La
influencia de la iglesia, de sus torres y campanarios, en diversos
acontecimientos sociales, era más que evidente a mediados del Siglo
XIX, ya fueran en actos festivos o fúnebres.
En
agosto de 1855 el consistorio de Getxo se vio obligado a adoptar
mediadas preventivas, para frenar el nuevo enemigo que se introducía,
callado en los hogares, provocando numerosas defunciones, el Cólera
Morbo. Esta epidemia cuyo origen hay que situar en Astrakán, a
orillas del mar Caspio, se extendió por Alemania, Gran Bretaña,
Francia y toda Europa en 1831. Y aunque la de mayor virulencia
resultara la de 1885, la de 1855 provocó perdidas humanas entorno al
15-16%, y sobre todo generó un “conflicto”
que alteró el placido transcurrir de aquella aldea de mediados del
Siglo XIX, que era Getxo.
Era
costumbre por aquellas fechas que el tañir de campanas, además de
anunciar la llamada a actos religiosos, presagiara hechos luctuosos,
y precisamente por el nombre que eran conocidos aquellos sonidos, su
identificación hacía que la población se pusiera en guardia,
porque algún vecino había pasado a “mejor
vida”.
Dentro
de los sonidos “musicales”
de acompañamiento, que también los había de jubilo, hubo algunos
acordes que dejaron de conducir las tradiciones del populares. Esos
sonidos procedían de los campanarios, y se ejecutaban cuando se
llamaba a acompañamiento de muertos. Su interrupción causo hondo
malestar entre los vecinos de Getxo, al parecer tanto la ausencia del
tañir de las campanas, como la celebración de actos fúnebres de
cuerpo presente, aprobada el 4 de septiembre de 1855, fue debida a la
epidemia de “Cólera
Morbo Asiático”
que asoló la provincia. Sin embargo las causas tenían más que ver
con la alarma social que ello causaba, al menos así lo hacían
constar en los libros de actas de la época: “...se
envío una comunicación al Cabildo manifestándole la conveniencia
de que los funerales consecuencia del cólera morbo asiático, se
celebraran sin el ruido y toque de campanas, para evitar la impresión
y espanto que esto pudiera causar en el vecindario...”.
Aquel pánico alcanzo al propio cabildo, que al parecer no tenía
gran prisa por reunirse con el sumo hacedor: “...el
Cabildo Eclesiástico mostró su voluntad, poco común, excusándose
de asistir al levantamiento de cadáveres y a su acompañamiento...”.
En
diciembre de 1855, los residentes de Andra Mari mostraban su enfado
por la decisión tomada por el gobernador de al provincia, que
eliminaba por motivos de salubridad pública, las funciones de cuerpo
presente. Los regidores municipales expresaban el sentir de los
vecinos:
“...que la generalidad del vecindario se mostraba disgustada...,
tanto
por la supresión del toque de campanas, a tiempo de las defunciones
e inhumación de cadáveres...,
cuando
más por la falta de acompañamiento de uno de los señores del
Cabildo Eclesiástico...,
que
acompañara a los finados hasta su última morada...”.
Esto provocó más de un altercado rompiendo la armonía habitual del
pueblo. Para terminar con aquello, que consideraban una anomalía,
pues se habían venido realizando desde tiempos inmemoriales las
“Campanadas
de Muerto”,
acordaban crear una comisión que negociara su restitución. De la
misma formaron parte los siguientes vecinos: “...José
María de Uribe, Juan Fermín de Hormaechea, Francisco de Egusquiza,
Juan Ramón Mugica, Juan Bautista Basaldua, Jose Manuel de Ugarte,
Juan Antonio de Libano, Juan Ramón Arana, Antonio de Osticoechea,
Manuel de Larrazabal-Ibatao, Santiago de Zubiaguirre y Jose María de
Saitua...”.
Quienes quedaron encargados de transmitir al Ayuntamiento los deseos
del vecindario.
Nuevas
formas de enterramiento, mejor dicho, nuevos derechos para ciudadanos
no católicos, venían a alterar las “tradicionales
costumbres”.
Por primera vez, en 1883, se solicitaba que en el cementerio de
Getxo se dispusiera un espacio para los enterramientos de los no
católicos, la resistencia era tal que tuvo que intervenir el
Gobernador, recordando que se debía aplicar la Real Orden del 28 de
Febrero de 1872.
Sirva
esta pequeña entrada para recordar hechos luctuosos, que rompieron
la armonía del pueblo de Getxo, por la falta de uno de sus
habituales sonidos de acompañamiento y/o por tener derecho al último
alojamiento en una tierra de todos. En la próxima entrada veremos
como algunos sonidos, estos festivos, también causaron conflicto
entre nuestros vecinos, dividiéndolos al 50%.
Me ha costado mucho tiempo entender el papel religioso en nuestro pueblo (en Getxo y en Euskal herria)
ResponderEliminarquizá pq la corriente laicista (y esa otra q hablaba de las sotánas como algo diabólico y ajeno al pueblo) quitaba importancia a las creencias (aunque luego adorada otros tótems sagrados...............)
y vaya por delante mi admiración a curas que han sabido ser parte del pueblo en cualquier rincón dle mundo...
bien, a nadie se le escapa que el cristianismo tardó en arraigar aquí y que no eliminó por completo la religión vasca animista...
Hoy día opino que es imposible entender la cultura vasca sin su lado cristiano...y en ese contexto ritual la iglesia, como edificio y como creencia, tiene un papel muy importante, estando presente en todas las manifestaciones de la vida..por tanto el apel de las campanas como método comunicador es de los más interesante
así que estaré al tanto de las nuevas entregas del autor...................
y demos paso al verano...con sus ritmos propios...uzta hila, mes de la cosecha
Sarriko Basoa