La
actividad pesquera a lo largo de los años se ha desarrollado en
Euskal Herria desde la lejana etapa del paleolítico, con abundancia
de rastros arqueológicos en las cuevas de nuestras costas, incluso
con representaciones iconográficas de diversas especies. Sobre todo
durante la edad media con la pesca de la ballena, cuando nuestras
costas eran visitadas, ya adentrado el otoño por algunas de sus
especies. En nuestras latitudes no es raro encontrar referencias a
esta desenfrenada actividad durante el Siglo XVIII, más
concretamente en el Puerto Viejo de Algorta, con la pesca de la
sardina, merluza y lubina.
La forma
de realizar la pesca de esta última especie, fue la que provocó
conflictos entre nuestros arrantzales, no por la intensidad, sino por
la utilización de una fuente, aún no muy explotada, pero ya desde
entonces discutida, los focos de luz artificial. Precisamente fue un
30 de Agosto de 1778, cuando en un memorial presentado por Manuel de
Uría regidor de la Anteiglesia de Getxo y Antonio de Elorriaga
mayordomo de la Cofradía de mareantes del Puerto de Algorta,
solicitaban que se acabara con la pesca de la lubina y otras
especies, por el peligro que suponía para la navegación.
En aquel
escrito advertían de lo siguiente: “...que resulta de las
luces que encienden y ponen por parte de la noche, para la pesca de
la lubina y otros peces, desde la Punta del Villan jurisdicción de
Plencia y desde la Punta del Abra llamada Loruelo de las nobles
Encartaciones, hasta Las Arenas cerca de la Barra, pueden
experimentar pérdidas y naufragios de embarcaciones, que guiadas por
las luces, pudieran confundir la entrada...”, la
denominación de la “Punta Lourelo” se refería a
Punta Lucero (Zierbena). Se unía a aquel informe el del Piloto Mayor
de la Barra Joaquin de Ayarza. Y era enviado el mismo a los Priores y
Cónsules del “Consulado de Bilbao”.
Las
embarcaciones, tanto lanchas como botes, practicaban las malas artes
de pesca con faroles, algunos realizados con una mecha de hilo de
lana en un depósito de piedra, arcilla o metal, el cual se llenaba
con algún aceite vegetal o de pescado. Se utilizaban para iluminar
el mar, especialmente en las noches sin luna. En tiempos pasados se
utilizaba leña de pino que ardía dentro de recipientes de cerámica
o de hojalata. Más tarde se hizo uso de la tea de pino, lamparas de
carburo, farolas de gas de acetileno, lámparas de gas butano y luz
producida por generadores eléctricos.
El
propio Piloto Mayor de la Barra Joaquin de Ayarza, expresaba en su
informe lo siguiente: “...que las lanchas y botes están
pescando de noche con faroles, en parajes inmediatos a las playas,
que pudieran resultar graves inconvenientes a la causa común,
porque las embarcaciones que vienen de fuera, engañadas por las
luces que perciben, en la inteligencia que son de la Balisa, podían
acometer a la costa y perderse...”, informaba también que
aquella modalidad de pesca nocturna: “....comenzó
practicándose hacia la parte de Portugalete, pero después se fue
extendiendo a otras zonas...”.
No eran banales aquellas
indicaciones, ya que en muchas ocasiones los pilotos de la barra se
vieron obligados a acudir con sus faroles a guiar a embarcaciones,
que tomaron el rumbo equivocado, precisamente por aquellas luces de
pesca, que como cántico de sirenas atraían a los barcos hacia los
arrecifes rocosos. Y eran los propios capitanes de los veleros
quienes informaron de aquellos peligrosos engaños. Solicitaba el
Piloto Mayor que aquellas prácticas de pesca nocturna, tanto en la
mar como en las playas, fuera según sus propias palabras
“exterminada”.
En la
actualidad, esta practica no es bien acogida, y ya en el 2011
aparecía publicado en algún boletín oficial la prohibición del
empleo de cualquier medio de atracción o concentración artificial
de las especies a capturar y de forma expresa, el uso de luces a tal
objeto, excepto el brumeo con pequeños pelágicos. Datos extraídos
del expediente del Archivo Foral de Bizkaia “Consulado de
Bilbao / Consulado 0065/010”.
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