miércoles, 6 de septiembre de 2017

DE CAMINOS, VEGAS, OBRAS Y OTROS ACONTECERES DEL SIGLO XIX EN GETXO -I-



Esta entrada da paso a una serie de capítulos sobre los acontecimientos que, entre 1800-1900, se iban a producir en nuestro municipio. Y que empezaron a documentarse en la tercera decena del Siglo XIX, que es a partir de la que podemos encontrar documentación municipal en el Archivo de Getxo, aunque existen también en él, algunas fichas históricas de fechas anteriores.

En la Bizkaia del Siglo XIX se estaban produciendo una serie de transformaciones, provocadas por la necesidad de hacer circular las mercancías, fundamentalmente las derivadas del agro y de la ganadería, que dieron lugar a la construcción de los Caminos Reales, que las propias Juntas Generales del Señorío fortalecieron mediante los decretos que aprobaron entre 1812 y 1832. Las carreteras fueron realizadas por particulares, que los Ayuntamientos promovían formando sociedades, y que la diputación controlaba los impuestos que estos fijaban. Los cuales, en numerosas ocasiones, dieron lugar a conflictos entre ambas instituciones.

En estas entradas iremos viendo la evolución de nuestro Pueblo en lo referente a caminos, vegas y hechos, que por su contenido histórico local he considerado que merece la pena conocer. Sin embargo, no abordaré los referidos al transportes (Tranvía y Tren), así como los relacionados con la educación y sanidad, ya que sobre ellos he tratado ampliamente a lo largo de otras entradas de mi Blog, y solo lo haré de forma puntual, cuando considere que alguna fecha merece ser resaltada.

Mientras que las Juntas Generales aprobaban entre 1820-21 los arbitrios para la construcción de caminos desde Bilbao a Pancorbo y Durango, ya que el pago de estos hasta entonces, no se hacía con uniformidad por los municipios. La situación de los caminos vecinales de Getxo y algunas vegas de Las Arenas, presentaban un estado lastimoso a comienzos del Siglo XIX. Los primeros debido a que en los últimos seis años no se había realizado ninguna actuación sobre ellos, las segundas debido a las grandes avenidas pluviales, habían cegado en algunos tramos el curso del rio Gobela.

Uno de esos caminos eran los caminos reales. Ya en octubre de 1826 el Consistorio estudiaba la forma en que se debían realizar los pagos con fondos municipales para evitar que fueran gravosos para las arcas municipales, y que hasta entonces se confundían con las travesías y caminos vecinales. Se decretaba que los 2.000 reales de sisa de los azumbres de vino común, se tuvieran en caja separada para destinarlos a reposiciones y obras de los caminos reales de entrada y salida del Pueblo. Siendo los mismos vecinos quienes debían de costear los de travesía y vecinales con aportaciones complementarias. Los fuertes desniveles entre Las Arenas y Algorta darían lugar a que el trazado discurriera en paralelo al antiguo camino de la Avenida Basagoiti, en lugar de comunicar a través del Puerto Viejo ambas poblaciones. El trazado de una nueva vía para acceder a la nueva capitalidad, la actual Algortako Etorbidea, era paralelo a la Avenida Basagoiti.


En esos años apareció la llamada “Ley de Desamortización”, también conocida como “Ley Madoz o de Mendizábal”, que buscó fundamentalmente obtener recursos para financiar los gastos provocados por las guerras entre Carlistas y Liberales y liberar deuda pública sacando a subasta pública algunos bienes de la iglesia (monasterios) y sobre todo municipales (comunales). Y cuya aplicación, desde su creación en 1836, se iba a dejar sentir en nuestro Municipio hasta finales de siglo. Pero sobre todo, tuvo un periodo de máxima actividad tras la finalización de la primera guerra entre Carlistas y Liberales en 1839. En esa época se intensifico la enajenación de terrenos hasta entonces de propiedad comunal. Hacia mediados de ese siglo más de la mitad del los terrenos de Getxo, casi un tercio, eran de propiedad comunal. Aquella desamortización se realizó concentrando las propiedades en pocas manos, ya que las subastas se realizaban en parcelas de gran tamaño. Los terrenos comunales de Alango fueron los primeros en enajenarse.

Algunos de aquellos terrenos y vegas comunes eran los de Konporte, que a decir de los responsables municipales: “...desde hace varios años están incultos en la mayor parte y además nada producen en beneficio de la Comunidad...” Al parecer además de no aportar nada, los trabajos de limpieza y saneamiento de esas zonas recaían sobre las mermadas arcas municipales. Por lo que decidieron sacar a remate los mismos, para que quienes las adquirieran realizaran la limpieza de zanjas y terrenos, que según narraban: “...el rematante ha de barrer y limpiar y tener a su cargo la presa o ría que baja por Konporte para que no dañe las vegas particulares de la parte de arriba del Pueblo...” Otra de sus misiones consistía en mantener la: “...la ría llamada de Basáñez...”

