lunes, 5 de septiembre de 2016

LAS TEMPORADAS DEL ARRIAGA Y LOS VERANOS DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX




Los veranos e inviernos de principios del Siglo XX tenían varios elementos que marcaban las formas de diversión, algunos dependiendo de las clases social a las que se perteneciera. La afición a la ópera y zarzuela, por parte de las clases altas de Getxo, parece que fue notoria a principios del XX. Esos espacios líricos, no eran concebidos solamente para la representación de operas y obras dramáticas. En ellos se interpretaban otros géneros, comedias, sainetes, vodeviles, óperas y zarzuelas. Eran por otra parte, lugares para la exhibición del nivel económico de las familias, y lugar de citas y negocios.


Eran también otros los lugares elegidos por los amantes del genero lírico, algunos de ellos enclavados en Bilbao (Teatro Arriaga y Teatro Campos Elíseos). Escenarios en los que cantaron algunas figuras locales como el tenor algorteño Cándido Menchaca y el recordado Florencio Constantino. Teatros a los que acudían las mejores compañías del momento. Voy a referirme al situado en el Arenal bilbaino el “Teatro de la Villa”, que en 1.890 era conocido popularmente como “Teatro Arriaga”.

Este lugar de culto para los amante de la ópera, sufrió un incendio en la madrugada del 22 de diciembre de 1914, quedando totalmente arrasado. A pesar de la pérdida de parte de la documentación de sus representaciones ha llegado a mis manos, gracias a mi buen amigo Javier Muro, algunos de los trípticos de las representaciones que se celebraron durante los años 1904 al 1908.


Entre las empresas teatrales, que acudían al Arriaga, destacaban la Compañía Dramática formada por el matrimonio Maria Guerrero y Fernando Diaz de Mendoza, que abrieron la temporada de verano de 1904, el 14 de agosto, representando las obras “El Vergonzoso en Palacio” de Tirso de Molina y la Comedia “A Cadena Perpetua”, bajo arreglo de José María García, por la tarde; y en su función de noche presentó “La Desequilibrada” de José Echegaray. Los precios de las localidades aparecen en la fotografía superior. La prensa local decía: “...El público en plateas, palcos y butacas no era numeroso, pero sí distinguido...” Otros de los lugares de representaciones teatrales fueron el “Campos Eliseos” y el “Circo del Ensanche”.


Mientras, otros vecinos elegían para su asueto otras formas de diversión. El diario “El Nervión” de los días 11 al 14 de agosto de 1904 informaba que los vecinos de Getxo disfrutaban de sus fiestas en la plaza de San Ignacio de Algorta con aurrekularis e inocentes juegos como el que llamaban “Blanco y Negro”. Y en la Plaza de las Escuelas de Las Arenas, en los salones de las mismas, se inauguraba una sesión de cinematógrafo, artilugio propiedad de monsieur Amadee Brisac; entretanto en la misma plazuela, que el diario llamaba de “Las Mercedes”, una ambulante compañía cómico-lírica conseguía hacer pasar un buen rato a los vecinos del barrio.

En los trípticos que se editaban sobre las representaciones teatrales aparecía impreso ya desde la temporada de verano de 1905 el siguiente mensaje dirigido a un público especial: “...todas las noches quince minutos después de terminada la función del Teatro Arriaga saldrá un tren de viajeros de la estación de Las Arenas...” Ya desde 1907 la “Compañía Vizcaína de Electricidad” establecía un servicio de tranvias que realizaba el recorrido entre Santurce y Las Arenas. En las funciones de teatro se remarcaba que: “...La empresa, atendiendo a indicaciones de personas habitualmente concurrentes a la localidad de butacas, se permite rogar a las señoras que concurran a esa misma localidad se abstengan de llevar sombrero...”.


Por el contrario, en Algorta se celebraban con gran boato las fiestas de “San Nicolas”. Por la mañana, tuvo lugar en la Casa Consistorial el acto de distribución de premios a los niños de las Escuelas Públicas y alumnos de las de Artes y Oficios y Solfeo, con Exposición de sus labores. A las cuatro, se celebro una romería en el paseo de la Avanzada, quemándose en el Puerto, a las diez de la noche, una vistosa colección de fuegos artificiales elaborados por la pirotécnica de Juan de Anta. Como asunto novedoso la prensa local comentaba que: “...En el banquete con que el Club Marítimo del Abra obsequió ayer al monarca, figuró entre los diversos licores que se sirvieron, el cognac del Marqués de Barambio...”


