Kresaltzu,
Gresalchu o Cresalchu, una de las arterias, en su tiempo, principales
de Romo y que desde hace poco más de un año se le conoce
popularmente como “La calle de los 30 bancos”.
Está
situada en una zona, que con el paso del tiempo, ha visto cambiar su
fisonomía desde que en el lejano 1848, su deterioro hizo que el
Alcalde regidor Juan Ignazio Sarría editara un “Bando”
convocando Junta de propietarios de las Vegas, ya que presentaban un
alto grado de abandono. Esta dejadez impedía el aprovechamiento
agrícola de las tierras, lo que hizo necesario acometer obras de
limpieza y desecación desde “Kresaltzu” hasta Algorta. Los
arenales, en 1874 (fotografía inferior) nos dejaban
una imagen como un mar de juncales llamados “Los Juncales de
Guecho”.
1874-BIBLIOTECA NACIONAL
En 1884 se convirtieron en sembrados dedicados al
cultivo de la patata de la mano de D. Miguel A. Vitoria. Este lugar,
en el censo de 1897 figuraba como “Vega de Santa Eufemia”
y tenía doce edificios diseminados, propiedad entre otros de las
familias: Aguirre y Romo, de Pedro Olabarrieta, Basilio González,
Estanislao Bilbao, Teodoro Urtueta, Eusebio Ibargareche, Pedro
Arbulo, Raimundo Hernandez y de la fabrica de alumbrado “Eléctrica
de Algorta”. Algunos de aquellos terrenos, a finales del
Siglo XIX, pasaron a ser propiedad de Mathias Romo, de quien el
barrio tomó su nombre.
A
principios del Siglo XX esta calle partía perpendicular a la
entonces denominada calle “Romo” o “Carretera
de Lejona”. Estaba situada en la denominada “Vega
de Santa Eugenia” o “Santa Eufemia”
(1925) y flanqueada a ambos lados por los terrenos de nuevos
propietarios, entre ellos Eduardo K. Earle. Su trazado en 1928, según
una relación elaborada por la “Cámara de la Propiedad”,
corría desde la calle Santa Eugenia hasta la “Electra”
(actual Lope de Vega).
Sus
historias, sus gentes, su comercio están en la memoria de los viejos
habitantes del barrio, que quizá más adelante traiga a estas
paginas. Pero pocas cosas habrán dejado en Romo tanta huella en la
memoria colectiva, dando lugar a la especulación y siendo motivo de
chanza, como unos simples bancos que podíamos parodiar con el
purismo de “Le Corbusier”, quien los definía como:
“...la máquina para sentarse...”. Anónimos
asientos que un buen día invadieron y adornaron la calle. Y aunque
fue un fogonazo efímero en el tiempo, aún permanece en el recuerdo
de muchos vecinos, que en corrillos comentaban: “...hay más
bancos que vecinos...”. Pero como todo en esta vida, lo
mismo que llegaron, desaparecieron, dejándonos una pregunta en el
aire: “...y ahora por qué se van...”.
Los
nombres de las calles, plazas y barrios de cualquier población
tienen un significado concreto y éste puede responder a muchas
causas. Unas veces como homenaje a personajes famosos, otras como
recuerdo de algún acontecimiento histórico, o como una
característica físico-geográfica de su entorno. En nuestro caso,
“Kresaltzu” adoptaría el nombre del río que
rodeaba nuestros arenales, que como decía al principio adoptó
diferentes denominaciones según quien lo escribiera y en qué época.
Esta
vía tuvo su tiempo en la historia en el momento de recibir su
nombre como calle. Sucedió durante el mandato de Juan L. Prado
Mathurin. El sábado día 31 de Julio de 1927 el pleno municipal
acordaba dar nombre a dos calles del barrio, a “Cresalchu”
y a otra de las arterias principales de Romo, la calle “Ibaiondo”.
Hasta aquí una pequeña entrada dedicada a una de las calles más
populosas de Romo: “Kresaltzu”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario