martes, 25 de julio de 2017

FIESTAS DE SANTA ANA EN EL SIGLO XIX


Este año no quería dejar pasar las fiestas de uno de nuestros “barrios”, uno de los lugares más olvidados, aunque no siempre fuera así, ya que fue uno de los lugares de culto festivo de otras épocas, Santa Ana.

Las Fiestas de Santa Ana estuvieron siempre ligadas a la ermita de su nombre, fundada por Francisca Labrocha, viuda de Máximo Aguirre, en 1864, en un espacio que tan solo era un arenal. Hoy es una zona urbana situada en los cruces de las calle Santa Ana con Máximo Aguirre.

La imagen de la Santa que da nombre a la ermita fue adquirida por su fundadora en Paris, desde 1864 hasta 1876 fue el único lugar de culto con que contó Las Arenas. Esta ermita es patrimonio de los herederos de Máximo Aguirre. Su fiesta se celebra el 26 de julio siendo fiesta local del barrio.


Las Fiestas de Santa Ana fueron unas de las más concurridas del Siglo XIX. Las primeras referencias de la festividad aparecen en la prensa bilbaína en 1875, cuando la zona era denominada “La Playa de Lamiaco”. El diario “El Noticiero Bilbaíno” del 27 de julio de aquel año, refiriéndose a la celebración de esa festividad decía: “...se celebra la tradicional y animada romería de Lamiaco, en la que según costumbre de otros años, tuvimos el gusto de admirar una vez más aquel pintoresco punto en el día de la Santa…” Y la prensa preguntaba sabedora de la respuesta: “...¿Qué habrá mañana en las Arenas?...” Se celebraba el día 30 la repetición de la fiesta, y llamaba la atención el continuo ir y venir de carruajes, algunos alquilados en las cercanías de la “Plazuela” de Las Arenas (Actual Bizkaiko Zubia Emparantza) y los más en Bilbao; otro de los medios de transporte era el tranvía de tracción animal. Aún faltaban once años para la inauguración de la estación de ferrocarril.

Al barrio acudían gentes ávidas de fiesta, de todas partes, Bilbao incluido, porque ofrecía lo que la prensa denominaba como: “...un lindísimo paisaje; una brisa bienhechora que abre el apetito, pudiendo satisfacerlo instantáneamente con manjares bien condimentados, toda clase de distracciones para los que no tienen otra cosa en qué pensar, que en dar gusto al cuerpo...” Se referían al establecimiento de “Baños de Mar Bilbaínos”, propiedad de los fundadores de la ermita, al que solían acudir las élites del bocho. La encargada de la atracción músical en aquellas fechas era una orquesta denominada “La Armónica”. Entre los refrescos que se consumían, se pueden citar como los de mayor demanda, la cerveza inglesa y los de limón helado.


Ya para 1891 la prensa, al referirse a las Fiestas de Santa Ana, decía: “...Es incalculable el número de viajeros que los ferrocarriles y tranvías de ambas orillas de la ria trasportaron ayer, deseosos unos de respirar las frescas brisas del mar y los más para presenciar en Las Arenas la tan renombrada romería de Santa Ana…” Aquel día el ferrocarril de Bilbao a Las Arenas trasportó 11.901 viajeros y el de Portugalete 15.000.

En 1893 los animadores de las romerías de Santa Ana eran la Banda de Música de Algorta, los coros de ciegos y los pianos de manubrio, que acudían a todas las celebraciones de Getxo.

Llegaba 1894 y las fiestas de este barrio comenzaban, como todas en la época, en medio de un fervor festivo que atraía a vecinos de otras poblaciones cercanas, Bilbao incluido. Celebrándolas con la tradicional romería en la campa contigua a la iglesia de Santa Ana. La amenización corrió a cargo de la banda de música de Getxo, de la que no hacía mucho se había hecho cargo el maestro Millán de Armero. La romería nocturna se celebró en la Plazuela de Las Arenas, junto al puente Palacios (Puente Bizkaia), iluminada con farolillos a la Veneciana. La repetición de la fiesta se celebró el día 29 de septiembre con carreras de mujeres con cantaros en la cabeza, diversión denominada de la “Samaritana”. Le siguieron, por la tarde, una cucaña en la ría, seguida de un juego que llamaban “patos enterrados”. No faltaron al anochecer los tradicionales fuegos de artificio. Tal era la atracción de gentes de otros aledaños, que la compañía del ferrocarril de Bilbao a Las Arenas estableció un servicio especial con una frecuencia de 20 minutos, hasta las 21:10 horas de la noche.


La repetición de la festividad el día 29 de septiembre resultó tan vistosa como la del 24. La música de las romerías, los artífices de la misma: los pianos de manubrio, gaitas, guitarristas y los célebres tamborileros, venidos de Otxadiano contratados por el Ayuntamiento de Algorta, que así llamaban en la época al de Getxo, hicieron las delicias de los miles de personas que acudieron al barrio. Era una época en la que para hacerse idea del gentío que acudía a las fiestas baste saber lo que escribía la prensa bilbaína sobre los transportes: “...Los tranvía y trenes eran tomados materialmente por asalto, tanto a la ida como a la vuelta...” Y al igual que hoy los carteristas aprovechaban para hacer su negocio. Así terminaba el Siglo XIX.



Las celebraciones de Santiago y Santa Ana fueron fiestas de gran popularidad durante los años 50-60 del pasado siglo. Su antigüedad, con constancia escrita se remonta a finales de 1875. Tan solo habían pasado 11 años desde la construcción por Francisca de Labroche, viuda de Máximo Aguirre de la célebre ermita del barrio de Areeta-Las Arenas.

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