Casi
como continuación del la anterior entrada “Las Campanadas de
Muertos”, surge esta otra, pero en este caso relacionada
con la cuaresma y la música en Getxo, dos asuntos que al parecer se
declaraban antónimos, en función de la orientación más o menos
religiosa de nuestros ediles.
Ya
desde el lejano 23 de febrero de 1882 en que se estableció la
normativa de “Moralidad y Buenas costumbres”, el
propio consistorio estableció como norma a instancias del señor
Alcalde que: “...Aunque hasta ahora no ha sido costumbre...,
el día en que en la plaza pública haya reunión de jóvenes
de ambos sexos, en los días festivos de la cuaresma entrante, puedan
divertirse con la decencia que requiere la santidad de estos días...,
para evitar toda incidencia y escándalo, que por experiencia
se ha visto en años anteriores, en que dichos jóvenes marchaban a
puntos en los que no podían ser vigilados..., acuerda
el ayuntamiento que durante dichos días festivos de la cuaresma, y
después de terminados los divinos oficios de la iglesia...,
toque el tamborilero en la plaza pública, para que en ella se
diviertan los jóvenes honestamente, teniendo la correspondiente
vigilancia...”. Tal era el estado de cosas relativo a la
influencia eclesiástica, que incluso los sermones de semana santa
eran costeados por el consistorio getxotarra.
Aunque
estas observaciones no eran nuevas, ya en 1746 el P. Mendiburu
criticaba refiriéndose a la presencia de hombres y mujeres en las
plazas de toros: “...acuden a ellas hombres y mujeres
entreverados...” y se preguntaba: “...¿Por qué no
se establece que una corrida sola sea para que la vean los hombres
solos y otra distinta para que la vean las mujeres solas?...”.
Mientras
la influencia de la iglesia seguía produciéndose en nuestro
consistorio, ya en abril de1897 acordaron asistir la corporación en
pleno a las funciones religiosas que se iban a celebrar en la Iglesia
de San Nikolas de Bari de Algorta, el jueves y viernes de Semana
Santa. Pero no eran solamente estos actos a los que la corporación
era invitada a acudir, también las Hijas de Maria Auxiliadora de
Algorta, invitaban al consistorio a participar en el “Besa
Pies de la Virgen” que se iba a celebrar en la misma
parroquia el domingo 30 de mayo del mismo año, aunque en este caso
declinaban la invitación por tener que celebrar el mismo día y hora
los remates de arbitrios. Sin embargo, eran muchas las invitaciones,
y no a todas podían declinar el acudir, así que a la celebrada en
el Convento de los Padres Trinitarios, a la que habían sido
invitados por Gregorio del Sagrado Corazón de Jesús se vieron
obligados a asistir. Sermones que como los de la Semana Santa, en San
Nikolas de Bari de 1897 fueron abonados por el consistorio, cuyo
coste para los presbíteros llegados de fuera del municipio
supusieron 40 pesetas y para los locales 25 pesetas. Que incluso
cambiaban los hábitos del consistorio, trasladando las sesiones del
jueves al miércoles.
Época
por otra parte controvertida y dispuesta a sermones y normas
truculentas, que como afirmó en 1900 en la “Biblioteca
Bascongada” el escritor alavés y alcalde gasteiztarra
Herminio Madinaveitia: “...Coincidiendo la época cuaresmal con la
primavera, el ayuno, la privación que aquélla impone, aplaca
el ardoroso fuego de la sangre cuando vuelve a correr impetuosa al
entronizarse, después de la inercia del Invierno, el reinado
esplendente de la vida nueva..., el ayuno, es un sabio
castigo que se da al estómago..., siempre supone
sumisión y obediencia a los preceptos católicos, y se señala por
el regateo en la comida que de ordinario suele hacerse...”,
y que tras las practicas devotas, llevará (al anochecer) a
regalar el estomago con: ...las migas con el chocolate,
la compota de pasas y orejones, el almíbar, la nonada que entretiene
y no llena...”, a saltarse aquellas prácticas
supersticiosas de ayunar y mortificar el espíritu, quizá por eso
terminaba advirtiendo de la necesidad de practicarlas dado que era
una: “...acción para el salvador remedio a las impurezas de
la vida...”. No es de extrañar que al finalizar afirmaran,
al referirse a ella: “...marca el prólogo melancólico y
negro de esa tragedia cuyas remembranzas nos trae la Santa
Semana...”. !Que tiempos aquellos, que horror!.
