Cuando
hablamos de la fotografía en Getxo, lo hacemos pensando en sus
calles, sus gentes, sus edificios, pero pocas veces pensamos en el
personaje que se sitúa detrás de la cámara. De cómo ve la imagen,
a las personas, a la sociedad, cómo las siente, quién es, de dónde
viene, a dónde quiere ir, qué desea transmitir. Esto es lo que
trataremos de ver a través de Fede Merino.
Pero,
¿quién es Fede Merino?, hay personas que necesitan presentación,
pero el personaje que nos trae, lleva tanto tiempo entre nosotros, en
nuestras calles, en nuestras fiestas, que se mimetiza en nuestro
paisaje urbano. A pesar de ello haremos una retrospectiva de su
historia.
Fede
Marino nace en Reinosa (Cantabria), en 1943, sus primeros estudios
los realiza en el Colegio San Jose (un Colegio de Frailes). En
aquella época Reinosa era una sociedad doble, por un lado ganadera y
por otro industrial. En 1950 contaba con una población de 9.450
habitantes. Los juegos de calle de los niños de la época eran
afines a los juegos vascos, en su opinión “...la industria
allí asentada (una filial de AHV, con técnicos y gerentes vascos)
daba presencia diaria a la cultura vasca...”, “...Todos los
pueblos del Cantábrico son afines en paisaje, tipología y cultura,
de hecho, cuando vinimos a vivir a Euskadi, apenas noté
diferencias...”.
A los 13
años fue a estudiar a Madrid, al seminario diocesano, realizando los
cursos de latín y filosofía, permaneció en él hasta los 20 años.
Con su título de Profesor de Letras bajo el brazo, viajará a
Donostia, donde se habían asentado sus padres desde 1960. Vive
durante un corto periodo de tiempo en Bilbao (1967-1968), hasta que
se afinca en Algorta en 1969.
En esos
años tiene una vocación doble, está a medio camino entre el
fotógrafo y el literato. Su primera vocación le lleva a escribir,
“...las letras son mi universo...”, escribe poesía,
teatro, cuentos, novela, aunque en ese tiempo no llega a publicar,
salvo en alguna revista. Se presenta al Premio Planeta, en el año
1975, con una novela titulada “REVOLVER (arma y
búsqueda)...”, novelando de su propia vida.
Finalmente
elegirá como medio de expresión la fotografía, “...literatura
y fotografía son juegos mentales, que empiezan en la
cabeza..,...luego tienes un instrumento, puede ser la
pluma, puede ser la cámara, pero el espacio de creación es común,
es el cerebro...”.
Desde
pequeño siente una gran atracción por el dibujo, tiene una
inclinación clara a todas la formas de expresión gráfica. Cultiva
con exquisitez la caligrafía, llena de casas y cerditos los azulejos
de la cocina y aún hoy sigue abocetando sus trabajos. Y siente
preferencia por el lápiz y la tinta china.
Sus
primeras fotografías las realiza a los 10 años. Alguno de esos
negativos los conserva gracias a su ama. En su casa siempre había
una cámara, que para él era “...un instrumento mágico..”.
Sus primeras fotografías las realiza con una cámara “Kodak/cajón”,
que utilizaba una película 120, “...eran unas cámaras
cuadradas, negras, misteriosas e impracticables, en las que a duras
penas veías lo que pretendías fotografiar, que parecían cajas de
zapatos...”. Las fotografías que realizó en aquella
época, estaban fundamentalmente relacionadas con temas familiares.
Siempre
piensa mucho las fotografías. Guarda en su recuerdo una que con 11
años, realizó a su tío Pedro, que era ganadero y posaba junto a
una pareja de vacas, “...oye el disparo!, pero duda que haya
tomado la fotografía, así que vuelve a disparar, …”, al
final dos tíos Pedro y cuatro vacas con sus ocho cuernos!!! No
conserva el negativo, pero en su memoria la imagen permanece
indeleble.
Del
mundo de la fotografía, lo que más le atrajo fue su capacidad de
contener mensajes, “...si no
los contiene, también los contiene: la cámara siempre muestra la
intención y la voluntad del fotógrafo...”. La
capacidad de la cámara de interpretar y comunicar pensamientos, es
tan grande como la de la literatura. Para él, esa fue una de las
razones que le empujo al mundo de la fotografía, y otra razón fue
la inmediatez, que en un momento “... resuelve y contiene
todo lo que se quiere decir...”.
Fede, al
preguntarle qué es la fotografía, responde: "...El
fotógrafo es testigo, memoria, intérprete y trasmisor de la
Realidad...", al preguntarle si un fotógrafo se hace o
nace, me dice que “...todo depende del mundo interior de cada
uno, es en ese mundo interior donde se están produciendo las
cosas..”, por eso afirma que todo oficio responde a
necesidades interiores. La técnica viene a continuación a resolver
los problemas para manifestar adecuadamente ese mundo interior.
Respecto
a sus maestros en la fotografía, según él, provienen del mundo de
las letras, más que de la imagen. Uno de ellos (desde 1973) es Julio
Caro Baroja, de él tiene una retrato en su estudio “...a la
izquierda, bajo la ventana, es el único ser humano que me acompaña
todos los días. Ya no me habla como entonces, pero me basta ver sus
ojos y sentir su aliento para saber lo que tengo que hacer...”.
Otras fuentes han sido la literatura Taoista, la novela americana del
siglo XX, Henri Cartier Bresson, magnífico fotógrafo francés,
considerado por muchos el padre del fotorreportaje, y viejos amigos y
maestros como Oteiza y Chillida.
Cuando
hablamos de Getxo, de sus lugares preferidos, cita el Puerto Viejo.
Un lugar poco mediatizado por las prisas y los ruidos, donde conviven
los perros y los gatos, los niños y los mayores, donde la
conversación es fácil y los personajes entrañables. Como gran
observador que es, lo que más le interesa es lo que ocurre en la
calle, la vida de la gente ordinaria, que tan bien, ha sabido plasmar
en sus fotografías: los juegos de los niños, las escenas del
mercado, los trabajos de cada día, esos momentos mágicos entre los
últimos rayos de sol y el humo de los cigarrillos, en torno a un
vaso de vino.
A lo
largo de este reportaje reproduzco algunas esas fotografías, que ven
ese Getxo plácido que tan bien ha sabido mostrar, donde la vida era
muy diferente a la actual, el espacio estaba menos lleno de ruido,
había menos prisa, los vestidos eran más baratos, los coches más
pequeños. La gente en las casas tenía menos cosas, era una vida más
simple, donde las relaciones eran pausadas, donde los conflictos eran
fáciles de resolver.
Sus
recuerdos de las fiestas son agradables, más centrados en el Puerto
Viejo, para él “...las fiestas grandes eran las del
Puerto...,... luego la gente empezó a desplazarse para
arriba...”, pero los buenos momentos del Puerto son
imborrables.
Sus
recuerdos de las movidas reivindicativas de los años 70-80, los
verbaliza como de mayor afinidad que la actual, fundamentalmente de
carácter abertzale, con unos objetivos más focalizados. Quizá una
de las mayores celebradas en Algorta fue la de la reivindicación de
la legalización de la Ikurriña, en 1977, en la que participó la
mayor parte de la población. Todas aquellas reivindicaciones, tenían
su espacio en las fiestas del Puerto.
Volviendo
a la fotografía, para Fede, lo más importante es el contenido, el
significado, Y a la hora de manifestar el significado, casi siempre
se queda con el blanco y negro, en el que el color es descartado a
favor del contenido. Para él las arrugas del rostro son relatos
“...como me dijo un bermeano, cada arruga es una galerna
sufrida en la mar...”.
