viernes, 12 de septiembre de 2014

LA ÚLTIMA TAQUILLERA DE GETXO


Angelita Escuza “La última taquillera de Getxo”, aunque esa no era su principal función, ya que realmente era Jefa de Estación, cargo no habitual para las mujeres de la época, era conocida en su barrio por ese apelativo cariñoso. Angeles Escuza Learra “Angelita” nace en Getxo el 9 de Octubre de 1912. 
 
De joven fue bordadora. Aquella función la realizaba con una maquina de coser. Tenía fama de ser muy buena en su oficio. Muchas fueron las novias que llevaron el ajuar al matrimonio, confeccionado por las manos de Angelita. Al igual que algunas mujeres de la época, éste, junto a otros oficios relacionados con la casa (costureras, modistas, lavanderas, bordadoras, remendonas...), era oficio sólo destinado a las mujeres. Sin embargo, pronto tendría que buscar otro trabajo que ayudara en la casa. Justo un año antes de que se estableciera una nueva vía entre Areeta-Las Arenas y las canteras de sílice de Neguri, que transcurría a través de la actual Avenida de los Chopos. Con 29 años, el 16 de Octubre de 1941, comenzó a trabajar en “Ferrocarriles Suburbanos”, que poco después, en 1947 pasaría a constituirse como “Ferrocarriles y Transportes Suburbanos”. 

  
Se puede decir que Angelita llegó con los tiempos modernos. Lo hace casi a la vez que entraba en funcionamiento la nueva polarización eléctrica de la línea, entre Bilbao y Areeta. El polo positivo se encontraba en los raíles y el negativo en la catenaria. Aquel sistema que había entrado en funcionamiento el 7 de Febrero de 1928 entre Bilbao y Algorta, se prolongaría hasta Plentzia el 28 de Abril de 1929. Esta innovación supuso la desaparición de las locomotoras de vapor. 
 
Hija de ferroviario ( su padre era el encargado de revisar la vía desde Getxo hasta Plentzia, actividad que se realizaba antes de pasar el primer tren de la mañana, que se hacía a pie, revisando todo el recorrido de la vía), comenzó como encargada de estación. En aquellos años circulaban dos trenes por Getxo, uno que pasaba a las medias hacia Plentzia y otro a las horas y diez hacia Bilbao. Era una mujer muy observadora. Le gustaba saber quién viajaba en el compartimento de primera o en los de segunda; le encantaba hablar con los veraneantes. 

 
La vieja estación de Getxo, que se puede ver en la fotografía inferior, disponía de vivienda para la responsable de aquella estación. Disponía además de un pequeño huerto en el que sembraba vainas y patatas. La distribución de aquel edificio era la siguiente: en su frontal lucía un cartel anunciador, donde figuraba orgulloso el nombre del pueblo “Guecho”; en la parte inferior tenia la oficina desde la que expedía los billetes y recibía los avisos, la ventana del despacho de billetes, que estaba a la izquierda según se entraba, tenía una pequeña placa de madera que corría por unos pequeños raíles, permitiendo saber si estaba en servicio o no; la ventana desde la que se expedían los billetes, exteriormente era pequeña, con su parte superior semicircular, en la base disponía de una pequeña repisa (balda) de madera, estaba protegida por una tejavana, disponía de un pequeño banco frontal en el que podían descansar los viajeros mientras esperaban la llegada del tren y a su vez guarecerse de la lluvia. Junto a la ventanilla, a su derecha había un compartimento, desde la cual el guarda barreras realizaba su trabajo. El compartimento también servía como sala de espera para los viajeros. En su interior, tras un pasillo por el que se accedía a la vivienda, se llegaba a la cocina. En la plata baja había una o dos habitaciones: a la derecha, por una escalera se accedía a la planta superior, a lo que era propiamente la vivienda familiar. Por un pequeño canal que discurría a lo largo de la vía iba el cable que servía para accionar las barreras. A lo largo de la vía, marcando un pequeño huerto corría una fila de plátanos. 

 
El tráfico por la calle Maidagan estaba sujeto al funcionamiento de unas barreras que atravesaban dicha calle. El funcionamiento de las misma era absolutamente manual, mediante una manivela. Se accionaban desde una pequeña garita que se puede ver en dicha fotografía, con una pequeña puerta lateral. La responsabilidad del accionamiento de las mismas corría a cargo de un guardabarreras a quien solía ayudar Begoña Arzadun, prima de Angelita. Los avisos de llegada de tren se hacían prácticamente innecesarios ya que una pequeña alarma acústica, era accionada a la salida de las unidades desde Algorta o Berango. Cuando aquellas berreras decidían dejar de funcionar, era Angelita la que con una banderola roja en la mano se veía obligada a parar la circulación en Maidagan, no sin quejarse a los responsables de la línea “..!Esta nevando, lloviendo, que pasa con estas barreras, para cuándo!...”; así, hiciera sol o nevara, ella era quien tenia que realizar aquella función. El primer tren de la mañana llegaba a las seis y diez dirección Bilbao, el último tren del día, conocido como “el Pirata”, dormía en Plentzia. En la estación, tras una verja metálica, cerrada con un candado, estaba el despacho de billetes. 
 
La estación disponía de un cuadro con un teléfono de llamada, un sistema de tipo morse, en el que los sonidos servían para los avisos a otras estaciones. Disponía de un auricular, mediante el cual se recibían las notificaciones, en caso de que sucediera algo fuera de lo habitual, retrasos o llegada de algún tren de mercancías, este último circulaba entre Bilbao y Plentzia por la mañanas. Cada estación tenía un código morse, las correspondientes a Getxo eran cinco puntos, y las de Algorta raya dos puntos, cada estación descolgaba el auricular cuando a ellos se refería la señal. Aquel teléfono acompañó a Angelita hasta su jubilación. 

