En
esta entrada continuamos viendo los acontecimientos que dieron lugar
al nuevo cementerio de Bostgarrena.
En
enero de 1906 el consistorio había tomado conciencia de la necesidad
de la construcción de un nuevo campo santo. Así, en un acta del 29
de ese mes se decía respecto de la saturación del viejo cementerio
de Andra Mari: “...Estando
en la conciencia de todos los señores concejales la necesidad
urgente de que el nuevo cementerio se abra al servicio público,
porque va resultando ya indecoroso y antihigiénico abrir nuevas
sepulturas en el cementerio viejo, donde no se puede dar un golpe de
azadón sin encontrar restos humanos, casi recientemente
sepultados...”
Esperaban ver terminado el nuevo cementerio de Getxo “Cementerio
de Nuestra
Señora del Carmen”:
“...antes de que comience la época de los calores...” Entendían
como urgente: “...la
subasta de los trabajos de movimiento de tierras...,
la
plantación de arbolado...,
dando
preferencia a Eucaliptus y Cipreses por ser especies de crecimiento
rápido que purifican la atmósfera...”
Por otro lado estudiaban si era de interés municipal el hacerse
cargo del cementerio viejo: “...en
caso de acordarlo así, en qué forma ha de compensar a los
propietarios de sepulturas por esa cesión...”
Tenía por objeto aquella moción: “...se
realicen las mencionadas obras en el más breve plazo posible, a fin
de poder ordenar la clausura del cementerio viejo, una vez se
inaugure el nuevo...”
Aquel cementerio municipal tenia una conducción que partiendo de una
alcantarilla vertía al mar las aguas de la necrópolis. El camino
hacia el mismo partía desde una carretera construida por D. José
Martínez de las Rivas.
La
subasta para la terminación de aquellas obras se produjo el día 14
de noviembre de 1906. A ella se presentaron los Srs. Eusebio
Uribarri, Manuel Conceiro, Bonifacio Aguirre, Rafael Zubía, Juan
Arechavala, Julián Bilbao y Andrés Bilbao. Siendo adjudicadas las
obras a la oferta de Manuel Conceiro, valorada en 6.973 pesetas.
En
diciembre de 1906 se formaba la comisión para la redacción del
Reglamento para el servicio y administración del nuevo cementerio.
El mismo tenia una superficie de 23.178 metros cuadrados y lindaba
por todas sus partes con terrenos propiedad del municipio. En el
mismo se prohibía expresamente: “...la
instalación en la proximidad del cementerio puestos de venta de
efectos de comer, beber y otros análogos, cantar y llamar a
voces...,
cuyo
carácter tiene forzosamente que desdecir de la veneración de los
lugares sagrados...”
Lo cual confería a lugar la pertenencia a una determinada confesión
religiosa a pesar de estar realizado con dineros públicos,
haciéndose hincapié en: “...el
respeto que exige el religioso destino de esta clase de lugares...”
También se prohibía el encendido de bujías y lámparas sobre las
tumbas, con excepción de los días primero y segundo de noviembre.
El cementerio constaba de fosas comunes, sepulturas, nichos y
panteones, las primeras destinadas a los pobres de solemnidad !Hasta
en el último viaje eran separados de las dádivas del resto de los
humanos!.
El
transporte de los cadáveres se tenía que realizar a hombros o por
medio de coches estufas, siendo la administración la competente para
fijar las condiciones del traslado, desde el lugar del óbito hasta
su última morada. No se permitía trasladar al cementerio ningún
cadáver sin la preceptiva autorización escrita, firmada por el Juez
municipal, el conserje y el párroco, si en finado en vida perteneció
a la Religión Católica. Había un articulo, cuando menos curioso,
el Nº 25: “...Ningún
cadáver será enterrado hasta que transcurran las veinticuatro horas
que marca la ley a menos que presente síntomas aparentes de vida en
cuyo caso se prorrogará dicho plazo...”
El Nº 26 establecía que: “...en
un local anejo al deposito de cadáveres se dispondrá lo necesario
para prestar los primeros auxilios al presunto cadáver que volviera
a la vida...”
Los cadáveres, que no estuvieran embalsamados, antes de ser sellada
la caja, debían de ser cubiertos con cal viva. Se fijaban seis tipos
de solares para enterramientos, cuyos precios iban desde 2060 pesetas
el más caro hasta las 417 el más barato. Las grandes criptas se
cotizaban a razón de 12,50 pesetas el pie cuadrado.
