lunes, 17 de julio de 2017

BASKAVIGING, BALLENEROS EN ISLANDIA



Baskaviging, una historia de los balleneros vascos en Islandia, contada por una productora de audiovisuales de Algorta “Old Port Films”. Historia peculiar de la que forma parte una ley del Siglo XVII, promulgada por el rey danés Cristián IV, que curiosamente permitía hasta su derogación en abril del 2015, asesinar a los arrantzales vascos.

Baskaviging es un documental histórico. De hecho es el primer documental de recreación que cuenta un hecho histórico que marcó la historia de Islandia, la isla más pobre y salvaje de Europa durante la Edad Media. La palabra Baskaviging es islandesa y proviene de la unión de la palabra Baska que hace alusión a lo vasco y Vigin que significa matanza, escarnio, asesinato, muerte... Por otra parte, y referido a la ley que permitió aquella matanza, la ley de Christian IV, la misma permitía asesinar o ajusticiar por parte de la sociedad civil a cualquier extranjero que alterase la paz en Islandia.


Lo que sucedió fue que la máxima expresión de esta ley se materializó en el dramático hecho que sufrieron nuestros ciudadanos como extranjeros y a partir del suceso y los posteriores juicios civiles, la ley y su aplicación de manera escrita se focalizó sobre los vascos. No debemos olvidar que Islandia había sido asediada por piratas y corsarios en varias ocasiones y que el campesinado de la zona había sufrido robos y saqueos de manera habitual así como secuestros. La ley, de hecho, especificaba que ningún extranjero podía permanecer en la isla durante el invierno, algo por otra parte muy comprensible. En invierno y sin comida y con extranjeros hambrientos en una isla como aquella, los saqueos iban a producirse sí o sí.

Para entender esa singular aventura, antes habría que contextualizar mínimamente la época, y la importancia de los derivados de ese impresionate cetáceo en la economía vasca de aquellos años, ya que era la columna vertebral de nuestra riqueza. La Eubalaena glacialis”, también llamada “Ballena de los vascos”, cuya caza era una actividad costera que se venía realizando ya desde los Siglos X y XI, anterior a la fundación de las villas, se realizaba en pequeñas chalupas, con una tripulación de unos ocho miembros.


Aunque la pesca de este gran cetáceo se venía realizando, desde finales del medievo, a lo largo de la costa cantábrica y gallega, las noticias relacionadas con la pesca, que llegaron de la mano del italiano Giovanni Caboto, trajeron noticias a Europa de que en los mares de Terranova, había tal riqueza pesquera, que el bacalao se podía sacar a mano. Para entonces los Bretones, Normandos, Portugueses, habían empezado a acudir a aquellas aguas a pescar esa especie, a la que nuestros arrantzales llegaron para dedicarse al bacalao, pero también al gran cetáceo.

Quizá uno de los puntos interesantes es que son los arrantzales vascos los que gracias a su destreza y conocimientos de la caza de la ballena se hacen dueños y señores durante mucho tiempo de las aguas de Terranova. Ellos son los que industrializan la caza y el procesado de los productos derivados de la ballena generando lo que se conoce como la primera industria en suelo norteamericano. Cazaban ballenas a cientos y el negocio era sumamente lucrativo a la par que arriesgado. Cuando holandeses, franceses (no olvidemos que dentro de las flotas balleneras vascas muchas veces los marineros más apreciados eran los vasco-franceses), normandos e ingleses entre otros vieron que los vascos tenían el monopolio de la caza de la ballena terminaron por expulsarlos de las aguas canadienses, dado que eran muchos más y más fuertes en cuanto a flota y recursos se refiere. Las ballenas comenzaron a escasear y los arrantzales vascos buscaron lugares de pesca alternativos como Islandia, por ejemplo.


