Baños
de mar, lúdica moda que surge de manos de la familia de Máximo
Aguirre, tras el fallecimiento del patriarca en 1863, que en su día
recibieron el nombre de “Baños de Mar Bilbaínos”
(1869) y que sería regentado por D. Andres Tuffli, D. Andres Larrazabal Telleria con su
esposa Dña. Petra Silleiro Giri y Mr. Wolf. Estuvieron situados en
la zona que hoy ocupa el “Club Marítimo del Abra”.
No
fue el único establecimiento de esa clase, que se asentó en
Areeta-Las Arenas, pero sí el más afamado de la época. Junto a él,
en la misma playa, estaba el de la familia de D. Ángel Urresti
(finales del siglo XIX). Los baños de mar tuvieron en esta localidad
varios impulsores, entre ellos los ya citados con anterioridad y el
de Dña. Felipa Bustingorri (1888). Los baños de mar calientes “Las
Delicias”
(1900), situados en la calle Urquijo de Areeta-Las Arenas, propiedad
de D. Angel Urresti. Todos ellos fueron frecuentados por lo más
selecto de la burguesía bilbaina, madrileña y a la aristocracia.
Pero
ciñámonos a la desembocadura de la ria, que hasta mediados del
Siglo XIX había estado formada por vegas bajas, marismas y juncales
de titularidad comunal, charcas y fangales inútiles para la
agricultura y perjudiciales para la salud, que la marea cubría con
sus aguas en las pleamares. Por las que tan solo transitaba el rio
Kresaltzu ó Gresalchu (Gobela). Rio del que se decía: “...Rio
Gobela, el que según se ha observado es el motor principal de la
formación de la Barra por las arenas que arroja y se acarrean por
las corrientes que siguen lo largo...”
Aquella
extensa área, antaño difícil de cruzar, que dificultaba la
comunicación con Algorta y el resto de Getxo, se iba a convertir en
vegas de cúltivo y grandes pinares. La familia de D. Máximo
Aguirre, aprovechando la desamortización de Mendizabal, adquirió
una enorme superficie de terrenos, la mayor parte de ellos marismas,
arenales y dunas situadas entre el río Udondo y la Avanzada, con
distintas iniciativas, llevaron al desvío del río Gobela. Al
urbanizar aquella vega, se crearía una nueva urbe Areeta-Las
Arenas
y como consecuencia de ello, vería la luz su afamada casa de “Baños
de Mar Bilbainos”.
Y lo hacía en medio de los aplausos de la prensa madrileña, el
diario “El
Liberal”,
titulaba en su cuarta pagina del 16 de julio de 1870:
“...Inauguración
de Baños de Mar Bilbaínos en Las Arenas...”
Los elogios que el público y la prensa habían tributado s este
magnífico establecimiento lo calificaban como el primero de España
y lo comparaban con los mejores del extranjero, decían: “...Se
ha confiado su dirección al acreditado fondista D. Andres Tuffli...”
El
establecimiento estaba formado por tres grandes edificios, unidos
entre sí por galerías. El tranvía llegaba hasta la puerta de
entrada. Estaba rodeado de fondas y chalets. Según una descripción
que realizó D. Jose Gil (cirujano mayor del Hospital Civil de
Bilbao) en 1879, en su capitulo VII, destinado a “Arenas
de Lamiaco”,
en la “Guía
hidrológico-Médica de Vizcaya”,
decía del mismo que estaba formado por: Un pabellón central
denominado “El
Casino”
y dos laterales denominados “Algorta”
y
“Portugalete”. Este último fue ampliado en 1883, elevando un piso su altura, pasando a tener tres pisos. Fue
en diciembre de ese mismo año, cuando se sacó a subasta las obras
del camino que conducía del Balneario hasta la Ermita de Santa Ana. En
1884 se instaló en el pabellón “Portugalete”
el servicio telegráfico.
El
pabellón central denominado “El
Casino”,
era el más elevado, disponía de 32 dormitorios, contenía el salón
de social, comedor, sala de billar, curiosamente decían disponía
también de un salón para “Juegos Lícitos”, gabinete de
lectura, habitaciones amuebladas con el mayor lujo y una terraza que
miraba al mar. El
pabellón “Portugalete”
disponía de 52 dormitorios. El pabellón “Algorta”
disponía de 36 dormitorios, un comedor principal con capacidad para
200 personas y dos comedores más pequeños. Ambos estaban
adelantados hacia el mar disponía de un espacioso salón de
descanso: “...con
bueños cuartos donde desnudarse y tomar baños templados y
chorros...”
Existía un pabellón adosado que disponía de capilla, salas de
juegos, cuarto de plancha, deposito de muebles, cuadras, cocheras y
dormitorios para el servicio. Los precios de las habitaciones eran de
30 a 34 reales por persona, incluida manutención; y las habitaciones
especiales, de mayor lujo, de 40 á 50 reales.
