Siguiendo
con las evoluciones de nuestro pueblo durante los días del verano de
1886, hoy veremos algunas actividades y sus fiestas.
Mientras
la playa de Las Arenas veía aparecer su nombre en la prensa
anunciando las casetas de baño, su propietario D. Nicasio Román las
anunciaba, ofreciendo abonos para nueve baños con derecho a caseta y
bañero, al precio de 12 pesetas incluyendo viaje de tranvía de ida
y vuelta. Además ofrecía al bañista por un precio módico
“elegantes
trajes de baño y esmerado servicio”.
Los abonos se podían adquirir en la administración del tranvía o
en Bilbao en la Pastelería Suiza en la calle Correo. Sobre los
entonces pintorescos trajes de baño había quien decía de sus
usuarios de ambos sexos: “...Más
bien parecen arlequines...”
El “Café
Isadora”,
cercano a la playa de Las Arenas, era otro de los locales que
alquilaba camas por 5 ó 7 reales y comidas por 4 reales para
aquellos veraneantes, que aún acudían a la playa de dicho barrio.
Las
fiestas era otro de los atractivos de aquel verano. Se prodigaban por
todos los barrios del municipio. Las de Santa Ana, que se celebraron
los días 26 de julio y 1 de agosto, contaban con las entonces
renombradas romerías de ese barrio de Las Arenas. Se iniciaban con
una solemne misa a las diez de la mañana en la capilla dedicada a la
santa, música y tamborileros por la mañana y tarde. Quien las
glosaba en la prensa era un tal “Juan
de Bilbao”,
lo hacía en “El
Noticiero Bilbaíno”,
y lo hacía bajo el titulo “Santa
Ana en Lamiaco”.
Y lo hacía diciendo “...Es
costumbre en algunos Estados de Norte-América que han nacido al
soplo vivificador de la inteligencia y del trabajo conmemorar en las
reuniones que celebran sus habitantes a la manera de nuestras
romerías, el recuerdo del hombre que plantó el primer árbol, o
construyó la primera casa, o fundó el primer edificio...,
Algunas
de las ciudades llevan el nombre del fundador, o algo que no le deja
en olvido...”
Por lo que seguía ensalzando al creador de las también conocidas
como “Lagunas
de Lamiaco”,
recordando que tan solo 26 años antes era una inmensa y abandona
laguna, de la que se apoderaba el mar dos veces al día. Y fantaseaba
en que el deseo del creador era: “...convertirlas
en un fértil y hermoso campo donde creciera la verde caña de maíz
y la dorada espiga del trigo...”
Nada más lejos de la realidad. Aquellas extensiones de terreno
ganadas a las marismas iban a ver crecer la especulación
urbanística, lo cual no merma el mérito de sanearlas para la vida
ciudadana, pero seguro que no estuvo en el pensamiento de D. Máximo
Aguirre, que fueran lugares de pasto y labranza. Y sí respondía más
al pensamiento que más adelante su pluma escribía: “...trocados
los extensos arenales de Guecho en el plantel de una nueva ciudad del
mar Cantábrico...”
Las
fiestas de Algorta en 1886 se celebraron los días 31 de julio (San
Ignacio) y el 8 de agosto (Octava de San Ignacio). El primer día
(31), a las tres y media de la tarde con “Encañadas” y el juego
de la “Samaritana” en la plaza de San Ignacio. A las cinco
romería en el mismo punto con asistencia de la banda de música y
tamborileros. A las diez de la noche se quemaron vistosos fuegos
artificiales en dicha plaza. El segundo día (8), a las tres de la
tarde se corrió un novillo embolado en la playa de Algorta; a las
cinco de la tarde romería en la Plaza de San Ignacio y de diez a
doce de la noche baile en la misma. El anuncio lo realizaba el
Alcalde D. J. Antonio de Aldecoa el 27 de julio de 1886.
Durante
esos días de fiesta el munícipe D. Santiago Diliz anunciaba en la
prensa el comienzo de los bailes en el Casino Algorteño. Dieron
comienzo el mismo día de la festividad de San Ignacio y se iban a
celebrar hasta el 1 de septiembre; el anuncio de los mismos se
colocaba en un cartel en el salón del Casino y en el café de dicho
establecimiento. Los bailes habían estado suspendidos por “algunas
dificultades”,
a decir del Sr. Diliz, quien recordaba que era su deseo:
“...proporcionar
a la juventud, ávida siempre de diversiones, algún recreo...”
A los cuales, un avispado “Alma
muerta”
en una columna que titulaba “Cuentos
de Algorta”,
dedicaba en el diario “El
Norte”
de Bilbao, con cierto gracejo, preguntas puntillosas, acerca de su
comienzo.