 
Era una mujer muy apreciada por los servicios extras que realizaba y por la amabilidad con la que los hacía. Era frecuente que muchos trabajadores, que acudían a trabajar a Getxo, así como los estudiantes que se dirigían a Deusto o Bilbao, por descuido se dejaran, bien los buzos, la comida o los libros de estudios en las baldas que aquellas unidades de tren tenían en los laterales superiores, sobre las ventanillas. Con su genio característico, cuando los estudiantes le tocaban la ventanilla para decirle “...Angelita me he dejado los libros en el tren...”, ella les respondía “...en que vagón...”, cuando ellos le decían “...no sé, creo que en el primero...”, ella les replicaba abroncándoles “...!Qué creo, no sabes en cuál!....”, a pesar de ello les trataba como si fueran hijos propios. A continuación avisaba a la estación más próxima para que el jefe de estación recogiera aquellos objetos, y al volver a Getxo el tren,( solo tenía una vía en aquel tramo,) ella se encargaba de recogerlos. Con el tendido de la doble vía dejó de poder realizar aquel servicio, que terminó siendo atendido en otras estaciones.
Aquella estación desapareció dando paso a una de moderno diseño. Pero perdió el encanto de pueblo. Y perdió el nombre de GETXO. La nueva, más moderna, todo cemento, era más fría y distante, hasta los bancos eran fríos y oscos. Sus muros, también de hormigón, eran fuente de inspiración de grafiteros, que por todo el pueblo, sprai en mano, dejan su impronta. Los accionamientos de barreras y comunicaciones, modernos, ya no requerían del trabajo de aquel guarda barreras Eran tiempo modernos Algunos puestos de trabajo se estaban amortizando. 
 
A pesar de aquellos rudimentarios medios no se puede considerar que sucedieran incidentes de gravedad en la estación de Getxo. Salvo uno acontecido a mediados de los 70, que pude observar en primera línea. Yo iba en aquella unidad. Un fallo en las barreras, en la alarma o un simple problema de reflejos, hizo que un pequeño utilitario se saltase la señal, siendo arrollado por el tren que llegaba de Algorta, fue desplazado a lo largo de la vía, hasta casi media estación, quedando la conductora, en medio de un amasijo de chapa, en el morro del convoy. El espectáculo era dantesco, la gente que venía en el tren, saltó enseguida, nada más parar, fuera del mismo, dirigiendo todas las miradas a aquel, aparente, mortal accidente. No obstante, de entre aquel amasijo se oía la voz, asustada de la persona atrapada, pidiendo ayuda. 

 
Transcurrió un tiempo que se hizo interminable, el primero en llegar, como ayuda “espiritual”, fue el párroco de Getxo D. Francisco Antxustegi. Yo no sé si su conversación ayudaría a la infortunada, pero oírle rezar en aquellas circunstancias, yo pensaba “...!!Cuanto mejor sería si llegan los bomberos!!...”. Estos tardaron un tiempo que se antojaba eterno, “...!!Por fín aparecieron!!...”, todos respiramos con cierto alivio, empezaron las labores de rescate, llegaron acompañados de una grúa, cuyos estribos amarraron en la delantera del convoy, !!se oía el crujir de las chapas!!, la pasajera aprisionada gritaba, con voz tenue, entrecortada por el miedo “...!!tened cuidado, que me hacen daño las chapas!!...”, seguro que al sentir como las del coche se retorcían y apretaban, aunque fuera ligeramente sus miembros aprisionados, sufriría más de un momento de pánico. Finalmente gracias a la habilidad de los bomberos pudo ser extraída de entre aquel amasijo de hierros, con algunas contusiones y heridas, pero afortunadamente sana y salva, por lo que no se hizo necesaria una nueva intervención, del bien intencionado párroco. 
 
Angelita y su familia vivieron en aquella estación hasta 1971. Su horario de trabajo era de 6 de la mañana a seis de la tarde, con la implantación de los turnos de 8 horas contó con la ayuda de nuevos compañeros de trabajo. Se jubiló en 1977. En cuanto a los personajes más relevantes que pasaron por aquella estación, en opinión de alguno de los hijos de Angelita, fue el escritor getxotarra D. Ramiro Pinilla, que más tarde dedicaría un libro a la infortunada y desaparecida estación de Getxo. 

  
Algunos años más tarde, en 1995, aquella histórica estación, que daba nombre al barrio, desaparecería bajo el martillo neumático, de madrugada, con nocturnidad, con vergüenza, pretendiendo que fuera sin testigos, a pesar del deseo expresado por muchos vecinos de Andra Mari, que afrontaron una larga lucha, día a día, durante mas de un año, de presencia continuada en la barreas del paso a nivel, con huelgas de hambre, reivindicando el mantenimiento de la estación y el soterramiento de las vías. Aún suena el eco de alguna de las imaginativas canciones que dedicaron a aquella deseada estación, alguna terminaba con el clásico soniquete ferroviario “...Ding-Dong...Proxima estación Getxo. ¿Por qué no?...”, solo esto último, años mas tarde, lograrían tras su larga lucha. 

 
Hasta aquí una pequeña historia relativa a la última taquillera y jefa de estación de Getxo, estación que en su día recibió el nombre del núcleo urbano más antiguo de nuestro municipio. Y que tras una vida centenaria desapareció, perdiendo el barrio una de sus señas históricas, su nombre en el ferrocarril de Bilbao a Plentzia Y que a lo largo de 36 años una mujer, Angelita, Ángeles Escuza Learra, atendió durante largas y tediosas jornadas.

1 comentario:

  1. Bonita historia. Me ha gustado tanto la historia como tal como se ha relatado.

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