Terminaba
la anterior entrada con la petición de la compañía del ferrocarril
de Las Arenas a Plentzia solicitando que se declarara de necesidad la
ocupación de varias fincas en el termino municipal de Berango para
la construcción de la mencionada línea férrea, y el decreto del
Gobernador Civil confirmando la ocupación de fincas. Mientras, en
Algorta se discutía sobre la conveniencia o no de aquella nueva
línea.
En
París, eran curiosos los gustos de los adultos dedicados a los
menores relacionados con el ferrocarril. En diciembre de 1891,
causaba furor un nuevo juego de ferrocarriles, estos denominados
“Ferrocarriles con catástrofes”,
que venía acompañado de un catálogo con las siguientes
indicaciones: “...pasa por el tunel y por
delante de la estación. Sobre el rail hay un tren cuyos coches
chocan unos con otros y empiezan a amontonarse. El fogonero es
lanzado al aire; el maquinista arrojado al suelo; los viajeros hacen
esfuerzos inútiles para salir por las portezuelas...”
Al parecer los que circulaban sin accidentes no eran ya de
entretenimiento para los pequeños parisinos: “...El
ferrocarrilito vulgar no entretiene ya a los niños. Necesitan, para
extasiarse, y aplaudir, uno con catástrofes estilo Saint-Mandé...”
Y decían: “...En breve, antes de fin de siglo,
imitará los alaridos de las víctimas...”
!Criaturitas!...”
El
resto de comunicaciones de Algorta también eran cuestionadas en la
prensa. La carretera que unía Algorta con la Villa de Plentzia, al
parecer no reunía condiciones para ser transitada, ya que a primeros
del año 1892 aparecía recogida en el “El
Liberal”
la noticia de que: “...Sería muy conveniente
que se ordenara por quien corresponda inmediato arreglo de la
carretera que parte de Algorta para Plencia...”
Durante el verano anterior se había ensanchado la vía, pero los
escombros acumulados a sus costados dificultaban el paso de los
transeuntes. Los grandes charcos de lodo hacían impracticable el
camino para los escasos vehículos de la época, ya que sus ruedas se
hundían hasta el eje. !Quizá tuviera esto alguna relación con la
formula que la misma rotativa daba para impermeabilizar el calzado
“...Sebo de buey 4 onzas, Resina y Cera 1 onza;
Fúndanse todos estos ingredientes a la vez, y añádansele, cuando
la mezcla este fría, aceite de vaca en cantidad igual a la masa
anterior. Pónganse envueltos en un trapo los zapatos o botas al lado
del fuego de modo que, se calienten desde la suela hacia arriba y
después fróteseles bien la mezcla con las manos....”
Recomendaban realizar la operación dos veces.
El
2 de febrero de 1892 las noticias que llegaban en la prensa sobre los
avances del ferrocarril eran, entre otras, la que recogía el diario
“El Nervión”,
que en su segunda pagina, en la sección “De
Ayer a Hoy”
decía: “...A juzgar por la marcha que siguen
los trabajos, de construcción en el ferrocarril de Las Arenas a
Plencia, se espera que hacia el mes de junio próximo se dé comienzo
a su explotación en el trayecto de Las Arenas a Algorta...”
Cavilaban sobre las posibilidad de que el tramo entre Algorta y
Urduliz, si las obras seguían su ritmo, pudiera estar terminado para
las mismas fechas. Decían respecto al recorrido hasta Plentzia:
“...sería muy corto el viaje en diligencia
hasta Plencia, pues a lo sumo se emplearía un cuarto de hora en ese
viaje de coche....”.
Al parecer eran dos las empresas y dos los proyectos en competencia,
pero esperaban que fuera “La compañía del
Ferrocarril Económico de Bilbao a Las Arenas”
quien se hiciera con la explotación de la línea. El martes 8 de
marzo de 1892, el Gobierno Civil aprobaba la expropiación de sus
finca a los propietarios D. José Antonio Bareño y D. Felipe Arana
para las obras del ferrocarril de Las Arenas a Plentzia, señalado el
día 11 a las doce de la mañana para el pago del valor de las fincas
que se les expropiaban.