En 1826 algunos vecinos “excusaron” su colaboración a la hora de ayudar en la reparación los caminos y travesías vecinales, por lo que el Ayuntamiento decidió que: “...Consideramos conveniente que se sepa y conste los nombres, y que los Cabos que han dirigido las reparaciones de los caminos, den parte de tales personas y se estampen sus nombres para que haya memoria de ellos...” Firmaban aquel decreto Juan Antonio de Ibatao y Juan Maria de Sustacha.

Ya desde 1839 el Pueblo se había divido en: “...Seis trozos o barrios, desde la casa de Cortina por Palacio al molino de Mimenaga; por la parte del Norte del camino que dirige desde la primera casa hasta otro molino; desde Goicoeches por Trampena, Ángel, Ibatao a Zubilletas y Baserri; desde Jauregui, Arrigunaga a Arana con exclusión de San Martín; desde este siguiendo al camino de Amorotoena a la carnicería por lo que queda por el lado del Norte de la calzada con inclusión del barrio de Gobelas; desde la carnicería siguiendo dicho camino a Jardingana y de esta a la Iglesia; desde esta volviendo por otro camino a Venturillena lo que se halla por la parte de poniente...” Para definir aquellas divisiones se comisionó a D. Juan Antonio de Ibatao y Francisco Antonio de Acha para el primero; a D. Antonio de Ibarra y D. Juan Antonio de Goñia para el segundo; a D. Antonio de Sarria y D. Manuel de Libano para el tercero; a D. Juan Antonio Cortina Ugarte y D. Jose María de Sarria para el cuarto; a Jose María de Amusategui y D. Domingo de Ansoleaga para el quinto; a D. Juan Bautista de Cortina Ugarte y D. Francisco Antonio de Libano; el sexto quedó pendiente de decidir para el siguiente día.

Eran tiempos de guerra y los ediles se quejaban de las actitudes de la tropa, que lo mismo sacaban a los vecinos a deshoras de sus casas para ocuparlas, que ocupaban las de otros, como consecuencia de no haber nombrado al responsable de repartir las boletas de alojamiento. Para este menester se nombró a D. Juan Antonio de Cortina y Arana. Otras cosas que trataron de localizar, dado el desbarajuste motivado por la guerra, fueron las pesas y medidas del pueblo, así como el cepo, esposa y grillos, que se utilizaban para retener a los delincuentes. Firmaban el acta los regidores D. Santiago de Aguirre y D. José María de Arias.

En enero de ese año, al abrir el Archivo Municipal, se encontró que toda la documentación presentaba un lastimoso estado, prácticamente estaba reducida a ruinas. Por lo que para salvar los pocos documentos que se pudo, decidieron orearlos en la casa de la viuda de D. Juan Bautista de Arias, logrado así salvar algunos documento de inventario, costas y pagos, que parece era lo que más interesaba. Alguno de aquellos libros, que tras orearse se pudo salvar, hubo que reescribir con cuidado algunos de sus párrafos.

Los efectos de la guerra se hacían sentir en Getxo, el 11 de abril de 1839, se reunían en la campa de la Anteiglesia, algunos ediles, ya que otros ediles se hallaban arrestados por no haber pagado una multa, impuesta por el General de las tropas del Rey de mil pares de zapatos, el consistorio decidía pagar la multa a fin de : “...rescatar o liberar al resto de fieles...” Para ello fueron de casa en casa pidiendo aportaciones para poder abonar la multa. También intercedieron ante otro General, pero lo único que lograron es que este redujera la cantidad a cien pares de zapatos.


La presencia de ganado extraño en las vegas también causaba desazón entre nuestros vecinos, por lo que decidieron imponer una multa de 10 reales por cabeza, que se repartían entre el dueño de la heredad y el aprehensor o denunciante. Otra de las causas de enfado entre nuestros regidores era el contrabando de aguardiente, que las tenderas y la milicia realizaban, evadiendo impuestos. Se acordaba imponer una multa de nueve ducados a los infractores.

Por otro lado numerosas heredades se hallaban incultas, entre ellas las de Aixerrota, propiedad de la viuda de Arias, por lo que se sacaron a remate para pasto de ganado.


En la siguiente entrada veremos cómo algunos vecinos necesitados, recurrieron a sembrar en los arenales comunes de Romo.

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