Entre
dos mundos. Este es el mundo de un artista de Getxo, más
concretamente de Algorta, nacido en la calle San Martín, frente al
convento de los trinitarios. Y aunque titulo entre dos mundos, uno la
medicina y otro la pintura, me faltaría más de uno, pero sobre todo
uno del que al final hablaré.
Dio
sus primeros pasos en el mundo de la pintura en la llamada “Campa
del Muerto” (Antiguo Cementerio de Algorta), aunque su relación
con los cementerios ha sido larga, como contaré más adelante. Se
suele decir que “de la casta le viene al galgo” y nunca mejor
dicho. Se podría afirmar que a nuestro artista local, Joserra
Elorriaga, parte de su inquietud le viene por vía paterna, que fue
contagiada a todos los hermanos, aunque con diferente constancia y no
todos continuaron con ese mundo.
Su
padre, Antón Elorriaga, ya desde los 20 años había adquirido la
costumbre de realizar apuntes de todos sus recorridos por Getxo. Uno
de sus trabajos fue la casa del escultor Vicente Larrea, que estaba
en la calle Obispo Etxeandia. Su pintura era impresionista, a decir
de Joserra: “...fue mi maestro del color…, la
habilidad y la viveza que tenía mezclando colores…, era
capaz de descomponer en su cuaderno un color en veinte tonos...”
Los
primeros dibujos de Joserra pertenecían al reino animal, de niño
sus mejores trabajos fueron: “...las cabezas de caballos que
pintaba en los escudos de contrachapeado que utilizábamos en
nuestros juegos...” Él asistió a la academia Bidegorri, y
algunos de sus amigos iban a Gaztelueta, allí les ponían deberes de
dibujo: “...solíamos ir a Fadura, en el lavadero de la
carretera que va hacia Simón Otxandategi; dediqué muchas horas a
pintar el entorno del río...” Pero donde de verdad
empezará a desarrollar las técnicas del color fue en el Colegio
Santa María de Portugalete; y donde aprenderá las técnicas del
dibujo fue en el Colegio San Agustín de Las Arenas, de la mano del
profesor D. José Etxaniz.
Su
juventud se desarrolla en torno a Itxas Gane (Scout), de donde
adquirirá su afición a la montaña, la cuadrilla de la plaza y
“Villa Danelis” con los guateques serán otros de
sus referentes juveniles.
A
los 18 años marcha a Valladolid para cursar la carrera de medicina.
Al llegar a la universidad, tiene que elegir un sitio barato, nos
estrenamos en el barrio de los lupanares de Valladolid, y allí:
“...empiezo a decorara la pensión en la que vivíamos, eran
casas del siglo XVII, de paredes tristes, empapeladas, con water
único para cuatro pisos y un corral. Me junté con estudiantes de
arquitectura y recorrimos la ciudad pintando sus rincones...”
Allí contactó con el mundo de las exposiciones: “...había
un movimiento artístico importante, muchas galerías, mi tendencia
natural fue acercarme a pintores y galeristas. En esa época pintaba
paisajes, edificios, todo lo que veía. La cátedra de anatomía hace
una selección de dibujantes para ilustrar las clases de cada día;
había que pintar cadáveres en pizarras de tres cuerpos, según las
indicaciones del catedrático, que les indicaba la orientación “
¡El hígado cogido desde esta vista!” A las tardes estaba horas y
horas en la sala de disección de anatomía dando color a las
pinturas de aquellos cuerpos...”
Teníamos
una vespino y con ella empezamos a desplazarnos a pueblos de
Valladolid. Volvía un poco sobrecogido, el paisaje de los
alrededores de la capital es duro, muy desértico, era difícil
encontrar un elemento que te rompa el horizonte, nos costaba mucho
interpretar el paisaje, los pintores de intemperie ponemos siempre en
el fondo un tope, pintamos contra algo, y en Castilla se pinta encima
de algo. Teníamos que buscar aldeanos segando, los de la trilla,
todo lo que estaba sobre la tierra.
Casi
al final de su carrera empieza a vender pintura a los profesores para
las semanas culturales vascas que se celebraban allí, hacía los
carteles propagandísticos: “...llevábamos a gente muy
importante de la cultura vasca (Caro Baroja, Andoni Cayero, Goyo
Monreal, Xabier Lete…)...” El delegado del gobierno
temía mucho a las letras de las canciones: “...no las
entendían, no era su idioma, hacíamos unas traducciones muy
peculiares para que pasaran la censura. El jefe de la policía, que
ya nos conocía, decía: “¡Ustedes me están engañando!” No se
fiaba. A aquellos actos acudían 600, 700 personas. Así que llegó a
la conclusión de que para que no hubiera problema “¡Usted se
queda aquí durante todo el festival, en comisaría, y si no hay
problemas se va para casa!...”
