miércoles, 25 de abril de 2018

NAUFRAGIOS EN LA RÍA, EL TOÑIN



La mayor parte de los naufragios en nuestra costa, en la de Getxo, a lo largo de la historia se produjeron en la temida barra de Portugalete, algunos en nuestras playas o en la Galea. ¿Pero cuantos naufragios se produjeron en la ría?. Esa es una pregunta que poco a poco trataré de contestar.

Desde aquellos primero naufragios, de los que se tiene conocimiento, como el Bretón “San Agustín” 1730, el Francés “La Genoveva” 1735 o la “Juan y María” de 1753, hay uno de ellos que hacia la mitad de la Segunda República Española, dejó huella, incluso fotográfica, de nuestra ría.

Se trata de un vapor construido en 1889 en los astilleros de J. Fullerton, en Paisley (Escocia). Medía 31,66 metros de eslora, 6,23 de manga y 2,56 de puntal, con un calado a toda carga de 11 pies, a popa. Desplazaba 160 toneladas, siendo de 59 el tonelaje neto, y estaba provisto de una máquina de alta y baja presión de 35 caballos efectivos, con una marcha normal de siete a ocho millas hora. A lo largo de su vida tuvo varios nombres, desde el inicial Amy, que en 1922 cambiaría por “Toñín García”, aunque se le conociera más habitualmente con el primer nombre “Toñín”.


Perteneció a una flota llamada “María Cruz”, cuyos barcos pertenecían a la Casa armadora de D. Francisco García, de Bilbao y Santander. Barcos que eran conocidos con el nombre de “los Marías”. Desde el año 1922 pasó a ser propiedad de la Compañía “Vapores Costeros, S. A.”, domiciliada en Bilbao. Se dedicaba al servicio regular de mercancías entre Pasajes, Rivadeo y puertos intermedios del Cantábrico.

El 23 de marzo de 1934, toda la prensa local y la del Estado recogían en sus páginas, el naufragio del “Toñín”: “...A la una y cuarto de la madrugada de ayer naufragó en Las Arenas, yendo a montar sobre la escollera del muelle del Relleno, frente al monumento en construcción a Churruca. El vapor español "Toñín", de matrícula de Bilbao, perteneciente a la Empresa "Vapores Costeros, S. A.", presentada por los consignatarios Sres. Acha y Arregui, de la plaza Uribitarte....”

El relato del inicio del naufragio lo realizaba el patrón del vapor, D. Paulino Fernández Jardón a pie de escenario: “...Salimos de Santander, próximamente a las ocho de la noche, llevando a bordo ciento veinte toneladas de carga general, entre ellas setenta y nueve de café y cacao, procedentes de Centro América, transbordadas en Santander del trasatlántico francés "Cuba", con destino al comercio de Bilbao...”

Durante todo el día el fuerte Noroeste reinante, con algunas ráfagas de Norte, provocó un temporal durísimo. Para hacerse una idea de la situación en la ría, baste recordar que: “...era tal la violencia del viento, que a las nueve de la noche se podía observar cómo el transbordador del puente de Bizkaia, detenido en el muelle, era mecido por el vendaval…” El temporal provocó que varios buques tuvieron que entrar de arribada forzosa y suprimir la salida algunos de los que pensaban hacerse a la mar.

Tras una travesía, en la que navegaron con un fuerte viento del noroeste, y mar gruesa, a pesar de que la tempestad parecía echar una partida a la muerte, el barco soportó admirablemente, probablemente debido a sus excelentes condiciones marineras, los envites de las olas. A las once y media avistaron la luz de la Galea, embocando el puerto exterior sobre la una menos, coincidiendo con la hora de la bajamar.

Enfilada la ría, y al llegar a la altura del inicio de la mojojonera de Las Arenas, falló de repente el guardín de estribor, lo que provocó un brusco giro del timón a la banda contraria. Ese giro ocasionó que el barco diera una brusca guiñada, virando a babor, yendo en un momento sobre las peñas de la escollera del muelle, en el lugar llamado el relleno de Churruca. Fruto del choque contra las rocas, a flor de agua se veían la proa y parte de la chimenea y del puente.


El patrón, tan pronto como el barco quedó sin gobierno, comprendió que de nada serviría intentar guarnir un aparejo para gobernar a popa, porque el ancho de la ría no permitía realizar la maniobra a tiempo. Rápidamente ordenó a su tripulación que tratara de alcanzar la orilla, y al maquinista D. Francisco Antonio Fontao, que apagara los fuegos y abrir los escapes de vapor para evitar que la caldera hiciera explosión. Al quedar el barco encaramado de proa sobre las peñas, muy cerca del muelle, facilitó que los siete miembros de la tripulación pudieran alcanzar tierra. Durante todo el día, fue incesante el desfile de curiosos para ver la situación en que había quedado el vapor siniestrado.

Enseguida llegaron las primeras ayudas. El subdelegado de marina les acompaño hasta el Hotel Antolín, situado en la Plazuela de Las Arenas (la del Puente Bizkaia actualmente), donde quedaron hospedados y se realizaron las primeras tomas de datos sobre el accidente. Para más tarde, al llegar los consignatarios del vapor, trasladarse a Bilbao.

La carga que transportaba el “Toñín” sobre la cubierta, bocoyes de vino, bidones de aceite, cajas con latas de petróleo y otros efectos, fueron recogidos, algunos en la playa de Las Arenas y otras zonas próximas, desde donde fueron llevados a un almacén, permaneciendo bajo la custodia de los carabineros.


Días más tarde, aprovechando la mejoría del tiempo, el casco del vapor “Toñin” fue revisado por un buzo, comprobando que el mismo, al quedar apostado sobre las rocas, había sufrido abolladuras en algunas planchas, presentando abierta una vía de agua, que por fortuna, no era tan extensa como se temía en un principio. Por lo que decidieron empezar a alijar la carga, para hacer una taponadura provisional en el casco, y si el tiempo lo permitía, tras terminar el alijamiento, intentar levantarlo por medio de la grúa flotante de la Junta de Obras del Puerto. Una vez puesto a flote con el auxilio de un remolcador fue conducido a la playa que se extendía al fondo de la Dársena de Galdames en la jurisdicción de Sestao, donde se procedió a su reparación.

De aquel naufragio dieron cuenta varios periódicos bizkainos: “El Noticiero Bilbaíno”, “El Nervión”, “Euzkadi”, “La Gaceta del Norte”, “El Pueblo Vasco” Y “La Tarde”. También lo hicieron otros del resto del Estado como “La Vanguardia” de Cataluña, y los diarios madrileños: “Luz”, “La Libertad”, “Ahora” y “Siglo Futuro”. Pero como decía uno de aquellos diarios que informaron sobre su hundimiento, lo más importante de aquel echo fue: “...«Que se salvó toda la tripulación»…”


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