lunes, 13 de julio de 2015

LAS CAMPANADAS DE MUERTOS.



La influencia de la iglesia, de sus torres y campanarios, en diversos acontecimientos sociales, era más que evidente a mediados del Siglo XIX, ya fueran en actos festivos o fúnebres.

En agosto de 1855 el consistorio de Getxo se vio obligado a adoptar mediadas preventivas, para frenar el nuevo enemigo que se introducía, callado en los hogares, provocando numerosas defunciones, el Cólera Morbo. Esta epidemia cuyo origen hay que situar en Astrakán, a orillas del mar Caspio, se extendió por Alemania, Gran Bretaña, Francia y toda Europa en 1831. Y aunque la de mayor virulencia resultara la de 1885, la de 1855 provocó perdidas humanas entorno al 15-16%, y sobre todo generó un “conflicto” que alteró el placido transcurrir de aquella aldea de mediados del Siglo XIX, que era Getxo.

Era costumbre por aquellas fechas que el tañir de campanas, además de anunciar la llamada a actos religiosos, presagiara hechos luctuosos, y precisamente por el nombre que eran conocidos aquellos sonidos, su identificación hacía que la población se pusiera en guardia, porque algún vecino había pasado a “mejor vida”.

Dentro de los sonidos “musicales” de acompañamiento, que también los había de jubilo, hubo algunos acordes que dejaron de conducir las tradiciones del populares. Esos sonidos procedían de los campanarios, y se ejecutaban cuando se llamaba a acompañamiento de muertos. Su interrupción causo hondo malestar entre los vecinos de Getxo, al parecer tanto la ausencia del tañir de las campanas, como la celebración de actos fúnebres de cuerpo presente, aprobada el 4 de septiembre de 1855, fue debida a la epidemia de “Cólera Morbo Asiático” que asoló la provincia. Sin embargo las causas tenían más que ver con la alarma social que ello causaba, al menos así lo hacían constar en los libros de actas de la época: “...se envío una comunicación al Cabildo manifestándole la conveniencia de que los funerales consecuencia del cólera morbo asiático, se celebraran sin el ruido y toque de campanas, para evitar la impresión y espanto que esto pudiera causar en el vecindario...”. Aquel pánico alcanzo al propio cabildo, que al parecer no tenía gran prisa por reunirse con el sumo hacedor: “...el Cabildo Eclesiástico mostró su voluntad, poco común, excusándose de asistir al levantamiento de cadáveres y a su acompañamiento...”.



En diciembre de 1855, los residentes de Andra Mari mostraban su enfado por la decisión tomada por el gobernador de al provincia, que eliminaba por motivos de salubridad pública, las funciones de cuerpo presente. Los regidores municipales expresaban el sentir de los vecinos: “...que la generalidad del vecindario se mostraba disgustada..., tanto por la supresión del toque de campanas, a tiempo de las defunciones e inhumación de cadáveres..., cuando más por la falta de acompañamiento de uno de los señores del Cabildo Eclesiástico..., que acompañara a los finados hasta su última morada...”. Esto provocó más de un altercado rompiendo la armonía habitual del pueblo. Para terminar con aquello, que consideraban una anomalía, pues se habían venido realizando desde tiempos inmemoriales las “Campanadas de Muerto”, acordaban crear una comisión que negociara su restitución. De la misma formaron parte los siguientes vecinos: “...José María de Uribe, Juan Fermín de Hormaechea, Francisco de Egusquiza, Juan Ramón Mugica, Juan Bautista Basaldua, Jose Manuel de Ugarte, Juan Antonio de Libano, Juan Ramón Arana, Antonio de Osticoechea, Manuel de Larrazabal-Ibatao, Santiago de Zubiaguirre y Jose María de Saitua...”. Quienes quedaron encargados de transmitir al Ayuntamiento los deseos del vecindario.


Nuevas formas de enterramiento, mejor dicho, nuevos derechos para ciudadanos no católicos, venían a alterar las “tradicionales costumbres”. Por primera vez, en 1883, se solicitaba que en el cementerio de Getxo se dispusiera un espacio para los enterramientos de los no católicos, la resistencia era tal que tuvo que intervenir el Gobernador, recordando que se debía aplicar la Real Orden del 28 de Febrero de 1872.


Sirva esta pequeña entrada para recordar hechos luctuosos, que rompieron la armonía del pueblo de Getxo, por la falta de uno de sus habituales sonidos de acompañamiento y/o por tener derecho al último alojamiento en una tierra de todos. En la próxima entrada veremos como algunos sonidos, estos festivos, también causaron conflicto entre nuestros vecinos, dividiéndolos al 50%.

1 comentario:

  1. Me ha costado mucho tiempo entender el papel religioso en nuestro pueblo (en Getxo y en Euskal herria)
    quizá pq la corriente laicista (y esa otra q hablaba de las sotánas como algo diabólico y ajeno al pueblo) quitaba importancia a las creencias (aunque luego adorada otros tótems sagrados...............)
    y vaya por delante mi admiración a curas que han sabido ser parte del pueblo en cualquier rincón dle mundo...
    bien, a nadie se le escapa que el cristianismo tardó en arraigar aquí y que no eliminó por completo la religión vasca animista...
    Hoy día opino que es imposible entender la cultura vasca sin su lado cristiano...y en ese contexto ritual la iglesia, como edificio y como creencia, tiene un papel muy importante, estando presente en todas las manifestaciones de la vida..por tanto el apel de las campanas como método comunicador es de los más interesante
    así que estaré al tanto de las nuevas entregas del autor...................
    y demos paso al verano...con sus ritmos propios...uzta hila, mes de la cosecha
    Sarriko Basoa

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