Hace
la mili en Sevilla: “...Coincido con un Catedrático de Historia
del Arte, visitaba todos los museos con él, me empapaba de los
artistas sevillanos, de su arte. Pinté en Sevilla en las orillas del
Guadalquivir, y ahí es donde empecé a utilizar los cuadernos de
viaje, que pinto a la acuarela, en los que hacía apuntes de los
paisajes. A partir de ese momento, me acompañarán siempre! Tuve
bien en cuenta todo lo que mi padre me enseñó para pintar en pie.”
Estando
en la mili, trabaja como médico en la capital hispalense, más
tarde, tras casarse, lo haría en La Puebla de la Barca, donde su
esposa, también médico, consigue plaza: “...ejercíamos en
la plaza de un médico, dos...” Tuve la experiencia de
vivir en plena naturaleza. Eran médicos las veinticuatro horas del
día; hacían guardia en pueblos que estaban hasta cincuenta
kilómetros de distancia. Allí escribí y pinté mucho al natural.
Volvemos
a Algorta y hago sustituciones hasta que me afianzo como médico en
Berango. Estuve once años en esa población. Para entonces habíamos
hecho unas tentativas de asociación artística llamada “Ateak
Zabalik”, entre Potxo Onandia, Adolfo Martín y José Fernández;
aún no teníamos sede y las reuniones las hacíamos en cualquier
sitio. Hicimos una primera exposición con motivo de la inauguración
del Aula de Cultura de la Plaza del Mercado de Algorta. José
Fernández elaboró unos manifiestos para consolidar un colectivo que
promoviese una especie de Escuela de Oficios, al estilo de la que
hubo en sus tiempos. Así surgió el colectivo “Antzezaleak”
del que fui presidente. Disponíamos de unos fondos muy precarios,
gracias a los constructores hermanos Zabala de Andra Mari, que habían
comprado el chalet del Doctor Diliz, de la calle Torrene, enfrente de
la tienda de las Learra. Logramos tener nuestra primera sede. Es en
ese momento cuando usaré las técnica de tintas a granel (Pinceles
gruesos con mucha tinta) aplicándola directamente sobre el lienzo.
Se
fue incorporando nueva gente: Iñaki Miro (Ceramista), Solana
(Acuarelista), Rosa Calzada (+). Todos los años hacíamos una
exposición en el Aula de Cultura de los miembros del colectivo. De
Torrene pasaríamos a la Avenida Basagoiti, a la casa “Manene”.
Lo bueno de los colectivos es que vas viendo a otros, lo que a ti en
un óleo te lleva mucho tiempo, el acuarelista lo resuelve en veinte
minutos: “...En el momento que me encuentro como pintor creo
que he tocado todos los palos. Curiosamente mis
primeros dibujos de paisajes son del cementerio de Getxo. Para el año
66-67 ya andaba por los cementerios, de tal manera que alguno decía
que estaba totalmente loco. Cuando preguntaban a mis amigos dónde
está Joserra, les decían !Estará en el cementerio!…, El
cementerio tiene unas esculturas muy buenas. A la tumba de los
Basagoiti le puedes estar dibujando desde veinte ángulos un año
entero y no has parado...” Pintó muchos paisajes de
Getxo: “...Al principio no quieres que la gente te vea, así
que empece a ir a Areatxu, Kantarepe, Arrigunaga, Azkorri, y caseríos
ya desaparecido como Sagutxune…, es raro el año que
no me paso por Túnel Boka, la Salvaje, tomando apuntes...”
Como
decía al principio otra de sus facetas es la de escritor. Escribe
sistemáticamente, tanto en sus cuadernos sobre viajes como otro tipo
de literatura. Pero quizá la que mejor se acerca a su mundo interior
, es la que surgirá tras la llegada a Frúniz: “...Vinimos
a vivir en 1988, y es aquí donde empecé a desarrollar un mundo
mágico que posteriormente convertiría en un libro, que publiqué en
el 2011 “Berroiales”. Este cuento surge a partir de nuestra
llegada a la “aldea”. Queríamos criar a los hijos en contacto
con la naturaleza, y una de las oportunidades que tenemos los que
hemos sido padres , es que los niños te trasladan a un mundo que a
medida que te vas haciendo adulto lo pierdes, pero que es rescatable,
si pones un poco de atención, porque ellos te lo descifran
perfectamente.
En
la soledad de esta aldea, con las inclemencias del tiempo, sin
calefacción. Todo esto estaba salvaje, eran todo huertas y había un
molino enfrente de nuestra casa. El misterio de las nieblas, la noche
y los animales del bosque, los jabalíes venían y nos levantaban la
huerta. Vivíamos en plena naturaleza y se va desarrollando una magia
que iba a dar lugar esta historia.
Me
comprometí con mis hijos a contarles un cuento todas las noches,
antes de dormir, siempre que se hubieran portado bien durante el día.
Habíamos descubierto un mundo nuevo donde vivían esos personajes. A
la vez que les contaba el cuento yo iba diseñando los personajes.
