En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como la temida enfermedad de la viruela, al igual que todos los años, se ensañaba con nuestros vecinos.
En un diario bilbaíno aparecía un articulo firmado por D. Alfredo de Laffitte y D. Antonio Arzac, a cerca del Aurresku, decían en el mismo: “...En la mayoría de los países del mundo se conoce el “baile” que significa el primer efecto del brincar con arte sin que para ello sea precisa la música y se puede bailar solo, con otro y aún con muchos.
En el notable solar vascongado existe desde remotos tiempos una “danza” singular que el vulgo conoce con el nombre de aurrescu; “danza” que a veces merece el calificativo de “baile oficial euskaro” o “aurrescu a la usanza foral” y es una composición estudiada que se verifica en público y en fiestas ordinarias y en grandes y solemnes funciones por sucesos faustos teniendo esta especie de drama mímico cierta analogía con el objeto y fin de la festividad.
Dos son las entidades que en la “danza” que nos ocupa representan papel importante “el aurrescu” y el “achescu” o sean “la primera” y la “última mano”. Si ambos danzan cual es debido resultará plausible el papel que hagan; pero de otro modo si se concretan a piruetas sin orden ni concierto, aunque demuestren agilidad prodigiosa, resultará papel mojado.
Hoy en Guipúzcoa se encuentran muy pocos hombres que se hallen en el primer caso y si centenares que están en el segundo. Digamos la verdad en toda su desnudez. Muchos serán los culpables de ello; pero muy principalmente las autoridades locales, unas porque no han sabido castigar , ni siquiera amonestar a los que en bailes ordinarios usaban y usan formas destempladas; otras porque creyendo dar más realce a sus fiestas populares permiten la exhibición de músicos ambulantes (ciegos y tullidos, al parecer en su inmensa mayoría) que con desafinados instrumentos y canciones de mal gusto se hacen acreedores a que se les expulse de la Provincia; y hay también los que por su cuenta tienen la osadía de contratar a los mismos prescindiendo por completo de las muchas y buenas bandas de tamborileros que existen en el País. La resultante del proceder censurable de esas autoridades la vemos muy clara los días festivos en la mayor parte de los pueblos y nada digamos de nuestras capitales.
Para que esta danza euskara pase del peligro en que se encuentra a su debido ser, precisaba de una evolución en ciertas autoridades populares a fin de invitar a las de los pueblos. De lo contrario y siendo sumamente deplorable que una costumbre tan admirada por propios y extraños tienda a desaparecer cabe, en mi huidle opinión un medio sencillo, inclinar el ánimo de nuestra diputación provincial y esta, a su vez, el de los Ayuntamientos de la Provincia para que un profesor o reconocido aficionado enseñara a varios jóvenes percibiendo de ambas autoridades un sueldo diario en remuneración de su trabajo...” (El Noticiero Bilbaíno del 1 de febrero de 1898). “Decadencia del Aurrescu” fue un articulo firmado por: De D. Alfredo de Laffitte Obineta (Donostia, 1854-1934 periodista, escritor y político reconocido en los ambientes vasquistas de su tiempo) y D. Antonio Arzac Alberdi (Nacido en San Sebastián el 26 de julio de 1855 en el palacio de Banderas, en Ategorrieta. Poeta, hábil escritor y editor vasco).
En el pleno del 3 de febrero 1898 se recogía una recomendación de la Comandancia de Marina dirigida a los Cofrades del Puerto de Algorta y sus familias sobre la necesidad de vacunarse: “...La Comandancia de Marina informa de la recomendación cursada a los Cofrades del Puerto de Algorta y sus familias sobre la necesidad de vacunarse y revacunarse...” Por oro lado el avance de la temida enfermedad obligaba a cambiar de residencia al cartero municipal: “...Quedó enterado el Ayuntamiento del cartero de esta localidad, participando que habiendo ocurrido algunos casos de viruela en la casa donde ha vivido, ha cambiado su residencia con el fin de evitar contagio...”
En el mismo pleno municipal, el Secretario de la Junta de Caridad del Hospital Hospicio D. Juan Barasorda, daba cuenta de la reciente composición de dicha Junta: “...Se da cuenta de una instancia enviada al Ayuntamiento de Guecho por el Secretario de la Junta de Caridad del Hospital Hospicio D. Juan Barasorda, participando haber quedado compuesta dicha Junta desde el 31 de enero, como sigue:
Vicepresidente: D. Pedro Amezaga.
Tesorero: D. Emilio Basagoiti.
Secretario: D. Juan Barasorda.
Vocales los siguientes señores: D. Pedro Benguria, D. Antonio Uribe y D. Juan Líbano...”
Dentro del apartado de cuentas de aquel pleno se citaban los siguientes pagos: “...A “Barandiaran y Compañía” de Bilbao 89,65 pesetas por 33 kilos de acido férrico, 6 kilos de azufre y 6 de sulfato de cobre para emplear en las casas donde existe viruela en esta población.
Al empresario “Emperaile”, librero de Bilbao, 69,59 por carteles para la publicación de fiestas y festejos del verano pasado y suministro de papel y plumas, otra cuenta de 18,90 pesetas por tinta, plumas, porta plumas y tinteros, lapiceros para las operaciones del censo de población...”
En el pleno del 3 de febrero de 1898, además. Se trataba sobre las condiciones del edificio de obra construido por el rematante del murallón-carretera de Ereaga: “...Habiendo llegado noticias a esta Corporación Municipal de que el edificio, que con permiso de la misma, construye el rematante del muelle carretera desde Punta Begoña hasta el Puerto de Algorta, cerca de este último, no ofrece seguridad en sus cimientos por el mucho peso que ha de gravitar sobre los mismos, y con el fin de precaver toda desgracia, sea por hundimiento o caída del referido edificio, acuerda este Ayuntamiento que el mismo sea reconocido por el Arquitecto Municipal a fin de remitir un informe para la solución del problema...”
Por otro lado la letrina de la Iglesia de San Nicolás de Bari de Algorta estaba causando problemas insalubres a dicha Iglesia y al frontón: “...Encontrándose en muy mal estado y destrozada la cañería del escusado o letrina que da contra la sacristía de la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari de Algorta, cuyo contenido se esparce en el piso bajo de aquel edificio confinante con el mercado público, acuerda este Ayuntamiento se ponga en conocimiento del cura de la citada parroquia esperando de su fina atención ponga cuanto antes remedio a dicho mal...”
En la próxima entrada veremos como un conocido comerciante bilbaíno deseaba construir casa en el barrio de Algorta.
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