En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como se daba cuenta de la reciente composición de la Junta de Caridad del Hospital Hospicio de Algorta.
En el pleno del 10 de febrero de 1898 se informaba de la solicitud de un importante hombre de negocios bilbaíno para edificar una casa en Algorta: “...Se da cuenta de una instancia de D. José Amann, vecino de Bilbao, solicitando permiso para construir una casa en el barrio de Algorta...”
Contaba la prensa por aquellos días que en el Concurso de Ganado de Basurto se habían otorgado diversos premios, entre ellos uno adjudicado a un vecino de Algorta: “...Hoy se ha celebrado en Basurto, la anunciada feria de ganados, para la cual ha concedido varios premios el Ayuntamiento. Hubo muchísimo ganado, cotizándose a altos precios. Se hicieron muchas y buenas transacciones, a los premios se presentaron magníficos ejemplares, excepto en cebones. El jurado, que lo exponían los señores Allende, García, y los veterinarios señores Guerra y Pradera, concedió los premios siguientes: En ganado lanar, segundo premio a D. Manuel Correa de Algorta...” También era noticia la botadura de un vapor, con el nombre de “Algorta”: “...Ha sido botado en los astilleros ingleses el vapor «Algorta», propiedad de don Ramón de la Sota, cuyas dimensiones son: Eslora 285 pies. Manga 41,6 y Puntal 20,2...” (El Nervión del 13 de febrero de 1898). A finales del siglo XIX fue famosa Feria de ganado que se celebraba en la campa de Basurto (Bilbao).
Por esas fechas se publicaba un libro para la prevención de la temida “Viruela”, el cual incluía consejos para no enfermar de la misma: “...Vamos a ocuparnos del libro titulado “Consejos para no enfermar de viruela y medios de extinguirla”, escrito por el ilustrado médico D. Enrique de Echevarria G. de Suso. Para nadie es un misterio que en todas las epidemias grandes y chicas, allí donde encuentran condiciones abonadas de localidad para tomar derechos de ciudadanía, allí dejan sentir sus perniciosos efectos las enfermedades infectivas.
Este azote de la humanidad, cuya cuna de origen fue el centro del Asia, donde era conocida en la India mil años antes de Jesucristo, fue propagada a Egipto por el califa Ornar, esparciéndose luego por las regiones del Norte de África penetrando con ellas en Europa en el siglo VI. Por más que la naturaleza del virus variolosos es desconocida en la actualidad, todo hace sospechar que el agente productor de esta infección es un esquizomiceto, así lo acusan las investigaciones llevadas a efecto por los bacteriólogos Cohn, Klebs, Bareggí, Keber, Guttman y Pfeiffer.
Esta enfermedad es una de esas que de siglos atrás viene dejando fatales huellas en el mundo, poniendo de relieve, de que la décima parte de la humanidad, antes de la vacunación, era víctima de esta pestífera afección...” A continuación hacía una descripción de las condiciones de vida de aquellos enfermos: “...Unas de la zonas de mayor afección eran la contiguas a los hospitales. En Bilbao, cuando estuve al frente del Hospital, pude comprobar que en las calles de Zabala, Amparo y Mena, que daban la mano como puntos de contacto con dicho Hospital, pagaron muy cara su vecindad, pues, dieron un contingente grande de casos variólicos, esto unido a que en algunas de las habitaciones ocupadas por dichos enfermos dejaban aquellas bastante que desear en sus condiciones higiénicas, con ventilación pobre, dando la ventana de los cuartos a patios estrechos donde jamás penetró el sol; hacinados, no una, sino dos y tres familias en lúgubres viviendas llamadas cuartos habitables, rumiando un aire mil veces tamizado por distintos pulmones en el mismo local, muy deficiente la limpieza de la ropa del enfermo, el aseo personal desconocido, sin más baños de limpieza que el primero que recibió en la pila bautismal, con alimentación deficiente, y para mal de mis remedios muchos de ellos sin vacunar, y con un cerebro cerrado a cal y canto a admitir los consejos del medico. Estos seres, estas familias que ofrecen tal resistencia a la vacunación, son, en general, la clase más humilde de la sociedad, materia abonable que sostienen a perpetuidad las epidemias de viruela, sarampión, difteria, y demás infecciones...”
A continuación describía en que núcleos de población la misma había azotado con más virulencia: “...La viruela en el casco antiguo de Bilbao despuntó con mayor intensidad en los barrios más pobres: dejándose sentir al otro lado de la ría, y las calles que abocan a San Francisco, Cortes, Miravilla, Bilbao la Vieja. Donde los niños y el elemento joven dieron el pasto a la muerte entre la clase menesterosa...”
