A pesar
de que a lo largo de la historia esta fiesta de la irreverencia, de
la critica social, de la sátira, donde el colorido y las máscaras
ocultan los rostros y hacen anónima la fiesta de la alegría
desmedida, ha tenido cabida en nuestros barrios. No he conseguido
encontrar documento alguno, en el que se haga referencia a la misma
en nuestro municipio. Ni en programas de fiestas, salvo alguna
referencia a partir de los años 70, no aparecen recogidos en
escritos municipales.
Esta
fiesta de los mil nombres en Euskal Herria “Aratusteak,
Aratoste, Inauteria, Inoteriak, Inhauteri, Ihauteri, Ihaute, Iaute,
Iote, Iyoteak, kasranabalak”, resucita renovada cada año y
siempre nos sorprende, nos despierta de la vida cotidiana, irrumpe en
nuestras calles, gracias a la imaginación de los disfraces.
La
búsqueda del disfraz perfecto, la máscara que oculta el rostro, el
disfraz y la careta, esa excusa para convertirnos en alguien que no
somos. Esa transgresión que mezclada con la música anima nuestras
calles y plazas, que nos aleja de ese tiempo más dramático, más
oscuro que es la cuaresma, donde todo está proscrito y prohibido,
hace de ella algo especial.
Fiesta
pagana que se celebraba en la antigüedad, rememorando las Saturnales
romanas en honor del dios Saturno. Fiestas en las que algunas leyes
dejaban de estar en vigor, las diferencias sociales se suspendían,
así como los buenos modales impuestos por las normas. Este año, al
igual que otros anteriores, han vuelto a irrumpir en nuestros
barrios.
Hasta el
último día de carnavales, esa, la estrella solitaria que nos da la
vida, pero que algún día nos la arrebatará. Ha venido a unirse a
la alegría de la fiesta. Gentes que llegados desde otros mares, al
igual que nuestros antepasados, han tenido que emigrar desde sus
pueblos en busca de mejores condiciones de vida, hoy por derecho
propio, uno más entre nosotros, han llenado la kalejira de colorido,
alegrando nuestras calles.
Y como
en el carnaval reina la transgresión de toda norma moral y social
han recorrido nuestras calles magos musicales, jóvenes roqueros,
orondos obispos, emperadores romanos y algún recluso con tuba;
alegres y bellas vickingas y enmascaradas; carritos con alegorías a
la “Amatxu de Begoña”; diversos grupos de feministas, algunas
con caras bellamente cadavéricas; reivindicativas sufragistas,
celebrando el día de la mujer trabajadora; piratas, brujas.
Toda
suerte de personajes, hasta un piolín con su vástago a hombros;
familias enteras rebosantes de alegría; también una bruja de Walt
Disney; simpáticas “Cruellas de vil” a quienes solo faltaban las
dálmatas; un colorista desfile de vecinos llegados desde sudamérica,
que con sus colores Athleticos y sus retoños, ponían un toque
caribeño a la fiesta; y como no: una tribu de punkis que llenaba la
calle con sus cinturones claveteados y sus pegatinas cadavéricas. Y
adultos convertidos en niños y niños que al igual que sus
progenitores desbordaban ilusión y alegría.
Un año
más la magia del carnaval ha llenado nuestras calles y ha calado con
fuerza en el corazón de los Getxotarras. !Hasta el año que viene!
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