En
la anterior entrada veíamos cómo se inauguraba, aunque
provisionalmente, la Iglesia de Nuestra Señora de Las Mercedes de
Las Arenas.
El
4 de agosto de 1887 D. Juan Ramón Mota solicitaba permiso para
edificar su vivienda en Alango. Por aquel entonces preocupaba al
consistorio la limpieza de las fachadas. Estábamos en verano y la
afluencia de visitantes a nuestra localidad era importante. El
Ayuntamiento ordenó que se encalaran los edificios para mejorar su
aspecto exterior.
A
mediados de agosto y a pesar de la canícula, la existencia de aguas
en el depósito municipal, tras las obras de traída realizadas, era
afortunadamente abundante por lo que el consistorio decidía abrir al
servicio público los dos lavaderos del barrio de Algorta.
El
Ayuntamiento encargó la compra de instrumental médico para realizar
las autopsias que supusieron un gasto de 44,75 pesetas. Como el
responsable de ordenar las intervenciones a los difuntos era el Juez
Municipal, acordaron informarle del nuevo instrumental: “...Que
tendrá a su disposición cuantas veces precise en la Casa
Consistorial, bajo la custodia del alguacil primero...”
Tras
los exámenes realizados a los alumnos del Colegio San Bernardo en el
mes de julio y vistos los excelentes resultados obtenidos por los
pequeños, el Ayuntamiento felicitaba a su director D. Juan Dourte.
El
18 de agosto de 1887, el Sr. Alcalde leía una carta remitida por los
hijos del finado D. Máximo Aguirre, dando las gracias por haber
puesto el nombre de su padre (Avenida de Máximo Aguirre) a una calle
del barrio de Las Arenas.
Las
relaciones entre el Ayuntamiento y la Compañía del Tranvía de
Bilbao a Algorta, que en épocas pasadas no fueron muy cordiales,
parece que en agosto de 1887 habían mejorado; al menos eso se
desprende de lo descrito en el acta municipal del 18 de ese mes. En
ella se daba cuenta de de un oficio del gerente de dicha compañía:
“...Manifestamos
que esta compañía no tiene ánimo de cobrar el carruaje que hace
pocos días puso a disposición de esa corporación para conducción
de algunos pobres de solemnidad a Bilbao...”
El consistorio, además de agradecer a la compañía el gesto, nos
daba en aquel acta un dato interesante en cuanto a cómo era la
tracción de los tranvías en aquel momento: “...Esta
corporación agradecería mucho que siempre que sea posible disponga
es compañía, que los carruajes del tranvía en el trayecto desde la
plazuela de la antigua carnicería hasta el Casino vayan con poca
velocidad, a trote natural de los caballos, con el fin de evitar
cualquier desgracia que pudiera ocurrir por la estrechez de aquel
camino...”
Antes
de tocar el siguiente punto referido a la “Fiesta del Ángel de la
Guarda” recordar que según D. Juan Ramón de Iturrizar en su obra
“Historia General de Vizcaya”, dicha festividad, en cuyo día se
celebraba una feria de ganado, se estableció en el año 1780. Esa
fiesta iba a ver cambios importantes, y es el 18 de agosto de 1887,
cuando una de las fiestas tradicionales de Santa María de Getxo “El
Ángel de la Guarda”, que hasta entonces se venía celebrando en
fechas próximas a la Semana Santa, verá cambiar el día de
celebración gracias a la intervención de algunos influyentes
vecinos para quienes las licencias festivas de la juventud de la
época podían ser obra del propio Satanás. En aquel pleno municipal
se dio cuenta de una instancia firmada por D. Juan Bautista Aguirre,
D. Dámaso Ibarra y D. Roque Zabala y otros vecinos de la feligresía:
“...Solicitamos
que por las poderosas razones que pasamos a exponer, suplicamos a
esta corporación suprima la feria y romería que en la misma se
vienen celebrando anualmente por los días del Santo Ángel de la
Guarda, el 1 de marzo, y trasladarla al 1 de octubre, el argumento
era que con motivo de la Fiesta del Ángel se venían cometiendo
grandes irreverencias…”
Algunos, como ellos mismos se definían, “Amantes de conservar los
buenos usos y costumbres”, vigilantes de la moral publica y de las
buenas costumbres, alegaban que: “...Si
en el transcurso del tiempo estas costumbres pierden su primitiva
forma, tal y como “se las legaron sus antepasados”, vienen a ser
“lazos de Satanás y de profanación de algunos días sagrados”...”
Advertían
respecto a la fiesta que: “...Aunque
caían con rara excepción dentro de la Semana Santa, las juventudes
de aquí y de las proximidades “se reúnen con pretexto de la Feria
de Ganado”, del barrio de Santa María, y se entregan con una
“desenvoltura poco edificante”, a una diversión “impropia del
Santo tiempo de Cuaresma”, que nos invita a “llorar nuestros
pasados extravíos...”
Y
añadían que: “...La
feria de ganado que se celebra en Santa María, no tiene excesiva
importancia, ya que con las ferias que se hacían de forma quincenal
en Las Arenas eran suficientes...”
¡Dios! ¿Qué cosas harían aquellos libertinos jovenzuelos para
tener que expiar así sus excesos? La carta motivó a que la
Corporación getxotarra adoptara la siguiente decisión:
“...Enterados
con agrado del contenido de dicha instancia y haciéndose todos los
concejales participes de los mismos sentimientos e ideas, acordamos
trasladar la Fiesta del Santo Angel de la Guarda al 1º de Octubre,
anualmente, día en que la Iglesia celebra la fiesta del Santo Angel
Custodio del Reino”...”
Este
acuerdo fue refrendado el 18 de Agosto de 1887 por la corporación
municipal, entonces encabezada por el Alcalde de Getxo D. Pedro
Amezaga. A la celebración de ese primero de octubre, a fin de
solemnizar el acto, acordaba el Ayuntamiento acudir en pleno junto a
la banda de música.
Aquel
verano el responsable del Balneario de la playa de Las Arenas, vecino
de Bilbao D. Eladio Berriatua, solicitaba al consistorio poder
ampliar en 16 ó 20 unidades las casetas de baño de dicha playa.
Los
fuegos de artificio lanzados en las fiestas de Las Arenas y Algorta,
durante los días 26 al 31 de julio y el 13 de agosto, habían sido
lanzados por la pirotecnia de la Viuda e hijo de Hernández. Se
habían gastado en aquellas maravillas pirotécnicas 609 pesetas.
Otro
de los acuerdos de aquel 18 de agosto fue nombrar Alcalde del barrio
del Puerto a D. Victor Zarraga. Y cómo la presencia y decencia de
los símbolos de poder de nuestras primeras autoridades, requerían
de cierto boato, el pleno acordaba: “...Que
no hallándose en decencia como se requiere en un Pueblo como éste,
los bastones e insignias de los Sres. Alcalde y Tenientes de Alcalde,
se arreglen dichos bastones como corresponde, con puños dorados o de
oro y borlas nuevas...”
En
la próxima entrada veremos cómo la proximidad de la construcción
de un puerto nuevo hacía que nuestros ediles reaccionaran ante la
posibilidad de que las decisiones fueran tomadas por personas
extrañas.
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