Las
Oilarrauzka (peleas de gallos), tienen algo de mítico.
Aparecen en la simbología de diversas poblaciones de Euskal Herria,
en Ziga (Baztan), en Sara (Lapurdi). En la vieja Iruña
este animal es objeto de un premio denominado el “Gallico de
Oro”, que es entregado durante las fiestas de San Fermín
por la sociedad “Napardi” a personalidades
destacadas.
La
tradición viene ya desde la antigua Grecia, el artífice de su
introducción fue Alejandro Magno, durante su avance hacia Occidente.
Fue precisamente en Grecia donde el general Temistocles, quien antes
de la Batalla de Salamina (octubre de 480 a.c.), arengó a sus
legiones atenienses con una pelea de gallos.
Una
vez extendida por Europa la tradición (Siglo XVI), el juego se
convirtió en un deporte nacional en Inglaterra, hasta tal punto, que
a ciertas escuelas les fue requerido enseñar a los estudiantes sobre
las artes de las peleas de gallos, tales como crianza, traqueo y
acondicionamiento del gallo. Era tal el nivel de su popularidad, que
el mismo clero las patrocinaba. Será durante ese siglo cuando el rey
Enrique VIII creará la “Gallera real”, lugar al que la
realeza europea asistía para ver el combate de las aves del rey
inglés. Desde entonces y durante varios siglos las riñas se
conocieron como “el deporte de los nobles”. Esta tradición
decayó en Inglaterra durante el reinado de la Reina Victoria en el
siglo XIX, que fue cuando se prohibieron las peleas mediante un real
decreto.
Su
presencia en escudos heráldicos, en marcas de agua de firmas
comerciales, en las puntas de las espadañas y tejados, elemento por
otra parte de mención religiosa “...Antes que el gallo cante
dos veces....”. También en las tradiciones de algunos
pueblos. Tal es así que en algunos lugares, simboliza al estado
(nación), como en la República Francesa, en la que al gallo “Le
Coq”, es frecuente darle suelta, en acontecimientos de
carácter deportivo, cuando interviene en competiciones el equipo
francés.
Este
bello animal fue objeto de escritos sobre la gallomanía. En 1886 se
escribió un poema titulado “Poema a espuela viva, escrito
por Fulano Zurita, bachiller en patas de gallo, licenciado en puyas y
doctor en ambos espolones”, donde cuenta la vida de un
pollo y después gallo de pelea:
“Cógenlo
de un alón y de una pata,
y,
así suspenso con cruel destreza,
lo
azuzan a otro gallo, porque bata
y
en él ofenda con veloz fiereza;
y
el gallero las plumas le desata,
y
los gallos le tunden la cabeza,
hasta
que, sin descanso en su tortura,
espira
en el rincón de la basura”.
Incluso
formó parte de un estudio de las tradiciones orales, de nuestro
insigne estudioso de la etnografía y prehistoria vasca Dn. José
Miguel de Barandiarán, del que he extraído el siguiente fragmento:
“...El
canto del gallo antes de media noche presagia alguna desgracia o
anuncia algún peligro, a veces significa que alrededor de la casa
andan ladrones...”, casi una premonición de nuestros
tiempos, en que nos rodean gallos rapaces de diferente plumaje.
Erkoreka,
en su tratado de “Análisis de la Medicina Popular Vasca”,
decía:
“...a
las mujeres embarazadas ofrecían una gallina blanca a la ermita de
San Pedro de Ibarrangelua para prevenir a la criatura que iba a nacer
del prolapso rectal o «uskije”. El caldo de gallina era
alimento que se daba a las mujeres que habían parido como alimento
exclusivo, ya que ello favorecía la bajada de la leche.
El gallo tuvo mucha importancia en el espectáculo festivo en nuestro pueblo. Era parte de la secular tradición por las apuestas en el pueblo vasco en competiciones de todo tipo, en las que participaban de forma involuntaria los animales, unas sangrientas (pruebas de bueyes, carneros, gallos,...) y otras no (perros pastores, concursos de pájaros cantores, hípica,...). Pruebas en el caso de los gallos, en las que este animal es entrenado para una sangrienta pugna. Rodeados de espectadores y apostadores, que muchas veces termina con graves lesiones en estos animales.
