Tras
unos día en el dique seco, por una avería en el ordenador, vuelvo a
estas paginas con nuevos temas sobre la historia de Getxo.
Cuando
hace días se celebraba, en la nueva Aula de Cultura de Romo, la
llegada del ferrocarril a Plentzia, recordaba que ya han pasado algo
más de 131 años, desde que el ferrocarril de Bilbao a Las Arenas
llegara a nuestro barrio. Y que tan solo 6 años más tarde lo haría
a la Villa de Plentzia, dicho ramal se
puso en marcha el 3 de septiembre de 1893.
Fue
una obra memorable para sus tiempos, no exenta de poder especulativo,
ya que para los propietarios de aquellas enormes extensiones de
terreno, la familia de D. Maximo Aguirre, las que antes fueran
marismas y terrenos incultivables, ahora eran una oportunidad de
negocio. Los mismos que tras la desecación de las tierras y sus
inicios urbanísticos habían concebido el inicio de una gran urbe,
que iba a suponer en esos campos, el futuro lugar de expansión de
las gentes económicamente pudientes de la Villa de D. Diego, además
de un colofón para sus inversiones, las cuales verían bonificadas
revalorizando sus terrenos.
Este
medio de transporte, el ferrocarril, vendría a sustituir a la hasta
entonces única vía de transporte urbano existente por tierra, el
tranvía. Llegaba para unir a Bilbao con nuestro Pueblo, llegando por
primera vez con sus maquinas de vapor a Las Arenas un 30 de junio de
1887.
La
familia Aguirre (D. Ezequiel, D. Eduardo y D. Enrique), una vez
obtenida la concesión en 1884, abrió una suscripción pública que
alcanzo la cifra de 2.000 acciones de a 500 pesetas. Con ese capital
se fundaba la Compañía del ferrocarril-Económico de Bilbao a Las
Arenas. La misma se inició con un capital de un millón de pesetas,
sin tener en cuenta las subvenciones de la Diputación Provincial y
el Ayuntamiento de Bilbao. Dichos hermanos que desde hacía años
venían estudiando la construcción de ese ferrocarril, ya avanzaban
en la culminación del mismo, habían encomendaron los estudios a los
renombrados Ingenieros, D. Adolfo Ibarreta y D. Laureano G. Santa
María y la ejecución de las obras a los contratistas Sres.
Arambarria, Iriondo y Ortueta.
El
trazado de aquella línea ferroviaria tenía una longitud de 11.516
metros. Arrancaba en la villa bilbaína, en los terrenos ya ruinosos
del que fuera convento de de San Agustín. Para ello tuvieron que
construir una plataforma elevada de 12 metros sobre el nivel de la
Sendeja, cerca del lugar que poco antes, en 1874, había visto los
estruendos de las baterías de la última guerra Carlistas. Para
salvar las encrespadas laderas del barranco de Arcocha, tuvieron que
construir cuatro túneles de 60 metros de longitud y 17 de alto. Un
puente de hierro, sistema Rowstring de 32 metros, sobre el río Asua;
un paso a nivel en Axpe y por último otro puente metálico sobre el
río Udondo.
El
material que utilizaron para la construcción de las vías fue traído
de la fabrica alemana “Bochum Tercin Fur”, y las locomotoras de
la “Jhon Cockerill” de Sercing (Bélgica).
Los coches tenían todos ellos un balconcillo exterior que servía
para comunicar las unidades. Decían en la época que eran para que:
“...Los
viajeros pudieran admirar la hermosa perspectiva que ofrecía la ría
bilbaína...”
Aquel
magno acto de inauguración, toda una fiesta en el barrio de Las
Arenas, se celebró a las 11 de la mañana del 30 de junio de 1887,
con la salida y bendición desde la estación de San Agustín en
Bilbao. La misma resultó cómo si fuera el disparo inaugural de los
negocios de actividad playera y balnearia, que los hermanos Aguirre
detentaban en el barrio. La unidad preparada al efecto tenía como
viajeros de honor al Arcipreste Sr. Castañares, los coadjutores de
la parroquia de San Antonio Abad Sres. Recalde y Salvador. En medio
de un ensordecedor estruendo de voladores, con la música del
regimiento de Garellano y con una estación lujosamente engalanada
con banderas y gallardetes, se produjo la bendición.
