En
la anterior entrada veíamos el inicio de los cambios que se iban a
producir en nuestro pueblo, las normativas que a ello conducían y
cómo la Ley de Desamortización afectaba a nuestros propiedades
comunales.
En
marzo de 1845, siendo Alcalde D. Francisco Antonio de Zalduondo,
algunos vecinos, seguramente necesitados, recurrieron a sembrar en
los arenales comunes de Romo. El Consistorio tomó cartas en el
asunto nombrando a D. Juan Antonio Cortina para que esos parajes
volvieran a ser utilizados siempre de acuerdo con la autorización
municipal y para que su cesión repercutiera en las arcas comunes. No
eran estos solamente los terrenos de la comunidad que inquietaban al
consistorio, ya que los argomales de la zona de Baserri eran
sometidos a litigio por apropiación no debida de algún personaje de
la época.
La
importancia de esos parajes para las arcas municipales y sus
habitantes era debida, entre otras razones, a la necesidad de abonos
para los terrenos de los arenales y a que el efecto de las guerras
que se sucedieron durante el Siglo XIX, junto al expolio que supuso
la desamortización de Mendizabal por la que estos terrenos pasaban a
propiedad de ricos hacendados, provocaron que el municipio y los
vecinos vieran sus empobrecer sus escasos recursos.
Las
protestas del consistorio de poco sirvieron, ya que años más tarde,
en 1894, los terrenos hasta esa fecha de propiedad común, fueron
vendidos a acaudalados hacendados. La zona de Baserri fuere adquirida
por Víctor Chavarri, la correspondiente al área de Aiboa-Alango lo
era por Ignacio Ituarte, y la de la Galea hasta Sopelana por José
María Martínez Rivas.
Mientras,
los estragos ocasionados por la última guerra, hicieron que en enero
de 1847, el consistorio procediera a la recuperación del camino de
Mandavide en el alto de Las Arenas, así como el puente del Gobela,
que se hallaba en ruinas, que daba paso hacía los arenales, y cuyo
concurso era necesario para el servicio público por lo que
encargaron un proyecto al maestro de obras José Antonio de
Olascoaga. Aquel proyecto debía ser aprobado por: “...el
Jefe Político de esta Provincia...”
En junio de ese año el consistorio decidía intervenir para reparar
los caminos, deteriorados como consecuencia de decisiones militares
en la última guerra. Uno de los motivos para tomar aquella decisión
era, a decir del consistorio: “...la
necesidad de la inmediata reparación para el debido ornato público,
por las muchas gentes que anualmente vienen a los baños de mar...”
La remodelación alcanzó al “Camino Real Calzada” que iba desde
la llamada “Iglesia
Matriz”,
que no era otra que la de “Andra
Mari”
(Getxo), hasta el punto conocido como: “...la
Avanzada o Alto de los Arenales...”
que se hallaba ya trazado por el maestro de obras Juan Antonio de
Menchaca.
Sobre
este puente y otras obras, consecuencia de la última guerra, ya
hablaba en agosto de 1842 el consistorio regido por D. Juan Antonio
de Sarria, que acordó: “...que
a fin de que esta Comunidad no carezca de los beneficios concedidos
por el Decreto de Cortes de abril de este año, donde se establecen
ciertas reglas de indemnización para de daños causados durante la
última guerra, se acuda a la Diputación Provincial de este Señorío
con la solicitud y la manifestación de los perjuicios que sufrió
esta Comunidad...”
Entre los elementos que requerían ayuda se encontraban el Puente
anteriormente citado, la taberna que en dichos arenales tenía Getxo,
así como la casa del barquero, que atendía el paso a la Villa de
Portugalete y que producía unos beneficios anuales a nuestro
municipio de 1.200 reales.
Entre
los años 1851-1852, el inventario de bienes del Municipio de Getxo
arrojaba los siguientes datos:
En
lo relativo a propiedades rusticas:
Disponía
de sesenta peonadas de terreno en las Vegas que le rentaban un
capital de 9.000 reales y le dejaban una renta anual de 189 reales.
Un
terreno en San Martín que le aportaba un capital 800 reales y una
renta anual de 15 reales.
Diversos
prados y juncales en Lamiako que le aportaba un capital 27.000 reales
y una renta anual de 540 reales.
