Entre
los años 1888-1897 el “Ferrocarril Económico de Bilbao a
Las Arenas”, que así se llamaba, presentaba en sus
memorias anuales sus cuentas, los movimientos de viajeros, incluso
los gastos de material que la línea requería. Aquellas cuentas
perfectamente encuadernadas en unos pequeños libros ofrecían el
saldo anual que se presentaba a la Junta de Accionistas. La primera
de ellas referida a la junta celebrada el 23 de marzo de 1891, fue
impresa por la Imprenta Casa de Misericordia de la calle Iturribide
de Bilbao.
En su
portada aparecía una vieja locomotora con su penacho de humo, casi
se podía sentir su rítmico jadeo. Ver aquella vieja oruga de hierro
y madera arrastrando cadenciosa los viejos vagones, mientras de su
monstruosa cabeza, brotaban llamas y un largo y negro penacho. Nos
hacía recordar, aquella forma de viajar sin prisa, en la que los
vagones eran mezcla de cestas de mimbre, con deliciosas viandas, a la
vez que lugar de largas tertulias. Era digno de ver en su edición
impresa, la primera letra que encabezaba aquellos informes; tras la
palabra señores, aparecía aquel carácter reflejado con un bello
grabado, del que colgaban imaginarios brotes de verde hiedra (ver
fotografía inferior).
El 1 de
marzo de 1888, en la Junta General de Accionistas, se
recordaba que a los tres meses de haber celebrado la última junta de
1887, se dedicaban todos los esfuerzos para la apertura de la primera
línea del ferrocarril que tuvo lugar un 1 de julio. En el primer
semestre del año 1887 la compañía de ferrocarriles de
Bilbao a Las Arenas transportó a 287.803 viajeros. Presentaban un
mea culpa por la competencia establecida entre su compañía y la del
Tranvía de Bilbao a La Arenas y Algorta, que había llevado a ambas
a la bajada de precios, lo que había motivado que sus resultados no
fueran todo lo satisfactorios que esperaban. Hacían ver su esperanza
de que “...Todo hace prever que alcanzaremos un crecimiento
considerable, pues la relación entre Bilbao y el mar son cada vez
mas activas e importantes...”. Se alegraban de que pese a
pasados percances, de descarrilamientos en la línea, y a pesar de
que aquel invierno había sido “...especialmente riguroso, de
lluvias y pertinaces nieves, no ha habido en la línea el menor
tropiezo o interrupción en el servicio...”.
Reflexionaban
sobre que a pesar de que en los comienzos al no estar la vía aún
asentada, no había sido posible cumplir con las previsiones de
circular las unidades cada media hora, con las tres unidades que
pensaban, iban a ser suficientes. Finalmente acordaron la adquisición
de una nueva locomotora, que les fue cedida por la compañía del
Ferrocarril de Durango a Zumárraga. Tal recurso permitió hacer más
frecuentes las expediciones en determinadas horas de los días
festivos, poniendo en circulación cuatro locomotoras, cada una de
las cuales llevaba tras de si 6 coches. A pesar de aquella ampliación
de las unidades, la demanda era mayor, y muchos viajeros se vieron
obligados a recurrir a otros medios de transporte. El movimiento de
mercancías, aún no se había conseguido iniciar, fundamentalmente
debido a la inexistencia de un local apropiado para su despacho y del
difícil acceso que representaba la estación de San Agustín.
Respecto
al movimiento de pasajeros durante 1887, la compañía, como he dicho
anteriormente, transportó a 287.803 viajeros. Los meses de máxima
afluencia fueron los correspondientes al verano. Agosto fue el mes de
mayor trasiego con 80.271 pasajeros, y el de menor afluencia de
viajeros el de octubre con tan solo 25.490. La compañía movía un
volumen de equipajes equivalente a 27.056 kg. y trasportaba 15.226 kg
de productos alimenticios; en cuanto al transporte de animales, lo
hicieron con 170 canes, aún no había empezado el de ganado. El
volumen de negocio de la linea Bilbao-Las Arenas alcanzaba la cifra
de 109.764,87 pesetas. Los gastos generados, por kilómetro de linea,
para poner en marcha aquel proyecto fueron de 4.715,05, lo que hacía
un total de 56.580,65 pesetas para todo el trayecto.