Las representaciones se sucedían en diferentes fechas y escenarios. Durante los apretados días del estío veraniego de 1906 se aprovechaban las suaves temperaturas nocturnas a la orilla del mar para representar trozos de afamadas obras en el entonces incomparable establecimiento, que había venido a suceder al Balneario de los Aguirre, el Club Marítimo del Abra.

El 13 de agosto de 1906, por la noche, en el concierto que se ofrecía a los socios de forma diaria, al finalizar el mismo, el director del sexteto actuante, a petición del auditorio, ofreció una sesión de gramófono, con la participación de los músicos de dicha agrupación en la que ofrecieron trozos de las operas: “Pagliacci”, “Iris”, “Cavallería Rusticana” y la “Mattinata”.


La “Compañía Cómico-Dramática del Teatro de la Comedia de Madrid”, presentaba en septiembre de 1906, las obras “El Alcalde de Zalamea” de Pedro Calderón de la Barca, la “Loca de la Casa” de Benito Pérez Galdós y “Las Cigarras Hormigas”, juguete cómico en tres actos, también de este último autor.
Mientras, en Las Arenas, uno de los lugares de reunión de la aristocracia de Neguri, el “Club Marítimo del Abra”, iluminaba con bombillas eléctricas la terraza que miraba al mar, y la que daba a la carretera de Las Arenas a Algorta. También decoraban con luminarias a la veneciana los jardincillos colindantes con la carretera, siendo todos los faroles de color blanco. Parece que este color se debía a un acuerdo del presidente de la Diputación y alcaldes de Portugalete, Getxo y Santurtzi.


En 1908 la “Compañía de Ópera Italiana” de Raffaele Bracale-Lorenzo Molajoli, abría la temporada de invierno con la obra “Hänsel e Gretel” del maestro Humperdinck, obra que se estreno en 1901 en el Teatro Real de Madrid.
Ese mismo verano, en la playa de Las Arenas, los visitantes, ansiosos de refrescar su atribulado cuerpo, nadaban en medio de una gran resaca que estuvo a punto de acabar con la vida del pelotari Aguirre. Para llamar la atención de los bañistas, se habían colocado en las últimas estacas de la playa, clavadas en la arena, desde la cuales partían las “maromas”, especie de cuerdas que constituían un medio de seguridad para los aficionados al agua de mar. Se avisaba a los bañistas mediante unos cartelones en los que con grandes letras se podía leer: “...Es muy peligroso ir más allá...”. Lo cual daba cancha para que algunos amantes de la moral y el recato dijeran: “...Acostumbran algunos a bañarse marchando en botes en los que se desnudan y desde los cuales se arrojan al agua, volviendo después a ellos para vestirse..., el espectáculo resulta perfectamente incompatible con la cultura y con la decencia... Contrastan estas libertades con el laudable celo que se observa en la playa de Algorta para obligar a los bañistas que, aún llevando como llevan traje de baño, recorran cubiertos con capas o sabanas la distancia que media entre el agua y las casetas...” Es muy probable que fuera más fruto de la calenturienta imaginación de los moralistas, lo que se pudiera divisar a esas distancias, que lo que realmente percibieran desde la playa.


Volviendo a la lírica, fueron muchas la obras representadas entre esos años:

En 1905, en la temporada de verano se representaban “La Dama Boba” de Lope de Vega, “Un Cuento Inmoral” de Jacinto Benavente y “Locura de Amor” de Manuel Tamayo.

En 1906 se representaron comedias como “Las Urracas” de Ignacio Iglesias, “Buena Gente” de Santiago Ruiseñol y los dramas “La Retreta” con arreglos de Julio Brouta y Jiménez Quirós y “D. Pedro Caruso” con arreglos de Joaquín Arimón.

En 1907 se representaban: “Mefistofele” de Arrigo Botio, actuando en el papel de Fausto el tenor bilbaino Eguileor. Además de obras de Ricardo Wagner como “El Buque Fantasma”, “Lohengrin”, “Tristan é Isolda”, “El Oro del Rhin”, “La Walkiria” y “Parsifal”.

Algunos de nuestros vecinos también visitaron en aquellos días las barracas que se instalaban en el Campo Volantín de Bilbao con atracciones de época, quincallería, mercería y juguetería, cuyos precios oscilaban entre quince céntimos y peseta la pieza. O acudían a ver los espectáculos del Teatro de Guiñol, donde se exhibía una cabra-ciervo; el Cinematógrafo de Sanchís o el Palacio de la Magia, donde la atracción era una ingeniosa transmutación mental del “Niño Dios”. Así transcurrían aquellos tiempos entre la lírica y el mar.


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