Continuando con esta historia de las Romerías y Bailes en Getxo, voy a continuar con los lugares de diversión pública entorno a las mismas, en nuestra Anteiglesia, la cuales se desarrollaron en varios espacios abiertos del municipio:
Las primeras celebraciones nacieron en el barrio matriz (Getxo), y aunque no hay una fecha concreta, se realizaron entorno a las Festividades de Santa María, San Roque y el Ángel: “...En 1897 los vecinos solicitaron al Ayuntamiento la implantación del arrastre de piedra en la Campa como diversión del barrio. En ambas noches, se hacían bailables en la campa. Fuera de programa en el día de San Roque algunas cuadrillas celebraban un banquete en un arbolado de Sarrikobaso. Concluido aquel, todos cogidos de la mano, al compas de la “biribilketa", subían hasta la campa. Allí, ante el alcalde y concejales, sentados y flanqueados por dos alguaciles con sus chuzos clavados en el suelo, se bailaba un “aurresku” de honor, tras el cual comenzaba el baile...” Durante la fiesta del Ángel, entorno a 1780, el baile se celebraba solamente por la tarde.
En el barrio de Algorta:
En San Ignacio: Se celebraba con bailes en la campa del mismo nombre a partir de 1888.
En Usategui: En este bello mirador se celebraron, en la segunda mitad del siglo XIX las romerías de San Nicolás, hasta que en 1898 se incautó del lugar el Ramo de Guerra para artillarlo.
En Ereaga, el Puerto y también en la campa de la Avanzada de Arriluze. De estos lugares festivos sabemos ya desde 1888 en que aparecen recogidos en un cartel de fiestas, el cual titularon “Fiestas en el Pueblo de Guecho y sus barrios de Las Arenas, Algorta y Santa María” (Expediente del EMG: Código 2874 Signatura 2197-32)
En Las Arenas: desde 1883 se celebraron romerías con motivo de las Fiestas de Santa Ana, en la que los bailes eran animados por la Banda Municipal y los llamados corros de ciegos, en la que proliferaban distintos instrumento: Acordeones, Pianos de manubrio, Guitarras y zarrabetes o gaitas de ciego.
Las fiestas de Las Mercedes se institucionalizaron a partir de 1888. Como contaba en una de las entradas de mi Bolg “Memorias de Getxo”, la primera referencia histórica de aquellas fiestas con sus romerías y bailes, aparece en aquel cartel de fiestas de julio de 1888. En dicho cartel se mencionaban las siguientes fiestas: Santa Ana (Areeta-Las Arenas) con un baile campestre en la campa de la ermita de la Santa.
Algunos de aquellos bailes se celebraban en sociedades particulares. El Casino Algorteño, que se construyó en 1879, fue uno de los exponentes de las clase más pudientes y sus bailes. Contaba el Alcalde Juan Bautista Merino en su libro “Apuntes para la Historia de Guecho”: “...En sus salones se reunieron durante años los señores del pueblo, cuando éstos no acudían a las casas particulares. Se celebraban los bailes y reuniones más importantes en las fiestas de San Nicolás y otras conmemoraciones. Como los faroles públicos no alumbraban demasiado en aquella época, al terminar la reunión del Casino, o las veladas hogareñas, esperaban las criadas de cada casa con sus faroles, las señoras rivalizaban en que éstos fueran más artísticos, para acompañar y alumbrar a sus respectivos dueños...”
Eran años en los que, hasta se recelaba con la moralidad en los bailes: “…Ya que hablamos de bailes, decir que el baile mas peligroso no es el “can-can”, es el flamenco. Véase la diferencia: En el can-can todo es saltos, en el flamenco movimiento de caderas; el primero es inmoral, el segundo voluptuoso; el primero es un río de corriente bulliciosa que nos asusta; el segundo un río de mansa corriente pero de pérfido lecho...” Tal es así que en algún pueblecito de Bizkaia, ocurrió que en 1880, la primera autoridad fue quien objetó sobre lo que él consideraba inmorales movimientos del baile agarrado: “...En el primer pueblo de Vizcaya por la carretera de Villareal. Hete aquí, que aparece por allá una guitarra vieja y uno la coge y la templa, alrededor se reúne la gente, más de ellas que de ellos, suena el instrumento clásico, se hace corro, empieza el baile y corre el chacolí. Apenas hacía cinco minutos que se movían a su compás nuestras piernas, cuando llega la primera autoridad del pueblo y con acento grave nos indica que si queremos bailar agarrados, tengamos la bondad de irnos a tierras de Álava...” Estas noticias aparecían en “El Noticiero Bilbaíno” de 1881.
Precisamente en relación a estos bailes, en nuestra Anteiglesia, era publicado un Bando por nuestra primera autoridad municipal el 28 de marzo de 1882. Decía nuestro Alcalde D. Manuel Zalduondo: “...Habiéndose visto prácticamente en años anteriores lo perjudicialísimo que es a la moral el que en los días de cuaresma no toque el tamborilero en la plaza pública, dando lugar con ello a que en las portaladas y casas se produjesen escándalos por la juventud sin que fuera posible evitarlos. El Ayuntamiento que presido, en sesión del 28 del actual acordó que en todos los días festivos de la cuaresma se toque el tamboril en la plaza pública de este Pueblo, desde las cuatro de la tarde hasta el toque de oración. Lo que anuncio al público para su conocimiento, y con el fin de que pueda reunirse la juventud en la citada plaza a divertirse con la debida decencia y moderación, en la inteligencia que de no hacerlo así y de averiguarse que “en los rincones ocultos se falta a la moral” y buenas costumbres, serán castigados los infractores con la multa de 1 a 5 pesetas y demás penas que se diese lugar...” (El Alcalde D. Manuel Zalduondo marzo de 1882).
Las romerías en nuestra Anteiglesia fueron un foco de atracción para vecinos de otras localidades cercanas, las de las fiestas de Algorta (San Ignacio y San Nicolás) y Las Arenas (Santa Ana) tenían gran popularidad. En 1883 sobre ellas decía un diario bilbaíno: “...En las renombradas romerías de San Ignacio y San Nicolás, hay una serie de bailes campestres desde 10 a 12 de la noche en el espacioso local que hay bajó la magnifica Casa Consistorial, el cual se adornará convenientemente para este fin. Festejos que en obsequio de los forasteros, amenizan la banda de música y los tamborileros...” (El Noticiero Bilbaíno del 30 de julio de 1883).
A finales del Siglo XIX, algunas costumbres relacionadas con los bailes habían cambiado, y las formas de diversión en campas y plazas habían dado paso a otros bailes, estos animados por lo que se conoció como corros de ciegos, contaban con acordeonistas y otras formas musicales, los cuales llenaban de ambiente a nuestras plazas durante los días del estío festivo. Y es que en ese verano de 1888, durante las fiestas de Algorta (San Ignacio), sonaron valses y otras piezas musicales entonadas por músicos ataviados con trajes blancos con listas encarnadas. Además para amenizar las fiestas, se contrataron los servicios de dos tamborileros y un redoblante durante las romerías de la festividad de San Nicolás. Pero no parece que esa forma de diversión estuviera bien vista por algunos sectores de la población.
En la próxima entrada de esta serie veremos como al entrar en el Siglo XX, la cuaresma influía en los bailes y las vidas de nuestro convecinos.