En una
de sus fotografías, sacada en el Bar Gurugú de Algorta, se plasma
la magia y el poder de la fotografía. “...Es
media tarde, los viejos amigos juegan, como cada día, su partida de
cartas, a esa hora la luz que se cuela por la ventana es asombrosa,
viste de modo diferente a cada personaje, el momento es silencioso y
sosegado, el humo del tabaco da cuerpo a la luz...: es
en ese momento cuando la fotografía se ofrece a tus ojos en todo su
esplendor, como una flor o un atardecer. Entonces sacas la cámara
que llevas siempre en el bolsillo y disparas, y ya está...”
Es más importante el mensaje que los instrumentos y las técnicas,
da lo mismo fotografía analógica que digital, lo importante es lo
que quieres transmitir.
Entre
sus trabajos fotográficos está el libro editado en 2012 “La
Nobleza de la Vida Cotidiana, Getxo 1973/1998”, el Archivo
Gráfico del Teatro Arriaga (Bilbao) entre 1987 y 2003, y considera
como su preferido el que realizó en 1986/87 en AHV, editado en 2013
bajo el título “Altos Hornos
de Vizcaya y la Industrialización”, que, como refleja
en su presentación “...es la
historia de los titanes, que levantaron en vilo las montañas, y
cambiaron el destino de los tiempos...”.
A lo
largo de su vida profesional ha utilizado varias cámaras, pero dos
son sus preferidas, una Reflex Nikon FM2, cargada con TRIX y su
objetivo preferido: el 24 mm., y una cámara Rollei 35S que habitó
en su bolsillo durante 30 años y que aún se conserva en buen
estado.
Hablando
de los mensajes que contienen las fotografías, matiza “...toda
fotografía (incluso la más banal) tiene un mensaje político, unas
más implícito, otras más explicito, que corresponde al sentir
político del fotógrafo. Por otro lado el sentir político del
receptor de la fotografía condiciona su percepción, como la caja de
resonancia condiciona el sonido de la cuerda...”.
Aunque a
veces depende de los canales, de los intereses de venta de esa
imagen, de la distribución que de la misma hagan las agencias. Por
ejemplo: “...Guerra de Vietnam, la campaña con imágenes que
hace Paris March, contra la guerra generan conciencia y opinión en
todo el mundo hasta obligar a EEUU a retirarse...”.
Aunque
como él mismo reconoce “...soy poco viajero...”,
entre las fotografías que aún le gustaría realizar están los
paisajes nevados y ese mundo mágico que es China y su cultura
milenaria. En su momento se quedó con ganas de haber bajado a la
mina y retratar aquel mundo de cuarzo, oscuro y violento, de rostros
sudorosos tiznados por el carbón.
Desde
1985-86 tiene como colaborador a su hijo Karlos, con quien pacta
todos los trabajos, “...hay que pactar todo, debe ser así y
es muy bonito que así sea...”, de otro modo aparece la
imposición y fallan los resultados. También reconoce que existen
territorios en los que su hijo tiene más capacidad “...es un
gran técnico en el laboratorio y en informática...”.
Buscando definirlo lo hace hablando de la música: "...Karlos
es más interprete que compositor...”.
Opina
que su legado fotográfico está reflejado en su libro “La
Nobleza de la Vida Cotidiana, Getxo 1973/1998”, impregnado
por el pensamiento de Julio Caro Baroja: “...La Vida
Cotidiana es un territorio no atendido, y sin embargo es el origen,
el contenido y el sostén de la vida entera...”.
Hasta
aquí un pequeño semblante de este fotógrafo, que vive actualmente
en Berango, que ha sabido plasmar con su cámara muchos de los
momentos más entrañables que en los diferentes rincones de Getxo
han protagonizado algunos de sus vecinos. En el mismo, para
justificar algunas de las afirmaciones sobre su magia como fotógrafo,
incorporo algunas de sus obras de arte, que amablemente me ha
permitido utilizar.
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