El colchón relleno de lana llegó a Europa tras las Cruzadas, cuando los europeos adoptaron la costumbre árabe de dormir sobre cojines. Los colchones no son como los que hoy conocemos, antiguamente, los colchones constaban de una funda rellena de materiales orgánicos como paja, lana, hojas, etc. que eran nido de pequeños insectos por lo que había que ventilarlos y airearlos periódicamente. Los colchones de lana no fueron populares en Europa hasta bien entrado el siglo XX.
El Oficio de colchonera era un antiguo trabajo, duro y no bien pagado. La colchonera tenia que desarmar el colchón soltando sus costuras, primero se vareaba la lana, si no era nueva, se utilizaba un somier de caracol sobre el cual se vareaba y, como tenía agujeros, caía todo el polvo abajo, mientras la lana quedaba limpia. Después se extendía en el suelo la tela del colchón, pero no directamente sobre el terrazo, se ponía una manta de trapo de esas que había en los somieres. Seguidamente se colocaba la lana, la más menuda en el medio. Cuando ya estaba bien distribuida, había que cubrir la lana con la parte de tela no utilizada en la base, de tal forma que las puntas de arriba y abajo quedaban al mismo nivel. En ese momento comenzaba la tarea de unir las dos partes. Para evitar que la lana se saliera, se sujetaba las esquinas con imperdibles, después, se unían la cara superior e inferior, doblando hacia el interior el pliegue, a continuación, comenzar a coser el colchón puntada a puntada y acabar en las esquinas. Por último, se procedía a pasar las vetas por los ojetes cuya función era la de obtener una mejor distribución y presión de la lana, y por lo tanto mejor forma y cuerpo para el colchón, al principio había que hacerlos y luego ya venían las telas con éstos hechos. Los ojetes eran dobles en las dos caras del colchón y su número dependía del tamaño del mismo: en las camas de matrimonio eran doce y en las camas más pequeñas ocho, normalmente. Normalmente, el vareado de la lana se realizaba en un lugar cerrado o resguardado para evitar que el aire se llevara la lana.
Dominica Lombide Olaizola nacida el 29/09/1905 falleció a cuando le faltaban 3 meses para ser centenaria , era de Zumaya (Gipuzkoa), su marido Julian Arteagabeitia Garcia, era de Sestao, se casaron después de terminar la Guerra. Tuvieron cuatro hijos una de ellas chica, el mayor Julian, murió siendo muy pequeño, los hermanos que sobrevivieron fueron Sergio, Julian, y Kontxi, Dominica fue una colchonera que vivió en Las Arenas y Romo.
Dominica era una mujer muy trabajadora, muchos días con frió y heladas se dirigía a las 6 de la mañana al rió Gobela, allí había un lavadero, justo a la altura de la actual estación de Metro, con un balde, grande de aluminio en el que portaba en su cabeza la ropa que tenia para lavar, eran habitual en aquellos tiempos ver a mujeres con los rigores del invierno restregando aquellas prendas, que luego colgaban al sol.
Se puede decir que vivía para trabajar, realizo muchos trabajos, cuidaba señoras mayores, limpiaba bares, trabajaba en la huerta, cuidaba vacas, a las que por cierto les hablaba con mucho cariño y parece que la reconocían y hacían caso, pero su principal actividad fue la de “colchonera”, ver a Dominica en acción era impresionante, tenia una fuerza extraordinaria y unas manos acordes con la misma; el trabajo de varear la lana de los colchones requería de fuerza física, cuando golpeaba aquellas lanas sucias de polvo y olor a sudor, una pequeña nube se mezclaba con los tímidos rayos del sol creando una cortinilla de polvo que ascendía hacia el cielo, su habilidad con la vara de avellano era increíble, con un pequeño giro soltaba la lana, esponjándola y eliminando aquellos pedazos de lana apelmazada, por muchas horas de sueño, fríos , humedades y calores, en verano lo solía hacer en el patio de su casa de Romo, y en el invierno en su propia casa, cosía a mano la tela de los colchones con una destreza propia del mejor de los sastres, jamas falto a sus compromisos con su clientela.
Al principio vivieron en el Nº 1O de la Calle Las Mercedes de Las Arenas, mas tarde fueron a vivir a Romo a un piso situado en la Prolongación Amaya, que era donde solía varear los colchones, su mayor clientela provenía de las señoras de Neguri, para hacer colchones, solía hacer una media de 8 colchones al día.
Era una de aquellas trabajadoras que para poder sobrevivir trabajaban sin horas, para ganar un miserable sueldo, y llegar a final de mes, pero su orgullo de trabajo echo a conciencia nadie se lo pudo arrebatar, pertenecia a una estirpe de gente que desgarciadamente ya casi no queda.
Viva la tia DOminica!
ResponderEliminarGoian Bego!
Hola. Soy una enamorada de las telas de colchones. Estoy haciendo una investigación sobre ellas y al mismo tiempo vendo telas que he ido recuperando (trabajo arduo) de viejos colchones.
ResponderEliminarHe visto esta entrada y me interesaría compartirla, Tanto en mi blog como en Instagram. Me gustaría poner la foto de Dominica sentada junto al colchón y quizás alguna frase de las que usted pone. Siempre con vínculo a su página y citándolo escrupulosamente.
Se lo agradezco mucho.
Por otro lado he leído con gusto e intereés algunas de sus entradas. No en vano mis hijos estudiaron en Leioa y yo iba Bilbao dos o tres veces cada curso desde mi Galicia. Así que gusrado recuerdos muy afectivos de toda esa zona. Saludos
Rosario . www.beldabelda.com