sábado, 22 de junio de 2019

LA NOCHE MÁS CORTA DEL AÑO, SAN JUAN


El solsticio de verano, es un día mágico para niños y mayores, lleno de recuerdos que no volverán. Y es a partir de ese crepúsculo cuando los días emprenderán su declive y la noche ganado a la claridad, iniciará de forma inmisericorde su ocaso.

Así que para no dejar que el paso del tiempo, crepúsculo de las tradiciones, borre de nuestras memorias las evocaciones de antaño, conviene recordar cómo eran esos días cuando las urbes al igual que el solsticio no habían ganado aún a la claridad y la sencillez de una forma de vivir, que a medida que el cemento ganaba espacio, fue transformando nuestro entorno.


Hasta las costumbres ancestrales se van perdiendo, antiguamente la gente saltaba sobre el fuego para preservarse de las enfermedades, utilizando las cenizas de la hogueras que esparcían sobre los huertos para alejar los malos augurios y conseguir que los mismos siguieran produciendo fértiles cosechas.

A modo de dato histórico decir que: “...Fue la llegada del cristianismo la que cambio la fecha de celebración de estos ritos. Ya que la Iglesia enmarcó la celebración pagana en la conmemoración del nacimiento de San Juan Bautista...”

Y para ver cómo se contemplaban aquellos días de jolgorio y cantos, recordar como fue aquella fiesta:

En el centro de una espaciosa y un tanto accidentada campa de la aldea o barrio, se amontonaba una enorme pira de ramas, muebles viejos y argoma, que anunciaba la próxima fiesta. Aquellas ramas y muebles habían sido acarreados por los más jóvenes del barrio a lo largo de la semana.


Y por fin llegaba la deseada y esperada noche. En las cocinas de las casas los pequeños y mayores apresuraban la cena para salir a la campa antes de que alguien prendiera fuego a la pira, que ya cayendo los últimos rayos de sol, se asemejaba a un fantasma gigantesco que hubiese bajado a dormir su sueño de cíclope sobre la campa. Mientras ésta parecía sumida en un gran letargo, diríase que descansaba previendo el bullicio y la algazara de más tarde, nada turbaba su momentáneo profundo silencio.

De pronto, un griterío juvenil anunciaba el incipiente comienzo de la fiesta, se abrían ventanas y rechinaban las puertas. Pequeños y mayores saltaban de sus asientos sin haber terminado de cenar y con el último bocado entre sus dientes salían de sus casas, la plaza comenzaba a llenarse. Mientras, los pequeños enarbolaban pequeñas antorchas de papel preludio de la gran fogata.


Una antorcha por fin era depositaba en el centro de la hoguera, produciéndose al instante una gran claridad, en la que volaban las chispas cual estrellas fugaces, los rostros se iluminaban con el resplandor de las llamas. Comenzaba el ritual de cánticos y danzas. Las caras enrojecidas por el extremo calor de la pira mostraban la alegría de la fiesta.

Iba a ser larga, numerosas y pequeñas hogueras aparecían por la campa, cada cuadrilla tenía la suya. Los paganos de una parte de la tradición festiva, en algunos casos, eran los huertos más próximos, de los que pequeños hurones extraían las deliciosas patatas nuevas, que serían asadas sobre las ascuas de sus diminutas piras. !Quizá de esa costumbre derive un sonsonete que se cantaba en algunas zonas de Bizkaia: “...Guárdense maíces y trigos, ladrones y brujas sean quemados»...”!


Por fin el fuego iba decayendo, el combustible se acababa y los pequeños, presos hasta entonces de una febril agitación, empezaban a dar señales de cansancio y mucho más los adultos, que al día siguiente habían de madrugar para retornar a sus labores.

Por la mañana un intenso olor a humo recorría el barrio junto a una pequeña neblina que salía de los rastros de las hogueras, que grises y aún con tiznas rojizas permanecían visibles, recordando que ya solo faltaba un año para volver a celebrar esa mágica noche de San Juan.