Esta historia parte de una entrevista que realicé en mayo del 2016 a uno de sus realizadores. Para documentar este audiovisual recurrieron a varios historiadores y doctores, entre ellos José Antonio Aspiazu, Xabier Irujo y Michael Barkham. El documental se estructura a través de tres vías principales, entrevistas a los historiadores, mapas, infografías y grabados animados, que recrean cómo se conseguía extraer la grasa de la ballenas, y la tercera recreaciones históricas donde nos cuentan la dureza del viaje y cómo llegaron a aquellas costas. La recreación de los hechos la realiza un narrador que da vida a un personaje histórico Jón Gudmundsson, que era el erudito de la isla, además de naturalista, que hizo amistad con los balleneros e intercambiaba información con ellos. Tras los desafortunados hechos, que acontecieron más tarde, escribió un libro que se conserva en el Museo Nacional de Islandia, en el que narra aquella matanza.

Jon Laerdi Gudmundsson, más conocido como Jon el Sabio, era un intelectual y erudito que vivía en la zona más pobre de Islandia: los fiordos del Oeste. Un lugar que a día de hoy sigue igual que hace 400 años. Él fue de los pocos que durante varios años se relacionó con los vascos llegando a establecer una amistad con ellos. La misma que tras la masacre le llevó a escribir, desde el exilio en un islote del archipiélago de Westman donde cumplió condena por brujería entre otras cosas, los sucesos de los que fue testigo inculpando a los propios islandeses que comandados por un sheriff corrupto y malévolo de aquella época levanto en armas al campesinado amparado en la ley de Carlos IV para matar a los vascos. Aquel escrito fue titulado por Jon el Sabio como Spanverjavijin: Matanza de los Españoles.


El documental inicia su andadura en abril de 1615, cuando doce barcos vascos se dirigieron a aguas islandesas, pero solamente tres de ellos se quedarían en la zona que provocó el conflicto, el resto querían ir a Noruega y así lo hicieron para su suerte. En ese siglo el territorio de caza de nuestros balleneros era Terranova, pero la escasez de esos cetáceos en esos mares, les llevó a emprender la singladura de Islandia, llegando a los fiordos occidentales de la isla, conocidos como Spánverjavíg. Los capitanes de dichos barcos eran Esteban de Telleria, Pedro de Aguirre y Martín de Villafranca.

Aventura de la que ni ellos mismos sabían cómo iba a acabar, y menos aún, como lograrían sobrevivir en aquellas tierras del norte. Les iba a llevar a un territorio de campesinos, que debido al clima extremo no cultivaban la tierra, su principal modo de vida era el pastoreo de ovejas y ganado. La presencia de nuestros arrantzales, al principio fue bien aceptada, pero finalmente se convirtió en una amenaza para ellos. Temían que su fuente de alimentación podía ser esquilmada por aquellos rudos marinos, que más tarde actuarían cual desalmados vikingos. En esas tierras islandesas, los nativos solamente aprovechaban la carne de las ballenas, que varaban en sus costas para alimentarse y los huesos para fabricar sus viviendas.


Los arrantzales vascos llevaban pescando en aguas islandesas desde por lo menos 1613 si no antes. La relación entre vascos e islandeses era fantástica y los islandeses, de hecho, necesitaban de los vascos porque los inviernos eran tan duros que estaban deseando poder intercambiar su carne de res por carne de ballena con los vascos y así poder tener asegurada la comida durante el frío invierno islandés en el que morían los campesinos como moscas. De esta manera vascos e islandeses, fruto de esa necesidad porque los vascos también querían comer carne de res después de estar tanto tiempo fuera de casa, crearon un dialecto pidgin para comunicarse, un sistema de comunicación entre el euskera y el islandés del que se llegó a elaborar un diccionario. Se entendían en lo básico y se llevaban muy bien. Otra cosa es que en esta ocasión la relación se torciera fruto de terceros y a que en tiempos de necesidad el ser humano saca su lado más oscuro. Los islandeses no pescaban ni sabían pescar ballenas por superstición y porque en su isla no había madera para construir barcos. Que los vascos pescasen allí era todo un espectáculo visual y también un regalo gastronómico.

Aquellos tres barcos se dirigieron a las aguas del Norte. Su objetivo era pescar el mayor número posible de ejemplares, sobre todo para vender más tarde en Europa la grasa que fundían; cada tonel de grasa adquiría en el mercado el equivalente a 5.000 euros actuales. A su llegada mantuvieron buenas relaciones comerciales con los nativos, pagaban impuestos por el derecho de pesca, de desembarco en tierra para despiezar los cetáceos, y fundir aquella grasa. Eran los jefes tribales quienes se beneficiaban de aquellos acuerdos. Se sabe que hasta más adelante de 1632 los arrantzales vascos conservan una relación fantástica con los islandeses. Las relaciones prosiguieron durante muchos años tras la matanza.


