martes, 29 de marzo de 2016

KRESALTZU, LA CALLE DE LOS 30 BANCOS



Kresaltzu, Gresalchu o Cresalchu, una de las arterias, en su tiempo, principales de Romo y que desde hace poco más de un año se le conoce popularmente como “La calle de los 30 bancos”.

Está situada en una zona, que con el paso del tiempo, ha visto cambiar su fisonomía desde que en el lejano 1848, su deterioro hizo que el Alcalde regidor Juan Ignazio Sarría editara un “Bando” convocando Junta de propietarios de las Vegas, ya que presentaban un alto grado de abandono. Esta dejadez impedía el aprovechamiento agrícola de las tierras, lo que hizo necesario acometer obras de limpieza y desecación desde “Kresaltzu” hasta Algorta. Los arenales, en 1874 (fotografía inferior) nos dejaban una imagen como un mar de juncales llamados “Los Juncales de Guecho”. 

1874-BIBLIOTECA NACIONAL

En 1884 se convirtieron en sembrados dedicados al cultivo de la patata de la mano de D. Miguel A. Vitoria. Este lugar, en el censo de 1897 figuraba como “Vega de Santa Eufemia” y tenía doce edificios diseminados, propiedad entre otros de las familias: Aguirre y Romo, de Pedro Olabarrieta, Basilio González, Estanislao Bilbao, Teodoro Urtueta, Eusebio Ibargareche, Pedro Arbulo, Raimundo Hernandez y de la fabrica de alumbrado “Eléctrica de Algorta”. Algunos de aquellos terrenos, a finales del Siglo XIX, pasaron a ser propiedad de Mathias Romo, de quien el barrio tomó su nombre.


A principios del Siglo XX esta calle partía perpendicular a la entonces denominada calle “Romo” o “Carretera de Lejona”. Estaba situada en la denominada “Vega de Santa Eugenia” o “Santa Eufemia” (1925) y flanqueada a ambos lados por los terrenos de nuevos propietarios, entre ellos Eduardo K. Earle. Su trazado en 1928, según una relación elaborada por la “Cámara de la Propiedad”, corría desde la calle Santa Eugenia hasta la “Electra” (actual Lope de Vega).

Sus historias, sus gentes, su comercio están en la memoria de los viejos habitantes del barrio, que quizá más adelante traiga a estas paginas. Pero pocas cosas habrán dejado en Romo tanta huella en la memoria colectiva, dando lugar a la especulación y siendo motivo de chanza, como unos simples bancos que podíamos parodiar con el purismo de “Le Corbusier”, quien los definía como: “...la máquina para sentarse...”. Anónimos asientos que un buen día invadieron y adornaron la calle. Y aunque fue un fogonazo efímero en el tiempo, aún permanece en el recuerdo de muchos vecinos, que en corrillos comentaban: “...hay más bancos que vecinos...”. Pero como todo en esta vida, lo mismo que llegaron, desaparecieron, dejándonos una pregunta en el aire: “...y ahora por qué se van...”.


Los nombres de las calles, plazas y barrios de cualquier población tienen un significado concreto y éste puede responder a muchas causas. Unas veces como homenaje a personajes famosos, otras como recuerdo de algún acontecimiento histórico, o como una característica físico-geográfica de su entorno. En nuestro caso, “Kresaltzu” adoptaría el nombre del río que rodeaba nuestros arenales, que como decía al principio adoptó diferentes denominaciones según quien lo escribiera y en qué época.

Esta vía tuvo su tiempo en la historia en el momento de recibir su nombre como calle. Sucedió durante el mandato de Juan L. Prado Mathurin. El sábado día 31 de Julio de 1927 el pleno municipal acordaba dar nombre a dos calles del barrio, a “Cresalchu” y a otra de las arterias principales de Romo, la calle “Ibaiondo”. Hasta aquí una pequeña entrada dedicada a una de las calles más populosas de Romo: “Kresaltzu”.


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