El
cementerio civil estaba situado a la derecha de la entrada, al final
de su pared lateral, paralela a la calle Aranoa. Estaba cerrado por
un muro que lo separaba del resto del cementerio. A él se accedía
por una pequeña puerta situada en el exterior del cementerio. Es el
espacio que actualmente se utiliza para nichos (Ver plano de 1950) .
Para
octubre de 1907 aquellas obras habían concluido. La venta de los
solares (Criptas, tumbas y nichos) se sacaron a subasta el día 31 de
marzo de 1908. Las primeras personas en resultar adjudicatarias de un
solar destinado a cripta fueron Dña. Dominica Cortina Piñaga de la
calle Viuda de Epalza de Bilbao y D. Justo Basagoiti domiciliado en
la Avenida Basagoiti nº 58 de Algorta; cerraba la lista D. Fidel
Uriarte. El
30 de marzo de 1908, aparecía recogida en la primera pagina del
“Noticiero Bilbaíno” la noticia de la bendición,
la víspera por la tarde, del nuevo cementerio de Bostgarena.
En
julio de 1930, la Junta Municipal de Sanidad, presidida por el
Inspector Provincial de Sanidad, vio la imprescindible necesidad de
clausurar el viejo cementerio de Andra Mari. El 22 de agosto de 1930,
el entonces Cura Ecónomo de la Iglesia de Santa Maria de Getxo D.
Francisco de Astondoa, dirigía una carta al Ayuntamiento en la que
expresaba que: “...ha
llegado a mi conocimiento que el ilustre Ayuntamiento de Guecho va a
iniciar el correspondiente expediente, con el fin de proceder a la
clausura del Cementerio del expresado barrio...”
Alegaba desconocer el fundamento de dicha
iniciativa ya que a él solamente le habían llegado noticias
extraoficiales sobre la reunión mantenida entre la Junta Municipal
de Sanidad y el Inspector Provincial, en la que se ordenó la
clausura inmediata. En la misma cuestionaba que: “...dicho
cementerio presenta problemas de insalubridad, ya que ello implicaría
decretar el cierre del ochenta por ciento de los cementerios de
Vizcaya, que se hallan en peores condiciones...”.
No consideraba que fuera un problema de sanidad lo que motivaba el
cierre del mismo, ya que apenas se realizaban 20 enterramientos al
año: “...y
aún queda una sobrada zona para realizar inhumaciones durante varios
lustros...,
cree
el infrascrito que el motivo principal es que existe en la
Anteiglesia de Guecho un cementerio municipal nuevo...”
Tras realizar algunas consideraciones de carácter sentimental del
barrio, llegaba al meollo del asunto: “...una
vez desaparecido el antiguo cementerio, el terreno debía pasar a ser
propiedad de los hermanos de D. Juan Bautista Victor Ibarra, que fue
párroco del citado barrio, y cedió el terreno con la clausula
indicada. El citado cementerio situado entre el actual y la iglesia,
es de pertenencia de la iglesia...”
El
consistorio de Getxo dictaminaba los antecedentes legislativos que
hacían que dicho cementerio no estuviera dentro de las normas (Ver
fotografía inferior).
Una moción presentada por el secretario de la Junta Municipal de
Sanidad Sr. Urtasun, el día 30 de julio de 1931, a favor de la
clausura, nos sirve para hacernos una idea de como era aquel
cementerio:
“...Estaba
situado a 40 metros de la entrada de la Parroquia de Santa Maria de
Getxo, a 200 del cementerio municipal, y a menos de diez del edificio
más próximo habitado. Estaba formado por un recinto cercado de
paredes. Orientado en dirección de los vientos reinantes de la
localidad, que atravesaban la necrópolis antes de pasar por Algorta.
El suelo era arcilloso y el subsuelo de pizarra. No existía en el
mismo ni sala de cadáveres. En su exterior, tenía un pequeño
recinto, destinado a enterramientos civiles, completamente
abandonado, por la poca frecuencia de dichos enterramientos...”
Argüía
que su remoción habría de realizarse antes de los 20 años que
marcaba el articulo Nº 203 del estatuto municipal. Además indicaba
que en la campa existente en esa zona, se celebraban romerías dos o
tres veces al año: “...y
no es piadoso que escenas propias de la juventud, que a veces nada
tienen de edificante, tengan su campo de acción en las gradas donde
descansan nuestros queridos muertos...”
Y ya de paso argumentaba, que con su desaparición, se podría dar
más espacio a la campa donde se celebraban las fiestas.
En
la próxima entrada veremos los debates e intereses para urgir la
construcción del nuevo cementerio de Getxo.
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