La cifra de fallecidos en la Villa era importante: “...Entre octubre de 1896 y septiembre de 1897, el número de fallecidos había alcanzado la cifra de 418, de ellos 187 eran varones y 173 hembras...”
Sin embargo en dicha obra daba una esperanza para terminar con dicha plaga: “...Toda población culta que en algo estime su bienestar y mire con el cariño que se merece los progresos higiénicos, sabe muy bien que, esta plaga de la humanidad que en algún tiempo sembró el terror y el luto por todo el orbe, está llamada a desaparecer, cuando la vacuna obligatoria sea un hecho...”
Y daba las pautas a seguir en el momento que se detectara dicha enfermedad: “...Cuando se presente un solo caso de viruela, sea este apagado en el acto con aislamiento; con una desinfección científica, y no con un simple simulacro de tal, con la vacunación y revacunación, sin contemplaciones ni atenuantes, único medio de quitarse de la vista esta repulsiva infección...”
También ofrecía datos sobre la mortalidad de dicha enfermedad a lo largo del Mundo (Ver tabla adjunta).
Finalmente ofrecía pautas de actuación, que ya, en otros lugares del mundo se estaban realizando (Alemania, Francia, Rusia...): “...Aislamiento individual practicado en casa del enfermo, vacunación de las personas que ocupen estancias de esas casas. El personal encargado de la asistencia del varioloso, al salir a la calle, debe de dejar el traje de servicio que usa en la asistencia del enfermo, en una habitación para ello; lavarse manos, cara, cuello, cabeza (pelo corto y barba lo mismo, o mejor afeitado) repetidas veces, con soluciones antisépticas (cloruro de mercurio al uno por mil), y ponerse luego la ropa de calle.
Las ropas que usan estos enfermos deben esterilizarse con una solución de sublimado al uno por mil, donde se sumergen durante una hora, antes de darlas a lavar. La esterilización de los gérmenes, es la tercera de las medidas que se han de poner en juego para la extinción de la viruela. La esterilización debe de abrazar: los locales contaminados, los vestidos y las ropas de la cama, y las personas que están en contacto con el enfermo. También existen alternativas de fumigaciones: En Alemania, Austria y Rusia, son partidarios de las soluciones de sublimado y ácido fénico que aplican en pulverizaciones y en lavados. En Francia se inclinan por las fumigaciones sulfurosas. Como desinfectante tenemos, de fecha reciente, el formol, que según sus partidarios llena por completo las condiciones que debe de tener un buen desinfectante.
Y con estas sencillas medidas puestas en práctica con fe, constancia y a conciencia, existe la completa seguridad de que en un plazo brevísimo de tiempo la capital de Vizcaya, se vería libre del peso de la viruela, negro baldón del último tercio del siglo actual que por incuria aún conservan ciertos pueblos...” El trabajo de galeno era más amplio. (D. Enrique de Echevarria G. de Suso fue medico de la beneficencia bilbaína. Dicha obra fue publicada en 1898, en la imprenta de la Revista “Bilbao Marítimo y Comercial”).
A lo largo del año 1900 se produjeron varios casos de viruela en nuestro Municipio. El 23 de junio de 1900 se produjo el primer brote de viruela, que afecto a un niño y una niña, comenzó esa epidemia en la casa “Pitarrene” del barrio de Algorta. Urgentemente el medico local se puso en contacto con el primer teniente de Alcalde D. Francisco Goicoechea, para determinar algunas actuaciones tendentes a aislar el brote. Pero no iba a ser este el único foco, también en caserío “Iberre” la señora de la casa contraía esta enfermedad, enseguida se preparó un plan para evitar que la epidemia se propagara entre los vecinos, pero dicha enfermedad se propagaba rápido, afectando sobre todo a familias de condición humilde, ya en octubre llegaba al barrio de Las Arenas. Para ello y debido a esa condición modesta de los enfermos, fue el propio consistorio quien se hizo cargo de los costes. También, como medida profiláctica, en el caso del barrio arenero, se dispuso que: “...Un guardia urbano haga guardia en la puerta de la habitación del enfermo, evitando que nadie pudiera entrar o salir de la casa, cerrando la puerta con llave cuando tenga que ausentarse por motivos de servicio..., y las ropas del enfermo sean lavadas en agua hervida y posteriormente llevadas a la parte más inferior del río para ser lavadas...” Sobre esta plaga en nuestra Anteiglesia ya he tratado en otras entradas.
En la próxima entrada veremos como el rematante de los terrenos comunales de Aiboa en esta Anteiglesia, ofrecía una propuesta al Consistorio por el terreno vivero del municipio, existente en el punto de Iturribarri, para que se le reconociera como propietario de aquellos terrenos.
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