lunes, 27 de junio de 2016

LUGARES DE DIFUNTOS -I-



El lugar destinado a la última morada de los difuntos, ya desde tiempos inmemoriales, ha venido siendo un elemento de preocupación y controversia. En una primera época fueron propiedad eclesiástica, más tarde se produjo su laicización. En el Derecho romano, los cementerios, como todo lugar en el que se practicase un enterramiento, eran calificados como “res sacrae” (cosas sagradas).

Los lugares donde albergar los cadáveres. Los cristianos tenían derecho a ser enterrados en el interior de los cementerios (Campo Santo). Los otros eran expulsados fuera de sus muros. En el siglo XIX este asunto comenzó a generar controversia. La preeminencia canónica sobre el interés municipal se impuso. Así, quien no estaban dentro de las normas eclesiásticas fueron destinados a yacer fuera de los muros del cementerio. La primacía de las normas negociadas entre el gobierno e iglesia, establecieron como precepto Concordatario en 1851, que no se pusiera impedimento de ningún tipo a prelados o ministros de la Iglesia en el ejercicio de sus funciones. La Iglesia Católica adquirió el derecho de disponer de cementerios propios, o en su defecto, a que fueran bendecidos los cementerios de la sociedad civil.


Con la Revolución de 1854 se dio paso a la construcción de cementerios civiles. La Ley de 29 de abril de 1855 permitirá la conducción, depósito y entierro con el debido respeto a los restos de aquellas personas que murieran fuera de la comunidad católica. Y establecía que donde esos recintos no fueran creados, los alcaldes y ayuntamientos debían de tomar las medidas para evitar cualquier acto de profanación. Pero la prevalencia de la Iglesia seguía siendo determinante. 

Una real Orden del 18 de marzo de 1861 otorgaba la custodia de la llaves de los cementerios a los párrocos, estuvieran construidos con fondos municipales o no.
En cuanto a la conducción del finado, el rito que casi siempre se repetía, era el de un cortejo presidido por la cruz parroquial, portada por el sacristán, monaguillo o clérigo; también por un vecino, seguidos por el presbítero y los portadores de luces (faroles); tras ellos iba el cadáver, seguido de los familiares y vecinos. El orden de la comitiva era: en primer lugar, los hombres y tras ellos, las mujeres. El camino funerario era un itinerario marcado por las costumbres locales. En algunos lugares, como en Andra Mari (Sta. Maria de Getxo), se conserva la costumbre de entrar al templo; los de Goiherri por arriba, los de Beharri por abajo. Algunos templos tenían como adornos, suspendidos de sus techos, maquetas de barco, quizá para reafirmar su tradición marinera. Pero este punto lo trataré más adelante.


Antes de comenzar este artículo sobre los enterramientos en Getxo, había planeado tratarlo según un escrito de un libro de decretos de 1866. Pero más tarde, tras consultar algunos expedientes municipales, he decidido ampliarlo y realizar un recorrido por los distintos “Campos Santos” de nuestro Pueblo. Y también sobre el hecho que dio origen al mismo: “...Preparar el campo Santo de San Nicolas como un local decoroso y seguro destinado a depósito de cadáveres...”.

LOS CEMENTERIOS DE ANDRA MARI (STA. MARIA DE GETXO):


El primer cementerio de Getxo fue el de la iglesia de Andra Mari (Sta. Maria de Getxo). Hasta 1811, en la Anteiglesia de Getxo, no existió otro cementerio que el de las llamadas “127 sepulturas”, que se encontraban situadas en el interior de la iglesia de Andra Mari. Los antiguos enterramientos estaban en el presbiterio (Parte de la iglesia donde está situado el altar mayor). Esta zona estaba destinada a las jerarquías, (Presbíteros y personalidades de cierto rango). A lo largo de la nave central y bajo ella estaban los enterramientos del pueblo llano, sobre todo en la zona delantera. También dentro de ella, bajo el coro, existió una tumba cementerio, lugar donde los extranjeros eran inhumados. Sobre esa fosa común colgaba un Vera Cruz. En ella fue enterrado un tal “Philippe Cobián”, que falleció en Getxo el día 9 de enero de 1650. Quien a decir de algún escribano era: “...extranjero, peregrino y buen cristiano...”. Hasta 1831, todos los enterramientos se realizaban en la Iglesia Matriz (Andra Mari), aunque al parecer las casa antiguas disponían de sus propias sepulturas, situadas generalmente bajo los aleros de los caseríos o arrimadas a sus muros. Concluida la primera guerra carlista 1833-39, las tumbas del interior de la iglesia de Andra Mari fueron inhabilitados.


En 1811 se inició la construcción del cementerio adosado a la Iglesia. Con anterioridad había existido otro cementerio junto a la iglesia de Andra Mari. Este nuevo lugar de enterramientos era una prolongación de la iglesia, de propiedad parroquial. Estaba totalmente amurallado, disponiendo en su entrada de una portalada monumental, con grandes puertas de hierro. El responsable del cuidado de dicho campo santo era el sacristán de Andra Mari D. Justo de Barrenechea, quien en julio de 1870, presentaba una queja por la escasez de medios y herramientas para poder atender dicho lugar. El consistorio de Getxo acordaba, que puesto que también el de San Nikolas carecía de ellas, se construyeran y compartieran (dos cacos, dos azadas y dos palas) para el mantenimiento de ambos cementerios. En 1868 se entarimó todo el suelo de la iglesia.



En marzo de 1892 los accesos al cementerio causaron algunas protestas. Al parecer, la entrada al antiguo cementerio de Sta. María, había sido cerrada. Las paredes del antiguo cementerio habían sido realizadas en 1892 por el cantero D. Juan Arrieta. El paso transcurría por encima de algunas sepulturas del antiguo cementerio. El antiguo camino de acceso estaba en terrenos de D. Ignacio Arias, que era apoderado de las propietarias, su madre y hermana Dña. Andresa de Menchacatorre y Dña. Adelaida de Arias. Se formó una comisión presidida por los entonces concejales Sres. Ajuria y Azcorra, encargada de negociar con el propietario de los terrenos que circundaban al cementerio, a fin de renovar el antiguo camino de acceso y reponer y arreglar el antiguo cementerio. Dicho propietario, conocido por su buen hacer para el pueblo, facilitó disponer gratuitamente de parte de su terreno para reponer el acceso al cementerio, por donde había estado anteriormente. La única condición que puso fue la de realizar una pared de tres a cuatro pies de altura en toda la longitud que daba a su propiedad y realizar una puerta más abajo para poder acceder a la misma.


En la próxima entrada veremos la toma de conciencia por parte del consistorio para la construcción del nuevo cementerio, el del “Cementerio de Nuestra Señora del Carmen” en Bostgarrena. Al finalizar la serie sobre los cementerios de Andra Mari (Getxo), incluiré las fuentes a partir de las cuales he escrito esta pequeña historia de los cementerios de Getxo.



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