En
la anterior entrada veíamos cómo se empezaban a reformar algunos
caminos deteriorados de Algorta, así como algunos aspectos de la
vida diaria que incomodaban a nuestros antepasados. En esta veremos
las actuaciones en la zona del Castillo, en Algorta, el inicio de la
instalación del cable submarino entre Inglaterra y Getxo, así como
las tribulaciones vecinales debidas a las guerras.
En
1872 tocará comenzar obras en los caminos de la zona del Castillo
para facilitar el acceso a la nueva Escuela de Náutica. Y la
construcción de otro desde Jardingana hasta dicha escuela, que
partía desde Benturillena. Los presupuestos municipales en ese año
eran de 17601 reales de ingresos y tenían unas previsiones de gastos
de 17.366 reales.
El
20 de enero de 1.873 se conocía que por el Real Decreto del 5 de
noviembre anterior se concedía a M. Charles Scott Stokes,
representante de la compañía “The
India Rubber Gutta and Telegraph Works”
de Londres, para establecer y explotar un cable submarino desde
Inglaterra hasta Getxo. El 16 de noviembre de 1.873, el vapor Dacia
se echó a tierra en Las Arenas. Dicho cable, que se instaló el día
29 del mismo mes en una caseta de cinc, que estaba: “...a
300 pasos contados desde el punto llamado la Avanzada dirección al
barrio de Las Arenas, a mano derecha del camino carretero...”
En mayo de 1873 el Ayuntamiento presidido por D. José Mandaluniz
acordaba la limpieza de las vegas para evitar el deterioro de las
mismas.
Contaban
los vecinos que la noche del 5 al 6 de mayo de 1873: “...los
Carlistas de la partida de Munguia, con su jefe Sebastián de
Gorordo, llegaron al Pueblo y exigieron al Ayuntamiento 6.000 reales
de dinero y raciones consistentes en 30 libras de pan, dos cántaras
de vino, 20 pares de borceguíes y 102 pares de alpargatas...”
Los ediles entregaron aquellos enseres para evitar según decían:
“..Que
se llevaran rehenes, dejando constancia en el libro de actas de tal
hecho para que en todo tiempo conste a los efectos que fueran...”
A tal efecto se preparó un recibo de aquellas entregas: “...El
importe de las alpargatas ascendía a 510 reales y los borceguíes
890 reales...” Al parecer querían prevenir posibles represalias
por parte del bando Liberal, en caso de que estos llegaran al Pueblo.
Aquellas entregas a los Carlistas llegados desde Munguia supusieron
para el municipio una multa de 29.024 reales, que fue impuesta por el
General de las tropas del Rey D. Gerardo Martínez de Velasco.
Las
noticias referidas a las actuaciones de las milicias gubernamentales
en julio de 1873, creaban zozobra entre nuestros vecinos, a tal
decir, que por el Pueblo corrieron rumores de que en los municipios
vecinos de Portugalete y Santurtzi se habían llevado a la mayor
parte de los mismos, decían el el acta municipal: “...cometiendo
algunos excesos con los mismos. Al saber que dichas fuerzas se
dirigían hacia nuestro Pueblo, algunos vecinos alarmados tomaron la
decisión de huir hacia lugares donde no pudieran ser arrestados...”
El consistorio, quizá por miedo a las consecuencias de aquellos
rumores, si dichas tropas llegaban y se enteraban de la propagación
de los mismos, tomaron la decisión de colocar bandos en los lugares
más concurridos del pueblo, negando dichos rumores.
Las
coacciones de aquellas fuerzas armadas provocaron que el consistorio
no pudiera satisfacer los sueldos de maestros y empleados públicos,
ya que habían tenido que desembolsar la cantidad de cerca de 40.000
reales a las fuerzas Carlistas y Liberales. Y a pesar de que se había
acordado cobrar un impuesto a todos los vecinos para resarcir las
maltrechas arcas municipales, a mediados de julio todavía no se
había llegado a cobrar ni la tercera parte del mismo.
Era
el propio Gobernador Civil de la Provincia quien reclamaba, el 22 de
julio de 1873, que se entregara a las fuerzas republicanas,
acantonadas en Las Arenas y Portugalete, diariamente 47 raciones de
pan, carne, vino y pienso para el caballo, además de mobiliario y
luz. El Ayuntamiento acordaba en esa fecha: “...pagar
a razón de una peseta cada ración de las 47, y además dotar para
el caballo de 2 celemines de cebada y media arroba de paja
diariamente...”
Así mismo se llevaron a las fuerzas acantonadas en Portugalete:
“...cuatro
faroles y otros útiles...”
Y ello a pesar de que según relataban en las actas municipales,
durante los días en que se reclamaron aquellas entregas, no parece
que hubieran fuerzas republicanas acantonadas en ambas márgenes, se
trataba de los días 19 y 20 de julio de 1873. Lo que obligó al
consistorio a proceder al cobro de impuestos municipales en el plazo
de tres días para poder satisfacer aquellas entregas.
Pero
no eran éstas las únicas reclamaciones que los republicanos
realizaban al consistorio. El 28 de julio de ese año, las fuerzas al
mando del Comandante del destacamento de Luchana, exigía la entrega:
“...para mañana temprano para alimentar a su fuerza 135 onzas de
carne, 217 cuartillos de vino...” Al parecer aquellos militares
tenían buen apetito y sobre todo sed, ya que durante tres días
disfrutaron de: “...419
onzas de carne y 669 cuartillos de vino...”
A las fuerzas Carlistas acantonados en Munguia se les suministraron
por otro lado: “...790
raciones de carne, pan y vino, además de tres fanegas de cebada y
cuatro arrobas de paja...”
Las fuerzas carlistas que llegaron al pueblo la noche del 27 de
julio, dieron buena cuenta de 2 cántaras de vino que les suministró
Dña. Agustina de Sustacha. Así que mientras los soldaditos jugaban
a la guerra, nuestros vecinos veían disminuir sus raciones diarias,
endeudándose el municipio para poder hacer frente a las
reclamaciones de ambos bandos. Y el Alcalde Dn. Justo de Ugarte se
las veía para conseguir que se recaudara lo preciso entre los
afligidos vecinos.
Incluso
las cuestiones de culto se veían afectadas, ya que en ese mismo mes,
se reclamaba por parte del párroco de Las Arenas el cobro de la
anualidad ya vencida, de las misas celebradas en la ermita de Santa
Ana, único lugar de culto con que contó Las Arenas entre los años
1864 y 1876, cuyo importe ascendía a 2.000 reales.
Aquellas
coacciones llegaban incluso a afectar a los rematantes de arbitrios
municipales. Eran estos los encargados de las ventas al por mayor de
vinos y aguardientes en el municipio. Quienes solicitaban que:
“...por
las circunstancias excepcionales que atraviesa la provincia, debido a
los excesivos impuestos de dichos líquidos impuestos por las fuerzas
armadas, se les hiciera una rebaja en los impuestos. Así como se
dictaran las oportunas disposiciones para evitar que se produjera el
contrabando de dichos líquidos...”
En
la próxima entrada veremos cómo el Ayuntamiento, para tratar de
hacer frente a los problemas derivados de la escasez de fondos
motivados por la guerra, presentó una propuesta para su solución,
así como dichos actos de guerra iban ahogando la economía de
nuestro municipio.
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