El
rescate del Jeune-Marthe es la historia de unos valientes que, aun a
riesgo de sus vidas, se adentraron en las embravecidas aguas de la
mojijonera de Las Arenas, cuando los contramuelles no eran todavía
ni un proyecto para salvar a la tripulación de ese bergantín.
A
lo largo del tiempo la costa de Getxo ha visto embarrancar y en
muchos casos hundirse infinidad de vapores, goletas y otro tipo de
embarcaciones, algunas con perdidas humanas. La prensa histórica
conservada en “Liburuklik”
y otras bases de datos recogen alguno de esos desastres marítimos,
de los que en otras ocasiones he hablado. En este caso veremos el
naufragio del la Goleta
Jeanne o Jeune Marthe, naufragio acaecido en Las Arenas el 16 de
marzo de 1863, y a sus rescatadores.
El
16 de marzo de 1863, la goleta Jeanne o Jeune Marthe quedó varada en
Las Arenas, atravesada de codaste a la mar. Sus tripulantes
permanecieron subidos a las jarcias tratando de que la mar del
noroeste no les arrastrara. Con un bote que trajeron desde la ría a
la playa, por las zonas secas de Las Arenas se consiguió atracar la
goleta a sotavento de mares.
Esa
noticia era recogida por varios diarios, alguno local como el “Irurak
Bat”, y otros madrileños como “El Lloyd”,
“La Iberia”, “La Regeneración” y
“El Contemporáneo” que en su cuarta página del
viernes 20 de marzo de 1863, hacía referencia a otra del diario
bilbaíno “Irurak Bat”, en la que daba cuenta del
naufragio de la goleta francesa y de la heroica conducta de los
marineros de las Arenas que según el mismo diario: “...tan
generosamente expusieron sus vidas para salvar la tripulación del
buque náufrago...”
El
relato del naufragio aconteció según el diario de la siguiente
manera: “...El bergantín goleta Jean-Marthe, a consecuencia
sin duda del espantoso temporal reinante, no pudiendo sostenerse por
más tiempo en la mar se aventuró a acometer la barra a media marea
y fue como era natural arrojado por una embravecida mar sobre los
bancos del N. E. próximos a ella.
A
las cuatro y media se encontraba atravesado, sufriendo el furioso
embate de las olas y separada de la tierra la gente que lo tripulaba,
por el abismo de esas mismas olas, a distancia de dos cables.
En
la situación que ocupaba el buque era imposible la intervención de
las lancha del puerto. Mientras, cinco hombres se distinguían, a lo
lejos, subidos en los palos del bergatín, y aunque la fuerza del
viento impedía oír sus clamores se comprendía la angustiosa
desesperación en que se hallaban….”
El
comandante de marina, que había participado en el naufragio del
“Rita”, que había naufragado el 11 de marzo 1863,
también junto a la mojijonera, se hallaba en Las Arenas. Viendo la
imprudencia de enviar lanchas en auxilio de los náufragos, decidió
arrojar algunos cohetes con un disparador que se utilizaba en esos
casos, con intención de darles un cabo, pero la distancia y sobre
todo la violencia del viento lo impidieron: “...Entonces el
capitán Sr. Arano le indicó la conveniencia de emplear uno de los
botes salva-vidas, que perteneció al vapor Rita. Acogida la idea
como última esperanza, en un momento fue trasportada en volandas la
pequeña embarcación, y a la primera solicitud de la autoridad
marítima, se presentaron seis valientes marinos cuyos nombres se
indican a continuación, quienes arriesgaron heroicamente sus vidas
para salvar a los náufragos, que seguían con ansiedad creciente los
movimientos de la gente en la playa.
El
pequeño bote salva-vidas fue llevado a hombros hasta las mismas
rompientes de la playa, y allí a flote sus valientes tripulantes
avanzaron sobre el hervidero de mares en busca de sus compañeros de
la goleta, teniendo un delgado cabo de retenida de tierra.
El
espectáculo que ofrecía la pequeña cáscara luchando con las
embravecidas olas era impresionante, al ver cómo avanzaban al
impulso del vigoroso aliento de los remadores hacia los náufragos.
Un grito de alegría y entusiasmo salió del pecho de todos los que
contemplaban la heroica acción cuando el bote llegó al costado del
bergantín goleta, y cuando algunos momentos después desembarcó en
la playa conduciendo a los cinco hombres que aguardaban la muerte
hacía un instante en los palos, y el capitán cuyo mal estado le
había impedido subir con sus tripulantes. No es posible describir el
sentimiento general que en todos se experimentó al estrechar en sus
brazos a aquellos desgraciados y a los valientes marinos que los
habían salvado, exponiendo sus vidas.
El
capitán M. Thibaud, afectado sin duda por las violentas emociones
que recibió como mayor responsable, llegó a tierra en un estado de
completo desvarío, así como otro marinero, atontado por efecto de
algunas contusiones. A todos se les prodigaron prontos auxilios y
merced a las disposiciones que se tomaron, aquellos hombres que
creían perdidas sus vidas pocos momentos antes, se hallaron
perfectamente atendidos y a salvo...”
Al
salvamento acudieron multitud de personas de Getxo, distinguiéndose
entre ellos los capitanes Sres. Arano y Andres Cortina, el Alcalde
de Getxo Juan B. Manene, los Sres. Bareño, Arechavala y otras
personas, que contribuyeron con gran abnegación al salvamento de los
náufragos. Los nombres de los salvadores de la Jeunne-Marthe fueron
los siguientes:
De
Algorta: Ramón de Larrondo, Julián de Menchaca, Anastasio
Sánchez,
Del
vapor Pelayo los tripulantes: Víctor Ayala, Braulio de la Hoz y
Epifanio de Garay, los cuales, iban a ser recomendados al gobierno
para homenajearlos, por la Comandancia de Marina y Fomento y el
cónsul de Francia.
El
día 2 de noviembre de 1863 el diario marítimo de Barcelona “El
Lloyd Español” anunciaba en su portada: “...Han sido
agraciados por S. M. la Reina, con la cruz de beneficencia de tercera
clase, los marineros Ramón de Larrondo, Julián de Menchaca, José
Atanasio Sánchez , Epifanio de Garay, Braulio de la Hoz y Victor
Ayala, por la abnegación que demostraron en el salvamento de la
tripulación de la goleta francesa Jeune Marthe que naufragó en la
boca del puerto de Bilbao…”
No
fue esa la única mención, ya que el cónsul de Francia en Bilbao,
según informaba el diario madrileño “La Regeneración”
del miércoles 27 de mayo de 1863: “...El ministro de Marina
y de las colonias del vecino imperio, sometió a la firma de Napoleon
III un decreto confiriendo la medalla de oro de segunda clase al
capitán retirado y guardia-ría de Portugalete, D. Juan José de
Arechavala, y medallas de plata de segunda clase, a sus convecinos
los Sres. Aspiazu y Gómez . En lo que concierne al salvamento de la
tripulación de la Jeune Marthe, el cónsul recibió la orden de
entregar a cada uno de los marinos que tripulaban la lancha salvadera
la suma de 40 francos y además proponerlos para medallas de plata
de segunda clase...”
La
Jeune-Marthe y sus rescatadores, cuántas escenas similares se
produjeron en aquellos tiempos en que la barra obstruía el paso de
los buques a través de la ría, cuando los contramuelles no existían
y los temporales barrían nuestras costas. Esta es una más de esas
historias de salvamentos, que poco a poco iremos viendo pasar por
estas páginas.
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