El
edificio tenía dos fachadas, una que miraba al mar y otra a la
carretera. La que miraba al mar era descrita de la siguiente manera:
“...tiene
en medio un terrado poco elevado desde donde el bañista contempla
este inmenso piélago y respira la fresca brisa...”
A decir del autor era una de las estancias más agradables del
balneario. Disponía también de sala de esgrima, 3 bodegas, y 3
cocinas. La que daba a la carretera disponía de columpios para los
niños y juegos de rana, tenía en su frente un jardín inglés con
abundante vegetación y arbolado,: “...en
la que el bañista sentado a la sombra pasa algunos ratos del día...”
Dos egregias estatuas presidían aquel balneario en su frente de la
playa. Estaban situadas sobre el murete que separaba las
instalaciones balnearias de dicha playa, ambas eran de mármol
blanco, y descansaban sobre unas pilastras que sobresalían del muro,
estaba colocadas a ambos lados el edificio principal.
Dichas
esfinges fueron ofrecidas por D. Ramón Coste, presidente de la
sociedad “Club
Náutico del Abra”
(Club Maritimo), al Ayuntamiento en junio de 1903. Para entonces el
edificio balneario había pasado a ser propiedad de esta última
sociedad. El Sr. Coste explicaba su oferta con los siguientes
argumentos: “...al
no tener objeto en aquel lugar por la transformación del edifico, la
sociedad ha resuelto donarlas al consistorio...”
El deseo del Sr. Coste era que quedara expresamente recogido en el
acta del pleno, que la cesión de las estatuas se hacía por parte de
D. Enrique Aguirre y sobrinos, antiguos propietarios del balneario,
para ser colocadas en un punto de Las Arenas. Al parecer, cuando el
responsable municipal paso a revisarlas y curso el informe de su
situación, lo hizo indicando que las mismas estaban deterioradas,
por lo que el consistorio declinó la donación.
La
temporada de baños empezaba el 10 de julio y terminaba oficialmente
hasta el 30 de septiembre, aunque era habitual que aún permaneciera
abierto durante el mes de octubre. Durante el tiempo que permanecía
abierto tenía para su clientela servicio de correo diario, telégrafo
y se recibían los principales diarios. El servicio de hospedaje
corría a cargo de los señores Wolf y Larrazabal, que contaban con
un jefe de cocina, cuya escuela había sido la corte, dos ayudantes,
treinta doncellas y dos cocineras especificas para los platos del
país. Además de un esmerado servicio de lavandería, costura y
plancha.
En
la prensa madrileña de julio de 1878 se podía leer en cuanto a sus
servicios: “...En este establecimiento de Las Arenas el
afamado fondista Mr. Wolf, cuya mesa se cita hoy entre las mejores de
España, en su afán por hacer agradable la estancia de sus huéspedes
ha Introducido la gran novedad de alumbrar el jardín del
establecimiento, que ha quedado convertido en un delicioso paseo
nocturno, durante las noches que no se celebran bailes ni toca la
música. No satisfecho con esta mejora, el inteligente fondista
proyectaba la construcción de un teatrito en el que se representaran
comedias y zarzuelas con objeto de amenizar aún más las soirées de
los Baños de Mar Bilbaínos...”
Este
era un lugar donde, como decía anteriormente, se alojaron durante la
estación estival las familias más distinguidas de la Corte y del
interior de la península. Tenía capacidad para más de 200
clientes, disponía de hermosos salones, corredores y zonas
ajardinadas, protegidas del viento marino. Disponía de salón de
baile y otros destinados a biblioteca, en la que se podía disponer
de prensa nacional y extranjera, también tenía espacios dedicados
al restaurante para 200 cubiertos, gabinetes particulares, sala de
billar, sala de armas y gimnasio. El juego de «crokett» en la
playa, era parte de sus atractivos, los paseos a pie, a caballo y en
carruajes, las carreras a caballo y en asnos por la playa, permitían
a los acomodados bañistas tener todas las distracciones que hacían
de sus instalaciones, una de las más atractivas de todo el litoral.
Los
gabinetes de baños disponían de pilas de mármol, para el disfrute
de “baños
templados y calientes”
de agua dulce o marina, también se podía disfrutar de baños de
algas marinas, salvado y mostaza. Sus salones eran frecuentados por
gentes de aspecto “gomoso” que hacían ostentación de sus
mejores galas, de amplios y atusados bigotes, personajes, afectados,
de voz hueca, que hablaban de todo y de nada. Además disponía el
establecimiento de un servicio propio de castas de baño movibles,
conocidas como “de las de Ostende”, las cuales eran conducidas
hasta la orilla de la playa por un tiro de animales.