Se
les llegó a dedicar canciones en los diferentes lugares del mundo
donde existía esta tradición, así en México le dedicaban estas
estrofas:
“...!Linda la pelea de gallos con el publico bravero,
Con
sus chorros de dinero y los gritos del gritón
Retozándonos
el gusto no se sienten ni las horas,
con
tequila y cantadoras que son puro corazón!...”
En
algunos casos también aparecen en canciones populares con estrofas
algo picantes, con referencias al animal, por ejemplo como la de la
canción “Igande, astelen, asteartean”:
“...Eztei-gau
ilunez bero bero
oilariteak
yo ta geTo
elemeleka
noaielaTik
lagunak
utzi-ezkero,
nere
buraari eraten dakoi
«uteia
balitz gabero»...”.
“...Cuando
la cena de bodas da fin,
de
los amigos al despedir,
cierra
la noche ya y el gallo
vigía
timbra su clarín,
yéndome
a casa exclamo entre mí:
¡Si
cada noche hubiera un festín!»...”.
Dando
lugar incluso a canciones de clara intencionalidad política:
“...Cuando
canta el gallo negro,
es
que ya se acaba el día,
si
cantara el gallo rojo otro gallo cantaría...”
“...Se
miraron cara a cara
y
atacó el negro primero,
el
gallo rojo es valiente
pero
el negro es traicionero...”
Ya
en 1902 algún autor relacionaba esta afición con la incultura
existente, lo que transmitía en la siguiente cita:
“...Tal
vez haya hoy en día, en nuestra Península, más ciudades, villas y
lugares, que carezcan de una librería o tienda, donde principalmente
se vendan libros, que ciudades, villas y lugares, que carezcan de
plazas de toros y de reñideros de gallos...”. Muchas veces
para justificar esta actividad, se ha recurrido a fines benéficos,
llegándose en el siglo XIX a la construcción de un reñidero de
gallos, para la construcción de un Hospicio.
De
esta pugna se tiene constancia en Getxo ya desde 1884. El día 11 de
Agosto de dicho año figuraba en el programa de fiestas de Algorta.
Se realizó dicha riña en la entonces denominada Plaza de la
Constitución (actual San Nikolas). En
Getxo, este espectáculo formaba parte de las apuestas en nuestros
barrios, en diferentes puntos, Algorta, Andra Mari, Villabotas y
Romo. En estos lugares se continuaron realizando peleas de gallos, en los años 50 del Siglo XX, así como la cría y preparación de
los mismos, peleas que tuvieron su punto mas álgido en los años
70-80.
La preparación de estos estilizados, bellos y fuertes animales, de corona de colores erizada en el cuello, es temprana, ya para los dos meses de edad, en su cresta empiezan a apreciarse sus primeras cicatrices, fruto de su preparación. A los tres meses pasan a ocupar jaulas individuales, es el momento en que se les entrena cual gladiadores. Se les cortan las barbillas, orejillas y crestas, que tardan en cicatrizar tres semanas. Para fortalecer sus músculos les hace correr y saltar durante varios minutos, se les pelan los potentes muslos, y parte del cuerpo (Ver foto superior), les dan friegas de alcohol rebajado, y pelean con guantes protectores en los espolones. Cuando llegan a la edad de año y medio, y han alcanzado un peso de kilo y medio, ya están en condiciones de competir.
Uno
de los barrios donde se criaron y celebraron afamadas peleas de
gallos fue Andra Mari. Estos desafíos se realizaban en las llamadas
“Casas baratas”
de
Zientoetxe (ver
foto superior).
El corral en donde se llevaban a cabo las pugnas era un pequeño
circo de madera, con una lona como suelo. El tiempo de las peleas era
en el verano. También en las fiestas de San Isidro, en el antiguo
probadero de Getxo (ver
foto inferior).
