En
la anterior entrada veíamos cómo a finales de 1887 la forma
habitual de transportar los materiales de desecho o para obras
nuevas, así como las mercancías entre nuestros barrios eran
mediante carros de bueyes. Y cómo el socorro de lactancia era una de
las actividades de beneficencia que el Ayuntamiento de Getxo cubría
para evitar que algunos niños recién nacidos no llegaran a su
primer año de edad.
Acabábamos
de entrar en 1888 bajo la alcaldía de D. Pedro Amezaga. A pesar de
que pueda parecer chocante que a un mozo que emigró a los 14 años a
la república de Chile, se supone que para mejorar su calidad de
vida, se le reclamara como prófugo por el simple hecho de tener que
abandonar su País para mejorar sus condiciones de vida: “...Que
se ausentó en 1881 a la República de Chile con todos los
documentos, en los que señalaban las disposiciones vigentes en
aquella época, entre ellas la de abonar las 2.000 pesetas en caso
de no acudir al requerimiento del reemplazo...”
Fuera reclamado como prófugo, reclamándole el pago que ocasione su
busca y captura, ya que si no se presentó y si no abonó dicha
cantidad, fue debido a sus extrema pobreza.
Para
empezar bien el año, el Ayuntamiento de Getxo hacía balance de
ingresos y gastos del ejercicio 1886-1887 en las que, sobre un
presupuesto de 270.223 pesetas, se habían gastado 258.480 pesetas,
quedando un remanente para el siguiente ejercicio de 11.743 pesetas.
La
educación de nuestros jóvenes fue algo que a lo largo de los años
preocupó a nuestros mandatarios, tal es así que ya el 12 de enero
de 1888 uno de nuestros primeros ediles, D. Eladio Sustacha,
presentaba una moción sobre dicho tema: “...Obligado
a corresponder a la confianza que han depositado en mi los electores,
no puedo menos que dentro de mis cortos alcances y de la experiencia
fruto de muchos años de trabajo, cooperar en beneficio de los
intereses generales, entre los que se encuentran las escuelas de esta
población...”
Planteaba que la escasa dotación de profesorado a una de esas
escuelas perjudicaba seriamente al alumnado: “...En
la escuela municipal de varones de Algorta tengo entendido que se
hallan matriculados 155 alumnos, y está dotada desde hace dos años
de un solo maestro, que por entendido y celoso que sea, y cualquiera
que sea el sistema de enseñanza que emplee, no puede satisfacer el
objeto de las escuelas cual es, el dar conocimientos, desarrollar la
inteligencia y hacer que todo esto sirva a la educación moral. El
corto profesorado de esta escuela para tan crecido número de
alumnos, explica lo atrasados que estos se encuentran, perjudicados
por que no reciben la educación que precisan...”
Por ello planteaba que: “...Se
hace preciso que este Ilustre Ayuntamiento sin perder más tiempo
acuerde dotar e esta escuela con un profesor o auxiliar más, para
que distribuyendo el trabajo entre ambos, no pase de cuarenta o
cincuenta alumnos cómo máximo...”
Tratado el asunto en el pleno, dicha moción fue aprobada por
unanimidad, acordando: “...Señalar
ochocientas setenta y cinco pesetas al año para establecer un
maestro auxiliar o pasante...”
Pero
no parece que fuera el barrio de Algorta el que presentara carencias
educativas, ni que esta fuera gratuita, ya que en aquel mismo pleno
se acordaba: “...Nombrar
una comisión para arreglar el establecimiento de una escuela de
niños y otra de niñas en el barrio de Las Arenas. Ya que muchos
niños y niñas no pueden recibir la instrucción necesaria en aquel
barrio a causa de no poder satisfacer sus padres, de escasos
recursos, las retribuciones que exigen los maestros. Son muchas las
familias que dejan de mandar a sus hijos a las escuelas ya que se les
hace muy gravoso el abono de dichos emolumentos…”
Por ese motivo acordaba la corporación municipal que: “...Desde
el 1 de febrero próximo sea gratuita la enseñanza en las escuelas
del citado barrio de Las Arenas, así como el suministro de la tinta
y plumas, al igual que se hace en el resto de las escuelas de la
Anteiglesia...”
Para satisfacer los costes de la enseñanza estipulaban: “...Desde
dicho día primero de febrero hasta el 30 de junio venidero, se
abonarán las siguientes cantidades: A la escuela de niños 250
pesetas y cinco más por tinta y pluma para todos los niños; y a la
de niñas 240 pesetas y cinco más por tinta y pluma para todos las
niñas. Se ponga este acuerdo en conocimiento de los citados maestros
a fin de que indiquen su conformidad...”
