Nuevamente
llega una de las fechas más señaladas para los trabajadores, día
histórico de lucha por las reivindicaciones de la clase trabajadora.
Y ahora quizá cabe hacernos la pregunta ¿Cómo estamos respecto a
otras épocas?, ¿En qué situación nos encontramos? ¿Hemos
avanzado o retrocedido? ¿Qué han hecho los sucesivos gobiernos para
llegar a la situación actual?.
Respecto
a estas preguntas, quiero retroceder hasta hace nada menos que 125
años. Mientras que en París, en marzo de 1848, se reducía la
jornada laboral en 1 hora, fijando la misma en 10 horas para la
capital y en 11 para las provincias, en nuestro entorno, 43 años más
tarde, todavía se mantenía y se empezaba a hablar de la de 8 horas.
En el diario “El Nervión” del 16 de abril de 1891
se decía: “...La cuestión más grave del mundo es la de las
relaciones entre el capital y el trabajo..., los
socialistas no se entienden bien unos con otros, sus divisiones
constituyen la fuerza de sus adversarios..., han
encontrado una reclamación clara..., la jornada de 8
horas... Los obreros que trabajan aisladamente o en
pequeños grupos, que son la mayoría, trabajan por horas...”
Y mientras, se discutía sobre el trabajo de las mujeres y los niños:
“...Continúa la actividad de la Comisión encargada de
estudiar las reformas sociales..., hoy comenzará la
discusión del proyecto de trabajo relativo a los niños...,
el trabajo de la mujer quedó terminado anoche..., en
las bases del proyecto domina como promedio las diez horas de
trabajo..., El proyecto ha sido muy bien recibido entre
la gente política, si bien no llena las aspiraciones de la clase
obrera que desea la reducción del trabajo a ocho horas....”.
Las
reformas que se estudiaban hablaban de: “...El máximo de la
duración del trabajo para los niños de ambos sexos mayores de diez
años y menores de catorce, no podrá exceder de seis horas...”.
Eso sí, creían conveniente que los pequeños disfrutaran de buena
salud para que su rendimiento fuera óptimo, y establecían: “...no
podrán admitir al trabajo a los niños de ambos sexos mayores de
diez años que no presenten certificación facultativa de estar
vacunados contra la viruela, y de no padecer enfermedad alguna
contagiosa...” Eso sí. Eran tan condescendientes que
algunos hablaban de que: “...los niños necesitan de algunas
horas de libertad para disfrutar de la luz y el sol para chillar y
brincar; que se imponga a los niños y a las mujeres el mismo horario
que a los adultos es injusto, debiera medirse por las fuerzas del
obrero...” De un plumazo lavaban su conciencia y situaban a
las mujeres como inferiores.
¿Y
la Iglesia qué decía?: En mayo de 1891, el patriarca de la iglesia
católica León XIII escribía una Encíclica sobre la cuestión
social que remitió a todos los soberanos y jefes de estado: “...Los
orígenes de todos los errores sociales proceden sobre todo de la
falta de autoridad por una parte, y de obediencia por otro...”
Remarcaba en la Encíclica los derechos y los deberes de cada uno, y
censuraba enérgicamente: “...los excesos del capital y la
acumulación exagerada de las riquezas, como también las injustas
reclamaciones de los obreros...” Determinaba la autoridad
del Estado para fijar: “...las horas de trabajo, la
regulación de los jornales y el trabajo de las mujeres y niños...”
Añadía que: “...Esta intervención del Estado no debe
considerarse como absoluta y aplicable por igual a todos los
países....”
En
Euskadi, en la cercana población de La Arboleda, el 1 de Mayo de
1891 los representantes de los trabajadores decían: “...ninguno
debe asistir mañana a trabajar, aunque oiga tocar la corneta...”
En las minas solamente acudían al trabajo los capataces y los
caballistas.
Y
hoy, al ver las condiciones de trabajo, cada vez más precario, las
jornadas cada vez más largas, los sueldos más bajos; y ni qué
hablar de las mujeres, consideradas todavía hoy casi como seres
inferiores. Familias desahuciadas, “personajes” que se
llevan el dinero de todos a Suiza, Panamá y otros “Paraisos
fiscales”. Pensionistas que ven sus débiles economías caminar
hacia un estado más critico y ruinoso. Seres humanos esclavizados a
lo largo y ancho del mundo, a los que se les niega asilo en nuestro
“confortable” primer mundo. Cuando la acumulación del
capital es cada vez mayor, cuando solamente pagamos impuestos los
afortunadamente sujetos a nómina y los jubilados. ¿Realmente hemos
avanzado o estamos retrocediendo a aquellos lejanos tiempos?
¿Qué
nos proponen nuestros políticos? Unos que nos conformemos con
pequeñas reformas, marcadas por los mercados para seguir igual, o
sea para que ellos sigan mejor. Otros soberbios y engreídos dicen
que los que quieren cambiar este mundo: “...No creen en un
sistema democrático y quieren subvertirlo...” Y luego, se
les “olvida” pagar sus impuestos, ¿Y se llaman a
sí mismos DEMOCRATAS?.
Hoy
más que nunca se hace necesario que la clase trabajadora en su
conjunto, de forma consciente, se haga protagonista de su historia y
luche por cambiar este sistema corrupto que se cae a pedazos, que
pretende que seamos nosotros quienes financiemos, su cada vez más
desmedida ansia de usura, para que ellos vivan mejor.
GORA
MAIATZAREN LEHENA
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