Tras realizar una gran pesca, que les permitió llenar sus bodegas, cuando se las daban por felices, algo pasó que fue el comienzo su atroz final. Este hecho aconteció el 19 de septiembre de 1615, cuando una feroz tormenta se desató en aquellas costas. La fuerza del mar provocó que chocaran con un iceberg que los arrojó a los acantilados islandeses. Con sus barcos destrozados, agotados y desnutridos, la enfermedad empezó a hacer mella en sus helados y húmedos cuerpos, en tierra y desamparados, y aunque no tuviera justificación su forma de actuar, se vieron en la necesidad de robar a aquellos pobres islandeses sus escasos víveres para poder sobrevivir.

A comienzos de siglo se habían sucedido cuatro inviernos durísimos, los bloques de hielo polar hacinados en las orillas, impedían la pesca y el pastoreo en la zona costera, lo que dio lugar a grandes hambrunas. En la primavera de ese año el rey danés firmó un decreto que permitía a los nativos a atacar a los balleneros vascos, requisar sus barcos y posesiones, pero sobre todo lo más grave, quitarles la vida. Ello, junto a las artimañas de algún magistrado y clérigo local que puso a la población en su contra, fue el caldo de cultivo para la matanza que iba a suceder a continuación. El alguacil Ari Magnússon, magistrado en los condados de Ísafjördur y Strandir, organizó una persecución despiadada contra nuestros arrantzales. Algunos consiguieron escapar, pero otros, incluido uno de sus comandantes Martín de Villafranca, sucumbieron en manos de los indignados islandeses. En total fueron 32 los arrantzales degollados (No degollaron a todos. El grupo liderado por Martín de Villafranca, una vez asesinado su capitán, se atrincheró en una cabaña. Los islandeses levantaron el techo de madera y los dispararon desde arriba), de hecho les disparó el hijo de Ari Magnusson. Se considera ese hecho como la mayor masacre de la historia de Islandia. Se cuenta que los supervivientes raptaron un barco ingles en la zona sur de Islandia para regresar a casa. Y además, también se cuenta que la persona que mantuvo con vida a los vascos de las tripulaciones de Aguirre y Tellería, o sea los supervivientes, fue la madre de Ari.


Las recreaciones de este documental, realizado en Inglaterra, Cádiz, Pasajes San juan (Donosti) e Islandia por estos productores algorteños. Precisamente un coproductor de ese país colaboró enviándoles imágenes de ballenas y planos aéreos de la isla. (el coproductor islandés hizo mucho más que enviarles planos: se implicó mucho en todo el proceso de rodaje, fue imprescindible para que se movieran por Islandia, permisos, extras, etc... Fue una convivencia genial entre vascos e islandeses durante la grabación de la película) la coproducción con un productor islandés les permitió recrear los asesinatos en los mismos lugares y paisajes en los que tuvieron lugar hace 400 años. Hoy son sus amigos, guardan una gran relación con ellos y ciertamente, les demostraron que admiran mucho la cultura vasca.

Hasta aquí un relato sobre el trabajo de esta productora de audiovisuales de Algorta “Old Port Films”, de quienes ya he publicado otras entradas “Las Leyendas de Karolo” y “Nuevos Artistas de Getxo”. Entre los autores de este magnífico documental, están Aitor Aspe (director), Aner Etxebarria (Guionista) y Katixa de Silva (Productora); para la dirección de fotografía contaron con Jorge Roig y en el equipo de vestuario Josemi Laspalas. Ha sido presentado en festivales como el “Zinemira Festival de San Sebastian 2016” y el “Reykjavik International Film Festival”. Recientemente han ganado el premio a la mejor película documental en el festival internacional de Richmond, Virginia.


Estamos seguros que este equipo dará grandes momentos a nuestra filmografía en los próximos años.

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