Durante
las romerías de San Ignacio, en Algorta, y Santa Ana, en Las Arenas,
a pesar de que la prensa las situó en Lamiako, el servicio de
vapores, que la “Compañía de Tranvías” de Bilbao-Las
Arenas-Algorta fletaba, a las que acudía numeroso publico bilbaino,
tenía sus salidas desde Bilbao hacia Las Arenas a las 8,10 y 11 de
la mañana y a las 15,30 y 16 de la tarde; mientras que el retorno se
hacía a las 8, 9'30 y 12 de la mañana y a las 18,45, 19 y 19,15 de
la tarde. El precio del pasaje era de 75 céntimos de peseta, las
salidas de mañana de ambos destinos hacían escala en Portugalete.
Durante
los días 11 al 13 de agosto se anunciaban fiestas en Algorta. El día
11 de agosto (San Nicolás), tras las consabidas celebraciones
religiosas, se celebró una romería en la campa del Castillo a las
cinco de la tarde. Por la noche, a las diez, le tocaba el turno al
denominado “baile campestre” bajo la casa del consistorio, en la
plaza de la Constitución. Al día siguiente le tocaba el turno al
Puerto Viejo, con cucaña de patos y romería en la misma plaza del
día anterior. El día 13, a las nueve de la mañana, en la ensenada
del Puerto, era el momento de correr un novillo embolado; a las cinco
de la tarde le llegaba el turno a la romería, que esta vez se
celebraba en la Avanzada; por la noche se dispararon unos vistosos
fuegos de artificio.
En
la fonda San Ignacio, que se abrió al publico en 1882, su
propietario fue D. Migel Uria y estuvo regentada por Dña. Gabina
Lesaca. Estaba situada en el nº 99 de la entonces calle de la
Carretera (Algortako Etorbidea). En ella el martes 17 de agosto de
1886, se celebró una soireé musical, que dio inició con una
interpretación al piano por la Sta. Julia Patrón, que ejecutó una
composición alemana de Lange, titulada “La
canción de la flor del capullo”,
le acompañaban Laureano de Eguia y Victor Patrón en el violín y
Emilio Icaza en la flauta, actuando como director Emilio Huarte.
También intervino Paquita Romero, interpretó “Lasciate mi morir”;
el periodista Vicente de Arana, interpretó la canción cómica
inglesa “Ten little nig gres”, a la que había adaptado una letra
de su propia creación; los vals de J.B. Pagano corrieron por cuenta
de Dña. Clementina Arjona de Maidate, que interpretó la obra
“Nathalie” de J.B. Pagano. Otra de las obras interpretadas por
los Srs. Eguia, Patrón y Huarte, y los niños Echevarria la Llana y
Zabalo, fue la zarzuela “La Sevillana”, interpretada por el
jovencísimo Jose María Zabalo. La fiesta termino con el coro de
señoras, acompañadas al piano por Dña. Clementina Arjona de
Maidate y sus hijas Clementina y Margarita de Maidate, que
interpretaron “La canción del abanico”, seguido del una danza de
origen francés, el “Rigodón”. Era ese año, 1886, la reforma
de la pieza contigua al salón de baile del “Casino Algorteño”,
que fue transformada en despacho de refrescos (bar). Para el año
1885 había pasado a estar regentada por D. José Valle y Toyos y su
dirección facultativa estaba en manos del Dr. D. A. de Barrera
En
Andra Mari (Getxo), tras los actos litúrgicos tuvieron lugar el día
15 de agosto (Nuestra Señora) y 16 (San Roque) romerías. Por la
tarde en la campa de la iglesia, y por la noche bajo la casa
consistorial.
Las
costumbres festivas, al parecer, también eran cosa de critica, ya
que en una carta al periódico “El Noticiero Bilbaíno” del día
29 de agosto de 1886, alguien que firmaba como “Ogaitnas” decía:
“...Ya
han pasado las fiestas de San Ignacio, San Nicolás, Santa Ana, Santa
María y San Roque, que anualmente celebran en esta anteiglesia...,
hay
algunos que calzan guantes, visten levita y comen en manteles de
lino...,
que
al ver bailar al son de la popular porru-salda en las fiestas por la
mañana, por la tarde y por la noche...,
no
dudan esos mirones en afirmar “No todos los locos están en
Zaragoza”. Pero, amigo director, este es el mundo. Mientras unos
brincan y danzan desesperadamente, otros califican este modo de
divertirse de locura o cosa parecida...,
y
sin embargo, este pueblo es más feliz que otros a los que llana
dichosos...”