En
Saratxaga
junto al bar de Jesus Bengoetxea. El premio del ganador estaba en
función de las apuestas, que ejecutaban los propios galleros, no
solían superar las 1000 pesetas,(hablamos de los años 50 del siglo
XX).
Dentro de los galleros, los de más fama en Andra Mari fueron: Manuel Sanchez, del caserío Bostgarrena. Este caserío está situado cerca del actual cementerio de Getxo. Manuel Arias, del caserío Goyenetxe. Benito Gorordo, de Perune (Que es quien encabeza la fotografía de este artículo). Otros galleros fueron: Benito Alboniga y Anastasio Bidaurrazaga del caserío Iberre. Eusebio Alboniga, del caserío Larrauri, Sabino Goiri, del caserío Hormaza, Jesús Lejarza (Policia Municipal), Victor Zalbidea del caserío Telletxe, Felix Yurrebaso del caserío Etxebarri, José Iturregi del caserío Dendariñe y Matias Mota “Mati”, quien solo crió un gallo de pelea, a quien mataron en una mortal pugna, junto a su propia casa. Esta pelea la realizó contra un gallo propiedad de Iturregui de Larrabasterra, que era el contrincante más habitual de los galleros de Getxo. Probablemente existieron algunos más, pero mis fuentes han llegado hasta estos nombres.
Los
gallos que se utilizaban en Getxo (Andra Mari), en general eran
procedentes de Andalucía. Precisamente era Manuel Sanchez, aitite de
los Kortabitarte, quien hacia las veces de distribuidor. Era el mas
famoso de los galleros de Getxo.
En Algorta, existió un “Circulo Gallístico”, en los años 70 del Siglo XX, cuya actividad se desarrollaba en la calle Euskal-Herria en unos sótanos bajo la hamburguesería “Carpanta”. En estos locales, se cruzaban apuestas con galleros Asturianos, Catalanes y Santanderinos. También con otros de pueblos cercanos, pero era con los primeros cuando se celebraban desafíos a cinco peleas de hasta 50.000 pts., por cada gallo vencedor.
En
el centro de aquella lonja, se encontraba el pequeño ruedo de
madera. Tenia dos alturas. En la parte superior estaban los asientos
para el público, el suelo estaba cubierto por una de lona de color
verde. Aquel local disponía de una barra alargada, hecha con
tablones de madera, con forma de bar.
En
una de aquellas peleas, vino un gallo muy robusto, y otro chiquitín,
chiquitín. Nada más empezar la pelea, el dueño de aquel esplendido
animal tuvo que meterse en el ruedo para retirarlo. Un testigo
gritaba:
-!!Si
no salta el dueño del grande a retirarle, el pequeño se lo merienda
en dos tacadas!! (Era impresionante la agresividad de aquel pequeño
animal) !!No hay que fiarse del tamaño!!. A
aquellas peleas acudían muchos galleros de Andra Mari (Getxo).
Este
local fue cedido por Mariano Maguregui, de forma altruista, a
condición de que una parte de la recaudación fuera para una entidad
de beneficencia. Como agradecimiento, mas tarde, estos le
obsequiarían con una placa de plata, en reconocimiento a su
desinteresada colaboración. El mismo día entregaron un cheque a la
“Asociación de Disminuidos Psíquicos de Getxo”.
Las
peleas que se celebraban los Domingos, eran previamente casadas por
los galleros en una reunión que celebraban antes de la pugna. No
permitían enfrentar a gallos que tuvieran mayor diferencia de peso
que 28,75 gramos (una onza). En los casos que no se cumplía esta
condición, se armaba al gallo de menor peso, con un postizo
artificial de puya de 1 m/m., por cada onza de diferencia. En el caso
de los gallos tuertos (veteranos de peleas), se les autorizaba a
superar en 2 m/m. sus espolones o bien a tener 2 onzas más de peso.
La
visión de uno de estos enfrentamientos resultaba estremecedora.