Las
compañías que realizaban la explotación de las líneas de Bilbao a
Las Arenas y la de Las Arenas a Plentzia firmaban un contrato el 9 de
abril de 1892 para la utilización en común de la estación de Las
Arenas. Por esas fechas, durante el mes de abril, el ferrocarril de
Bilbao a Plentzia transportaba a 54.990 viajeros. Mientras, en ese
año, a pesar de que algunos trenes perdían sus horarios laborables,
otros, sobre todo los de transporte de un alimento tan poco devoto
como el tocino, madrugaban para su envío: “...el
sábado de Gloria, se pondrán vagones en Algorta y Las Arenas para
el transporte de tocinos a las 5,45 y 6,45 de la mañana...” Algunas
de las funciones relacionadas con extracción de esas grasas eran
realizadas por las tocineras, mujeres que se encargaban de quemar y
retirar la piel y grasa del cerdo (tocino), una de ellas fue la
vecina de Algorta Juana Learra.
Era curiosa la forma de entender la cuaresma en ese año, si se
compara con lo rígida que resultaba en tiempos de Carlomagno (año
789). En esa época tan poco permisiva el monarca declaró que:
“...todo aquel que no observase la Cuaresma,
sin un motivo legítimo, seria castigado con la muerte...”
Una de sus capitulares estaba concebida en estos términos: “...Pena
de muerte para todo aquel que quebrante el ayuno cuadragesimal
comiendo carne sin una necesidad absoluta...”
Afortunadamente para los reos, la sentencia no era tan severa como la
de los Polacos: “...en los primeros tiempos de
la conversión polaca se le arrancaban los dientes y luego se daba la
muerte a todo el que hubiese comido carne después de la
septuagésima...”
Más tarde, en el año 817, reinando en Francia Ludovico Pío, hijo y
sucesor de Carlomagno, las normas respecto a los alimentos y los
negocios de la iglesia, hizo que se agudizará el ingenio. Se
dictaminó que los capones no eran carne y que, en consecuencia,
podían ser consumidos sin quebrantar la abstinencia.
Pero
esas discusiones no iban a ser las únicas. También y, debido al
movimiento de tierras que provocó dicho ferrocarril a su paso por
Getxo (Andra Mari), en el punto denominado Martiturri, llevaría a un
grupo de vecinos a presentar un escrito ante el consistorio el 18 de
enero de 1893: “...En este indicado barrio ha
quedado intransitable tanto el camino calzada como la servidumbre
carreteril, haciéndose imposible el paso en dicho punto , así de
personas como de carros, por la gran cantidad de tierras, quedando
convertido en un lodazal...”
La queja era debida a esas circunstancias, en la que la mayor parte
del vecindario, de la zona de Goierri, que precisaban pasar por ese
punto camino de los molinos y montes del cercano Berango, debían
utilizar otros recorridos más penosos y largos. Los vecinos pedían
al consistorio que reclamase a quien procediera el arreglo de dicho
lugar, dejándolo en el mismo estado en el que se encontraba, antes
de que el ferrocarril comenzara las obras. Firmaban aquel escrito
Felipe Iturregui, Ezequiel Zubia, Pedro Udondo, Juan Antonio Goitia,
Justo Bilbao, Manuel Larrinaga, Domingo Amezaga, Silverio Diliz,
Lazaro Zalduondo, Pascual Azcorra, Francisco Bilbao, León Astica,
Gerbasio Bidaurrazaga, Jose Ramón Osticoechea, Victor Bilbao y
Hilario Aguirrechu.
Muchas
fueron las quejas, algunas encabezadas por gentes de Las Arenas,
otras por vecinos de Algorta o Andra Mari. Finalmente el ramal de Las
Arenas a Plentzia se puso en marcha el 3 de septiembre de 1893. El
trazado básicamente fue el conocido actualmente; el otro, aunque más
vistoso, ya que pretendía haber ocupado toda la cornisa en su
trayecto desde la Avanzada hasta Algorta, no llegaría a
materializarse.
Como
decía al comenzar esta entrada, las fuentes de esta historia del
ferrocarril de Las Arenas a Plentzia han nacido de los siguientes
documentos: Expedientes
del Archivo Municipal de Getxo:
Documentación:
Código 2.5.1.1.4 Signatura 4678008, Código 2.5.3.5 Signatura
4679-10, Planos:
Código 2.5.1.1.5 Signatura 4669-12. Y diarios
del Siglo XIX “El nervión”
y “El Noticiero Bilbaino”
(http://www.liburuklik.euskadi.net).
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