Entre
los ilustres huéspedes que acudieron a los “Baños
de Mar Bilbaínos”,
en 1881 se citaban, entre otros, a los siguientes señores: Francisco
Dumont, Martin Ojanguren, Luis Villabaso, Tomas Lopez Doriga, Maria
Urcullu, Jose Guardamino, Andres Aguirre, Josefa Aute de Hoppe,
Carlos de Enterria, Catalina Usera, Escolástica Salazar, Marquesa de
Selva Alegre, Capitán General Moltó, Carmen Gomucio, Lepoldo Moyua.
Pero
en la época, no todas la creencias eran bien recibidas, ya que en abril de 1883, un pastor protestante y su esposa, allí alojados,
pretendieron dar un baile en el salón del Balneario, permiso que les
fue denegado.
El
tranvía eléctrico (1881) y el ferrocarril (1887), promovido por los
Aguirre, vino a dar servicio a aquel balneario, junto a lujosos
carruajes, vapores y ómnibus, que partían desde Bilbao hacía la
lujosa población arenera. Los carruajes de un solo caballo, aptos
para dos personas, costaban por cada hora de carrera 0,50 pesetas;
los de dos caballos, aptos para tres o cuatro personas, costaban por
cada hora de carrera 2,50 pesetas.
Durante
la segunda guerra carlista, el balneario sirvió como acuartelamiento
de las tropas del Gobierno, durante más de seis meses. La llegada de
aquellos militares provocó la perdida de gran parte del arbolado, y
dejando maltrechos los espléndidos jardines, en los que lucieron
emblemáticas estatuas de inmaculado y blanco mármol. Tras
finalizar la última guerra carlista en 1876, el gobierno se vio
obligado a indemnizar a los propietarios con cerca de 100.000 reales.
En 1884 una orden general de la plaza de Bilbao, de primeros de
agosto, conservada por el Cuerpo de Miñones, se comunicaba la
reducción del precio de los baños de mar calientes en el balneario
a los enfermos de la clase de tropa, así como el de los servicios de
casetas de la playa de Areeta-Las Arenas para todo individuo de tal
clase; el encargado de dar asistencia facultativa a aquella tropa fue
el medico militar D. Ricardo Pérez y Rodríguez. Los servicios de
baños de mar calientes, durante las dos últimas décadas del Siglo
XIX, fueron ofrecidos para los pobres de la villa bilbaina,
repartiendo tarjetas de baños templados a los más necesitados.
HOTEL ARAMBERRIA
A
su lado fueron apareciendo nuevos negocios balnearios, algunos
instalados directamente sobre la playa, se multiplicaron los centros
de reunión y de esparcimiento: fondas como “La
Napoleona”,
“Cecilia”;
hoteles como el “Aramberria”
o el “Antolin”;
casas de baños calientes como el de los “Urresti”
y salones de recreo como el de “Santos
Larrazabal”,
construido en un terreno de su madre Dña. Felipa Bustingorri;
restaurantes como el “Lazurtegui”
que disponía de pastelería, y estaba junto a la estación del
tranvía, cerca del “Hotel
Antolín”.
La
playa de Las Arenas, antes amenazada por la fuerza del mar, veía sus
últimos días de esplendor, a partir de 1895, la actividad turística
de Las Arenas entró en una rápida y definitiva decadencia. Los
precios oscilaban, contando con la comida, entre las 7 y 10 pesetas
diarias. Pero ante los embates del mar, que en numerosas ocasiones
dañaron algunos de los establecimientos balnearios, entre ellos el
de la familia Urresti, se vio la necesidad en 1889 de proceder a la
construcción del puerto exterior. Ello, junto a la construcción del
muelle de Portugale, provocó un desplazamiento de las corrientes,
que poco a poco fueron socavando la playa de Las Arenas, y el
balneario de los Aguirre, antaño promotor de un estilo de vida,
probablemente inspirado en la mejor tradición británica, veía
llegar su desaparición en 1898. Su espacio iba a ser ocupado en
1903, por el Club Marítimo del Abra. Las instalaciones balnearias se
trasladarían a Algorta, a la playa de Ereaga, al establecimiento
balneario de Igeretxe, en 1912.
Estos
datos han sido obtenidos: Los relativos a las estatuas del Archivo
Municipal de Getxo expedientes: (Código 1.2.0.7 Signatura 3191.1,
del libro de actas de 1902-1904, paginas 237-238). Y los relativos a
la descripción de las instalaciones de los libros de viajes de D.
Mariano de la Torre de 1878 y de la “Guía
hidrológico-Médica de Vizcaya”
del cirujano mayor del Hospital Civil de Bilbao D. Jose Gil DE 1879.
Maravillosa historia Karla, Eskerrik asko
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