Una de esas fiestas, quizá la de mayor relevancia de Getxo, fue la de San Juan de Alango, en Algorta, de la que ya hablé el pasado año y que este, al haber encontrado un programa de fiestas de 1982, deseo recordar para cerrar la pequeña historia de un barrio de Algorta:


Las fiestas de 1982 de cinco días de duración tuvieron una programación bastante completa, además de tres espacios festivos. Entre ellos estuvo, como era lógico, la plaza de Alango, el parque de María Cristina, donde se celebraron los festivales de Rock y algunos concursos infantiles y la playa de Ereaga donde se dispararon castillos de fuegos de artificio. Arrancaron el día 23 de junio con una tamborrada, a las 20:30 de la tarde, que partiendo desde la plaza de “Txiki-Otaegi” transcurrió por Martikoena, Alango y Eretza, finalizando en el parque de María Cristina; a las 22:00 se realizó una quema simbólica del muñeco y un homenaje a María Luisa Asua, la “Txorrera”, una de las mujeres que venía confeccionando el muñeco de trapo que adornaba todas la hogueras de San Juan en el barrio de Alango. A continuación se disparó un castillo de fuegos artificiales en la playa de Ereaga y tras ellos dio comienzo la verbena en María Cristina animada por el grupo “Ekaitz”. Durante los días siguientes las mañanas comenzaban con pasacalles de txistularis y cabezudos por el barrio de Alango; los juegos y competiciones iban llenado el espacio festivo, entre los actos festivos estuvo el III-Campeonato de Rana, que se celebró el viernes 25 en el Bar Gurugú; En las verbenas hubo tres grupos musicales: “Ekaitz”, “Rufus” “Gogor” y “Azkorri”, también hubo bandas de cartón; y a las 2200 el II-Festival de Rock en el parque de María Cristina, que contó con la presencia de los grupos “Rufus” y “Cocktail”; el sábado 26 volvía a recorrer el barrio una nueva tamborrada, esta vez infantil, que transcurrió a lo largo de la Avenida Basagoiti; como novedad festiva estuvo la exibición aérea que protagonizó el “Real Aéreo Club de Vizcaya” que arrojó sobre la plaza de Alango balones de plástico; uno de los actos festivos que se celebró el domingo 27 fue el dedicado a los mayores en la Residencia Municipal de Getxo, en el que tras la misa de la mañana les ofreció un alarde de Dantzas por el grupo Itxartu-Taldea de Algorta y la actuación de la Orquesta Azkorri; por la tarde un nuevo alarde de dantzas, protagonizado por los de Simón Otxandategi de Berango para seguir con la romería y llegar a la traca final y al “Entierro del Iturri”. Las fiestas contaron con la colaboración de los supermercados “Herriko” y “Eko”.

Los dos últimos años en que se celebraron las Fiestas de San Juan de Alango, al urbanizar la zona cambiaron de escenario y la romería se trasladó al parque de “Urkijobaso” (María Cristina). Pero ya la hoguera de San Juan había desaparecido.


Hoy las campas han desaparecido, las hogueras se fueron con ellas, la gente no salta sobre el fuego. Sólo quedan recuerdos simbólicos en alguna plaza como la de San Nicolás de Bari de Algorta o en la de Malakate de Santa María de Getxo. Las rígidas normativas de seguridad municipales han ayudado, junto a la falta de espacios, que una fiesta con raíces de largos años haya desaparecido. En la noche embrujada de San Juan soñemos con los bailes de esa noche:

...San juan bagilean
denpora ederrean,
amalau atso trompeta yoten
motrailu baten ganean.
Udan udan udan
San juanetan
dantzan eingo dogu
ifar-airetan...”

...San Juan en junio
en hermoso tiempo,
catorce viejas tocando trompeta
sobre un mortero.
En el verano
por fiestas de San Juan
bailaremos en auras del cierzo...”



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