A
lo largo de su historia la barra del Abra y Getxo han sido
espectadores involuntarios de grandes naufragios, muchos de ellos se
saldaron con las vidas de los infelices tripulantes. Me he permitido la
licencia de utilizar una foto ilustrativa de la fogosidad de aquellas
mares de mi buen amigo Ruben de las Hayas del Bolg el "Mareometro" de Portugalete, que espero me disculpe (Ver foto inferior).
Entre
1841 y 1878 se llegaron a detectar, en las crónicas de prensa, un
total de 48 naufragios o accidentes marítimos, provocados por un
lado por la fuerza de la mar, oleajes y marejadas de un Abra natural,
sin sus actuales protecciones, por los bancos arenosos y zonas
rocosas, y por la tristemente, aunque bella, “Barra
de Portugalete”
(ver foto inferior), situada justo a la entrada de la bocana de la
ría, que conducia hacia el interior, movible e inestable; aunque no
fuera el unico sitio donde numerosas naos embarrancaron, perdiendose
vidas y mercancias.
Tal
era la peligrosidad de aquellas mares que ya a principios del siglo
XVII, se dieron instrucciones, para que los buques que entraban en la
barra de Portugalete, echasen la piedra y lastre que traían hacia la
parte de Getxo y Leioa, con el fin de que los muelles existentes por
aquella parte no se perdiesen sin remedio.
No
seria hasta el 10 de Enero de 1898 cuando se pondria la primera
piedra de las obras para la construcción del Puerto Exterior de
Bilbao, con los contramuelles de Arriluze (Punta Begoña) y
Santurtzi.
Fruto
de aquellas dificiles circunstancias para la navegación la prensa de
la época recogia algunos de aquellos naufragios, hechos que casi
ponian los pelos de punta, por su viva descripción.
En
el periodico madrileño del Partido Liberal “La
Época”
del Lunes 2 de Enero de 1849, nos hablaba de uno de aquellos
desgraciados accidentes, asi se referia en su pagina Nº 3 a aquel
suceso “... acabamos
de saber por el telégrafo el desastre marítimo que ha ocurrido en
este momento en los arenales de Guecho. Un bergantín inglés en
lastre arrollado por las durísimas ráfagas del Nordeste que soplan
con violencia todo el dia de hoy, ha sido echado a
la
costa, sin que sepamos si se ha salvado la tripulación. Este buque
parece que se hallaba de arribada en Castro y habia ido ido a cargar
trigo en Limpias, pero asaltado por la dura galerna que reina en este
instante, no ha podido maniobrar empujado por el viento. El buque se
halla en muy mala situación, y quedará probablemente en breve hecho
pedazos. El vicecónsul inglés y el capitan de puerto parten en este
instante para el lugar del desastre. Todas las lanchas de Porlugalete
han salido a
darle
auxilio...”.
No
quedaban hay los naufragios en aquel aciago Siglo, el 5 de Diciembre
de 1854, el tambien diario madrileño “Clamor
Publico”,
curiosamente propiedad del mismo partido que el del anterior
naufragio, nos relataba un nuevo suceso, esta vez se trataba de la
Goleta Catalana “Emilia”,
y en sus paginas nos lo describia con gran profusión tipografica y
belleza narrativa de la siguiente manera “...la
mañana del 17 de Noviembre después de una noche tempestuosa, fué
arrojada á la playa de Guecho la goleta catalana nombrada Emilia que
procedente de la Coruña se dirigía á Santander, cuyo puerto no
pudo tornar impelida por el recio temporal que la condujó á
embarrancar en la Mogijonera, punto el mas peligroso de la citada
playa.
Envuelto
el buque en espantosas mares se veía perdido írremisiblem'inte,
pero no era esto lo peor; el pueblo entero apiñado en el muelle
contemplaba con dolor a diez hombres que con suplicantes manos
imploraban un auxilio que las circunstancias hacian casi imposible
poderles prestar. ¡Momento solemne estar viendo diez hombres alli
tan próximos, cuyas vidas iban á concluir asi que una ola
deshiciese el buque ya resentido!.
Tres
lanchas estaban dispuestas para aprovechar el primer momento en que
la mar mas aquietada permitiese abordar el buque; pero lejos de esto
cada vez rugía y se embravecía mas como impaciente por sumergir
aquellas victimas.
El
peligro crecía, apenas restaban ya algunos minutos, D. Manuel
Fuegos, patrón de la falúa del resguardo, dirigió al cielo una
mirada de desesperación, él que en distintas ocasiones ha prestado
grandes servicios á náufragos en casos iguales, tenia que cruzar
por las amarguras del momento en que veía perecer á aquellos
desgraciados cuyas vidas no podría salvar.
Presenciando
el espectáculo el señor oficial de carabineros D. Agapíto
Hernández, le pegunta: ¿dejaremos á esos hombres morir? —Señor,
contesta aquel; el querer salvados es caminar á una muerte segura.
Entonces
vimos con asombro á dicho señor Hernández pasar á bordo, y
cogiendo un remo cual simple tripulante decir: vamos alIa, Al oír
Fuegos esta voz, lleno de abnegación como siempre, endereza la proa
al buque. Vano esfuerzo: la lancha tuvo que retroceder envuelta por
una ola que á poco la sumerge. Sin arredrarse por esto vuelve á
acometer de nuevo y de nuevo otra vez la repele; mas á la tercera
tentativa, después de inauditos esfuerzos, se acercan al buque.
Seis
náufragos pasaron á la lancha, cuando una ola embravecida la separa
de aquel y la arroja medio anegada a la playa, arrebatando al mismo
tiempo al mencionado oficial que, embuelto en ella, puede á duras
penas salir a tierra.
El
triunfo no se habia conseguido sino a medias, pues faltaban cuatro
hombres que la lancha sumergida no podia ya salvar. Entonces a la voz
del piloto mayor de barra y señor alcalde de esta villa, cuya
actividad y celo son dignos de todo elogio, acude Braulio Carranza,
bizarro patrón de una lancha de eesta cofradía, y con su
inteligente disposición salva la vida de estos infelices,
esponiendo la suya, puesto que el peligro no habia decrecido, y tan á
tiempo que á los pocos momentos quedó completamente sumergido y
despedazado el buque...”
Aquel
diario dedicaba encendidas alabanzas a aquellos heroicos salvadores
entre exclamaciones de “...¡Loor
eterno y merecida gratitud a los que con noble desínteres atraviesan
inminentes peligros esponiendo sus vidas por salvar las de sus
semejantes!...”.
Habia
un viejo poema que me ha hecho recordar aquellos duros días de
navegación:
“...Si
las nubes van corriendo,
Las
lanchas vienen orzadas
Y
no pueden coger puerto.
El
viento sopla furioso,
La
galerna va a estallar,
Sálvelos,
Virgen del Carmen,
No
les
dejes
naufragar...”.
En
proximas entradas seguire con aquellas noticias que merced aquellos
naufragios, hablaban de hechos acaecidos en nuestro Pueblo, que
llenaron de tristes días y de heroicos hechos nuestra costa.
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