Eran del tamaño de un palmo, ese mundo nuevo era la intimidad del
molino abandonado. El molino aún funcionaba, el
agua corría por su túnel, la antepara se llenaba de agua, las
ruedas giraban en el mismo, en las noches de invierno surgía un
misterio, les hice creer que allí se movían unos personajes, que
cuando les mirábamos se escondían, mimetizándose con la vegetación
del molino, porque tenían un color verdusco…”
Así
el cuento iba avanzando, y llenaba las noches de invierno con la
fantasía de aquellos seres, poco a poco su hábitat, sus costumbres,
sus personalidades empezaron a surgir: “...De vez en cuanto
oíamos un sonido, un !Chop! en el agua, que la gente dice que son
ranas, pero nosotros sabíamos que eran ellos. En ese misterio de los
helechos, berros, del agua cristalina, de este río Butrón que movía
el molino, aún sin contaminar, lleno de kiskallus y truchas,
existían nuestros personajes.
En
él desarrollo un mensaje ecológico. Estos personajes sólo podían
vivir de los berros, y estos solamente se dan en aguas puras y
cristalinas, describo con ellos la solidaridad, el altruismo, la
bondad y la alegría. Manejé estos cuatro parámetros, para que su
civilización, son una tribu que vive bajo tierra, y el sito más
seguro que habían encontrado para vivir era bajo los molinos y las
ferrerías. En los demás sitios corrían riesgo porque se labran las
tierras, se hacen entresacas de árboles, crece el bosque y las
raíces les entran en sus viviendas. Tanto convivir con ferrones y
molineros llegan a tener con ellos una comunicación invisible, de
tal manera que el molinero sabe que existe un problema en la parte
más íntima del molino que se resuelve sola, llevando unas velas a
la iglesia y rezando unas oraciones, pero eran los “Berroiales”,
quienes arreglaban aquellos problemas...”
De
esta manera Joserra Elorriaga crea un cuento que como he dicho
anteriormente publicaría más tarde. Entre estos sucesos aconteció
un hecho lamentable y doloroso que le llevó a crear una de sus
múltiples esculturas, quizá la más sentida, una fuente estanque en
memoria de uno de sus hijos, que falleció en un accidente de
tráfico: “...Le hice ese estanque que está sin terminar
como él, está lleno de vida, con peces, su estructura nos recuerda
algo sin terminar, y viene a ser una lágrima roja, el estanque tiene
esa forma, orientada hacia una media rueda de molino, dirección
norte-sur...”
Sus
cuadernos de viajes, que mencionaba anteriormente, son una auténtica
maravilla de relatos y dibujos, en los que independientemente de ver
muchas piedras y paisajes, va reflejando los lugares por los que
pasa, y que le sirven, como apuntes en el tiempo, para desarrollar
alguno de sus cuadros: “...El cuaderno es una cosa más viva
que la fotografía, te hace estar más tiempo saboreando los viajes,
la foto es un resultado instantáneo, sin embargo, el apunte al
natural recoge “un momento”. El cuaderno te pide al llegar a tu
alojamiento, donde estés, un desarrollo, sus historias, sus colores,
es una ilustración entera...” En ellos, de sus recuerdos
de Algorta ha ido describiendo lo que era más singular del barrio,
sus rincones, sus gentes y costumbres:“...Empieza por las
escaleras del tximbito, los bloques, el farero, la grúa Titan…”
En definitiva una mina para una historia del barrio, contada por uno
de sus vecinos.
Respecto
a sus últimas incorporaciones de técnicas pictóricas responde que:
“...Constantemente estás ensayando, también salen
materiales nuevos, por ejemplo hay un óleo al agua, parece una
contradicción y, sin embargo, se puede trabajar con ambos elementos.
Los empastes que se pueden dar a un cuadro para que adquiera un
relieve y otros efectos especiales comprenden toda clase de productos
y químicas. Siempre me pregunto qué harían aquellos artistas del
Renacimiento con los materiales y utensilios de hoy día En
definitiva nuevas técnicas que para los profanos es “hebreo”,
pero que para este artista getxotarra es el pan nuestro de cada día,
que se puede resumir en su frase de despedida: “…..Como en
la vida estás aprendiendo continuamente...”. Pero sus
acuarelas hablan de su apego a nuestras playas, a nuestros rincones,
a nuestro Pueblo.
Hasta
aquí una entrevista con un hombre polivalente (otros dicen
polimata), médico, pintor, literato, agricultor, montañero y
algorteño de pro. Quedan muchas cosas que decir en el tintero, pero
así es Joserra Elorriaga, el de la “Campa del Muerto”.
Pedazo artista
ResponderEliminarZorionak
Aquí hay CREATIVIDAD, ARTE, PASIÓN, TALENTO... y mucho más.
ResponderEliminar¡¡¡ZORIONAK!!!