que llenaba las paginas de la
prensa madrileña, juntando en sus instalaciones a banqueros,
navieros, mineros y comerciantes, que durante los meses de verano
reunía a la llamada sociedad elegante de Bilbao. Mientras que en el
exterior, en los bancos corridos del paseo del muelle, se apiñaba
aquella otra sociedad, que en muchos casos, con su esfuerzo diario,
hacía que los patricios brillaran en aquellas fiestas. Ellos se
conformaban con escuchar a las grandes orquestas del momento, que
solo en el incipiente cinematógrafo podían ver y admirar. Aunque
debemos de tener en cuenta que las primeras emisiones radiofónicas
del estado datan de 1923-1924. En realidad, aún faltaba mucho para
que los aquellos compases de la época entraran en los hogares de los
getxotarras.
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