¡No queda clara la diferencia de 10 pesetas menos para las niñas a
qué pudo ser debido!.
Las
necesidades del barrio de Las Arenas no quedaban ahí. También
demandaban ayuda sanitaria, hasta el punto que el 14 de enero de 1888
colgaban un anuncio en el “Noticiero Bilbaíno”: “...Se
necesita medico cirujano para el populoso e importante barrio de Las
Arenas. Se le abonarán por los vecinos 1.500 pesetas anuales,
calculando que pueda sacar en la temporada de baños otras 1.500. Las
solicitudes pueden enviarse a D. Ángel Lorente...”
Días más tarde, el 20 de enero, aparecía en el mismo diario la
siguiente noticia: “...De
las ocho solicitudes presentadas para la plaza de medico del barrio
de Las Arenas, ha sido preferida por la comisión de vecinos del
barrio la de D. Severiano Lorente y Azpiazu...”
En
esas mismas fechas el cura párroco de Santa María solicitaba al
consistorio que nombrara: “...Vocal
de la Junta de Fábrica de esta iglesia para el bienio 1888-1889,
conforme se halla dispuesto por al autoridad eclesiástica...”
El Ayuntamiento decidió nombrar para tal cargo a D. Dámaso Ibarra
vecino de aquella feligresía. Según describe en su libro “Historia
de Getxo” el eclesiástico D. Carlos María Zabala: “…Para
no distraer a los sacerdotes de las funciones de sus ministerios y a
fin de que los feligreses, que contribuían con sus diezmos y
limosnas al sostenimiento de la iglesia, conociesen el buen uso que
se hacía de sus aportaciones, funcionó en la anteiglesia el cargo
de Mayordomo, Fabriquero o Manuobrero. La asamblea vecinal o “cruz
parada” le nombraba y daba posesión. Solía recaer el nombramiento
en vecinos destacados, “con casa abierta”...”
El primer libro de fábrica de Getxo se remonta a 1713.
Desde
aquel 17 de mayo de 1882 en que se hablaba de la instalación
del Semáforo en nuestra localidad y con el la llegada de la línea
telegráfica, muchas voces de nuestros primeros representantes
municipales y hombres de negocios venían reclamando la instalación
en Getxo del servicio telegráfico. Nuevamente el 19 de enero de 1888
esa reclamación aparecía en las paginas de los libros de actas
municipales. Varios concejales de la Anteiglesia proponían en dicho
pleno: “...La
gran necesidad de que se establezca en esta localidad una estación
telegráfica municipal, la cual además de prestar un servicio
importante, que se hecha de menos por el vecindario y extraños,
especialmente en verano, proporcionaría alguno recursos al
municipio...”
Por lo que el pleno tomaba en consideración la propuesta de la
instalación del servicio telegráfico en nuestra localidad:
“...Considerando,
que el estado de progreso y categoría que ha alcanzado esta
Anteiglesia merece que se le dote con una instalación telegráfica.
Que los Ayuntamientos que nos han precedido siempre han reconocido la
gran falta de dicho aparato, han tropezado siempre con la falta de
fondos para llevarlo a efecto. Ahora que contamos con recursos
suficientes, acordamos se practiquen todas las diligencias
conducentes encaminadas a que se establezca dicha instalación
telegráfica en esta localidad...”
Incluso
el ferrocarril de Bilbao a Las Arenas, el 26 de enero de 1888,
gestionaba la traída de dicho servicio. Algunos días más tarde
comenzaba las tramitaciones para la colocación de los postes
telegráficos.
En
las siguiente entrada veremos cómo un conflicto, probablemente
debido a que en la mentalidad de la época el Ayuntamiento era sobre
todo de Algorta, excitaba los ánimos de los vecinos de Las Arenas,
quienes junto al entonces Diputado a Cortes por Bilbao, D. Eduardo
Aguirre, presentaban en el Congreso una proposición de Ley pidiendo
la segregación del barrio de Las Arenas.
El escritor argentino Jorge Luis Borges en su libro sobre el poeta Evaristo Carriego cita que a este "..no le estorbó algunas amistades hispanas, como el doctor Severiano Lorente (...) que se demoraba hasta el alba, en el Royal Keller, ante su medio litro"
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