Según el firmante los bailes de los soportales de la plaza de San
Nicolas iban perdiendo adeptos, trasladándose estos a los salones
particulares, como el Casino Algorteño. El tiempo parece que tampoco
acompañó esas fiestas, pues resultó metido en aguas, ya que al
finalizar su carta decía: “...Pronto
nos veremos envueltos en el oscuro celaje del invierno...”
Y las fiestas se trasladaban a la villa de Plentzia, para celebrar
sus San Antolines.
La
picaresca también hacía su aparición en la alimentación, los
huevos, artículos de gran consumo, eran traídos desde Galicia de
contrabando. Al parecer había vendedoras que se disfrazaban de
baserritarras. Uno de estos cargamentos fue descubierto en el barrio
bilbaíno del Cristo. La prensa local decía con cierto gracejo:
“...¿Cómo
los huevos traídos por mar de Galicia y Asturias, que pueden estar
frescos allí, pero para recoger y completar cada
cargamento se necesita el trascurso de unos meses?...”
Y
afirmaba: “...!El
único que está fresco es el que gasta su dinero en huevos de esta
procedencia, que no sabemos con qué fácil procedimiento químico
toman la apariencia exterior de los acabados de poner por las
gaIlinas!...”
Es
curiosa la asociación de ideas que se producía en la época, en
cuanto al nombre del Pueblo, ya que la publicidad de las regatas de
vela en el Abra de agosto de 1886, entre lanchas de lemanaje que
tuvieron un recorrido de seis millas, se celebraron con esta
confusión. Entre los suscriptores de premios aparecía el
Ayuntamiento de Getxo, y la prensa local decía: “...El
Ayuntamiento de Algorta ofrece un premio de 125 pesetas...”
¡Estos de Algorta ya se habían hecho con la capitalidad!.
Era
habitual por aquellos días ver anuncios en la prensa ofreciendo
“Amas
de Cría”
y/o “Nodrizas”,
generalmente jóvenes de unos 26 años, recién paridas, para
amamantar a hijos de familias pudientes. Y la “kukurruku-estul”
la tos ferina, ya acechaba a nuestros niños.
Y
a pesar de no ser la principal actividad, en aquellos momentos el
turismo veraniego, sí era una de las actividades comerciales más
importantes de la temporada. El valle del Nervión ya contaba con
establecimientos fabriles e industriales, además de la zona minera.
La multiplicación de vías de comunicación de Bilbao al mar, que
pronto iban a aumentar con dos ferrocarriles por ambas márgenes de
la ría, crearían una zona de gran atracción turística. Aquel
verano se había visto la zona y Bilbao tan lleno de forasteros que
apenas bastaban las instalaciones hoteleras para su hospedaje. Se
hacía necesario, decían, crear atracciones para los turistas, igual
a las que ya disfrutaban otras poblaciones extranjeras o del nuestro
mismo litoral. Se creía conveniente que los ayuntamientos de Bilbao
y del resto del Abra, nombraran comisiones encargadas de idear y
preparar con tiempo suficiente, nuevos atractivos para la temporada
estival de 1887. Se planteaba que: “...Hay
puertos en el litoral cantábrico que algún tiempo estuvieron muy
concurridos de bañistas y veraneantes y perdieron por completo ese
beneficio por matar la gallina de los huevos de oro...”
El
servicio de tranvías durante el mes de septiembre ofertaban su
servicio para los amantes del teatro, que acudían a Bilbao. Los
jueves, domingos y festivos salía un carruaje para Las Arenas y
Algorta, siempre que lo demandara un número mayor de diez personas y
fueran hasta el punto más lejano del recorrido. Las lanchas
dedicadas al servicio de mercancías entre Las Arenas y Portugalete
efectuaban las salidas de Las Arenas a la llegada de los coches de
Bilbao y de Portugalete cada cuarto de hora, a tiempo para alcanzar
la salida del tranvía para Bilbao. El precio del pasaje era de cinco
céntimos por persona.
Las
mejoras en nuestro pueblo habían comenzado a producirse. La traída
de aguas desde Berango evitaba malos olores en varias zonas de
Algorta; la actividad de la Fonda San Ignacio, en la que se reunían
todas las noches los bañistas y familias distinguidas de Algorta; la
actividad tranviaria y las obras del Abra exterior venían a
presagiar nuevos cambios, que iban a convertir nuestro pueblo en un
lugar de referencia para los visitantes, a pesar de que, como decía
al comienzo, se perdería la bella playa de Las Arenas.
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