El
movimiento de viajeros, durante el año 1890, dio los
siguientes resultados: Los asientos ocupados en 1ª clase fue de
70.779 viajeros, mientras que los de 2ª clase fueron 723.026. Los
viajeros con billetes ordinarios supusieron 651.983, con billetes de
ida y vuelta 134.322 y los abonos mensuales 7.500. La apertura de la
línea ferroviaria de Portugalete supuso disminución sensible del
trafico de viajeros, a lo cual acompaño los descarrilamientos que se
produjeron durante el primer año de explotación. A pesar de ello
los trenes de la margen derecha circulaban con una regularidad no
superada por ningún otro ferrocarril. Durante los meses de otoño,
invierno y primavera, los de menor afluencia, decidieron establecer
una tarifa más barata a la que denominaron “Perro Grande”.
Aquella tarifa a pesar de en su criterio era; “...absurdamente
barata...”, decidieron mantenerla ya que sus gastos de
explotación eran inferiores a los de otras compañías competidoras
(margen izquierda). Para mejorar sus resultados llegaron a acuerdos
con algunas empresas como la “Delta” y los
contratistas de las Obras del Puerto Exterior.
Dentro
de las reflexiones que hacían respecto a las estaciones:
consideraban que era necesario que la de Bilbao se instalara en un
lugar más céntrico, y que la locomotora llegara a Algorta y
Plentzia, ya que la mejor situación de la estación de Portugalete,
favorecía a esta en el transito de viajeros. Respecto al transito de
recreo al estar próximo a terminarse el Puente de Portugalete a Las
Arenas, consideraban que los viajeros tenderían a realizar las
visitas a las playas, utilizando una línea para ida y la otra
(Portugalete) para la vuelta. Por otro lado, con las nuevas líneas
en proyecto (Mungia y Plentzia), y la unión de la estación de San
Agustín a la vía de Durango en la Venta del Cuerno, mejoraría
notablemente sus resultados. Opinaban que con la construcción de la
línea de ferrocarril hasta Plentzia, los viajeros de Algorta, y por
ende la compañía, se verían beneficiados, al reducir hora y media
en el viaje de ida y vuelta, respecto a lo que tardaban con el
tranvía, y cerca de 4 horas los de Plentzia.
Ya en
1891, en aquella primera pagina del informe, se afirmaba que
el producto liquido obtenido superaba en 35.145,73 pesetas, al
resultado del año anterior. Comparaba otros resultados como: Los
productos brutos, que en 1891 fueron de 179.728,16 pesetas, mientras
que los del año 1889 fueron de 115.091,27 pesetas. Los gastos que
también habían aumentado, eran derivados de las reparaciones en las
locomotoras, la construcciones de nuevos vagones para el trasporte de
arena, y el importante aumento sufrido por el precio del carbón.
El total
de viajeros en 1891 había sido de 793.805, de los cuales 327.765
correspondían al primer semestre y 466.040 al segundo, lo que daba
un promedio diario de 2.175 viajeros. El aumento de viajeros era
importante. En 1889 había sido de 479.603 viajeros, lo que suponía
un incremento aproximado del 66% en tan solo 2 años. Las líneas de
Mungia y Plentzia estaban aún en construcción, por lo que se
preveía un aumento aún mayor de viajeros a su finalización. El
mayor movimiento de viajeros en los trenes de “Gran
Velocidad” se producía entre los meses de mayo a
septiembre, siendo el mes de agosto el de mayor afluencia con 138.031
viajeros, y el de menor numero el de noviembre con tan solo 39.873.
El transporte de equipajes ascendía a 47.875 kilogramos, el de
perros era de 447 canes y el derivado de productos alimenticios era
de 22.518 kg.; otras mercadería en ferrocarriles de “Pequeña
Velocidad” alcanzaban los 3.309.409 kg., y el movimiento de
ganado suponía el desplazamiento de 302 cabezas.
El
presidente de aquella compañía en 1891 era Eduardo Aguirre y su
Vicepresidente Jose Maria de Solaun; aparecían como administradores
Ramón de Coste, Julian de Torre, Martin de Zabala, M. Ayarzagaray,
Fernando de Landecho, Joaquin de Arellano, Angel Gorbeña y Juan de
Aburto; como secretario Pedro Tutor; y como Director Gerente J.
Aramburu.
En la
próxima entrada veremos la evolución de aquella compañía hasta
llegar a 1897.
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