Otros
en la playa de Lamiako le aportaban un capital 34.267.
Y
las canteras de Alango le aportaban un capital 16.000.
En
lo relativo a claustros y capellanías:
El
Convento de Santa Mónica de Bilbao le aportaba un capital 11.000
reales y una renta anual de 247 reales.
El
Convento de la Esperanza le aportaba un capital 8.400 reales y una
renta anual de 189 reales.
El
Convento de Santa Clara de Portugalete le aportaba un capital 49.270
reales y una renta anual de 1.231 reales.
La
Capellanía de Lekumberri le aportaba un capital 15.675 reales y una
renta anual de 391 reales.
En
otros valores disponía de:
La
testamentaria de Dña. Antonia de Mugica le aportaba un capital 5.000
reales y una renta anual de 2.000 reales.
La
testamentaria de D. Juan Bautista Zabala le aportaba un capital 2.000
reales y una renta anual de 800 reales.
Los
títulos de propiedad de aquel inventario se extraviaron con ocasión
de la última guerra. Las discusiones entre el Estado y el
Consistorio getxotarra, sobre la titularidad de las vegas, siempre
estuvieron presentes. En octubre de 1851 el Alcalde D. Juan Antonio
de Menchaca, en una entrevista mantenida con el Juntero de Caminos e
Impuestos D. Felix de Uhagon, para decidir el amojonamiento de los
arenales de Lamiako, al manifestar el Juntero: “...que
todo lo que baña el agua del mar correspondía al Gobierno...”
El Alcalde se opuso y afirmó que: “...dichos
arenales se consideraban desde tiempos inmemoriales como propios de
la Anteiglesia...”
En
1852 se iba a realizar el proyecto de camino real de Bilbao a Plencia
por Deusto, Erandio, Lujua, Laukiniz y Urduliz, el Ayuntamiento de
Getxo protesto el trazado, ya que le parecía más razonable que el
mismo transcurriera por Deusto, Lutxana, Erandio, Leioa, Getxo,
Berango, Sopelana y Barrika. Finalmente ese fue el trazado.
Un
año más tarde, en 1853, se añadía el tinglado adosado a la
iglesia de San Nikolas, en lo que hoy es el edificio de la
Biblioteca, años más tarde en 1866 el suelo tuvo que ser reparado
debido a su mal estado.
Dentro
de las obras que se estaban realizando en la llamada “Playa
de Lamiaco”,
playa que al parecer era conocida popularmente como “La
del Caudal”,
y las marismas situadas entre el monte de Axpe y la playa de Algorta,
en 1853 D. Antonio de Salcedo y Landecho solicitaba al Ministerio de
Fomento la concesión de dichas marismas. Estas quedaban cubiertas
por las pleamares por las aguas que se introducían por el puente
llamado de los “Ocho
Ojos”
(En 1788 el Consulado de Bilbao realizó uno de los puentes que
comunicaban Axpe con los llamados Arenales de Lamiako, estaba en el
paso de Axpe, al lado del molino de Udondo, que pertenecía al
mayorazgo de Barraicúa. Se le denominó “Puente de los ocho
ojos”). Las intenciones del Sr. Landecho eran las de utilizar
dichas marismas para cultivo, para ello se proponía cerrar el puente
anteriormente citado, y canalizar los ríos Udondo y Gobela,
encauzándolos y dándolos salida al puente. Por lo que el
Ayuntamiento de Getxo no veía con buenos ojos aquella operación,
que invadía terrenos de propiedad comunal del municipio.
En
junio de ese año se tomaba la decisión de realizar las obras de
desmonte de la Avanzada: “...Cuya
vista arredra a los muchos transeúntes que por lo expuesto de aquel
paso...”
Se referían al paso de “Punta
Begoña”
hacía la playa de Ereaga. Ese mismo año por orden de la Diputación,
y con encargo de realizar las obras al Ayuntamiento de Getxo, se
derribaba el morro del castillete que daba a la ribera, se trataba
del “Castillete
de Arrigunaga”,
que ya presentaba un aspecto ruinoso y suponía un peligro para los
vecinos.
En
las próximas entradas iremos viendo como todos aquellos
acontecimientos influyeron en el devenir de Getxo.
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