Durante
muchos años, la supresión de la música en esas fechas era un tema
recurrente en los plenos. Pero en 1910 se presentaba con más
frecuencia, así que el 10 de febrero de 1910, se presentaba una
moción por parte del concejal Sr. Azcorra, para que no tocara la
banda durante la cuaresma, acuerdo que tuvo los votos en contra de
los ediles (Zulaica, Vidaurrazaga y Camiruaga).
Incluso
los vecinos intervinieron en el asunto, el día 12 de febrero de 1910
se dirigían al Alcalde, solicitando que se deje sin efecto el
acuerdo del 10 del mismo mes. Aquel acuerdo dejaba sin efecto el
Reglamento de la Banda y los días establecidos para la actuación de
la misma, dejando sin actuación a la misma durante el periodo que
iba desde, el entonces denominado “Domingo de Piñata”
hasta el “Domingo de Ramos”.
El
“Domingo de Piñata” se celebraba casi al comienzo
de la cuaresma, el primer domingo después del Miércoles de Ceniza.
La palabra “Piñata” viene derivada del término
italiano “Pignatta” (olla frágil) la cual se
utilizaba ese día, llenándola de dulces y colgándola del techo
para después romperla con unos palos. Una de las primeras
referencias en nuestro entorno aparece en 1896, en un expediente
tramitado por el Gobierno Civil de Bizkaia, en el que se autorizaba a
un vecino de Bilbao, para la celebración de un baile de disfraces en
el Teatro Circo del Ensanche, desde el domingo once de octubre hasta
el domingo de piñata de 1897. Sin embargo, esto iba a causar
conflicto de intereses con las actuaciones de la Banda de Música,
llevando el tema al Gobernador de la Provincia. El escrito no parece
que fue del agrado del Sr. Azcorra, que solicitó no fuera remitido
al Gobernador. A pesar de que fue sometida a votación por tres veces
la propuesta, finalmente fue el voto de calidad del Alcalde quien se
posiciono en contra de la solicitud vecinal. Tal solicitud, que fue
elevada al gobierno de la provincia, también fue desestimada por esa
autoridad en mayo de 1910.
En
1911 volvía a aparecer sobre la mesa del consistorio el tema de la
música durante la cuaresma, nuevamente, de la mano del Sr. Azcorra,
aduciendo que: “...se debe respetar la cuaresma según
costumbres antiguas defendiendo así los intereses morales...”.
Uno de los concejales que se mostraba favorable a la actuación de la
banda durante esos días, el Sr. Salazar, planteaba que: “...no
tocar perjudica los intereses municipales y en nada beneficia a los
morales, puesto que en esos días estan garantizados por los poderes
públicos, que velan por su cumplimiento, castigando todo acto que
desdiga el pundonor..., y la supresión del baile
pudiera dar lugar a que se concurra a lugares apartados donde no
alcance la vigilancia de la autoridad, en cuyo caso entiende pueda
faltarse más libremente a la moral...”. Pero al no ser del
agrado de la mayoría esa propuesta, nuevamente quedó desechada. Sin
embargo, no sucedió lo mismo en abril de 1911, con la invitación
cursada por el cura párroco de Algorta, para la procesión del
viático a los enfermos, no solo fue aceptada, si no que el
consistorio acudió con la banda municipal.
Ya
más cercano en el tiempo, hablamos de marzo de 1959, durante la
Semana Santa, las autoridades civiles establecían las nomas que se
debían observar en ella: “...las Delegaciones Provinciales
del Ministerio de Información y Turismo, no autorizaran ninguna
representación de carácter teatral o cinematográfico desde el
jueves 26 hasta el domingo 29..., salvo que fueran de
contenido eminentemente religioso y autorizadas, recalcaban,
expresamente por dicho ente..., así mismo son
suspendidas todas las actuaciones artísticas y/o musicales,
incluidas las de las salas de fiestas, desde las cero horas del
miércoles 24 de marzo hasta las 10 horas del domingo 26...”. Advertían aquellas autoridades que en el expediente sancionador se consideraría irrelevante cualquier alegación de ignorancia de la
norma. Quedaba claro que toda expresión musical que no tuviera como
objeto los “Pasos de Semana Santa”, quedaba
expresamente prohibida durante, casi toda la semana.
Hasta
aquí una pincelada de las relaciones de la Iglesia, las autoridades
civiles, nuestros ediles y la música durante la cuaresma.
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