Alguien la explicaba con la siguiente secuencia de sangre:
“...Con
la puesta en marcha del cronómetro se iniciaba la pelea. Durará
entre 16 y 30 minutos, salvo que uno de los dos caiga abatido.
Comienza el tanteo con miradas altaneras, cual chulos de feria, los
galleros separados por el foso frotan sus manos nerviosos. De
repente, cual latigazo eléctrico, arremeten furiosos, aunque, aún
sin precisión, utilizan el pico para golpear la cresta de su
oponente. Marcan distancias, las plumas del pescuezo se erizan;
después de los primeros minutos, la situación es caótica, dos
masas de plumas entrechocando como piedras de sílex, sangre, plumas
desprendidas. Aún cuando quedan mutilados siguen luchando cual
muñecos de cuerda. Aunque habiendo perdido un ojo o los dos, siguen
agrediéndose. No es un espectáculo agradable. Entre el público se
oye la expresión: “!!Este va a coger mojojones echando
puñetas!!...”, esta descripción expresa gráficamente lo
cruento de estos combates.
Ya
el escritor italiano, Edmundo de Ámicis explicaba a su vuelta de uno
de estos espectáculos, en su visita a la corte de Amadeo de Saboya
en 1872, que salió de él con más pavor del que le habían
provocado las corridas de toros, dada la extrema violencia con que se
llegaban a desarrollar los combates.
A
pesar de que estas peleas, a partir de los años 70-80 fueron
prohibidas, se continuaron realizando amparadas en fines benéficos
para mantenerlas, con donaciones de hasta 450.000 pts., en un periodo
de 5 años. Así conseguían que las autoridades miraran para otro
lado. Sangrientas peleas que duraban en algunos casos escasos
minutos, terminando con el oponente ciego (sin ojos) o muerto. Con la
intervención de la Asociación Protectora de Animales y hacienda
foral, se terminarían los días de las peleas de gallos en Getxo.
Soy uno de los muchos biznietos de Manuel Sánchez, y por lo que tengo oído en casa, era un preparador de gallos excepcional. Incluso exportaba esos gallos a América.
ResponderEliminarhola yo soy un criador de gallos de pelea de Chiclana cadiz y solo quiero decir que lo mismo que los humanos nacen crecen se reproducen y mueren y los gallos nacen y antes de crecer ya se están matando sino fuese por nosotros esta especie no existiría porque por uno que muere criamos cien .comprendo que desaparera esta aficicion pero que sepan que mejor que los criadores de gallos no ay otros criadores mas sacrificados en sacar buenos ejemplares y sanos y morimos por que no nos los quiten de nuestra gallera que es otro motivo por el que la afición del gallo esta declinando a desaparecer.Sabiendo que esto no servirá para nada con solo unas líneas de historia me siento satisfecho de ser gallero la historia nos avala y saber que vengo de sangre de galleros de 200 años atrás me basta .Un saludo a todos aquellos que saben lo que es criar y apreciar el gallo ingles.
EliminarOla buenas ke ria con tratar conel ñietode manuel sanchez
ResponderEliminarRecuerdo cuando era niño ir alguna vez a ver pelear a los gallos de mi aitite Guillermo Olabarrieta en la calle Euskalerria. Era nacido en Salsidus y luego vivió siempre en el caserío de mi amama, en Playabarri, junto al río Asua.
ResponderEliminarDa la casualidad de que mis otros aitites vivían encima del centro gallístico, además.
Y otro de los recuerdos que tengo más marcados es ver a mi aita Pablo entrenando los gallos, haciéndoles correr entre sus piernas.
Cuando prohibieron los gallos mi aitite quitó los que tenía y no volvió a criar más. Alguna vez, años después, fuimos a ver alguna pelea, ya de tapadillo.
Le gustaban mucho los pájaros: críaba mixtos de canario y jilguero, pichones y era un grandísimo sordero con una puntería increible.
Aquí queda escrito en recuerdo de mi aitite Giller.