jueves, 5 de mayo de 2016

UN CISNE LLORÓ SOBRE EREAGA



Los temporales y los naufragios se han sucedido sobre nuestras playas, en la barra de Portugalete o en las escolleras de nuestro litoral. Muchos de esos naufragios tenían nombre de mujer, desde el “Ntra. Sra. de Begoña” (1.715), el “Ntra. Sra. del Carmen” (1.795), el bergantín-goleta “Emilia” (1.860), la corbeta “Linda” (1.862), el vapor “Rita” (1.863), la barcaza “Fermina” (1.880), o con un nombre de tan sugerente actualidad como el vapor “Corina” (1.889); el bergantín-goleta “Dolores” (1.900), la goleta “María Gabriela” (1.915), el paquebote “Maria Mercedes” (1924) y el carguero “Iciar” (1.936).

Pero el único naufragio con un nombre de analogías míticas fue “El Cisne”, y como si de una premonición se tratara, ese nombre asociado al dios Apolo, de cuya leyenda decían que cantaba dulcemente antes de morir. La embarcación del mismo nombre, un velero que en 1.925 en medio de un ensordecedor temporal, dejaba oír su último estertor fúnebre, terminaba con sus restos esparcidos sobre la playa de Ereaga.

La prensa de la época titulaba: “...Desaparece en el naufragio la tripulación...” El sábado 21 de febrero de 1.925, por la tarde, se desató un impresionante temporal; el ambiente reinante era de intranquilidad y rápidamente iba adquiriendo tintes alarmantes: la mar embravecida, la lluvia intensa y torrencial daban la sensación de estar desatándose un auténtico huracán, que se aproximaba peligroso hacia la costa. Las olas se batían furiosas sobre el contramuelle y acantilados. En Las Arenas el potente viento dificultaba la escasa circulación. Los dueños de las embarcaciones doblaron sus amarras en el puerto.
A media tarde, el torrero de señales (vigía del puerto), dio aviso de haber oteado un velero zarandeado por el viento que trataba de ganar la entrada. Mientras el barco era zarandeado por el fuerte oleaje, los prácticos del puerto salieron en su ayuda. También acudió en su ayuda el remolcador de la compañía Sota y Aznar “Ariz-Mendi”. Para evitar las peligrosas acometidas del huracán el velero echó el ancla. Todos los esfuerzos de la tripulación resultaron estériles, la embarcación fue empujada hacia el contramuelle de Punta Begoña, y a pesar de los esfuerzos de sus tripulantes, las fuertes olas alejaron la embarcación mar adentro, quedando prácticamente destrozada, desapareciendo frente a la playa de Ereaga. Fueron varias las personas que vieron el terrible suceso y se hacían cábalas sobre el nombre de la embarcación siniestrada.

El Alcalde de Getxo, al anochecer, enviaba un telegrama al Gobernador Civil, en el que le daba cuenta del siniestro y apuntaba la suposición de que se tratara del velero “El cisne”. La Ayudantía de Marina de Portugalete tampoco pudo confirmar la identidad de la nave siniestrada, por lo que procedieron a dar aviso a los armadores. El paquebote “El Cisne” con matricula de la Coruña había salido de Gijón con un cargamento de carbón. Su tripulación constaba de 5 hombres, y se ignoraba su situación, aunque el temporal, el estado en que se vio el casco de velero y la forma en que fue lanzado contra el muelle, hacían presagiar lo peor. Además, la estación de salvamento de Arriluze, lanzó varios cohetes que no tuvieron contestación por parte de los naúfragos.


Aquel percance estuvo a punto de cobrarse otras vidas, ya que el “Arinda-Mendi” de la casa Sota y Aznar, que llegaba al Abra procedente de Sagunto, al realizar una maniobra en el puerto exterior, fue lanzado por un fuerte golpe de mar y viento contra las rocas, viéndose obligado a varar. Afortunadamente en este caso, dos remolcadores de la misma compañía, que acudieron en su auxilio lograron ponerlo a flote, y para el anochecer conseguía entrar en la ría. Dos días más tarde adquiría seguridad la impresión de que la embarcación siniestrada en la playa de Eeraga era “El Cisne”, ya que entre los restos, que más tarde quedaron diseminados sobre dicha playa, aparecieron un tablón en el que se podía leer dicho nombre con el aditamento de “La Coruña”. Sus despojos estaban diseminados sobre la arena de la playa, entre Igeretxe y el contramuelle de Arriluze. Como se puede observar en la fotografía de cabecera, eran muchos los curiosos que acudieron a ver sus restos.

El pailebote “El Cisne” era propiedad de los señores Acorme, de la Coruña, y venía de Avilés con un cargamento de carbón, consignado por Acha y Arregui. Lo capitaneaba el patrón José Vidal y tenía una tripulación de cinco marineros. A mediados de marzo la mar seguía dejando en la arena alguno de los cadáveres de aquellos infortunados marineros.


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