Los
temporales y los naufragios se han sucedido sobre nuestras playas, en
la barra de Portugalete o en las escolleras de nuestro litoral.
Muchos de esos naufragios tenían nombre de mujer, desde el “Ntra.
Sra. de Begoña”
(1.715), el “Ntra.
Sra. del Carmen”
(1.795), el bergantín-goleta “Emilia”
(1.860), la corbeta “Linda”
(1.862), el vapor “Rita”
(1.863), la barcaza “Fermina”
(1.880), o con un nombre de tan sugerente actualidad como el vapor
“Corina”
(1.889); el bergantín-goleta “Dolores”
(1.900), la goleta “María
Gabriela”
(1.915), el paquebote “Maria
Mercedes”
(1924) y el carguero “Iciar”
(1.936).
Pero
el único naufragio con un nombre de analogías míticas fue “El
Cisne”, y como si de una premonición se tratara, ese
nombre asociado al dios Apolo, de cuya leyenda decían que cantaba
dulcemente antes de morir. La embarcación del mismo nombre, un
velero que en 1.925 en medio de un ensordecedor temporal, dejaba oír
su último estertor fúnebre, terminaba con sus restos esparcidos
sobre la playa de Ereaga.
La
prensa de la época titulaba: “...Desaparece en el naufragio
la tripulación...” El sábado 21 de febrero de 1.925, por
la tarde, se desató un impresionante temporal; el ambiente reinante
era de intranquilidad y rápidamente iba adquiriendo tintes
alarmantes: la mar embravecida, la lluvia intensa y torrencial daban
la sensación de estar desatándose un auténtico huracán, que se
aproximaba peligroso hacia la costa. Las olas se batían furiosas
sobre el contramuelle y acantilados. En Las Arenas el potente viento
dificultaba la escasa circulación. Los dueños de las embarcaciones
doblaron sus amarras en el puerto.
A
media tarde, el torrero de señales (vigía del puerto), dio aviso de
haber oteado un velero zarandeado por el viento que trataba de ganar
la entrada. Mientras el barco era zarandeado por el fuerte oleaje,
los prácticos del puerto salieron en su ayuda. También acudió en
su ayuda el remolcador de la compañía Sota y Aznar “Ariz-Mendi”.
Para evitar las peligrosas acometidas del huracán el velero echó el
ancla. Todos los esfuerzos de la tripulación resultaron estériles,
la embarcación fue empujada hacia el contramuelle de Punta Begoña,
y a pesar de los esfuerzos de sus tripulantes, las fuertes olas
alejaron la embarcación mar adentro, quedando prácticamente
destrozada, desapareciendo frente a la playa de Ereaga. Fueron varias
las personas que vieron el terrible suceso y se hacían cábalas
sobre el nombre de la embarcación siniestrada.
El
Alcalde de Getxo, al anochecer, enviaba un telegrama al Gobernador
Civil, en el que le daba cuenta del siniestro y apuntaba la
suposición de que se tratara del velero “El cisne”.
La Ayudantía de Marina de Portugalete tampoco pudo confirmar la
identidad de la nave siniestrada, por lo que procedieron a dar aviso
a los armadores. El paquebote “El Cisne” con
matricula de la Coruña había salido de Gijón con un cargamento de
carbón. Su tripulación constaba de 5 hombres, y se ignoraba su
situación, aunque el temporal, el estado en que se vio el casco de
velero y la forma en que fue lanzado contra el muelle, hacían
presagiar lo peor. Además, la estación de salvamento de Arriluze,
lanzó varios cohetes que no tuvieron contestación por parte de los
naúfragos.
Aquel
percance estuvo a punto de cobrarse otras vidas, ya que el
“Arinda-Mendi” de la casa Sota y Aznar, que llegaba
al Abra procedente de Sagunto, al realizar una maniobra en el puerto
exterior, fue lanzado por un fuerte golpe de mar y viento contra las
rocas, viéndose obligado a varar. Afortunadamente en este caso, dos
remolcadores de la misma compañía, que acudieron en su auxilio
lograron ponerlo a flote, y para el anochecer conseguía entrar en la
ría. Dos días más tarde adquiría seguridad la impresión de que
la embarcación siniestrada en la playa de Eeraga era “El
Cisne”, ya que entre los restos, que más tarde quedaron
diseminados sobre dicha playa, aparecieron un tablón en el que se
podía leer dicho nombre con el aditamento de “La Coruña”.
Sus despojos estaban diseminados sobre la arena de la playa, entre
Igeretxe y el contramuelle de Arriluze. Como se puede observar en la
fotografía de cabecera, eran muchos los curiosos que acudieron a ver
sus restos.
El
pailebote “El Cisne” era propiedad de los señores
Acorme, de la Coruña, y venía de Avilés con un cargamento de
carbón, consignado por Acha y Arregui. Lo capitaneaba el patrón
José Vidal y tenía una tripulación de cinco marineros. A mediados
de marzo la mar seguía dejando en la arena alguno de los cadáveres
de aquellos infortunados marineros.
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