Una
vez producido aquel acto religioso, a los invitados que sumaban 74
personalidades, Gobernador Civil, Comandante de Marina, Presidente de
la Diputación provincial y Diputados, les acompañaban en aquel
viaje inaugural el Administrador de Correos, Directores de diversos
ferrocarriles de la provincia y del Estado, individuos de la Cámara
de Comercio y de otras corporaciones, los alcaldes de Deusto de
Erandio y el de Getxo, D. Pedro de Amezaga, ademas de los
corresponsales de la prensa bilbaína.
A
las 11:34 en medio de un ensordecedor estruendo de voladores y
petardos, el tren arrancaba rumbo a Las Arenas. Las unidades, lujosos
coches, iban adornadas con banderas y follaje. Durante el recorrido,
los viajeros pudieron disfrutar de, hoy, olvidadas vistas, cómo las
fértiles y bien cultivadas vegas de Deusto, los fondeaderos de San
Nicolás y el Desierto ocupados por grandes buques, las
impresionantes fabricas de Altos Hornos, San Francisco y La
Vizcaya, pasando por la extensa vega de Lamiaco y los impresionantes
pinares de Las Arenas.
El
convoy compuesto por 5 coches, uno de primera y dos de segunda, tras
su paso por el apeadero de Deusto, llegaba a la estación de Luchana
pasados 15 minutos. Posteriormente, a los 20 minutos de su salida,
llego al Desierto (Erandio) donde fueron recibidos con arcos de
triunfo y cohetes, continuando hacía el apeadero de Axpe, para
finalmente arribar a la estación final de Las Arenas al de 30
minutos.
Una
vez en Las Arenas, donde fueron recibidos en medio de un estruendoso
volar de cohetes y petardos, en medio de una estación profusamente
galardonada por banderas y gallardetes, se celebro el evento con los
acordes de la banda municipal de Getxo.
Transcurrida
una hora desde la llegada de los expedicionarios, y seguramente ya
con los estómagos pidiendo algo que llevarse a la boca, tras las
emociones del viaje. Se dirigieron, !Cómo no!, a las instalaciones
balnearias de los patrocinadores del evento, los Aguirre, donde
fueron ocupando el lujoso comedor del establecimiento de Baños de
Mar Bilbaínos, situado junto a la playa de Las Arenas (a la altura
del actual Club Marítimo del Abra). La presidencia del acto fue
ocupada por el Presidente del Consejo de Administración del
Ferrocarril, D. Ezequiel Aguirre, ocupaba a su lado un destacado
lugar el Gobernador Civil. Dicen que la comida fue suculenta, aunque
no la mencionaban, y fue servida por cocineros a las ordenes de D.
José y D. Andrés Larrazabal.
Una
vez con los estómagos llenos, enardecidos por el acto, y seguramente
por los gratificantes caldos que se sirvieron, empezaron los brindis.
Al descorcharse la primera botella de champan las personalidades
asistentes comenzaron sus brindis, empezando por el Presidente del
Consejo de Administración del Ferrocarril D. Ezequiel Aguirre, le
seguirían en
el uso de la palabra el
Gobernador
Civil; los
comandantes
de carabineros y de marina, este último realizó el brindis en
verso, cosa que repitió cuatro veces; Arteche y
Álvarez que lo hizo en nombre de la prensa bilbaína; D. Federico
Echevarria en nombre de la Cámara de Comercio; por la Diputación
el Sr. Alzola; le siguieron el resto de los hermanos Aguirre (Eduardo
y Enrique); el Alcalde de Getxo; todos loaron sobre la prosperidad
que iba a traer aquella nueva vía férrea, a la vez que enaltecieron
la figura del patriarca de los Aguirre, a quien se iba a dedicar una
calle. A las seis de la tarde la comitiva bilbaína partía de la
estación de Las Arenas, en
medio de los
acordes de
la banda de música de Getxo.
Los
precios de aquellos primeros viajes desde Bilbao a Las Arenas en
primera clase eran de 0,75 pesetas y de 0,50 en segunda; existían
unas tarjetas de abono mensual que permitían viajar en todo el
recorrido, sin limite de viajes, en primera clase el precio era de
22,50 pesetas y 15 en segunda.
El
escaso volumen de mercancías transportadas obligó esta compañía a
concentrar sus recursos en el trafico de pasajeros, lo que provocó
que algunos años más tarde, en 1901, fuera absorbida por la
Compañía del Ferrocarril de Bilbao a Santander.
Para
esta entrada he respetado la transcripción de los nombres de
localidades, tal y cómo aparecían en la prensa de la época. Hoy su
grafía ha cambiado y euskaldunizado.
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